Hubo que esperar un año debido a la pandemia, pero tras numerosos contratiempos la Eurocopa 2020 tendrá lugar finalmente del 11 de junio al 11 de julio de 2021. Sin duda, la edición más especial y extraña por todas las circunstancias que le rodean, tanto por las restricciones y medidas de seguridad que exige el azote del coronavirus como por la propia estructura del torneo. La UEFA quiso convertir la Euro 2020 en un espectáculo itinerante sin sede fija y que se desarrollaría en trece ciudades diferentes. Un planteamiento revolucionario y descentralizado que suponía un cambio radical del modelo tradicional de los torneos por selecciones y conllevaba un esfuerzo considerable para garantizar una buena organización en infraestructura y desplazamientos. A las dudas que generó la idea de la UEFA se sumaron los estragos causados por la pandemia y que obligaron al máximo organismo del fútbol europeo a reestructurar el modelo original. Primero, Bruselas se cayó de la lista de sedes debido a la denegación del permiso de construcción del Eurostadium por motivos medioambientales. Posteriormente, la situación sanitaria apartó del torneo a Bilbao (sustituida por Sevilla) y Dublin, ya que la UEFA exigía un porcentaje mínimo de aficionados en las gradas y en ambas ciudades no estaba garantizado que pudiera acceder el público a los estadios. Por tanto, once serán las ciudades que alberguen el torneo: Roma, Londres, Sevilla, Glasgow, Amsterdam, Munich, Copenhague, Budapest, Bucarest, San Petersburgo y Baku. El partido inaugural se disputará en la capital italiana, mientras que Wembley será el escenario de las semifinales y la final, como si fuera la sede de una Final Four. Todas las selecciones cuyo país tengan asignada una sede se garantizan jugar toda la primera fase en ella, por lo que España disputará sus tres primeros partidos en La Cartuja de Sevilla. Un puzzle un tanto complejo en una edición tan peculiar.
En esta edición de las once sedes el formato será el mismo que se instauró en 2016. 24 selecciones divididas en seis grupos de cuatro equipos y solo ocho quedan apeadas en la primera fase. Las restantes 16 pasan a las eliminatorias a vida o muerte, a partido único: octavos de final, cuartos de final, semifinales y la final. Defenderá su título Portugal, vigente campeona de la Eurocopa. Aunque no suele ser una selección que cuente entre las tradicionales favoritas, el conjunto luso partirá como un candidato más en el grupo de grandes aspirantes el título. De todos modos, las posibilidades de cada uno de los participantes se analizarán en el repaso que se dará en esta entrada a cada uno de los seis grupos de esta Eurocopa.
GRUPO A:
La ausencia en el Mundial de 2016 supuso una humillación histórica para Italia, una de las selecciones más laureadas y candidata por costumbre a pelear cada título. Aquel traspiés contra Suecia en la repesca dejó al desnudo la decadencia del fútbol transalpino, debilitado por unas estructuras desfasadas, un estilo pasado de moda, veteranos pasados de rosca y varias hornadas de jóvenes que navegaban entre la mediocridad y el ostracismo al que les condenó la apuesta masiva por los foráneos de muchos de los grandes equipos italianos. Aquel severo varapalo puso en marcha el inicio de la regeneración de Italia, el largo camino desde el pozo hacia la recuperación del lugar perdido en el Olimpo. Roberto Mancini fue el entrenador escogido para reconducir a la selección italiana, de emprender el inevitable relevo generacional y modernizar a la Squadra Azzurra y lo cierto es que su trabajo va dando sus frutos. Los buenos resultados de las categorías inferiores han nutrido de jugadores de talento que se han adaptado al 4-3-3 propuesto por el nuevo seleccionador. Quizá le falta un jugador fuera de serie, de esa superestrella capaz de desequilibrar un partido (posiblemente, Verratti e Insigne son los únicos a los que se puede señalar como piezas sobresalientes en el equipo), pero no faltan elementos de nivel apreciable que dotan a Italia de una mayor capacidad para generar juego en el centro del campo. A Verratti y el italo-brasileño Jorginho (reciente campeón de Europa con el Chelsea) le acompañan los Barella, Bernardeschi, Pellegrini o Locatelli, jugadores alejados del perfil de brega y pulmones que ha caracterizado a gran parte de los centrocampistas italianos durante muchos años. Arriba, a la enorme calidad de Insigne le acompaña la capacidad goleadora de Immobile, que se ha forrado a marcar en la Lazio durante las dos últimas temporadas. Como tercer componente de la delantera se afianza Federico Chiesa, que se hizo con un hueco en la Juventus por méritos propios. En la portería, la sucesión de Buffon ha recaído en Donnarumma, señalado como portero del futuro desde que debutó en el Milan con 16 años, aunque no terminó de explotar como figura internacional bajo los palos. Lo que no cambia es el eje de la defensa. Los centrales serán de nuevo Bonucci y Chiellini, los inevitables guardianes de la zaga italiana. Queda como asignatura pendiente encontrar el relevo a los dos veteranos. Quizá está demasiado cercano el comienzo de la remodelación como para considerarle un favorito, pero los buenos resultados se reflejan en una clasificación cómoda para la Eurocopa y el pase a la Final Four de la Liga de Naciones. Poco a poco, el fútbol italiano vuelve a asomar la cabeza.
Italia no tiene rivales de especial peligro en este grupo, pero tampoco aparece ninguna maría. Suiza nunca llama la atención, pero jamás es un rival fácil de batir. El equipo multinacional y multirracial por excelencia no es un equipo de juego atractivo. Bien armado en defensa, áspero, experto, disciplinado. Por momentos, parece anodino, pero suele aprovechar sus escasas ocasiones con eficacia y no resulta sencillo perforar su portería. Sommer, un portero capaz de lo mejor y lo peor, está bien protegido por una defensa de cinco bien pertrechada y que cuesta desarmar. En ataque, cuenta con un puñado de jugadores estimables, aunque no deslumbren especialmente. Shaqiri y Embolo están perfectamente capacitados para salir al contraataque y llegar desde atrás, Xhaka se encarga de lanzarles y Seferovic realiza el trabajo de ariete náufrago, más centrado en bajar balones y retenerlos hasta la llegada de jugadores de segunda línea que en maniobrar en el área. Un rival rocoso que no plantea partidos sencillos. Por su parte, Turquía vuelve a asomar en el concierto internacional con una joven generación muy ordenada en defensa y que saca de quicio a los rivales con un planteamiento que evita que los partidos tengan ritmo y se llenen de emboscadas. El punto de distinción lo ponen los detalles de talento de Çalhanoglu, tan mágico como intermitente, y la capacidad goleadora de Buruk Yilmaz. Tampoco motiva para sentarse a ver un partido, pero la selección turca ya no es la banda que dio tan mala imagen en la última Eurocopa en Francia. Por último, Gales, semifinalista en la pasada edición, afronta una dura transición que afectó incluso al propio seleccionador, Ryan Giggs, tras ser acusado de agredir a dos mujeres. Incertidumbre en un equipo de fútbol directo con puro estilo británico y cuyos referentes en 2016 ya están fuera de la selección o en plena cuesta abajo. Por entonces, Bale, el líder indiscutible, estaba en lo más alto de su carrera y era pieza clave en el Real Madrid campeón de Europa. Contrasta con el jugador aburrido y desmotivado en la actualidad y que sopesa la idea de retirarse tras la Eurocopa. Otros nombres conocidos, Ramsey y Ben Davies, nunca dejaron de ser promesas y han ido a menos con el paso de los años. Le va a costar mucho pasar a octavos si no recuperan el vigor y verticalidad de antaño, algo que parece improbable con las sensaciones que ha dado en los últimos años.
GRUPO B:
Bélgica ha pasado en los últimos años de selección emergente a uno de los candidatos principales al título en cada Mundial y Eurocopa. Desde la llegada al banquillo de Roberto Martínez, Los diablos rojos se han convertido en un adalid del fútbol moderno. No puede ser de otro modo con unos jugadores que juegan o han pasado por la Premier League en su mayor parte y un seleccionador que, aunque nacido en España, se ha formado deportivamente en el fútbol británico. La selección belga tiene todos los ingredientes que aderezan el estilo de juego que se ha impuesto en Europa: velocidad, despliegue físico sin límite, ataque al espacio, conducciones poderosas, pocos pases y verticalidad por encima de todo. Las señas de identidad que han convertido a Bélgica en uno de los combinados más atractivos y en el número uno de la clasificación de FIFA. Para ejecutar este plan de forma magistral cuenta con un tridente arriba que marca las diferencias. De Bruyne aporta la conducción entre líneas, el último pase y un buen disparo desde el fuera de área; el socio ideal para Lukaku, una fuerza de la naturaleza en punta que supone un duro reto para cualquier defensa. El tercer miembro es la gran incógnita para Roberto Martínez, puesto que Eden Hazard lleva dos años frustrantes en el Real Madrid entre lesiones, sobrepeso y una actitud impropia de una figura internacional. El gran referente del auge de la selección belga llega a la Eurocopa sumido en las dudas sobre su rendimiento y futuro y se encuentra ante la oportunidad de redimirse o confirmar un declive aparentemente irreversible. Bélgica deslumbra en ataque, pero su éxito también se base en buenos mimbres atrás. Jugadores contrastados como Aldeweireld o Vertonghen cubren el paso hacia la meta protegida por Courtois, uno de los grandes porteros del concierto internacional y que ha salvado en más de una ocasión a los belgas con actuaciones portentosas. Como se puede apreciar, es un equipo completo y moderno, con mimbres de sobra para llegar a lo más alto. Sólo le falta dar el paso definitivo y conseguir su primer gran título.
Bélgica se va a encontrar en el grupo con rivales físicos y defensas cerradas que le concederán pocos espacios. Rusia llegó a cuartos de final de su Mundial en 2018 con un sistema muy defensivo y juego ramplón que dependía de los destellos de Golovin, la llegada por sorpresa de Cheryshev, la pelea en el área del tosco Dzyuba y la profundidad de Mario Fernandes por la banda derecha. Tres años después, todo sigue igual en la selección rusa, con la diferencia de que sólo disputa en casa la primera fase, Golovin no pasa de un jugador intermitente y Cheryshev ha quedado relegado a suplente habitual en Valencia. Ante las limitaciones técnicas de la plantilla, espera otro cerrojazo como modo de vida. Algo más de talento se encuentra en Dinamarca, otro equipo repleto de poderío físico y donde la nota de distinción la pone Erikssen, pieza codiciada por los grandes en su etapa en el Tottenham y que ha pasado sin pena ni gloria por el Inter. De todos modos, es el jugador con más talento de un equipo con un centro del campo pétreo, una defensa fuerte (donde destaca Christensen, flamante campeón de Europa con el Chelsea) y experta y una delantera a la que le falta un goleador contrastado. Ni Braithwaite ni Dolberg pasan de jugadores apañados en punta, pero Dinamarca necesitará que aparezcan en su pelea particular con Rusia por la segunda posición. Por último, Finlandia se estrena en una gran competición con el habitual perfil del fútbol escandinavo: poderío físico y juego directo por encima del talento individual, que no abunda en esta selección. Pukki, el finés sevillano (jugó en la cantera del Sevilla y habla castellano con un marcado acento de la capital hispalense), atesora la mayor parte de la calidad y capacidad goleadora de un equipo poco conocido para el gran público y que tiene pocas posibilidades de avanzar ronda.
GRUPO C:
Se puede decir que este grupo es, cuanto menos, desconcertante. Echando un vistazo, por historia y nombre el teórico y claro favorito sería Holanda (o Países Bajos, como tanto insisten los neerlandeses en que se denomine su país), pero la oranje hace tiempo que no es la selección que deslumbraba por su juego y potencial. Vuelve a una gran competición tras quedar fuera de la Eurocopa 2016 y el Mundial 2018, pero no nos engañemos porque no regresa con el cartel de candidata. No es que sea una panda de amiguetes o esté lleno de bultos sospechosos, pero le faltan grandes nombres. Sobre todo se refleja en la delantera. Que la referencia en ataque sea Luuk de Jong en una selección que ha contado con talentos ofensivos como Cruyff, Van Basten o Bergkamp o delanteros muy estimables como Kluivert o Van Persie suena a broma pesada. La ausencia de Cillessen priva a los neerlandeses de su principal baza en la portería. Quizá su punto fuerte esté en el centro del campo, un argumento clásico en el fútbol de los Países Bajos. Frankie de Jong pone el toque de calidad y distinción en una medular que apuesta por una mayor fortaleza física de lo acostumbrado. Sobriedad, buen criterio y llegada al área como principales cualidades del faro en mediocampo, acompañado por la potencia de Wijanldum y la verticalidad de Van de Beek, aunque una lesión deja a este último fuera de la Eurocopa. Depay se erige como el otro puntal del juego holandés. Ha perdido algo del desequilibrio de sus comienzos, pero ha ganado en capacidad goleadora en Lyon. En defensa, el centro de la zaga estará cubierto por la experiencia de Danny Blind y la clase intermitente de De Ligt, que alterna momentos de seguridad con otros de excesiva ternura en el área. Entre Koeman y Frank de Boer, actual seleccionador, han conseguido que Países Bajos recupere un lugar digno en el concierto europeo, pero está lejos de los tiempos de la Naranja mecánica.
Los neerlandeses han caído en un grupo muy cómodo y asequible, pero no le vendría mal desconfiar de Ucrania. No suele llamar la atención ni tiene una estrella rutilante como lo era Shevchenko, que ocupa el puesto de seleccionador, pero calidad no le falta. A muchos aficionados no les sonará sus nombres, pero los Yarmolenko, Zinchenko, Malinovsky o Marlos tienen talento sobrado para andarse con ojo. A la calidad individual en ataque unen una defensa ordenada que aporta mucha seguridad al juego ucraniano. Quizá el punto más flojo está en la portería, ocupada por el veteranísimo Pyatov. No se entiende que siga siendo el guardameta titular cuando su carrera está llena de errores de bulto. De todos modos, parece factible un pase cómodo a octavos y no descarto que pelee por la primera plaza. Los otros dos equipos están a un nivel sensiblemente inferior. Alaba, reciente fichaje del Real Madrid una vez acabada su larga trayectoria en el Bayern, es el único jugador de renombre de Austria. Evidentemente, juega de todo en un equipo donde tiene todos los galones, aunque lo más frecuente será verle en el centro del campo. Al fin y al cabo, es el único jugador con talento y juego, la única nota sobresaliente entre el tono gris del combinado austriaco. Por último, Macedonia del Norte debuta en la fase final de una competición internacional en esta Eurocopa. Un invitado sorpresa sin ninguna presión, aunque presenta algunos nombres reconocibles. Pandev, a sus 37 años, seguro que no contaba con aparecer con su selección en un escenario así, pero su gol ante Georgia en la repesca sirvió para cumplir un sueño inesperado. Su capacidad goleadora estará preparada para los escasos balones que le lleguen, sobre todo procedentes de Bardhi, el jugador del Levante. Su buena visión para el último pase y la precisión a balón parado que ofrece serán los otros argumentos de un novato en los grandes torneos dispuesto a disfrutar de la experiencia. No le veo inferior a Austria y no me parecería extraño que evada la última plaza del grupo.
Fuente: noticiasdegipuzkoa.eus
GRUPO D:
Tras numerosos años de decepción en decepción, de formar parte de la lista de favoritos, sin motivo alguno, para acabar pegándose un nuevo tortazo como de costumbre, al fin hay razones justificadas para pensar en Inglaterra como un candidato serio a llevarse la Eurocopa, su primera Eurocopa. La llegada de Southgate al banquillo en 2016 no generó demasiada confianza y destilaba aroma a provisionalidad, pero su apuesta por una defensa de cinco, la juventud y un estilo rabiosamente vertical ha transformado a la selección inglesa en un bloque muy serio, revitalizado por el talento de las nuevas generaciones (no son pocos los éxitos en categorías inferiores durante los últimos años) y que apenas necesita unos pocos toques para que la pólvora que le sobra a su delantera destroce las porterías rivales. En la actualidad, el seleccionador inglés ha variado ligeramente su planteamiento y apuesta por una línea de cuatro en defensa, pero el ideario se mantiene inalterable. Del mediocampo en adelante cumple con todos los preceptos del fútbol moderno. Dos pivotes muy físicos que guardan las espaldas a un ramillete de jóvenes que figurarán con toda seguridad en la lista de los jugadores más destacados de Europa en los próximos años. El desequilibrio y velocidad de Sancho, Sterling o Ranford; la llegada desde atrás de Foden, la facilidad de Mount para romper líneas. Todos ellos rodean al gran goleador de las Islas Británicas, Harry Kane. Uno de los artilleros por excelencia del fútbol europeo y nombre codiciado por los clubes más boyantes económicamente del Viejo Continente. La defensa no destaca tanto, pero no ofrece la inseguridad y lentitud de antaño. Maguire es un central de garantías, aunque le persiguen los problemas físicos desde hace semanas. Walker y Stones, habitualmente bajo sospecha, se han asentado en defensa a las órdenes de Guardiola. La baja de Alexander-Arnold supone un pequeño problema en la banda izquierda, aunque la temporada del lateral del Liverpool distó de ser brillante. Incluso Southgate ha encontrado en Pickford un portero solvente que puso fin a la interminable serie de guardametas histriónicos y fallones que convirtieron la portería inglesa en un chiste. No parte en la primera posición entre los favoritos, pero sí ocupa una plaza como candidato con serias aspiraciones. Además, jugará todo el torneo en Wembley, por lo que se le puede considerar como el anfitrión en la práctica.
Croacia, el subcampeón del pasado Mundial, aparece como el gran rival de los pross, aunque la selección balcánica presenta un equipo entrado en años y sin algunos de los jugadores (Rakitic, Mandzukic) que fueron vitales en el gran papel de los croatas en Rusia. Como ocurriera en 2018 y lleva sucediendo casi toda una década, su juego se mueve alrededor de Luka Modric, eterno faro en el centro del campo y que a sus 36 años pone el orden y la distinción que encauza la verticalidad de Kovacic y Vlasic y la anarquía del siempre irregular Perisic. En punta, no hay una gran goleador, pero no faltan delanteros (Rebic, Kramaric, Budimir) con buena puntería. Curiosamente, Dalic confía más en el que menos nombre tiene, Bruno Petkovic. Atrás, toda la confianza en incombustibles como Vida, Lovren y Vrsaljko. Ya no es el tapado en la sombra de anteriores campeonatos, pero no debería tener problemas para acabar segundo. Ninguno de los otros dos rivales supone una amenaza en un principio. Escocia no aparecía en una fase final desde el Mundial de 1998, desde el siglo pasado como quien dice. Lo que no cambia es estilo de juego, anclado en el concepto británico más rudimentario. Defensa de cinco, fuerza, balones largos y centros al área como leyes inalterables en un equipo escaso de talento individual y que sólo tiene en McTominay algo que destacar. Tampoco la República Checa pasa por sus mejores momentos. Lejos está aquella Eurocopa de 2004 en la que se presentó como uno de los favoritos y el equipo con el juego más atractivo. En la actualidad, no pasa de un equipo de perfil menor que suficiente tiene con meter la cabeza en octavos de final. Con el Slavia Praga, equipo de nivel medio en Europa League, como base y algunos jugadores en equipos medianos o pequeños de las grandes ligas europeas, afrontará su propia final contra los escoceses.
GRUPO E:
Aunque es habitual que la controversia o la polémica acompañe a la lista de la selección española en alguna u otra posición, no recuerdo una tan discutida y que despierte menos ilusión entre los aficionados. Es cierto que la generación laureada de la pasada década es irrepetible, que el relevo generacional no ha ofrecido ninguna estrella que se cuele entre los mejores jugadores del fútbol mundial, pero el escepticismo es patente sobre los elegidos por Luis Enrique. No solo por los nombres que se han quedado fuera por diversos motivos (Sergio Ramos, Aspas, Carvajal, Navas, Canales, Parejo, Nacho, Mikel Merino…), sino por los que han ocupado un puesto entre los convocados. No se entiende la presencia de algunos jugadores que son suplentes o apenas juegan, algo que se echó en cara en el pasado a anteriores seleccionadores. También produjo cierta perplejidad la nacionalización a toda prisa de Laporte. Aunque no abundan los centrales de nivel en España, el ya hispano-francés ni es titular en el Manchester City ni es un seguro en defensa. La presencia de jugadores en baja forma o discutidos por la afición también crea controversia en una convocatoria sin jugadores del Real Madrid por vez primera en una fase final. Pero si la lista de seleccionados ya produjo una honda decepción, las dudas se acrecientan con los recientes positivos en coronavirus de Busquets y Diego Llorente y que enturbian aún más la preparación. No es una buena forma de presentarse en Sevilla a disputar la primera fase. Realmente, no sabemos qué versión de España nos vamos a encontrar, si la versión arrolladora que le endosó un 6-0 a Alemania o la que penó con un juego plano con las modestas Grecia y Georgia. No se conoce la idea de juego de Luis Enrique, ni su once tipo ni la importancia de sus jugadores dentro del equipo.
Tampoco muchos jugadores ayudan a que cesen las pruebas y los aficionados confíen en el equipo. La dura sucesión de Casillas ha acabado con el crédito de De Gea y Kepa, fruto de sus innumerables errores. Unai Simón es la nueva apuesta de Luis Enrique, pero el portero del Athletic encadena fallos groseros desde que debutó con la selección. La defensa tampoco es reconocible. La ausencia de Ramos ha dejado el eje de la zaga sin referentes. Pau Torres es quizá el único nombre que transmite confianza. Laporte es suplente en el Manchester City, Eric García ni juega y Diego Llorente carece del nivel mínimo para ser internacional. En las bandas, regresa Jordi Alba por la izquierda y la derecha la ocupará, para aumentar la perplejidad, Marcos Llorente. Su progresión ha sido espectacular los dos últimos años, pero jugando casi de mediapunta. Se desaprovecha su llegada, sobre todo cuando en su puesto está Azpilicueta, titular en el Chelsea campeón de Europa. En el centro del campo las dudas no son menores. Demasiados jugadores en baja forma (Busquets, Thiago, Fabián), intrascendentes (Koke, Rodri) o con escasa experiencia por mucho que Pedri impresionara en su primera temporada en el Barça. En punta, aún nadie sabe si Luis Enrique se decantará por Gerard Moreno, el mejor delantero español con diferencia, o por un Morata muy discutido por los aficionados. Quizá las mejores sensaciones las dan los extremos o mediapuntas, ya que Ferrán Torres, Dani Olmo y Oyarzábal han dado un buen rendimiento con España desde su estreno, con goles y una verticalidad que no abunda en la selección. Sin embargo, son tantas las incertidumbres que cuesta pensar en un camino largo y exitoso en esta Eurocopa.
Pese a todo, se puede sentir afortunada la selección española de comenzar su camino en un grupo muy asequible y con el aliento de sus aficionados en La Cartuja. El primer rival es Suecia, un equipo disciplinado, bien armado en defensa, peligroso a balón parado y que ha ganado en talento individual con la progresión de Kulusevski y Alexander Isak. El delantero de la Real Sociedad añade una potencia y capacidad goleadora que la selección sueca no tenía en ediciones anteriores y hubiera formado una delantera muy interesante con Ibrahimovic si el controvertido punta del Milan no hubiera caído lesionado. Sin embargo, el coronavirus también afecta a su plantilla, ya que Kulusevski y Svanberg han dado positivo recientemente y no jugarán ante España. El segundo escollo en el camino será Polonia. O lo que es lo mismo, la tropa de Lewandowski. Un nombre que infunde pavor en cualquier defensa, ya que hablamos del gran goleador por excelencia en Europa en la actualidad. A sus 32 años se encuentra en el mejor momento de su carrera, destrozando récords anotadores en la Bundesliga y sembrando el pánico con su sola presencia. Aunque Polonia no es una selección a la que le sobre calidad individual (Zielinski, un Krychowiak venido a menos), menos aún con la lesión que dejó fuera de combate a Milik, le basta con aplicar solidez y dureza en defensa y esperar a que le caiga un buen balón a Lewandowski y la gran estrella haga el resto. No es un equipo temible, pero pensar en lo que puede hacer el bueno de Robert con una defensa tierna no tranquiliza nada. Por último, la primera fase se cierra con Eslovaquia, la teórica cenicienta. En 2014 logró vencer a España en Bratislava, en plena depresión tras el Mundial de Brasil, pero su nivel ha bajado en los últimos años. Hamsik, su jugador principal y una institución en su etapa en Nápoles, ya hace tiempo que comenzó su cuesta abajo y tampoco dispone de jugadores con el nivel que tuviera antaño su estrella. Lobotka y Weiss le dan algo de empaque al centro del campo, pero el resto del equipo no ofrece más que físico y orden para el autobús que plantará Eslovaquia en el área. Un grupo muy cómodo, pero las sensaciones que transmite la selección española no aseguran la primera plaza.
GRUPO F:
Con la ampliación a 24 equipos de la Eurocopa en 2016 se complicaba la posibilidad de que se formara un grupo de la muerte, como suele ser habitual en un gran campeonato, pero en esta edición esa idea ha quedado en entredicho, puesto que la composición de este grupo encierra una dureza altísima. Nada menos que Francia, Alemania y Portugal coinciden en la primera fase. Un recorrido exigente en el que se cruzan los dos últimos campeones del Mundo y el actual campeón de Europa. Difícil encontrar un precedente semejante en las anteriores ediciones de la Eurocopa.
Francia, vigente campeona mundial, parte como la principal favorita al título para muchos aficionados y analistas. No enamora con un juego brillante y espectacular, no es un equipo revolucionario en su concepción, pero ninguna selección europea aúna tanta calidad y vigor ni presenta un once tan completo y compacto como el que entrena Deschamps. En Rusia, consiguió su segundo Mundial con una seguridad defensiva y un despliegue físico que anticipaban el estilo de juego que estaba por llegar a Europa. Tres años más tarde, sus señas de identidad son las que han impregnado el fútbol moderno. El centro del campo galo refleja el cambio de modelo en la actualidad. Si en la pasada década la referencia estaba en jugadores pequeños y talentosos, como Xavi o Iniesta, ahora mismo todos los equipos buscan su propio Kanté, el jugador fuerte y de amplio recorrido que abarca todo el centro del campo con su fortaleza y movilidad. El jugador del Chelsea y Pogba representan el nuevo fútbol basado en el físico y la intensidad por encima de todo. El sistema defensivo también cumple con todos los preceptos de un equipo moderno. Un portero veterano, seguro y fiable (Lloris) y una zaga con dos centrales rápidos (Varane y Kimpembe) aunque cometen errores de bulto en ocasiones y los dos laterales del Bayern (Pavard y Lucas Hernández). Pero lo mejor están aún por llegar, puesto que su delantera es la más potente de Europa sin discusión. El papel de Griezmann en el Barça lleva dos años en discusión, pero con los bleus siempre fue un referente en ataque. Qué decir de Mbappe, el señalado como el jugador del futuro junto a Haaland y que domina todos los registros de un delantero pese a su juventud. Pero la nota más destacada es el regreso de Benzema, una vez levantado el castigo impuesto por Deschamps, y que aporta una cantidad nada despreciable de goles y visión de juego en el mejor momento de su carrera deportiva. Por si fuera poco, el acompañamiento a este tridente (Coman, Dembelé) rezuma juventud, velocidad y capacidad de desequilibro como complementos del máximo nivel. Argumentos sobrados para comenzar con el papel de gran favorito.
Alemania representa el lugar de nacimiento de la nueva concepción del fútbol. La hornada de entrenadores surgida en la última década conforma el Vanguardismo en este deporte. Klopp, Tuchel, Flick, Naggelsman… Nombres cuyo ideario ha extendido su influencia por toda Europa, rendida a un modelo de culto al físico, juego al espacio y ataques vertiginosos a tres o cuatro pases. Sin embargo, el actual seleccionador, Joachim Löw, representa un estado anterior del fútbol germano, un híbrido entre el juego elaborado de España en su etapa dorada y la fortaleza física del jugador alemán. Un proyecto que dio sus frutos con la consecución del Mundial 2014, pero que hace años que da muestras de agotamiento. A Löw le costó emprender el relevo generacional de los campeones en Brasil, pero los jóvenes tampoco se adaptan completamente a un estilo de juego que huele a naftalina y se encuentra en retirada, ya que el seleccionador dejará su puesto tras la Eurocopa. Antes de abandonar el banquillo ha dado una vuelta de tuerca al sistema y plantea una defensa de tres centrales y dos laterales largos (los famosos carrileros, la engañifa de los entrenadores como eufemismo para no reconocer que juegan con cinco defensas) como guardia de Neuer. La lesión de Ter Stegen ha zanjado el debate en la portería de los últimos años. El punto fuerte se encuentra en el centro del campo, que conjuga la experiencia y precisión de Kroos, la llegada poderosa de Kimmich y Havertz y la capacidad goleadora de Gündogan, que se ha destapado como artillero esta temporada. La delantera es la línea que más dudas ofrece a Löw, que nunca encontró un delantero que le convenciera, a excepción del ya retirado Klose. Por este motivo fue frecuente que apostara por Göetze o Müller como falso 9. Este último regresa a la selección ante la falta de atacantes de garantías. Werner estaba llamado a convertirse en el heredero en punta en su etapa en el RB Leipzig, pero esta temporada en el Chelsea pareció el primo alemán de Vinicius. Si Löw se decide a jugar con extremos, pueden tener cabida Gnabry o Sané como factor de velocidad y desequilibrio. Con todo, Alemania volverá a partir como candidato, aunque con menos fuerza que en ediciones anteriores.
La tercera gran selección en este grupo es la vigente campeona, Portugal. Nadie esperaba su título en Francia en 2016, con Cristiano Ronaldo lesionado en la final y aquel gol en la prórroga de Eder, un delantero mediocre del que nunca más se supo. El primer gran éxito internacional de la selección lusa se basó en una defensa férrea y el aprovechamiento de las escasas oportunidades que tuvo, pero su juego ha evolucionado desde entonces con la incorporación de talento joven en ataque. Aunque pasen los años, Cristiano continúa como gran referente de Portugal, aunque el astro ya no está solo ni mucho menos. La explosión de Diego Jota y André Silva le descargan de asumir toda la responsabilidad goleadora, aunque es el mismo Cristiano Ronaldo quien se la atribuye con su voracidad. Por detrás, la calidad sin límites en el centro del campo de Bernardo Silva y Bruno Fernandes, este último la gran sensación del fútbol europeo esta temporada tras firmar una gran temporada en el Manchester United. Como alternativas, Fernando Santos dispone de Joao Félix o Guedes, de aparición temprana pero demasiado irregulares. La veteranía queda para la zaga y la portería. Rui Patricio se ha convertido en una institución en Wolverhampton, la embajada portuguesa en Inglaterra debido al vínculo del club con el todopoderoso Jorge Mendes. Como líder en defensa sigue al mando Pepe, incombustible y competitivo a sus 38 años. A los centrales y los centrocampistas defensivos les tocará guardar las espaldas a Semedo y Guerreiro, tan profundos por banda como tiernos en defensa. Portugal no suele entrar en las quinielas de los principales candidatos, incluso en la época de esplendor de Cristiano Ronaldo, pero tiene un potencial ofensivo del que disponen muy pocos equipos en el fútbol mundial. Un equipo a tener en cuenta.
El enorme potencial de esto grupo convierte a Hungría en un convidado de piedra. La diferencia de nivel con los otros tres rivales es enorme, pero los magiares tienen algún jugador interesante. Es el caso de Szoboszlai, una de las mayores promesas del fútbol europeo y otro de los jóvenes valores que el RB Leipzig presenta en el Viejo Continente. Los goles de Adam Szalai, el referente goleador de Hungría en la última década, son la otra arma principal de un equipo que ofrece solidez, pero va justo de talento. Sería un milagro que evitara la última plaza del grupo.
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