2021 fue un año repleto de grandes competiciones futbolísticas, acumuladas debido al aplazamiento de la Eurocopa y los Juegos Olímpicos el año anterior. Un año muy cargado que dejó de manifiesto y fuera de toda duda el éxito del nuevo estilo de juego impuesto en el fútbol actual. El despliegue físico, los ataques vertiginosos a pocos toques y la primacía de un colectivo de nivel alto sobre las grandes estrellas marcan el fútbol moderno con el sello impuesto por los entrenadores alemanes, grandes ideólogos del nuevo modelo. Los grandes triunfadores este año o bien han surgido de la Bundesliga o bien adoptaron decididamente sus principios.
La Eurocopa de las múltiples sedes, ese invento de la UEFA que supuso un desafío aún mayor en plena pandemia, no despertó demasiado optimismo entre los aficionados españoles. Las listas de los seleccionadores suelen encontrar detractores en muchos casos, pero no resulta fácil encontrar anteriormente un rechazo como el generado por la convocatoria de Luis Enrique. Aunque la nota más llamativa fue la ausencia de jugadores del Real Madrid, un hecho inédito y que se convirtió en base a la absurda teoría de que los madridistas deseaban la derrota de la selección, lo cierto es que la nutrida presencia de jugadores sin apenas protagonismo en sus clubes o considerados de bajo nivel por buena parte de la hinchada despertó encendidas críticas. No se cuestionaba el pase en un grupo asequible con sede en Sevilla, ciudad sustituta de la inicialmente elegida Bilbao, pero no se vaticinaba un recorrido largo que superara la frustración de últimos Mundiales y Eurocopas. Tampoco las semanas previas, marcadas por la polémica sobre la vacunación anticipada de los seleccionados (como ocurrió con los deportistas olímpicos) y el riesgo de brote tras el positivo por coronavirus de Busquets y uno falso de Diego Llorente (el protocolo obligó a que la sub-21 disputara un amistoso planificado con Lituania, con buena imagen y resultado), calmaron las aguas antes del debut contra Suecia el 14 de junio.
Como era de imaginar, España acaparó el balón ante un rival encerrado atrás, con la única pretensión de firmar un empate salvo que se presentara una gran ocasión. El estreno dejó de manifiesto las dos grandes dudas que generaba el combinado nacional: la inseguridad defensiva y la falta de puntería. Suecia apenas se dejó ver en ataque, pero las dos veces que intervino Isak en área contraria acabaron en un remate al poste y un pase de gol a Berg, que falló de forma lastimosa. Por otro lado, un error de Morata en un mano a mano y el nulo acierto en los minutos finales, en pleno acoso, imposibilitaron que el marcador se moviera. 0-0 que no despejaba ninguna nube sobre el horizonte, aunque no fuera mala la imagen. Contra Polonia esperaba el mismo escenario, otro muro de hormigón a la espera de que le llegara un balón en condiciones a Lewandowski. La diferencia estuvo en que la movilidad del balón fue más lenta y pesada que ante Suecia, aunque con mayor efectividad. Un pase de Gerard Moreno se filtró entre la defensa polaca en el minuto 25 y Morata marcó en el área pequeña el primer gol de España en la Eurocopa. Un alivio, pero que no proporcionó mayor seguridad ni animó el juego español. No necesitó Polonia más que un centro a Lewandowski en el segundo palo, ya en la segunda mitad, para el artillero le ganara la partida a un Laporte demasiado blando y batiera con un soberbio cabezazo Unai Simón. No necesita más el mejor jugador del fútbol mundial en los últimos tres años. Un jarro de agua fría al que se sumaría un penalti errado por Gerard Moreno minutos después. España acabó jugando sin delanteros y emitiendo claras señales de frustración, sin crear peligro alguno sobre la meta de Polonia.
El empate a uno final, el juego anodino y los cambios de Luis Enrique alimentaron aún más las críticas sobre un equipo que debía ganar a Eslovaquia de forma obligada si no quería afrontar el bochorno de una eliminación prematura en un grupo sencillo. Otro penalti fallado, por Morata en esta ocasión, en los primeros minutos no era la mejor forma de empezar otro encuentro ante un rival atrincherado en el área, pero los eslovacos ayudaron con un penoso despeje de puños de Dubravka que aprovechó Morata en la línea de gol. Un soplo de aire fresco que se transformó en todo un alivio cuando Laporte marcó de cabeza el 2-0 en el descuento. La segunda parte sería un paseo para la selección española, que anotó todo lo que no entraba en partidos anteriores. Un rotundo 5-0 que sellaba la clasificación, reconciliaba a los aficionados con el equipo y permitía desviar tranquilamente la mirada al Suecia-Polonia que definiría la posición final. Un tanto de Kulusevski en el añadido selló el triunfo sueco y convirtió en estéril otro recital anotador de Lewandowski. España terminaba segunda de grupo y se cruzaría en octavos con Croacia, subcampeona del mundo, en Copenhage. Un rival muy veterano, pero con talento enorme en el centro del campo, comparable perfectamente al español. Una eliminatoria que encerraba mucho peligro.
Pese a que se vaticinaba un duelo muy interesante en la medular, Croacia sorprendió imitando a rivales anteriores de España, esperando atrás. Esta vez, a los hombres de Luis Enrique no les faltó ni movilidad ni ocasiones, pero se complicaron el encuentro en una pifia monumental. Una cesión demasiado fuerte de Pedri pilló a Unai Simón mirando al infinito y el balón pasó por debajo del pie del guardameta para alojarse en la meta española. Bochorno que provocó el sonrojo en España y el escarnio de los aficionados croatas. Un tiro en el pie que sacó del partido a los jugadores españoles hasta que Sarabia cabeceó en el segundo palo el gol que empataba el choque al filo del descanso. Un tanto que aportó serenidad y confianza, un estímulo para salir en tromba en la segunda mitad. Azpilicueta marcó el 1-2 en una llegada por sorpresa que le permitió cabecear a placer en el área pequeña y un pase en largo a Ferrán Torres a la hora de juego dejó a éste en una mano a mano con Livakovic que no desperdició. La eliminatoria parecía cerrada. Croacia era un rival abatido, sin peligro hasta que Dasic introdujo cambios ofensivos, pero Luis Enrique no introdujo los cambios adecuados para gestionar el cansancio patente de sus jugadores y la selección española demostró que no sabe meterse atrás ni manejar los nervios después de que Orsic redujera diferencias en un barullo en el área. Un cabezazo a bocajarro de Pasalic en el descuento igualaba a tres y forzaba una prórroga impensable minutos antes. La fragilidad defensiva de nuevo al descubierto, pecado que abocó a treinta minutos más y al asedio de un rival más fresco y con un once ultraofensivo. Unai Simón evitó que los croatas tomaran el mando y mantuvo en pie a España hasta que encontró las autopistas que dejaba Croacia en banda. Dani Olmo se coló por ella y se encargó de asistir a Morata y Oyarzábal para que establecieran el 3-5 definitivo que situaba en cuartos al combinado nacional pese a los sobresaltos.
El rival esperado en la siguiente ronda debía ser la todopoderosa Francia, ante la que no cabía la inseguridad atrás de encuentros anteriores. Sin embargo, el exceso de confianza llevó a los bleus a desperdiciar un 3-1 a favor contra Suiza que le condenó a la tanda de penaltis. La pena máxima errada por Mbappé apeó por sorpresa a la campeona mundial y allanaba el camino de España, ya que los helvéticos no infundían el mismo temor que la selección gala. Además, la fortuna vino de cara con un gol de rebote de Jordi Alba a los siete minutos que frustraba el plan suizo de defensa a ultranza y esperar. Sin embargo, Suiza era un rival sobrado de paciencia y especialista en dormir los partidos, incluso con el marcador en contra. Puso sordina a un encuentro que cayó en el tedio y la somnolencia, el escenario ideal para el peligro sordo de un equipo que suele golpear cuando nadie lo espera, cuando el juego se sumerge en la intrascendencia. Un riesgo oculto que se acrecienta cuando cada choque se comete un error grosero en defensa. La falta de entendimiento entre Laporte y Pau Torres dejó en bandeja al balón a Shaqiri para poner el empate a uno en el marcador y castigar el conformismo de España. El horizonte se volvió a abrir con la expulsión de Freuler a un cuarto de hora del final, pero las ocasiones no aparecieron hasta la prórroga. Asedio sin fruto durante media hora, estéril debido a la falta de acierto de Gerard Moreno y las paradas providenciales de Sommer. Los problemas con el gol abocaban a la fatídica tanda de penaltis, la misma suerte que permitió a Suiza dejar en la cuneta a Francia. Además, Luis Enrique sorprendió con la inclusión como lanzadores de jugadores (Busquets y Rodri) poco habituados al disparo a puerta. Como era previsible, ambos fallaron sus lanzamientos, pero Unai Simón apareció como redentor deteniendo las penas máximas de Schar y Akanji. A Suiza le desapareció en Moscú el acierto que tuvo en octavos, como demuestra que Vargas lanzara a las nubes el cuarto penalti suizo. La clasificación estaba en los pies de Oyarzábal, que esta vez engañó a Sommer para conducir a España hacia semifinales.
Ya en Londres, a las puertas de la final, se interponía en el camino una de las selecciones clásicas del fútbol mundial: Italia. Un equipo que había roto con el tradicional estilo del fútbol transalpino y adoptó un estilo rápido y vertical que estaba impresionando a todos los aficionados. Un rival que volvía a ser temible, que infundía mucho respeto por su presión alta, velocidad y el talento de centro del campo en adelante. Faltaba una figura estelar, pero su elevado nivel medio le había devuelto al primer plano internacional. Se temía la verticalidad de la nueva versión del Calcio, pero en semifinales reapareció la vieja imagen del fútbol italiano. Mancini no se cortó en meter atrás a sus jugadores y ceder el balón a España, una imagen clásica del balompié. Los hombres de Luis Enrique se sintieron cómodos, circulando el esférico a buena velocidad mientras Dani Olmo generaba espacios y se convertía en indetectable para la zaga rival, pero el dominio patente no se tradujo en claras ocasiones y fue Italia quien golpeó a la hora de juego cuando Chiesa aprovechó un balón suelto en el área para conectar una rosca imparable, fuera del alcance de Unai Simón. De nada servía el falso 9, había que tomar riesgos y sacar artillería en punta. Morata y Gerard Moreno al terreno de juego cuando las fuerzas empezaban a flaquear y el cansancio convertía a España en un equipo lento y previsible, presa fácil de una defensa muy experimentada. Sin embargo, un pase filtrado de Dani Olmo dejó a Morata solo ante Donnaruma a diez minutos del final. En esta ocasión al ariete no le faltó sangre fría para batir al guardameta y poner en el marcador un empate lleno de justicia.
El dominio se acrecentó más si cabe en la prórroga, la tercera en tres partidos consecutivos, con Italia pendiente únicamente de sacar una contra salvadora, pero España amagaba sin golpear. Además, la entrada de Thiago, que no dio una a derechas en la segunda parte del tiempo extra, desactivó por completo el juego de la selección española. Los penaltis se convirtieron en el desenlace inevitable de resolver el pase a la final, de nuevo el punto fatídico dirimía la suerte del conjunto de Luis Enrique. Unai Simón detuvo el primer lanzamiento de Locatelli, una parada que albergaba las esperanzas de repetir aquella tanda en la Eurocopa 2008 que significó el comienzo de la era dorada del fútbol español, pero Dani Olmo emborronó su partido mandando su lanzamiento a las nubes. Ya no le tembló el pulso a los transalpinos, que anotaban con total tranquilidad cada intento y traspasaba la presión a los jugadores españoles. Un trance que no superó Morata, que vio cómo Donnarumma adivinaba su lanzamiento y colocaba a España contra las cuerdas. Jorginho, uno de los triunfadores de la temporada, ofició de verdugo engañando al guardameta. De un plumazo, regresaban las eternas maldiciones de la selección: Italia, los penaltis, la famosa frase “jugamos como nunca, perdimos como siempre”. España ponía fin a su camino en semifinales en su mejor partido de la Eurocopa. Un balance mucho mejor de lo esperado, aunque solo lograra una victoria en seis partidos en noventa minutos. Un reflejo de la igualdad que marca la actualidad del fútbol europeo, sin un claro patrón que marque el paso y oficie de indiscutible dominador.
Italia se enfrentaba a un reto de gran envergadura para recuperar su sitio perdido en el paraíso. Inglaterra en Wembley, un desafío mayúsculo ante un equipo joven, vertical, físico y que ha jugado casi todo el torneo en casa. Los pross se las vieron y desearon para deshacerse del equipo revelación, Dinamarca, que sorprendió con un fútbol dinámico y vistoso que le permitió superar el golpe sufrido en el debut debido al desvanecimiento de Erikssen, que hizo temer tragedias pasadas sobre el césped. Tuvo que remontar y verse beneficiado por un penalti muy polémico en la prórroga para que se presentara una ocasión inmejorable de lograr su primera Eurocopa, de emular su éxito en el Mundial de 1966 en el mismo escenario que entonces. La fiesta estaba preparada, Inglaterra solo necesitó dos minutos para abrir el marcador tras un remate a brote pronto de Shaw a centro de Trippier. Parecía muy sencillo, que no hacía falta más ante una Italia sin el vigor que le había llevado hasta las puertas del título, pero la estirada a la fuerza tras el descanso recuperó la movilidad de la Azzurra. Inglaterra había bajado de revoluciones, se mostró conformista y reservona y acabó pagando el precio estipulado por los creadores de la especulación. Bonucci estuvo oportunista, como si fuera un depredador de fortuna, y apareció por el área pequeña para rematar un balón suelto, desviado previamente entre Pickford y el poste. Ni el cambio de esquema de Southgate ni el nuevo escenario variaron el juego mortecino de Inglaterra, que acabó dando por bueno que la final se decidiera por penaltis una vez que comprobó que no estaba cómoda ante la movilidad entre líneas de los italianos. Nunca fue un equipo afortunado desde la pena máxima y la Historia le lanzó un nuevo guiño cruel. Aunque Pickford opositó a héroe tras detener los lanzamientos de Belotti y Jorginho, Donnarumma se agigantó para convertir la bisoñez de Rashford, Sancho y Saka en un manojo de nervios. El meta italiano se convirtió en el gran artífice del título, en el resurgimiento de un histórico que en apenas tres años pasó de estar ausente en el Mundial de Rusia a levantar la Eurocopa al cielo de Londres.
A España aún le esperaban citas de envergadura este año. En octubre afrontó la Final Four de la Liga de Naciones, la nueva competición que se sacó de la manga la UEFA y que celebraba su segunda edición. De nuevo la lista de Luis Enrique estuvo acompañado por la discordia, con la inclusión del joven Gavi con apenas 17 años y un puñado de partidos en el primer equipo del Barça. Una excentricidad que se tornó en idea genial tras la buena actuación del chaval en los dos partidos disputados. El seleccionador apuesta fuerte, pero la suerte le acompaña en este particular casino. El éxito estuvo cerca de llegar en Italia. España despachó a la anfitriona tras un doblete de Ferrán Torres en la primera parte, afianzado por la expulsión de Bonucci antes del descanso. Un partido tranquilo hasta los minutos finales, complicados por un error grotesco de Pau Torres en el centro del campo que permitió a Italia reducir a la contra con uno menos. Un susto que no pasó a mayores y España se plantó en la final contra Francia, que remontó un 2-0 en contra a Bélgica en la otra semifinal. Tras una primera parte aburrida, sin nada reseñable, Oyarzábal adelantaba a la selección española, acercando a los de Luis Enrique a un éxito insospechado, pero a Francia le sobra talento individual arriba como para estar confiado. En la siguiente jugada, Benzema abrió el tarro de las esencias para dirigir un disparo a la escuadra que aguó la fiesta. Quedaba un marcador igualado y un partido abierto, al gusto de una selección francesa que disfruta corriendo al espacio, pero la final quedó marcada por una interpretación enrevesada y torticera del fuera de juego. El árbitro y el VAR convirtieron un intento de intercepción de Eric García como toque voluntario y Mbappe, en claro fuera de juego, se vio habilitado para marcar el definitivo 1-2. Una decisión que decidió un título y sembraron la indignación en la afición española. Solo quedó el recurso al pataleo y al consuelo de la buena imagen ofrecida antes de afrontar los últimos partidos de clasificación para el Mundial. Las inesperadas derrotas de Suecia en Grecia y Georgia habían enderezado el rumbo que torció la derrota de España en tierras escandinavas, volvía la selección a disponer del futuro en sus manos. Pese a un juego anodino y plano, la victoria mínima ante Grecia y Suecia certificaron el billete al Mundial de Qatar.
La gran cita restante, los Juegos Olímpicos de Tokio, se presentaba como una oportunidad magnífica para repetir el éxito de Barcelona 92. Luis de la Fuente contó con seis jugadores (Unai Simón, Pau Torres, Eric García, Dani Olmo, Pedri y Oyarzábal) presentes en la Eurocopa y algunas piezas más (Ceballos, Asensio) con experiencia sobrada en la absoluta. Una plantilla con nivel suficiente para considerarse favorito a subir a lo más alto del podio, aunque la primera fase no resultó cómoda. España solo venció un partido de los tres, a Australia por 1-0 con un cabezazo en los minutos finales de Oyarzábal. En el debut contra Egipto perdió a Ceballos tras una entrada criminal al tobillo que no mereció la expulsión para un árbitro condescendiente con el juego duro. El exceso de confianza y el conformismo permitieron igualar a uno a una Argentina ramplona en el último partido del grupo, pero el resultado fue suficiente para amarrar el primer puesto. Continuaba el camino hacia las medallas, que estuvo muy cerca de truncarse en cuartos de final contra Costa de Marfil. Un gol de los africanos en el minuto 90 suponía el 1-2 y la perspectiva de una eliminación inesperada que dejaba sensación de fracaso, pero la infinita capacidad para el desastre de la defensa marfileña, de una hilaridad propia de un sketch de El Show de Benny Hill, salió a colación en el descuento para dejar suelto un balón en el área pequeña que le llegó a Rafa Mir para llevar el partido a la prórroga in extremis. El delantero vivió un día de gloria en la localidad de Rifu, anotando dos goles más en el tiempo extra que sucedieron al penalti transformado por Oyarzábal. 5-2 que conducía a las semifinales contra la anfitriona, Japón.
De la Fuente estaba preocupado por evitar la velocidad de los nipones y consiguió que apenas pudieran salir a la contra, aunque a costa de un juego plomizo. Otro partido a la prórroga, el sino de la selección española este año. Un gran remate de Asensio a cinco minutos del final aseguraba el metal buscado, a un paso del oro que guardaba la campeona en ejercicio: Brasil. El seleccionador apostó de inicio por el discutido falso 9 y España careció de todo filo para amenazar a una defensa bien armada. Por el contrario, las llegadas brasileñas eran contadas, pero de verdadero peligro. Richarlison dispuso de un penalti que mandó a las nubes, pero no perdonó Cunha al filo del descanso cuando recogió un balón suelto tras otra muestra de ternura de los centrales siempre que el delantero busca el choque. España continuó sin ariete en la segunda mitad, pero no lo necesitó para igualar. Un centro de Carlos Soler lo empalmó Oyarzábal de forma impecable para empatar a uno. Se aclaraba el horizonte, no faltaban ocasiones, incluso un remate se estrelló en el larguero, pero faltó acierto para evitar la prórroga, otra prórroga más. En la media hora suplementaria quedó de manifiesta la diferencia de pegada. La falta de agresividad de Vallejo para ir al choque la aprovechó Malcom, aquel jugador que pasó de puntillas por el Barça, para marcharse y batir a Unai Simón. Un golpe que no encajó bien la selección española, incapaz de generar una sola ocasión más. La plata no era mala cosecha, pero el éxito volvió a escaparse entre los dedos en 2021.
Pero rebobinemos hacia atrás, cuando los clubes acaparaban toda la atención en el mundo del fútbol. En la Champions quedó de manifiesto que el fútbol español ha quedado anclado en un tiempo pasado, muy alejado de los postulados del fútbol moderno y que ya son una realidad, un modelo de éxito. Todos los males de un Barça decadente quedaron de manifiesto contra el PSG, que no necesitó a los lesionados Neymar y Di María para desnudar a un equipo azulgrana frágil que fía todo a la varita mágica de Messi, sin sostén para afrontar el vigor físico de la modernidad. Mbappe vivió una noche de gloria con un hat-trick en el Camp Nou que dejó la eliminatoria sentenciada en la ida. El Sevilla, por su parte, claudicó ante la contundencia de Haaland, el delantero prodigio llamado a marcar una época. El Atleti, que se dio por satisfecho cuando el bombo le emparejó con el Chelsea, descubrió que el equipo inconsistente bajo las órdenes de Lampard se transformó en otro rocoso y pleno de potencia con Tuchel en el banquillo. Los rojiblancos fueron superados de medio a medio por un rival vigoroso que no dejó un solo resquicio en 180 minutos y que salía en estampida cuando encontraba espacios. Tres equipos españoles apeados en octavos, una triste realidad de la que sólo escapó el Real Madrid. Pese a su constante zozobra, a su falta de seguridad, el equipo blanco fue avanzando más de lo esperado en la máxima competición europea. Una discutida expulsión en Bérgamo marcó el partido de ida contra el Atalanta, resuelto con un disparo lejano con la derecha de Mendy. En la vuelta, en el Di Stefano, aprovechó los espacios concedidos por un equipo con escaso orden defensivo para ventilar la eliminatoria con un 3-1. En cuartos, el sorteo le emparejó con el Liverpool; el histórico y poderoso equipo de Klopp, pero mermado por las lesiones en defensa y los problemas internos alimentados por unos delanteros con mucho ego. El desbarajuste defensivo del Pool convirtió su zaga en una ópera bufa, en un disparate para mayor gloria de Vinicius, autor de dos tantos en el 3-1 que encarrilaba el pase. Los madridistas sólo necesitaron el orden atrás para neutralizar en Anfield una carga con más corazón que cabeza.
El Madrid estaba muy cerca de otra final en su competición fetiche, aún albergaba la esperanza de levantar la Orejona pese a las limitaciones de su plantilla, las discutidas decisiones de Zidane y la constante convulsión. No faltaron quienes recalcaron la suerte del equipo blanco en el sorteo, colocado en el lado más accesible del cuadro mientras los grandes favoritos se pegaban a brazo partido en el otro. Subestimaron al Chelsea, con menos nombre pero en pleno crecimiento desde la llegada de Tuchel como entrenador. Si alguien no conocía bien al equipo londinense lo pudo descubrir en la primera media hora en el Alfredo Di Stéfano. Ofreció unas lecciones sobre fútbol moderno, avasallando con sus conducciones, rompiendo líneas con apenas tres pases, llegando con muchos jugadores al área con una velocidad vertiginosa. Pulisic adelantó a los blues de forma muy merecida, pero a nadie le hubiera extrañado un 0-3 antes de la media hora de juego. La ausencia de un rematador de primer nivel en el equipo de Tuchel evitó el descalabro del Real Madrid, que solo necesitó un remate de Benzema en un saque de esquina para empatar a uno. La segunda mitad se convirtió en un pacto de no agresión, ya que al Chelsea le valía el resultado y el equipo blanco no quería entrar en un intercambio de golpes con un equipo superior en el aspecto físico. Esperar y ver qué pasaba en Stamford Bridge, pero el guion se repitió con creces. Las estrafalarias decisiones de Zidane (Vinicius lateral derecho, Ramos y Mendy titulares pese a jugar mermados) acrecentaron la sensación de poderío, de fútbol de una época diferente. Las poderosas conducciones de Kanté, nuevo perfil de centrocampista que todo equipo desea, convertían el centro del campo madridista en un modelo obsoleto. La falta de puntería evitó que el Real Madrid recibiera un escarnio semejante al famoso de San Siro en 1989, pero el 2-0 final acababa con el castillo de naipes de un título fuera de su alcance y precipitaba el final de la segunda etapa de Zidane.
Por el otro lado del cuadro, la más dura, la pelea fue atroz. Una lesión inoportuna de Lewandowski le costó el cetro al Bayern, que echó de menos su efectividad en las múltiples ocasiones que gozó contra un PSG con mayor pegada. Por su parte, el equipo francés falló en un nuevo intento de alcanzar el trono continental, apeado en semifinales por el Manchester City en el duelo de los petrodólares. El conjunto de Guardiola fue mucho más sólido, más trabajado que un rival que ni siquiera fue capaz de ganar la Liga francesa, su coto particular. Dos años después, la Premier acapara la final de la máxima competición europea. La gran oportunidad del City de lograr su primera Champions, el objeto de deseo de su multimillonario proyecto. El Chelsea se había convertido en una especie de ogro particular desde la llegada de Tuchel, pero se reservó su mejor golpe en la cita más importante. Un pase en largo de Mount dejó solo a un Havertz, que no vaciló en batir a Ederson. Un gol de oro puro, un tanto que trastocó el planteamiento de Guardiola, que pasó de jugar con falso 9 a colocar dos delanteros en el once. Ni siquiera los retoques tácticos sirvieron ante un bloque de granito que no presentó ninguna debilidad. El Chelsea no necesitó más que un tanto y su solidez a prueba de bomba para dominar el Viejo Continente. Sin una figura estelar, pero con un nivel de plantilla medio-alto, Tuchel se tomaba su revancha tras el despido incomprensible del PSG a mitad de temporada. Otro símbolo del fútbol moderno, marcado por el estilo diseñado en la Bundesliga en la última década.
La triste realidad en Europa dejó, sin embargo, una alegría con el título del Villarreal en la Europa League. Un equipo serio y asentado en un puesto noble en el fútbol español, pero que aún no había disputado una final. Su estreno llegó contra un histórico venido a menos, el Manchester United, que vapuleó en su camino a Real Sociedad y Granada. Antes de la media hora de juego, Gerard Moreno adelantó al conjunto de Emery, pero la ilusión quedó enfriada por Cavani, un veterano del área que igualó la final nada más transcurridos diez minutos de la segunda parte. La igualdad ya no se rompería ni en los primeros 90 minutos ni en la prórroga y el desenlace se postergó a una interminable tanda de penaltis en la que lanzaron incluso los porteros. Ni un solo error hasta la última pena máxima, marrada por De Gea, que amplía su leyenda de infortunio que le ha convertido en objeto de mofa y parodia continua. Un éxito que supone el merecido reconocimiento al buen trabajo realizado dentro del club por Fernando Roig y que salva la cara de unos clubes español en declive, aunque sea en la segunda división continental.
La Liga, que parecía decantada para el Atlético al final de la primera vuelta, cobró una emoción inusitada con la pérdida de fuelle del equipo rojiblanco. Pese a un pésimo mes de enero que costó la derrota contra el Athletic en semifinales de Supercopa y la humillante eliminación copera con el Alcoyano, el juego mejorable y las discutidas decisiones de Zidane, el Real Madrid se metió en la pelea con cierta solidez defensiva y goles postreros en varios partidos. También se posicionó en buen lugar el Barça, que se olvidó de la eliminación europea con una nueva Copa del Rey lograda a base de proezas de última hora (remontó en Granada dos goles en el descuento, forzó la prórroga contra el Sevilla con un gol de Piqué en la última jugada) y un triunfo incontestable sobre el Athletic por 4-0 que vengaba la derrota sufrida ante los leones en la Supercopa. Se llegó a considerar a los azulgranas como el principal favorito en la recta final, pero un traspié en el Camp Nou contra el Granada inició el derrumbe de un Barça que llegó en las lonas físicamente a las últimas jornadas. El título liguero quedaba en cerrada lucha de los equipos madrileños, con una ligera ventaja para el Atleti que siempre estuvo en el alambre. Durante unos minutos de la penúltima jornada, el Real Madrid se situó líder, pero dos goles en los últimos cinco minutos permitieron remontar a Osasuna en el Metropolitano y depender de sí mismos en Valladolid. Volvió a jugar con fuego en Zorrilla, donde los locales se adelantaron, pero el Madrid ni siquiera tuvo la posibilidad de meter miedo, superado durante gran parte del encuentro por un Villarreal superior. De nada le sirvió al equipo blanco otra remontada inverosímil en el descuento, el Atleti volvió a dar la vuelta al marcador y se alzó con la Liga siete años después. Suyo fue el triunfo final en la temporada de las gradas vacías debido a la pandemia.
Para el final, aunque no menos importante, queda un hito histórico en el fútbol femenino español: el triunfo del Barça en la Champions League. La superioridad del equipo azulgrana está fuera de toda duda en España, pero consiguió extender a Europa la hegemonía indiscutible en la competición doméstica. En 2019 ya conoció lo que era una final europea, cuando pagó la novatada ante el intratable Olympique Lyon, pero dos años después estaba dispuesta a dar el salto. Se presentó en su segunda final tras dejar en la cuneta al PSG en una dura semifinal marcada por un arbitraje infame que perjudicó a las azulgranas en París y un 2-1 en Barcelona que le situaba a un escalón de un sueño que se cumplió en Goteborg contra el Chelsea. Al contrario de lo que ocurriera contra el Olympique Lyon, una salida en tromba permitió al Barça colocarse 3-0 en los primeros veinte minutos y dejar sentenciado el triunfo por la vía rápida. Se había destrozado una barrera que parecía inalcanzable hace pocos años, se alcanzaba un logro que parecía reservado a equipos alemanes y franceses. Una gesta que convirtió a Alexia Putellas en la mejor jugadora del fútbol mundial en la actualidad. La definitiva madurez del fútbol femenino en España y que puede refrendar la selección en el Europeo que se disputará en 2022. Una actuación destacada de la selección española en una gran competición es la asignatura pendiente para situarla definitivamente a la vanguardia del fútbol femenino.
Mejor equipo de fútbol 2021
- Barça femenino (70%, 7 Votes)
- Italia (10%, 1 Votes)
- Chelsea (10%, 1 Votes)
- Bayern Munich (10%, 1 Votes)
- Manchester City (0%, 0 Votes)
Total Voters: 10
Leave a Reply
Be the First to Comment!
You must be logged in to post a comment.
You must be logged in to post a comment.