Union Avenue, Memphis, Tennessee, 10 de octubre de 2010.
Estimados amigos del Flagrant’s:
Hace ya varios meses (por lo menos unos cinco) que no os envío ninguna carta desde Union Avenue, así que lo primero es disculparme por este largo silencio. Sin embargo esta mañana tengo unos momentos libres y se me ha ocurrido sentarme a poneros unas líneas. Y lo hago, en gran parte, porque últimamente he estado leyendo un libro apasionante titulado Border Radio, en el que Gene Fowler y Bill Crawford analizan el fenómeno de las potentes emisoras de radio fronterizas que, dirigidas mayoritariamente por empresarios estadounidenses, aparecieron en México a comienzos de las años treinta. Estos monstruos fronterizos de la comunicación fueron fuente de información y entretenimiento para millones de personas en una época y en un contexto geográfico en el que existían muy pocas opciones de entretenimiento, especialmente para las comunidades rurales que conformaban mechanical bull for sale su audiencia principal. En su excelente libro, Fowler y Crawford ahondan en el contexto histórico-político que favoreció el surgimiento de estas emisoras y describen con detalle su variopinta programación y adornando la obra con anécdotas curiosas acerca de los pintorescos empresarios que dirigían dichas emisoras.
Hubo un tiempo, en los albores de la radio comercial, allá por finales de los años veinte y principios de los años treinta, en el que la legislación sobre la radiodifusión en Estados Unidos, México y Canadá no estaba tan definida como en nuestros días. Si bien el gobierno estadounidense estaba realizando intentos de controlar el caos de frecuencias radiofónicas entonces imperante a través de diversas leyes y propuestas de ley, el vacío legal era enorme al sur de la frontera. De ahí que varios empresarios estadounidenses, cansados del control gubernamental en su país, decidiesen establecerse al sur del Río Grande, creando emisoras de gran potencia que pudiesen escucharse a lo largo y ancho de los Estados Unidos.
Como acertadamente señala el subtítulo del libro, estos empresarios pioneros eran mayoritariamente “charlatanes, cantantes de yodel, vendedores y futurólogos” que utilizaban las ondas hertzianas para anunciar todo tipo de tónicos, promociones y servicios médicos que hoy en día se encontrarían dentro de la más absoluta ilegalidad pero que por aquel entonces enriquecieron enormemente a sus artífices. Tal es el caso del Dr. John R. Brinkley, director de un hospital especializado en transplantes de testículos de cabra, operación que supuestamente proporcionaba mayor energía sexual al paciente. O el de Norman Baker, quien aseguraba haber encontrado una cura para el cáncer y que por un módico precio trataba en su hospital a cualquier paciente que se lo solicitase, incluso a varios que no sufrían la enfermedad. Todos ellos aprovechaban la descomunal potencia de estas emisoras fronterizas, que utilizaban frecuencias de hasta 500.000 vatios en un momento en el que las radios más potentes de Estados Unidos emitían a un máximo de diez mil o cincuenta mil. Así, estas emisoras situadas al sur de la frontera llegaban a escucharse no sólo en Estados Unidos y Canadá, sino también en partes de Europa y Asia. Como podéis ver, radios como XERA o XET constituyen lo más cercano a nuestra actual internet que existía en la época.
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El fenómeno de las emisoras fronterizas resulta de enorme interés para el desarrollo de varios estilos musicales, y especialmente de la música country, por cuanto algunos de los mejores cantantes del género en los años treinta, desde la Carter Family a Cowboy Slim Rinehart, llegaron a tener sus propios programas en la frontera, aprovechando las grandes posibilidades que estas radios ofrecían. Una de las personalidades country que más rentabilizaron la capacidad comunicativa de estos gigantes de las ondas fue W. Lee “Pappy” O’Daniel, un empresario dedicado a la harina que pronto descubrió sus dotes para hablar a través de un micrófono. Además de cruzarse con Bob Wills y Milton Brown en los inicios de las carreras de estos dos grandes del western swing (una muy atractiva mezcla de country y jazz que causó furor en los años 30 y 40), Pappy fundó un grupo country llamado los Hillbilly Boys, y gracias a la popularidad de sus emisiones ganó las elecciones a la gobernación del estado de Tejas y no tardó mucho en ocupar un escaño en el Senado de los Estados Unidos.
Otro de estos pintorescos empresarios que utilizaron la potencia de las emisoras fronterizas fue Paul Kallinger. Se presentaba ante su audiencia como “your good neighbor along the way”, el buen vecino que todo el mundo quisiera tener, pero sin duda no demostró sus dotes de buen vecino (ni su olfato para el talento musical), pues en cierta ocasión denegó al mismísimo Elvis Presley una entrevista en su programa por considerar que su música no era lo suficientemente country. Sin duda, en un momento en el que la radio comercial abrazaba con reservas el country, el papel desempeñado por estas emisoras fronterizas en la popularización del género no debe ser obviado. No en vano, Webb Pierce, uno de los artistas country más importantes y populares en los años 50, dijo en una ocasión que la historia de esta música no habría sido igual sin la presencia de estas border stations. Tras la Segunda Guerra Mundial, y a pesar de los intentos de los Gobiernos mexicano y estadounidense por legislar de manera más severa para inflatable water slide acabar con este tipo de emisoras, las radios fronterizas no desaparecieron, y a principios de los sesenta, figuras legendarias como Wolfman Jack las mantuvieron en el aire.
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En suma, Border Radio es un libro verdaderamente recomendable, fruto de un ingente trabajo de investigación muy serio y bien realizado. Pero además, es también un libro de agradable lectura que nos introduce en un mundo pintoresco y muy interesante que sería impensable en estos años de cable y televisión digital. Si tenéis la oportunidad y lo encontráis en internet o en alguna librería española que venda libros en inglés, no dejéis de leerlo.
Recibid un saludo desde Memphis de vuestro amigo,
Antonusa.
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23 Comments on "III. LAS RADIOS FRONTERIZAS"
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Querido Antón-USA, sólo por haber dedicado una de tus cartas al medio que más respeto y adoro de todos los existentes en la actualidad, mereces todo mi reconocimiento.
…RADIO,… SOMEONE STILL LOVES YOU!!
Ahora se me ha quedado una pregunta bailando en la cabeza… ¿Cómo está el dial actualmente, por allá por los EEUU? Si sabes en general, o si no, por allá por tu Memphis. Habrá mayor variedad en emisoras que aquí, supongo. ¿Qué estilos imperan? ¿Se escucha mucho la radio por allí?
Hombre living. Ya que creo que andas por aquí, escucha el programa de panasuzuka. Ahora en directo.
aMiBola.
http://taberna.mojopicon.net/radio/
Por la Taberna puedes hablar con él.
http://taberna.mojopicon.net/chat.php