Los deportes de equipo siempre fueron uno de los puntos de máxima atención para los aficionados españoles en los Juegos Olímpicos. No en vano, al tradicional gusto por ellos (sobre todo el fútbol, para qué nos vamos a engañar) se une que son uno de los principales caladeros de medalla. Representan un apartado importante en todas las previsiones y quinielas, tanto por los éxitos logrados desde hace treinta años (sólo en Atenas 2004 los equipos españoles se marcharon de vacío en ese periodo) como por el potencial que atesoran. Únicamente tres países (Japón, Estados Unidos y Australia) participarán en más disciplinas de equipo en Tokio que España, ausente en voleibol, béisbol, softbol, rugby 7, baloncesto 3×3 y el fútbol femenino. En todas las demás estará presente y con opciones muy serias de subir al podio en muchas de ellas. Vamos a repasar las posibilidades de cada uno de los equipos en esta segunda entrada sobre las opciones españolas de medalla.
FÚTBOL
Desde la última medalla conseguida en Sidney 2000, el fútbol español ha pasado completamente inadvertido en los Juegos Olímpicos. En el siglo XXI, la selección española solo se clasificó para Londres 2012 y la participación en la capital británica acabó en desastre mayúsculo (eliminada en la primera fase con un solo punto y sin marcar ningún gol en los tres partidos que disputó). Aunque el fútbol nunca tuvo especial relevancia dentro del movimiento olímpico, un papel tan pobre supone una mancha en un país que lo convierte en una cuestión capital en cuanto a deporte se refiere (y fuera de él, también). Una asignatura pendiente que se pretende superar con un equipo diseñado para aspirar a todo. Luis de la Fuente ha priorizado el bloque del equipo que logró el Europeo sub-21 en 2019, pero entre integrantes de aquella selección y algún añadido ha quedado una plantilla de 22 jugadores con mucho renombre. De hecho, el seleccionador contará con seis jugadores que disputaron la reciente Eurocopa: Unai Simón, Pau Torres, Eric García, Dani Olmo, Oyarzábal y Pedri. Este último destaca por encima de todo, tanto por su inagotable talento como su imparable progresión. Como se vio en el amistoso disputado el pasado sábado ante Japón, será la llave para dinamizar un equipo que, en ocasiones, cae en el juego plano y sin filo, sobre todo cuando se apuesta por Oyarzábal como falso 9. A este grupo que llega cargado de optimismo tras el papel destacado en la Eurocopa se unen otros habituales en la absoluta que cayeron en desgracia en los últimos meses (Asensio, Ceballos, Mikel Merino) y un puñado de jugadores que se han hecho con un hueco importante en Primera División (Bryan Gil, Carlos Soler, Moncayola, Zubimendi, Cucurella…) y que aportan una verticalidad muy necesaria en el habitual juego de elaboración que practica España.
Fuente: elperiodicomediterraneo.com
Pero, al igual que le ocurre a la selección absoluta, este equipo presenta dos puntos flacos que no se le escapan a nadie. El principal, el más conocido por todos los aficionados, es la falta de gol. Como le sucedió a Luis Enrique, tampoco el seleccionador olímpico dispone de un delantero que deslumbre por su puntería. Rafa Mir y Javi Puado son buenos delanteros, pero nadie los señalaría como una amenaza temible para las defensas rivales. La apuesta por Oyarzábal en punta funcionó muy bien en el Europeo sub-21, pero se antoja menos productiva ante zagas más expertas. Por otra parte, se mantienen las dudas en el centro de la defensa. Si Pau Torres y Eric García adolecían de contundencia en la Eurocopa, no transmiten mejor sensación Mingueza, que suele cometer un par de errores de bulto cada partido, o Vallejo, que entre lesiones y exceso de ternura no termina de asentarse. En la portería, de Unai Simón siempre se espera lo mejor y lo peor, aunque personalidad no le falta al guardameta. De todos modos, se trata de uno de los equipos más potentes de estos JJOO. La pelea por la medalla parece obligada, aunque espera un hipotético cruce de cuartos de final muy duro contra Brasil o Alemania. Si se cumplen las previsiones, ese partido marcará la línea fatídica que siempre ha marcado al fútbol español.
BALONCESTO
Sin lugar a dudas, la selección masculina de baloncesto se ha convertido en el principal referente de los equipos españoles en las últimas citas olímpicas. Desde la eclosión de la generación dorada aparece en todos los pronósticos como una apuesta segura de medalla y ha protagonizado algunos de los pasajes más importantes del deporte español, como las dos inolvidables finales olímpicas contra Estados Unidos en las que se permitió mirar a los ojos a algunas de las grandes leyendas de la NBA y soñar despierta con el oro. El bronce en Río parecía el broche final para unos jugadores irrepetibles y así fue para casi todos ellos en este último ciclo olímpico, ya alejados de la selección y el baloncesto en activo. Para todos menos uno; precisamente, el líder deportivo y espiritual de este equipo. Ni el paso del tiempo ni las lesiones han doblegado la firme voluntad de Pau Gasol, empeñado en llegar como fuera a Tokio para disfrutar de un último baile en los JJOO con sus amigos y compañeros de selección. Y lo hará a buen nivel, tras un fructífero paso por el Barça que le ha servido para alcanzar un estado de forma digno de un papel importante en los planes de Scariolo. Ya no será el gran referente, pero ha demostrado sobradamente que puede aportar muchísimo en la zona, en el engranaje de un conjunto que puede presumir de su vitola de campeona del mundo. Talento y carácter competitivo le sobra para buscar un lugar en el podio, incluso el más alto teniendo en cuenta que Estados Unidos lleva un equipo B que arroja dudas y revive la sombra del fracaso sufrido en el pasado Mundobasket. La magia de los bases (Ricky Rubio se erigió en líder en el Mundial y Sergio Rodríguez llega en buena forma), el peso en el juego interior de Marc Gasol (pese a afrontar su declive) y Willy Hernangómez, la fiabilidad de la vieja guardia (Llull, Rudy, Claver), el empuje de jóvenes con gran proyección (Garuba, Abalde) y la redención de Abrines son los poderes de una selección española que presenta la duda de Juancho Hernangómez. El horizonte está en las medallas, como marca la ambición que caracteriza a este equipo desde hace veinte años, aunque la dureza que entraña la primera fase (Argentina y la Eslovenia de Doncic) obliga a empezar fuerte desde el comienzo.
En cuanto a la selección femenina, Tokio 2020 se presenta como el colofón de la generación más exitosa antes de iniciarse un paréntesis como transición. Pese a la continua aparición de jóvenes, procedentes del gran trabajo que lleva realizando la FEB en categorías interiores desde hace muchos años, Lucas Mondelo se ha mantenido fiel a su bloque de confianza, a la guardia pretoriana que no se había bajado del podio en las grandes competiciones desde 2013, aunque no todas las jugadoras han llegado al final del camino. Las retiradas de Sancho Lyttle, Laura Nicholls y Marta Xargay y la salida del equipo de Anna Cruz han forzado al seleccionador a acelerar la llegada del relevo y dar entrada a las María Conde, Raquel Carrera o Maite Cazorla en la convocatoria final. Son la avanzadilla de un cambio generacional inevitable y que comenzará el próximo año con una travesía por el desierto inesperada tras quedar fuera del próximo Mundial. Bueno, aún tiene la posibilidad de conseguirlo si España gana el oro en Tokio, pero con Estados Unidos de por medio hay más posibilidades de que toque el Euromillón. No hay duda de que hay mucha calidad por detrás, pero en Valencia quedó patente que a las jóvenes aún les falta un punto de madurez y aún resta encontrar ese jugadora que ostente el liderazgo dentro del equipo, ese rol que ocupa actualmente Alba Torrens y cuya ausencia en el Europeo pesó como una losa en los minutos calientes de los partidos decisivos. Por tanto, el torneo olímpico se convierte en un fin de fiesta, en la oportunidad de lograr un último éxito que cierre una era inolvidable, en el epílogo para nombres como Laia Palau o Silvia Domínguez. Ya con Torrens dentro del equipo, superado el coronavirus que le dejó fuera del Europeo, se recupera ese liderazgo y capacidad anotadora que se echó tanto en falta el mes pasado. El gran faro de talento que guía a la defensa a ultranza y el poderío de Astou Ndour en la zona, señas de identidad de un equipo que aparece en la lista de candidatos a subir al podio. Después, se abrirá un nuevo camino que comienza torcido y obligará a recuperar el terreno perdido. No quiere decir que lleve mucho tiempo, pues mimbres hay y la generación que se despide comenzó su periplo tras quedar fuera de los JJOO de Londres y verse abocado a disputar un engorroso Preeuropeo.
BALONMANO
La ausencia en Río 2016 supuso un mazazo inesperado para el balonmano masculino en España. Se habían retrocedido cuarenta años, a la década de los 70, cuando la selección española no pintaba absolutamente nada en el concierto internacional. Se podía considerar un accidente de una mala tarde en el Preolímpico, pero era otro golpe más para un deporte muy golpeado a nivel de clubes desde la crisis económica iniciada en 2008 y que se mantenía a flote gracias a los resultados de la selección. Una mancha que ha quedado completamente limpia en este ciclo olímpico. La llegada de Jordi Ribera al banquillo abrió una etapa triunfal coronada por un doble título europeo y un bronce logrado en el Mundial disputado el pasado mes de enero. El seleccionador ha conseguido mezclar con éxito el oficio de los veteranos (Raúl Entrerríos, Julen Aguinagalde, Joan Cañellas -ausente por lesión-, Jorge Maqueda, Viran Morros, Gedeón Guardiola…) con la pujanza de una nueva generación (Gonzalo Pérez de Vargas, Rodrigo Corrales, Alex Dushebaiev, Ferrán Solé, Aleix Gómez, Adriá Figueras) que ya se ha instalado como piezas fundamentales dentro del equipo. Con lo conseguido en estos cuatro años es evidente que formará parte del grupo de aspirantes a medalla, pero en él podemos contar siete u ocho selecciones tranquilamente. Mucha igualdad que puede llevar a cualquier equipo del oro olímpico a maldecir su mala suerte en cuartos de final con un simple detalle.
Sin embargo, el equipo femenino despierta menos optimismo. En la pasada década fue un aspirante habitual en la lucha por las medallas por mor de una generación de jugadoras guerreras a la que solo le faltó un título. Platas en Europeos y Mundiales, bronce en Londres 2012, tuvo su punto final en Río en un infausto partido de cuartos de final con Francia en el que desperdició diez goles de diferencia entre balones perdidos y un arbitraje chusquero que le obligó a jugar en inferioridad casi toda la segunda mitad. La retirada progresiva de buena parte de las integrantes de esta generación abrió un hueco difícil de llenar. Las jugadoras de cierto nivel aparecen a cuentagotas, como fiel reflejo de los malos resultados en categorías inferiores (algunas selecciones han caído al Europeo B, así está el nivel). No aparece el relevo y todo el peso recae en las veteranas de los buenos tiempos. La irregularidad acompaña a un equipo capaz de rozar el oro en un Mundial, frustrado por un disparate arbitral (ay, las hermanas Bonaventura, que bien se pueden recordar como las hermanas Dalton desde entonces), a pasar sin pena ni gloria por el torneo y ofreciendo una triste imagen. Las dos caras se pueden ver en un mismo partido, alternando una defensa férrea y contraataque con una sucesión interminable de balones perdidos y desbarajuste defensivo con la misma facilidad. Sus opciones recaen en las manos de las de siempre: Carmen Martín, Barbosa, Nerea Pena o la veteranísima Silvia Navarro (aunque los años ya pesan). Por mucho que ayuden jugadores interesantes como Mireya y Lara González, será imprescindible una mayor consistencia y fiabilidad defensiva para acompañar al trabajo de las líderes. Aunque este equipo es capaz de sorprender, no parece sencillo que pueda pelear con las grandes favoritas.
WATERPOLO
Otro deporte imprescindible en los cálculos de medallas desde la explosión del waterpolo español a inicios de los años 90 y que cuenta por partida doble desde la irrupción de la selección femenina en el panorama internacional. Justo es comenzar con esta última, una de las joyas del deporte español desde que sorprendió a todos los aficionados con una medalla de plata forjada con descaro y talento a raudales. Un equipo de autor con la firma de Miki Oca, uno de los integrantes de la recordada selección española de los años 90 y arquitecto de un conjunto que no para de acumular éxitos y llega a Tokio como vigente campeón de Europa. El seleccionador también tuvo la virtud de no mantener inalterable el bloque por encima de todo y ajustar lo necesario para que el equipo integre el talento emergente y conserve su agresividad en la piscina, la que convierte cada partido en una batalla agotadora para los rivales. Así, a las Laura Ester, Anni Espar, Maica García, Roser Tarragó, Marta Bach y Pili Peña se unieron progresivamente jugadoras como Bea Gómez, Paula Leitón o Judith Forca que se han convertido en piezas importantes dentro del equipo. Pese al escaso número de licencias, la renovación es continua gracias a los buenos resultados en categorías inferiores. Una hazaña que alimenta de forma continua a una selección femenina con talento y ambición sin límites, una de las grandes referencias para alcanzar la medalla de plata. Estados Unidos queda demasiado lejos para cualquiera.
La apuesta por el podio es doble en Tokio, puesto que este ciclo olímpico significó el regreso al más alto nivel del equipo masculino. Tras muchos años de sinsabores y decepciones que relegaron a la selección española a un segundo plano, la llegada de David Martín al banquillo supuso un revulsivo para un equipo que adoleció de carácter cada vez que tenía enfrente a un rival de prestigio. Con la plantilla del Athletic Barceloneta, tirano perpetuo del waterpolo español, como base inamovible emprendió una renovación que ha devuelto a España a la pelea por las medallas. Tres finales ha disputado en los tres últimos grandes campeonatos, pero en las tres se quedó con la miel en los labios. Le falta rematar la faena, algo que también le costó en su momento a los Estiarte, Rollán, Ballart, Oca y compañía en los años 90, pero se presenta una nueva oportunidad en los JJOO. La competencia será durísima, ya que hay seis o siete equipos perfectamente capacitados para subir al podio, pero la mezcla de veteranos (Dani López Pinedo, Felipe Perrone, Fran Fernández, Blai Mallarach) con la nueva generación liderada por Alberto Munárriz, ya convertido en figura de talla mundial, supone una garantía para pelear de igual a igual con los demás candidatos a medalla. Como ocurre en el balonmano masculino, los detalles pueden separar el éxito de la frustración, pero España ofrece garantías de sobra para considerarle un candidato cualificado.
HOCKEY HIERBA
El deporte milagro, del que solo se acuerdan cada cuatro años cuando llegan los Juegos Olímpicos y siempre se espera que pelee por las medallas sin tener en cuenta el estado real del hockey hierba en España ni las diferencias con las grandes potencias. La mala costumbre que acompaña a los aficionados cuando un equipo compite por costumbre más allá de sus posibilidades y que convierte lo extraordinario en exigencia. Da igual que sea un deporte minoritario en España, con cuna en Terrassa y basado en la tradición de diversas sagas familiares, y que haya que enfrentarse a rivales como Bélgica, Países Bajos, Alemania, Australia o Reino Unido que cuentan con cientos de miles de licencias. No importa, se confía que peleen con la élite y eso es lo que hace el hockey hierba español. Contra todo y contra todos, pero ahí están. Cuatro medallas olímpicas y el inesperado oro femenino en Barcelona 92 jalonan la trayectoria de un equipo forjado en la tradición heredada de padres a hijos, aunque la tarea de alcanzar medalla se presenta ardua, que no imposible, para sumar un nuevo éxito. En el Europeo de 2019, disputado en Bélgica, el equipo masculino logró la plata y el femenino el bronce, pero ninguno de ellos logró metal en que se celebró el pasado mes de junio. A priori, las chicas cuentan con más posibilidades, ya que al bronce de hace dos años le precedió otro en el Mundial de 2018 y en el pasado Europeo alcanzó las semifinales, aunque sin la misma suerte. No está sobrada la selección femenina de talento ofensivo, pero el férreo sistema defensivo planteado por Adrian Lock se adapta como un guante a un equipo aguerrido que no concede demasiadas ocasiones a sus rivales, aunque en el Europeo fue superada claramente en los duelos contra Países Bajos, Alemania y Bélgica. En cuanto al equipo masculino, queda esperar que la moneda caiga cara en el cruce de cuartos de final y regrese la magia que le permite competir al máximo contra gigantes.
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1 Comment on "JJOO TOKIO 2020: Opciones españolas de medalla (II). La fuerza del equipo"
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En estos JJOO los cruces van a ser claves. Ya lo has comentado en fútbol, que si todo va como está previsto serían Alemania o Brasil. En balonmano, en chicos será más asequible si se hacen las cosas adecuadamente pues la lógica dice que ganando a Alemania y Noruega seríamos segundos después de Francia y posiblemente el rival sería Portugal, bajar al tercero o cuarto nos enfrentaría con Dinamarca o Suecia. Ser el primero de nuestro grupo nos lleva a unos cuartos en teoría sencillos. En chicas, complicado saber porque dando por hecho que la primera será Francia, el segundo… Read more »