LA SELECCIÓN DEL DOCTORCULO: Number Zero. The Nuthouse by Roland Lazenby

la selección de doctor culo

Esta sección nace con la intención de convertirse en la versión pública de lo que desde hace años venía siendo una especie de archivo personal, una compilación de contenidos relacionados esencialmente con el mundo del baloncesto.

O. ‘The Nuthouse’

La primera selección es el fantástico artículo que Roland Lazenby publicó el pasado 19 de julio en su blog de Hoopshype.com. Está colgado en sucesivos comentarios en el post dedicado a Chet Baker. Podría haberlo trasladado aquí, pero no sé por qué extraña razón me gusta verlo allí.

http://flagrants.wordpress.com/2010/10/07/the-special-one-chet-baker-segun-flagrant/#comment-5867


LOCKOUT? QUE LOS HAGAN VOLVER A THE NUTHOUSE

La NBA acaba de mostrarnos un fascinante enfrentamiento entre Boston Celtics y Los Angeles Lakers en el séptimo partido de su serie por el campeonato, The Finals.

Las audiencias televisivas han remontado el vuelo y la liga disfruta nuevamente de su posición en el centro del escaparate deportivo mundial. Pero el fulgor cálido de uno de los más grandes acontecimientos deportivos de la historia venía acompañado por el preocupante estruendo de un trueno.

Ese estruendo eran los comentarios sobre un cierre patronal en la temporada 2011-2012, ya que los propietarios y la asociación de jugadores afrontan una nueva batalla sobre el convenio laboral.

Si escuchan atentamente, oirán que prácticamente todos los que están metidos en el asunto esperan que los dueños cierren la liga mientras se desarrolla la batalla por el reparto de los ingresos generados por la NBA, desde los derechos de televisión y la venta de camisetas hasta las cervezas a siete dólares y los veinte dólares del aparcamiento. No vamos a mencionar el coste de las entradas, que los Lakers se han apresurado a elevar tras su victoria sobre el Boston.

Los conocedores de los entresijos de la liga esperan que la NBA cierre el negocio parte o quizás toda la temporada mientras jugadores y propietarios resuelven el reparto de de los miles de millones que la NBA amasa cada año.

Recordarán que ambos bandos pasaron la jumpers for sale mayor parte de 1998 enfangados en la misma clase de pelea, que acabó provocando el cierre patronal y una temporada más corta en 1999. Según el cierre se iba prolongando aquel año, ambas partes, tanto jugadores como propietarios, aparecían cada vez más pueriles y codiciosos.

A menos que reciban una súbita transfusión de sensatez, ambos parecen emprendido ese mismo camino también esta vez, incluso mientras la economía mundial lucha por recuperarse de la recesión.

Allá por 1946, los antiguos Minneapolis Lakers solían entrenar en un centro social de la parte noroeste de la ciudad que era cariñosamente conocido como ‘The Nuthouse’ (‘La casa de los locos’). ”El nombre estaba bien”, recordaba el desaparecido Jim Pollard, miembro del Hall of Fame y estrella de aquellos antiguos Lakers, porque en aquella época tenías que estar un poco chiflado para jugar profesionalmente al baloncesto.

Con la amenaza del lockout en el horizonte, se podría argumentar que todos los que integran el mundo del baloncesto profesional ha decidido volver a habitar la casa de los locos.

Mientras se preparan para representar nuevamente este drama, he pensado que sería bueno recordarles a ambos bandos de donde vienen y lo que lucharon los pioneros del juego para asegurar su supervivencia.

Desde los comienzos del juego en 1896, los jugadores profesionales han jugado con coraje. Los primeros profesionales en América eran gente competitiva y ambiciosa. Después de que James Naismith inventase el baloncesto en un training school del YMCA a finales de 1891, el nuevo deporte se expandió rápidamente a través de la red de clubes de la YMCA.

Muchos de los primeros profesionales habían jugado primero en equipos de la YMCA y habían alcanzado un buen nivel en ellos. Cuanto mejor jugaban, más querían jugar. Esta circunstancia trajo como consecuencia conflictos con los responsables de la YMCA sobre el uso de la instalación. Los baloncestistas querían jugar siempre. Y cuando la YMCA decía no, iban a otra parte, ya fuesen templos masónicos o salones de baile en hoteles. Cualquier local valía, con tal que tuviese un techo alto y una iluminación decente.

Para costear el alquiler del local, los jugadores cobraban entrada a los espectadores, lo que significaba que dejaban de ser amateurs, un avance escandaloso para la sensibilidad victoriana. Lo más importante para un atleta de finales del siglo XIX era ser visto como un competidor puro, no como gente relacionada con la corrupción que la mera presencia del dinero traía consigo.

Así que los baloncestistas profesionales, esos chicos que jugaban por dinero, fueron inmediatamente etiquetados como escoria. Un responsable del YMCA escribió en 1898 que ”cuando los hombres comiencen a ganar dinero con el deporte, este se degradará rápidamente. Esto, de manera inevitable, traerá como resultado que gente de peor catadura participe en el juego”.

Su entusiasmo por el juego hacía que no se preocupasen por este tipo de menosprecios. Aunque el dinero era un estímulo, no era la fuerza que impulsaba a los primeros profesionales. El baloncesto era demasiado arriesgado como negocio. La mayor parte de los que lo jugaban y fomentaban, necesitaban otros trabajos para sobrevivir.

Sin embargo, el baloncesto profesional fue creciendo de manera constante, y en apenas unas décadas las grandes estrellas estaban cobrando unos 2400$ al año, más o menos el triple del salario de un trabajador medio. Con todo, la mayoría de los jugadores ganaban muy poco o incluso nada. Y su juego seguía siendo un pasatiempo apenas reconocido, mientras ligas y franquicias seguían surgiendo por todo el Noreste, se mantenían un breve período de tiempo y luego desaparecían.

Los equipos supervivientes eran básicamente escuadras ambulantes que recorrían el país enfrentándose a los clubes locales. Estos primeros pros veían el estilo de juego que se hacía en cada zona e incorporaban a su modo de jugar las mejores ideas. Desarrollaron ataques cortos basados en pases rápidos y construidos desde el poste, una innovación que inmediatamente se incorporó al baloncesto colegial. Joe Lapchick, uno de esos primeros pros y más tarde entrenador de la universidad de St. John’s y de los Knicks, describía este estilo de juego vertiginoso como ”hacer que la bola circule”.

El primer equipo profesional, The Trenton New Jersey Basketball Team, se creó en 1896. Llevaban pantalones cortos de terciopelo y medias, y jugaban en el templo masónico local.

Transcurridos unos cuantos partidos, el mánager del equipo, un carpintero llamado Fred Padderatz, colocó alambre para gallinas alrededor de la cancha con la intención de mantener el balón siempre en juego. Supuestamente, Padderatz lo hizo en respuesta a un comentario editorial en el Trenton Daily True American que decía ”los tipos juegan como monos y deberían ser encerrados en una jaula”.

En pocas temporadas ”la jaula’ se convirtió en el tipo de cancha standard en los partidos profesionales, aunque los entrenadores universitarios se burlaban de ella. Partiendo del modelo de alambre para gallinas, desarrollaron un sistema de jaulas hechas de cuerda y alambre que se desplegadan alrededor de la cancha; algunas alcanzaban los cinco o seis metros de altura con el objetivo de mantener el balón siempre en juego. Así fue que el baloncesto empezó a ser conocido como ‘the cage game’ y sus jugadores como ‘the cagers’.

La jaula provocaba frecuentes heridas y quemaduras a los jugadores debido a que estos se lanzaban contra ella en el intento de recuperar balones sueltos. Se decía que los aficionados disfrutaban colocando agujas de calcetar, cigarrillos encendidos y otros objetos punzantes a través de la malla. En algunas ciudades mineras de Pennsylvania, a los espectadores les daba por calentar clavos y arrojárselos a los rivales mientras lanzaban tiros libres.

Pronto otros equipos de la YMCA buscaron imitar el éxito de la jaula de Trenton, lo que provocó la aparición de ‘cager teams” a lo largo y ancho de Nueva Inglaterra, Nueva York, Pennsylvania y Nueva Jersey. A diferencia del juego universitario, que aborrecía el bote y el regate continuos, las reglas del incipiente baloncesto pro permitían una serie de dribbles que incluían un bote a dos manos. Como resultado, el juego tenía una naturaleza áspera, lo que se podría llamar ‘la fealdad primigénea’, con hombres corpulentos y toscos conduciendo la pelota cancha arriba cancha abajo, intentando abrirse camino hasta las cercanías del aro para poder anotar. Los choques frontales eran frecuentes, especialmente en las pequeñas canchas de la época, muchas de las cuales presentaban otros obstáculos, como estufas calientes, tuberías de vapor, e incluso pilares en medio de la pista aguantando el techo. (La leyenda dice que los postes que había en medio de la cancha de la YMCA de Trenton inspiraron la idea del ‘juego al poste’).

El sistema de la jaula desapareció en los años veinte, pero el baloncesto profesional estaba en ebullición; las ligas surgían y desaparecían una y otra vez. Cierta estabilidad consiguieron los grandes equipos: Harlem’s Renaissance Big Five, un equipo formado por jugadores negros más conocido como los Rens; los Original Celtics, un equipo neoyorquino que tuvo amplia repercusión; y los Philadelphia SPHAs, el equipo de la South Philadelphia Hebrew Association dirigido por Eddie Gottlieb. A pesar de la debilidad de las ligas, estos equipos sobrevivieron gracias a que giraban por el país, llegando a jugar doscientos partidos al año.

A comienzos de los años treinta, algunos promotores descubrieron que podían atraer un buen número de espectadores si sumaban al partido de baloncesto un baile posterior; el único problema es que algunas veces el público prefería el baile al partido. No era raro que el juego se interrumpiese porque una mujer con zapatos de tacón cruzaba la cancha de manera fortuita. En aquellos tiempos, el partido constaba de tres tiempos. Se jugaba un tiempo: luego los aficionados bailaban un rato. Entonces se jugaba otro tiempo. Un lugar muy popular era el viejo Broadwood Hotel en Filadelfia, un local nocturno para solteros judíos donde jugaban los SPHAs.

”El suelo era resbaladizo, tenía un montón de cera para el baile”, recordaba Robert ‘Jake’ Embry, propietario de los antiguos Baltimore Bullets. ”Los jugadores estaban habituados a resbalar y después lanzar a canasta. Driblaban, resbalaban como un metro y medio, y tiraban”.

Muy desagradable.

Durante el final de los años treinta y la década de los cuarenta, el baloncesto profesional se organizaba en torno al torneo Chicago Herald American. Cada año, todos los grandes equipos pro, independientemente de a que liga perteneciesen, se reunían en Chicago para establecer quien era el mejor. Conocido sencillamente como ‘el torneo mundial’, la competición ayudó a hacer crecer el interés del público por el juego. Era el lugar donde los grandes equipos negros, los Rens, los Washington Bears, los Harlem Globetrotters, podían enfrentarse libremente a los equipos integrados sólo por blancos, y que el mejor ganase.

Pero, a pesar de lo fascinante del torneo, no consiguió hacer del baloncesto profesional un negocio estable o cambiar la suerte del jugador medio. Como los profesionales de Trenton medio siglo inflatable water slide antes, los equipos de los cuarenta lucían uniformes vistosos. Sin embargo, el día a día de los jugadores era bastante poco lucido. Los sistemas de entrenamiento eran mínimos. Cuando jugaban en casa, el equipo contrataba a un especie de trainer, ”pero fuera de casa, cada uno llevaba sus propias vendas”, palabras de George Senesky, que jugó en los cuarenta. ”Sabías como vendarte los tobillos”.

Las camisetas podían ser chulas, pero no había en absoluto nada similar a un uniforme de viaje. ”No podías lavarlas; tenían que ser limpiadas en seco”, comentaba Senesky. ”En la camiseta, podías ver las marcas de sal del sudor después de un rato. Tenías que colgarla
en tu cuarto después del partido para que se secase. No había encargado del material. Tú eras el responsable. Pero nadie se quejaba. Estábamos tan contentos de tener esa oportunidad, tan contentos de estar allí”.

Lo que hace que te preguntes por qué.

Pero como Les Harrison, el dueño y a la vez entrenador de los Rochester Royals, solía decir, ”esto es mejor que ir con la tartera al trabajo todos los días”.

De un salario medio de 3000$, un jugador se llevaba a casa unos 2000$. ”La mayoría de nosotros esperábamos que las cosas irían mejor el año siguiente”, Senesky me comentó esto una vez. ”La entrada más cara costaba 2.50$, y una quinta parte eran impuestos. Los propietarios tampoco ganaban dinero”.

Es una pena que los jugadores de hoy en día no puedan pasarse una temporada lavando sus propios uniformes, vendándose ellos mismos los tobillos y viajando en los fríos trenes y en los coches en que acostumbraban a hacerlo los profesionales de antaño.

Es también una lástima que los propietarios de hoy en día no tengan que esforzarse para pagar las facturas como tenían que hacerlo los del pasado. Es una pena que no tengan que conseguir un trabajo de día para mantener sus equipos a flote.

Si tuviesen que hacerlo, ambas partes correrían a poner fin a sus disputas y se darían cuenta de que el juego del baloncesto es una herencia dorada, que exige que la honren, y no que la manchen, manteniéndonos a los demás como rehenes de sus ansias de dinero.

Roland Lazenby

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3 Comments on "LA SELECCIÓN DEL DOCTORCULO: Number Zero. The Nuthouse by Roland Lazenby"

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shinchan2005
14 years 1 month ago

Docass, me gusta más tu nick en inglés. :). Te animo a una cosa, no sólo deja los comentarios, sino que sería interesante una visión particular tuya del tema que expongas. Un saludo.

Guest
14 years 1 month ago

Docass,

como shinchan2005 creo que esta sección que inaguras con el número cero es realmente fascinante. The Nuthouse es una historia fantástica y sirve como contrapunto de la desmesura actual y el terrible desequilibrio de los protagonistas entre la pasión por el deporte y la fascinación por el beneficio económico.

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shinchan2005
14 years 1 month ago

Flagrant, pues aquí os dejo un artículo que he leido en Si.com sobre el próximo Convenio Colectivo de la NBA y los nubarrones que trae consigo. Me da a mi que el año que viene tenemos campaña desde febrero a junio (como la que ganaron Spurs). Está en inglés, pero creo que casi todos los que pululamos por aquí controlamos lo suficiente como para entenderlo, pero para los que no, os dejo algunos interrogantes que plantea el periodista ante la más que previsible bajada de los límites salariales y las mayores restricciones en longitud y ganancia de los contratos: 1.… Read more »

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