Tampoco en la final llegó la emoción a la Copa del Rey. Ésta abandonó la competición tras la segunda jornada de cuartos de final, no hubo traba alguna en el camino hacia el título del Real Madrid que recupera la Copa tres años después. Nada que objetar ni añadir a la enorme superioridad del equipo blanco, un vendaval que se llevó todo por delante en el Martín Carpena. Unicaja, cansado, mermado físicamente y con la mentalidad de disfrutar por encima de todo, no tuvo la más mínima opción y fue arrasado sin contemplaciones por un rival que no ofreció concesión alguna. Quería el título que se le escapó los dos años anteriores en finales que acabaron de manera polémica, no aflojó la marcha en ningún momento. No estaba en Málaga para disfrutar, tampoco para competir. Llegó para ganar. Detrás sólo dejo tierra quemada a su paso. Un equipo ganador en toda su extensión en el que Campazzo y Tavares marcan un desequilibrio al que pocos resisten en Europa. Otro entorchado que llega a las vitrinas en una exitosa época, desde que Laso ocupa el banquillo, que no tiene fin aunque nunca antes obtuvo en esta competición un triunfo tan impecable y rotundo. Seguramente la mayor obra maestra en la Copa de un campeón que se impuso por aplastamiento.
Unicaja 68 – Real Madrid 95: Ilusión máxima en Málaga por un partido histórico para Unicaja, la posibilidad de lograr el título de Copa quince años después y en casa, en un repleto Martín Carpena que siempre tiene en estas ocasiones una atmósfera especial. Pero la tarde para disfrutar se fue transformando lentamente en un penoso tránsito por la final. Desde el 0-5 de inicio al Madrid se le vio más asentado en la pista que un rival con la mano encogida y que perdió cinco balones en los primeros cinco minutos y medio. Sólo estuvo cómodo en los instantes posteriores a que Laso sentara a Tavares cuando aún no habían transcurrido dos minutos. No quería Laso que se cargara de personales bajo ningún concepto y confío en la aportación de Felipe Reyes. Unicaja atacó con más velocidad pero las pérdidas de balón frenaron el ímpetu. A partir de entonces en la pista sólo ocurrió lo que quiso Campazzo (13 puntos, 13 asistencias, 4 rebotes, 29 de valoración), dominador absoluto del ritmo de juego. Movió y movió a la defensa de Unicaja hasta que aparecieron buenos tiros en la línea de tres. La línea exterior del Real Madrid se había presentado a la final con la escopeta cargada de munición. Unicaja no sabía dónde meterse para escapar del bombardeo del equipo blanco (10-21, min 7). Un triple tras otro para destrozar la moral del conjunto de Luis Casimiro. Efectividad letal que reflejó bien Carroll (20 puntos, 4 rebotes, 17 de valoración), muy activo y motivado. Puede ser su última final de Copa y no dejó pasar la ocasión de dejar su sello. En cambio Unicaja era incapaz de anotar, no encontraba espacio entre todas las manos que metían los jugadores del Real Madrid en defensa y la falta de acierto en el tiro exterior agravó los males. El rebote ofensivo acabó siendo estéril. Ahí no acababan las malas noticias. Jaime Fernández se marchó al banquillo dolorido, su cojera de los últimos encuentros se acentuó. No volvió a pista. Toupane acabó con muletas. Alberto Díaz esta vez no fue el motor del cambio y acabó maniatado como el resto del equipo. Mientras, el Real Madrid seguía atormentando desde el perímetro. Dos triples seguidos de Rudy dejaban el encuentro casi destrozado al inicio del segundo cuarto. Nos estábamos quedando sin final muy pronto (14-34, min 13).
Campazzo se tomó un respiro cuando habían transcurrido quince minutos. No volvería a anotar el Madrid hasta que regresó a pista. Otro partido más la ausencia del base argentino causó un colapso ofensivo. Causeur y Llull intentaron una y otra vez entrar hacia canasta pero no anotaban una. Precisamente con ese argumento llegó la reacción de Unicaja. Brizuela, con diez puntos, fue el revulsivo que necesitaba. Lideró un parcial de 12-0 que permitió soñar a la afición malagueña pero duró hasta que volvió Campazzo. Regresó a pista el base estrella del Madrid a dos minutos del descanso y problema solucionado. Bastaba la batuta de Campazzo para volver a estirar diferencias y enfriar los ánimos en el Martín Carpena (28-43, min 20). Josh Adams trató de arreglar el encuentro en solitario tras el descanso. Exceso de individualismo que no llevó a nada fructífero. Contraste absoluto con la paciencia que derrochó el Real Madrid en ataque. Movió el balón con criterio hasta que encontraba un tiro sencillo. Una sinfonía interpretada a la perfección por Campazzo, el dueño indiscutible del partido. La final se estaba convirtiendo en un tormento para Unicaja. Tenía que sudar lo indecible para encontrar una oportunidad para anotar. Sufría una barbaridad. No había espacio para el disfrute, el único que gozaba era el Real Madrid que ya volaba sobre la pista. Por si fuera poco, Carroll continuó con el proceso de aniquilación. Era el día para alimentar su autoestima, la reválida para decir que no está acabado. Si no lo estaba ya, el partido había sido liquidado (40-68, min 29). El último cuarto se iba a convertir en un trago largo y amargo para Unicaja, una tortura interminable porque el Madrid no estaba dispuesto a aflojar. No se permitió relajarse en defensa, no dejó de correr, no cesó de atormentar a la defensa de Unicaja desde la línea de tres. El sueño mutó en una horrible pesadilla (44-75, min 32). Nunca antes se había visto una diferencia así en una final de Copa y Unicaja lo sufría en sus carnes. Elegar y Carlos Suárez empezaron a anotar en el último cuarto pero sus puntos no servían ni para mitigar el dolor. Ahora el Real Madrid buscaba a Tavares (12 puntos, 4 rebotes, 16 de valoración), el terror en las zonas. Un ogro que devoró a todo el juego interior de Unicaja, el factor desequilibrante capaz de condicionar todo el juego ofensivo rival. No había manera de salvar nada del desastre. Brizuela (22 puntos, 3 asistencias, 19 de valoración) le echó arrojo para engordando números. Fue el único que se salvó del naufragio, no hubo otro jugador que no fuera intimidado por un campeón imparable. Tres años después, el Real Madrid volvía a levantar la Copa. Otro episodio más de la hegemonía del Real Madrid de Laso.
Y DIGO YO…:
- Campazzo, MVP de la Copa. Fue su competición, no se jugó a otra cosa que a lo que quiso el base argentino en cada partido. Un factor desequilibrante que convierte al Real Madrid en un equipo muy diferente según esté o no en la pista. Surtidor de asistencias, dueño del ritmo de juego, fiero defensor y tirador fiable. Un base mágico y completo. Sólo Larkin puede presumir de un mayor impacto en la cancha en la posición de base en Europa.
- Cuando renovó el Real Madrid a Campazzo y Tavares por cinco años y contratos de grandes estrellas europeas sabían lo que hacían en el equipo blanco. Para qué buscar fuera si en casa ya tenemos a dos pilares que marcan la pauta en el baloncesto europeo. Sus fichajes fueron conservar lo que había y el resultado no pudo ser más efectivo. En ambos se apoya el Madrid del presente y futuro.
- Hablando de fichajes, ninguno de los tres que realizó el Real Madrid el pasado verano tuvo protagonismo. Laprovittola disputó los últimos cuatro minutos y Mickey y Mejri se quedaron fuera de la convocatoria aunque en descargo del pivot estadounidense, que está realizando una buena temporada, hay que decir que fue el extracomunitario descartado. La competencia es dura con Deck y Thompkins. Pero resulta significativo este hecho.
- El Real Madrid batió la marca de diferencia más amplia en una final de Copa, que poseía el Barça tras destruir al equipo blanco en la final de 2010 en Bilbao por 19 puntos. También superó la cifra de triples anotados en una final, diecisiete, que ya tenía en su poder el Madrid. Un equipo de record.
- El Barça acabó con el dominio inapelable del Real Madrid en la Minicopa tras vencer 65-67 en la final. Siete años después, el equipo azulgrana destrona a su eterno rival, dominador implacable desde 2013 cuando en los infantiles estaba un tal Luka Doncic. Una final dura y emocionante hasta el final en la que el Barça impuso el juego que le interesaba y dominó en casi todo momento. Ousmane Alpha, el gran protagonista en los últimos minutos, fue el mejor jugador del torneo. Físico, intimidación y un buen tiro a media distancia que le convierten en mucho más que un jugador que destaca por su altura y fortaleza.
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