Ya han pasado varios días desde que la llama olímpica se apagó en Tokio, tiempo más que suficiente para haber tenido la oportunidad de leer y escuchar todo tipo de análisis, opiniones y valoraciones sobre todo lo acontencido en la capital japonesa durante 16 jornadas apasionantes. Como no puede ser de otra forma, en esta web no nos quedamos atrás y ofrezco mi valoración personal, siempre sujeta a debate por todo quien desee participar. No será el resumen más rápido e inmediato, pero cuenta con la ventaja de una espera prudencial para digerir con calma los resultados y reflexionar lo suficiente.
Los Juegos Olímpicos Tokio 2020 se han desarrollado bajo el enorme desafío que suponía celebrarlos en plena pandemia, en una ciudad organizadora con una incidencia de la enfermedad en ascenso y el rechazo frontal de la mayor parte de su población. La sombra de la cancelación planeó durante mucho tiempo, incluso no estaba descartada esa posibilidad pocos días antes de la inauguración, pero se llevó a cabo contra viento y marea. Las estrictas normas sanitarias consiguieron evitar que el coronavirus arruinara la cita olímpica, desarrollada bajo toda la normalidad que las circunstancias permitían. No hubo público en las gradas, se perdió el ambiente único que convierte a los JJOO en un acontecimiento tan especial, pero se celebraron contra viento y marea. La ausencia de aficionados restó color a las ceremonias, convertidas en eventos sosos en los que no pudo brillar el amplio despligue tecnológico que debía acompañar a la muestra de una cultura extraña y diferente para los occidentales, pero la pandemia no evitó que la organización resultara impecable ni alteró la planificación. Tampoco un inoportuno tifón supuso mayor problema que un pequeño aplazamiento de algunas pruebas que no modificó en demasía el calendario previsto. Un éxito que demostró que se podían celebrar unos Juegos pese a los momentos tan turbulentos que afronta todo el planeta.
Pese al año de aplazamiento, el nivel competitivo alcanzó cotas muy altas, incluso para el que acostumbra a ofrecer unos JJOO. Se evidenció, en especial, en el atletismo, que ha dejado algunos momentos para recordar en el futuro. Las marcas de Yulimar Rojas y Karsten Walhorm, records mundiales adelantados a su tiempo y que tardarán mucho en superarse si no es por ellos mismos, fueron el reflejo de una competición apasionante que reconcilia el atletismo con sus aficionados. Fueron dos de las figuras destacadas del deporte rey olímpico, acompañadas por el dominio de Elaine Thompson-Herah en la velocidad y Sifan Hassan en el fondo, el duelo entre las estadounidenses Sidney McLaughlin y Dalilah Muhammad en los 400 vallas que acabó en record mundial, el oro compartido entre Tamberi y Barhim en salto de altura y el sorprendente rendimiento del equipo italiano (5 oros). En la piscina, Caeleb Dressel se confirma como la gran estrella de la natación masculina con sus cinco medallas de oro, mientras la femenina asiste atónita a la ola australiana encabezada por la impresionante Emma McKeon. Desde el canal de piragüismo, la neozelandesa Lisa Carrington volvió a demostrar que su nivel está en otro mundo. Son varios de los protagonistas que brillaron con luz propia en Tokio, en contraste con algunos ídolos caídos. Novak Djokovic vio frustrado el sueño del Golden Slam y se marchó sin medalla de la cita olímpica; Teddy Rinner, recién recuperado de una rotura de ligamento cruzado, perdió su imbatibilidad olímpica en judo; Pau Gasol, mito del deporte en España, abandona las canchas con el sinsabor de no conseguir la ansiada última medalla olímpica por la que alargó su carrera; pero nadie cayó con mayor estruendo que Simone Biles, cuya salud mental se quebró debido a la excesiva presión sufrida, tanto externa como procedente de su interior en el intento de superar todos los límites en la gimnasia femenina. Nombres que acapararon muchos de los momentos más importantes en estos Juegos Olímpicos.
La pelea por dominar el medallero estuvo muy cerrada hasta la clausura. Durante muchos días, China amenazó la hegemonía de Estados Unidos, que logró acabar en lo más alto tras un gran sprint en el último fin de semana. Los estadounideses finalizaron como líderes tras conseguir 39 oros, 41 platas y 33 bronces, solo una presea dorada más que el equipo chino (38 oros, 32 platas, 18 bronces). Por detrás, Japón (27 oros, 14 platas, 17 bronces), Reino Unido (22 oros, 21 platas, 22 bronces) y Rusia -me ahorraré la definición absurda e hipócrita de Comité Olímpico Ruso que impuso el COI- (20 oros, 28 platas, 23 bronces). Sin embargo, como recuerdo en cada edición, el medallero es una clasificación desfasada y que no refleja fielmente el nivel deportivo de un país, ya que no tiene mucho sentido que una medalla de oro valga más que veinte platas. Por tanto, como es habitual en esta web, emplearemos el sistema Perdi-Rosschak de puntuación, que valora las medallas según el número de participantes por prueba. Así, las pruebas individuales reportan 10 puntos al oro, 6 a la plata y 4 al bronce; las de 2 o 3 componentes por equipo suponen 12 puntos al oro, 8 a la plata y 6 al bronce y los equipos de cuatro componentes o más consiguen 15 puntos por oro, 10 por plata y 8 por bronce. Una vez realizados los cálculos, la diferencia entre Estados Unidos (869 puntos) y China (698 puntos) se amplía; sobre todo, por el rendimiento de los primeros en los deportes de equipo y los relevos en atletismo y natación, pero la brecha es menor respecto al apabullante dominio que ejerció en Río de Janeiro en 2016. Por detrás, sí se producen cambios. Rusia (514 puntos) sube a la tercera plaza, por delante de Reino Unido (503 puntos), Japón (458 puntos) y Australia (350 puntos). El deporte americano sigue marcando el paso, pero de forma menos tiránica.
Llega el turno de examinar el papel de España, cuyo rendimiento en Tokio ha dejado un sabor agridulce. Acabó en el 22º puesto del medallero con 17 medallas (3 oros, 8 platas y 6 bronces) y en 16º lugar del sistema Perdi-Rosschak con 122 puntos. El mismo número de podios que en Río, pero cuatro medallas de oro menos que entonces, lo que produce un descenso cualitativo en el resultado final. Son tres citas olímpicas en el que se repite el número total de medallas. No es un fracaso, pero evidencia un claro síntoma de estancamiento en el deporte español, sobre todo porque aumenta el número de pruebas pero no las medallas conseguidas. Repetir resultados anteriores tuvo un punto angustioso en la capital japonesa debido a otra primera semana muy discreta y apuestas fallidas que llevaron a sudar la gota gorda para llegar a los mismos metales que en Londres y Río de Janeiro. Desde que se inició el siglo XXI se ha recalcado hasta la saciedad el objetivo de codearse con los países de nuestro entorno, pero la diferencia con ellos se mantiene inalterable. Italia (278 puntos), Alemania (276 puntos) y Francia (272 puntos) siguen alejadas, pero lo preocupante es que países como Países Bajos, Canadá (tradicional gran potencia en invierno, no tanto en verano), Nueva Zelanda o Hungría quedaron por encima de España con claridad. Especialmente llamativo es el caso de Países Bajos, que ha alcanzado el nivel de esos rivales a los que el deporte nacional se quiere parecer con una población mucho menor, pero con los medios y el trabajo necesarios para alcanzar la zona noble del Viejo Continente y situarse entre el Top 10 del deporte mundial. Da qué pensar.
Esta semana se hizo referencia a algunos modelos de éxito en estos Juegos Olímpicos y en el que puede inspirarse España: el caso neerlandés, digirido desde más de un decenio por Maurits Hendriks, antiguo seleccionador español de hockey hierba masculino, y basado en la inversión, la tecnología y el trabajo multidisciplinar; Australia y su poderosa natación; Italia, siempre competitiva en la primera semana y que ha sorprendido con sus cinco oros en atletismo. Muchos casos de estudio, pero conviene analizar primero de lo que dispone el deporte español. Los problemas siguen siendo los mismos y se repiten edición tras edición, comenzando por la eterna asignatura pendiente en los pilares olímpicos. España acabó con un bronce en atletismo (Ana Peleteiro) y una plata en gimnasia (Ray Zapata), un balance muy escaso en disciplinas clave. La lectura tampoco es la misma en atletismo, donde se aprecia talento joven que rindió a buen nivel en líneas generales y se escaparon varias medallas por un suspiro, que en gimnasia artística (Ray Zapata oculta el solar que hay por detrás) o el pozo negro en el que se convierte la natación por sistema. Sin mejoras en estos tres deportes es muy difícil escalar. Por otra parte, la falta de capacidad competitiva en varios deportes con expectativas, con el judo como máximo exponente, vuelve a repetirse para alargar una sensación de fracaso que dura muchos años. Cierto que faltaron, por distintas razones, algunos grandes nombres (Rafa Nadal, Carolina Marín, Jon Rahm) que pudieron engordar el botín, pero es un problema que le pasa a todos. Al final, se volvió a recurrir a los habituales caladeros (vela, piragüismo), a los deportes de equipo y las sorpresas inesperadas para clavar los logros de siempre. Curiosamente, buena parte de las medallas llegó de pruebas que se estrenaban en el programa olímpico o que desaparecerán en París. No es un dato tranquilizador.
Tampoco ayuda la inestabilidad existente en las altas instituciones deportivas. En apenas tres años han pasado cuatro ministros diferentes de cultura y deporte (incluyendo a Maxim Huerta el Efímero), con escasa o nula vinculación con este último apartado, y otros tres secretarios de estado para el deporte. Con esta falta de continuidad y conocimiento es imposible trazar las líneas de un proyecto ambicioso que no deje la gestión en manos del COE, que demostró una incompetencia y falta de autocrítica que indignan, o de unas federaciones que se convierten en cortijos privados en demasiados casos. Por supuesto, no hay visos de la creación de una Ley del deporte o de mecenazgo que refuerce el plan ADO, vigente desde Barcelona 92 como principal plan de financiación. El único plan conocido es ofrecer todos los recursos necesarios para el crecimiento del fútbol femenino, con todo el riesgo que conlleva seguir alimentando el monocultivo e inflar artificialmente una especialidad en busca de una notoriedad que suele conseguirse de forma más pausada y natural. Siempre he pensado que es necesario un ministerio exclusivo para el deporte, que abarque tanto el deporte profesional y de alta competición como el escolar o el páramo que es el universitario, regido por una personalidad deportiva de prestigio y capacidad, pero no está ni en la agenda ni en la mente de nadie, aún menos con la que está cayendo y está por llegar. Creo que España tiene potencial, por población y recursos, para alcanzar las 30 medallas a medio o largo plazo, la cifra que le situaría entre las famosas referencias de nuestro entorno, pero sin un proyecto definido ni interés en ello ni siquiera se llegará a la veintena en París, la línea que supondría el primer paso. Y mientras, viendo a Países Bajos ocupar el sitio que ansía el deporte español.
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1 Comment on "JJOO TOKIO 2020: Resumen y análisis. Los juegos de la pandemia"
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Hace 5 años el CONI, comité olímpico italiano, después de analizar los resultados de los JJOO de Río llegó a la conclusión de que el deporte olímpico en ese país se encontraba estancado. Habían obtenido 28 medallas pero no se llamaban a engaño, eran las mismas que en los dos JJOO precedentes y el medallero estaba inflado por dos deportes muy minoritarios, esgrima y tiro, que obtuvieron 11 medallas. Solo la natación ( y saltos) con 7 respondía y después medallas sueltas en otros deportes. Pusieron en marcha un programa serio (del que aquí no se habla, en cambio, sí… Read more »