La sorpresa saltó en el desenlace de la Supercopa de 2021 con el triunfo del Real Madrid. Muy pocos apostaban por el éxito del equipo blanco, en plena renovación, repleto de bajas por lesión y con las imágenes frescas en la retina de la superioridad incontestable del Barça en las finales de la pasada temporada. El guion previsto se cumplía a rajatabla a mitad del tercer cuarto, con una ventaja azulgrana de 19 puntos y la sensación de impotencia que embargaba al Madrid, enojado con un arbitraje que no le estaba tratando bien, aunque no sea pretexto para perder la concentración e irse del partido. Le esperaba otra dura penitencia al madridismo cuando los de Laso apelaron a un orgullo del que jamás se puede dudar. De la mano de Llull, el jugador que mejor representa la épica en el Real Madrid, comenzó una remontada inverosímil que metió el miedo en el cuerpo a los azulgranas hasta el punto de que la Supercopa acabó en las vitrinas del Madrid por cuarto año consecutivo. Es un torneo de verano con vitola de oficialidad, un título que no entra en las cuentas al final de año, pero esta victoria supone una dosis de autoestima que puede convencer a los hombres de Laso de que es posible competir contra el Barça, que pueden ganar. Nunca le falta la épica como argumento para combatir todos los problemas que se presentan.
Barça 83 – Real Madrid 88: La final, el primer Clásico de la temporada, comenzó animado y con un acierto casi pleno en los primeros minutos. Realmente, fue completo en el tiro exterior para el Barça, que estuvo infalible en el tiro de tres. Un mensaje duro para el Real Madrid, que encajaba triples de jugadores que no son unos especialistas. Incluso Oriola anotó dos con toda tranquilidad. Pasaron casi cinco minutos hasta que los azulgranas fallaron un lanzamiento, aunque el Madrid pudo aguantar el tipo con un acierto elevado dentro de la zona. Laso decidió jugar con dos bases, con Williams-Goss y Alocén compartiendo la dirección. El base maño no disputó un solo segundo en semifinales, pero tardó poco en activarse. Nada más salir anotó dos triples, uno de sus puntos flojos y donde tenía mucho margen de mejora. Al mismo tiempo, los robos de balón le dieron buen resultado al equipo blanco en la parte final del primer cuarto. Una bandeja de Llull puso por primera vez al conjunto de Laso nada más comenzar el siguiente periodo, pero le duró apenas once segundos la alegría. Smits puso en ventaja de inmediato al Barça con dos acciones en las que superó con claridad a Vukcevic, demasiado tierno en ambas ocasiones. La ventaja se afianzó en plena fase de frustración de los madridistas con el arbitraje, que no midió de la misma manera acciones similares. Especialmente indignaba la permisividad con Brandon Davies, al que dejaron hacer lo que le dio la gana. El tiempo muerto solicitado por Laso calmó los ánimos y el Madrid buscó las entradas a canasta como argumento para la reacción. Oriola, que volvió a aportar mucho tras regresar a pista, mantuvo por delante a su equipo, aunque los triples mantenían siempre cerca al equipo blanco hasta que volvió a crisparse con los árbitros en el tramo final del cuarto.
El trío arbitral no dudó en zanjar con técnicas las protestas hacia sus decisiones y el Barça encontró el camino despejado para obtener una renta suculenta cuando se aproximaba el descanso (46-37, min 19). Además, también ayudó que Heurtel acumulara malas decisiones, por mucho que anotara un triple con la mano encima de Hayes antes del intermedio. No mejoró sus prestaciones tras la reanudación, hasta el punto de que sumergió al Madrid en un juego nada hilvanado que revivió pesadillas recientes. A su vez, no cesaba la indignación con los colegiados y la facilidad con la que sacaban a pasear las técnicas. Por momentos, los madridistas pensaron que el trío arbitral se reía de ellos. Este enfrentamiento sacó del partido al Madrid, que perdió la concentración y asistió atónico a como el Barça reventaba el partido con un 13-2 de inicio. Los problemas con las personales influyeron en la defensa de Yabusele, que dejó demasiado espacio a Mirotic. Craso error. Tampoco Tavares estuvo atento en su propio aro y los rivales anotaban delante de sus narices. El Barça hacía dado un puñetazo en la mesa y se aprestaba a romper el partido en apenas unos minutos, ya desatado y buscando la velocidad desde su habitual presión defensiva. Se repetía el mismo escenario de las últimas finales y al madridismo le esperaba una segunda parte larga y penosa (63-44, min 25). Aunque el Madrid buscó acelerar y penetrar hacia canasta, al Barça le bastaba con el rebote ofensivo para mantener el choque bajo control. Una muestra de orgullo que se antojaba insuficiente, una resistencia estéril como ocurrió el curso anterior, pero lo que acontenció fue completamente distinto. En un momento para la épica apareció el revolucionario, el jugador que adora el descontrol y el desenfreno. Llull, el Pirómano de Mahón, emergió en todo su esplendor para volver loco el partido. Regresaron sus explosivas entradas a canasta, sus triples sin pensar, el toque de genio.
Llull (24 puntos, 2 asistencias, 27 de valoración) se encargó de rebajar la diferencia de los diez puntos al final del tercer cuarto, pero la situación aún estaba lejos de escaparse de las manos al Barça. La réplica llegaba en la figura de Higgins (16 puntos, 3 rebotes, 17 de valoración), verdugo por costumbre de los madridistas y que metía absolutamente todo. Diez puntos consecutivos que suponían un golpe moral, pero el Real Madrid no estaba dispuesto a derrumbarse. Aguantó el chaparrón hasta que los azulgranas acusaron que nadie más se sumara al acierto de Higgins. Convirtió la pelea por cada rebote en una batalla que inflamó el ardor defensivo de los de Laso. A partir de la defensa, el equipo blanco salió con velocidad en cada ocasión que se presentaba, la seña de indentidad desde que el entrenador vitoriano llegó al club. Alocén, que se ganó muchos minutos con justicia, emuló a Sergio Rodríguez lanzando ataques vertiginosos que finalizaba Poirier (16 puntos, 11 rebotes, 26 de valoración). Mate a mate del pívot francés, el Madrid se había subido a las barbas de un rival que había perdido el acierto (79-78, min 37). Jasikevicius contó de nuevo con Calathes (11 puntos, 7 asistencias, 4 rebotes, 18 de valoración) y Mirotic, pero ninguno sirvió como solución. Al hispano-montenegrino no le entró nada una vez que el partido había llegado a su fase decisiva y el vértigo instalado en el equipo azulgrana ya era innegable. Padecía el mismo síndrome que atrapó a Efes Pilsen en los dos partidos del Palacio de los Deportes en la eliminatoria de cuartos de Euroliga y sufrió idénticas consecuencias. Yabusele adelantaba al Madrid con dos tiros libres a 1:21 del final y aunque Davies igualara en la siguiente jugada, Poirier imitó a su compatriota después de capturar dos rebotes ofensivos. Si Higgins fue el referente único del Barça al inicio del último periodo, Davies lo sería en los instantes finales. Volvía a jugársela con un tiro de cuatro metros, pero la fortuna ya le había dado la espalda. Se le presentaría una oportunidad más tras desperdiciar un tiro libre Alocén, pero su triple se quedó corto. La remontada se había consumado, la Supercopa estaba en manos del Real Madrid. Dos tiros libres de Yabusele ponían la rúbrica a un triunfo épico y fuera de toda lógica que supone un baño de autoestima para el equipo de Laso.
Y DIGO YO…:
- Sergio Llull, MVP de la Supercopa. Ya consiguió este galardón en 2018, pero en esta ocasión sabe especial. Lo ha conseguido en el Santiago Martín, el pabellón en el que en el verano de 2017 sufrió la grave lesión que cambió su carrera deportiva cuando era el jugador más desequilibrante en Europa. Asentado definitivamente como escolta, en La Laguna demostró que aún tiene mucho que aportar en otro rol.
- Cuando Pablo Laso llegó al Real Madrid, el club no había conseguido ninguna Supercopa en la era ACB. Desde entonces, el equipo blanco suma siete títulos, los últimos cuatro consecutivos. Aunque sea un torneo menor que no entra en el balance final, es otra prueba del carácter ganador que ha imprimido en una etapa llena de éxitos.
- Los focos del triunfo recaen sobre Llull, pero justo sería acordarse del partido de Carlos Alocén. Estuvo en pista al mismo tiempo que el menorquín y fue la otra pieza clave en la remontada del Real Madrid con la velocidad que imprimió al ataque de su equipo. Por momentos me recordó a Sergio Rodríguez en los primeros años de Laso en el banquillo madridista. Este es el camino que debe seguir para alcanzar el nivel que todos los aficionados esperan.
- Tiros libres lanzados: Barça 14 – Real Madrid 32. Según las cifras cabría pensar que el arbitraje hubiera sido muy generoso con el equipo blanco, pero vista su actitud en los tres primeros cuartos resulta difícil encontrar explicación a esta cifra final.
- El Barça cayó en la final tras un derrumbe en el último cuarto, algo que ya había ocurrido una semana antes ante Manresa en la final de la Lliga Catalana. Un colapso que se repite y que seguro que ya tiene preocupado a alguien tan perfeccionista como Jasikevicius. Nadie se acordará si caen los títulos importantes a final de temporada, pero si fuera por el lituano alguno se volvía en galera desde Tenerife.
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