El mes de junio, como cada cuatro años, atrajo la completa atención de todos los aficionados al fútbol. El Mundial fijó las miradas en Rusia durante un mes. En sus capacidades organizativas y en cómo afrontaría la amenaza de los grupos violentos. Aún permanecían en la retina los innumerable incidentes provocados en Francia dos años antes y el resurgir de los grupos ultras causaba seria preocupación. Afortunadamente la organización fue notable y de los violentos no tuvimos noticias. Sólo se habló de deporte. Y el VAR. La irrupción de la tecnología cambió el arbitraje para siempre. Redujo enormemente la polémica y favoreció que el juego tomara todo el protagonismo.
España afrontaba con ilusión el viaje a tierras rusas. Hasta el Mundial la etapa de Lopetegui como seleccionador resultó impecable. Buenos resultados, juego más dinámico y una progresiva renovación que despertaban cierto optimismo. Incluso aparecía en la lista de principales favoritos. La preparación despertó ciertas dudas sobre el estado físico de la plantilla pero nada hacía presagiar lo que se avecinaba. El esperpento daba comienzo a dos días que la selección española comenzara su participación en el Mundial aunque se incubó desde dos semanas antes sin que nadie pudiera siquiera sospecharlo. La repentina y sorprendente marcha de Zidane del Real Madrid obligó a Florentino Pérez a buscar un nuevo entrenador. Apenas había técnicos con atractivo y disponibilidad. En la lista de candidatos no aparecía el nombre de Julen Lopetegui pero su fichaje por sorpresa el 12 de junio pilló a todo el mundo con el pie cambiado. Comenzaba a escribirse el sainete. El anuncio oficial a dos días de inaugurarse el Mundial, con la selección concentrada en Rusia, sentó fatal a Luis Rubiales, flamante nuevo presidente de la Federación. El ambiente se enrareció y a primeras horas de la mañana del día 13 se rumoreaba con el cese fulminante del seleccionador. Los intentos de buena parte del equipo por aplacar a Rubiales fueron en vano. A mediodía se comunicó el despido con carácter inmediato de Lopetegui. Las vísceras se habían impuesto al raciocinio. Por la tarde se nombró como sustituto a Fernando Hierro, que realizaba labores organizativas y apenas contaba con un discreto paso por Oviedo como única experiencia en el banquillo. Y a sólo dos días del debut contra Portugal. Berlanga hubiera firmado un guion semejante pero era real como la vida misma. Ni el enemigo hubiera dispuesto mejor plan para el desarme.
Tanto ruido disparó el pesimismo. No vaticinaba nada bueno en el debut contra la Portugal de Cristiano Ronaldo, actual campeona de Europa y rival más poderoso del grupo. Oscuros presagios acrecentados por el penalti cometido por Nacho sobre el astro portugués a los tres minutos de juego. Acababa de empezar el partido y ya se barruntaba un desastre cuando el propio Cristiano adelantó a los lusos desde el punto fatídico. España no tuvo reacción aparente hasta mediada la primera mitad. Balón largo a Diego Costa que vence en la porfía a Pepe y bate a Rui Patricio con un disparo ajustado al palo. El empate a uno espoleó a la selección española. Isco, en la siguiente jugada, mandó el balón al larguero. España dominaba con claridad a un rival cerrado que esperaba un contraataque o un error del contrario. Apenas se acercaba al área española. Cristiano Ronaldo lo intentó con un disparo lejano al filo del descanso. Fuerte pero al centro, fácil para un despeje del portero. Incomprensiblemente a De Gea se le escapó y el balón acabó dentro de la portería. Un gol que marcó al guardameta. El inicio de una pesadilla que aún le persigue. Un golpe moral más pero España se rehizo tras el descanso. En apenas tres minutos dio vuelta al partido. Diego Costa empataba tras una dejada de cabeza de Busquets. Nacho, lateral derecho titular por sorpresa, envió un obús desde fuera del área ante el que nada pudo hacer Rui Patricio. Encomiable la fortaleza mental. El control del partido era claro, inapelable. Sólo podía llegar un gol portugués por accidente. El fútbol está lleno de ellos. Así llegó una falta al borde del área en el minuto 88. Botada magistralmente por Cristiano, acabó en gol por la escuadra que completaba su hat-trick. De Gea observó sin mover un músculo cómo volaban dos puntos. El empate a tres era una cosecha mejor de lo que aventuraba el pesimismo reinante pero dejó un sabor agridulce tal como transcurrió el partido. Pese a todo, un buen punto de partida para acabar liderando el grupo. Irán y Marruecos se presentaban como obstáculos más asequibles de sortear.
Irán, que se presentaba como líder de grupo tras batir a Marruecos en el primer partido, cumplió el guion previsto. Férreo sistema defensivo y juego muy físico. España se perdió en pases interminables sin velocidad ni verticalidad. Sopor, sin ocasiones en la primera parte. Tuvo que esperar al minuto 54 la selección española para encontrar un resquicio en la poblada defensa iraní. Iniesta atravesó líneas conduciendo el balón y asistió a Costa que acabó marcando tras un extraño rebote. El gol supuso un alivio pero no evitó sufrimientos. Bastaron centros al área para desatar los nervios. La falta de puntería y la intervención del VAR para anular un gol de Irán por fuera de juego ahorraron un disgusto. El 1-0 no convenció a nadie pero encarrilaba la clasificación. El objetivo era amarrar la primera plaza. El pasaporte a un lado del cuadro muy asequible, alejado de las grandes favoritas hasta la final. Marruecos ya estaba eliminada pero ofreció una imagen digna y competitiva. Sacó partido de los despistes defensivos. Una falta de entendimiento de Iniesta con los centrales acabó en un regalo a Boutaib que batió a De Gea en el mano a mano al cuarto de hora de juego. Isco enmendó la plana cinco minutos después pero a España no se le veía cómoda. Juego lento y previsible que facilitó el trabajo a la agresiva defensa marroquí. No le faltaba motivación a Marruecos en su despedida del Mundial. Algún jugador incluso iba pasado de rosca. Amrabat se empeñó en tarascadas fuertes y a destiempo. Toda la agresividad marroquí era inoperancia e intrascendencia en la selección española. La falta de pericia de Hierro tampoco ayudaba. No se podía esperar un cambio revolucionario desde el banquillo. España aburría hasta a las cabras y atrás no transmitía ninguna seguridad. Poco necesitó Marruecos para incordiar. Un saque de esquina desde la banda derecha fue cabeceado en el primer palo por En-Nesyri para anotar el 1-2 a diez minutos del final. La clasificación no peligraba pero la sensación de ridículo era innegable. Iago Aspas, que salió en los últimos minutos, salvó la honra en el descuento tras previa consulta al VAR que rectificó el fuera de juego señalado por el asistente. El descacharrante final en el otro encuentro completó la carambola. Irán empataba de penalti en el descuento y colocaba a España como primera de grupo. Sorteaba a todos los pesos pesados de la competición y accedía a un camino asequible para llegar lejos. Pero no hubo un atisbo de gloria ni honor en lo conseguido. El escepticismo se instalaba en el aficionado español.
Sin embargo España se podía dar por bien librada en comparación con otras grandes selecciones. El mejor ejemplo fue Alemania. La gran favorita protagonizó la mayor sorpresa al quedar eliminada en la primera fase, extendiendo la maldición del campeón. Poco le faltó a Argentina para seguir el mismo camino. En el debut contra Islandia no pudo pasar del empate a uno, dejando al descubierto todas sus debilidades. La exigente prueba ante Croacia le dejó en una situación límite. Baño espectacular de los croatas, liderados magistralmente por Modric y Rakitic. Los errores defensivos y de Caballero, guardameta argentino, llevaron a la albiceleste al desastre. 3-0 que puso todo en cuestión, en especial la capacidad de Sampaoli para dirigir al equipo. Sólo le valía a Argentina la victoria contra Nigeria para pasar de ronda. Volvió a sufrir lo indecible pero un gol de Rojo en los últimos minutos puso el 2-1 definitivo que certificaba el pase. Tanta tensión que casi se lleva por delante a Maradona en el palco. Otras selecciones de postín, en cambio, no tuvieron problemas para superar la primera fase. Francia ni divertía ni desplegaba un juego atractivo pero solidez y despliegue físico no le faltaban. Tampoco ofrecía espectáculo Brasil pero la canarinha avanzaba con paso firme. Mucha seriedad y un centro del campo físico. Los detalles de talento quedaban para Neymar y Countinho aunque no aparecieran con regularidad. Había trabajo detrás para presentar una seria candidatura al título. Pero si hubo un equipo que llamó la atención de muchos aficionados ese fue Bélgica. Velocidad y verticalidad por bandera. Influencia innegable de la Premier League, donde competía gran parte de la plantilla y se formó como jugador y técnico el español Roberto Martínez, seleccionador belga. La movilidad arriba de los Hazard, Lukaku y De Bruyne, la vertiginosa transición entre defensa y ataque y la propuesta ofensiva sin concesiones a la especulación captó muchos adeptos y simpatías. El concepto de juego ofensivo puesto al día.
La composición de las eliminatorias dejó dos lados del cuadro muy diferentes en dificultad. España cayó en el lado más asequible, sin ninguna gran selección tradicional por el camino hasta la final. Un camino de rosas para avanzar muy lejos. El cruce de octavos con Rusia se presentaba cómodo aunque fuera la anfitriona. Un equipo venido a menos. Rocoso y disciplinado pero carente de calidad y talento. Pronto se puso el partido de cara. Sólo habían transcurrido doce minutos cuando Ignashevich introdujo el balón en su portería tras desviar un remate de Sergio Ramos. Se truncaba la táctica ultraconservadora rusa pero no hubo cambio alguno en el planteamiento pese al gol recibido. España controló el balón sin oposición pero tocando en su propio campo hasta el aburrimiento, lejísimos del área rival. Pan con pan, bocadillo de nada. Los minutos pasaban en un clima de absoluto tedio. Rusia lo probó a cuentagotas, más por obligación que convicción, pero no hacía falta demasiado para que España encontrara problemas. Una mano absurda de Piqué dentro del área estropeó el cómodo aburrimiento para la selección española. Dzyuba no perdonó desde el punto de penalti. Sin buscarlo Rusia encontró petróleo. No dudó en regresar a la defensa a ultranza. Firmaba con los ojos cerrados la tanda de penaltis aunque hubiera 75 minutos de juego por delante. En todo ese tiempo quedó nítida la imagen de una completa impotencia. La selección española no fue capaz de cambiar de ritmo ni buscar alternativas al tostón del pase horizontal sin profundidad alguna. Puso muy fácil a Rusia el trabajo de reforzar su muralla defensiva. Sin oportunidades ante un rival que ni se molestaba en buscar una jugada de peligro. Hierro puso en el césped a jugadores más móviles demasiado tarde. La prórroga no cambió nada y llegaron los penaltis. El plan de Rusia ejecutado a la perfección. Sus lanzadores no encontraron problemas para anotar en la tanda. Ni siquiera en lanzamientos lejos de estar bien ejecutados. De Gea ni los olió. Sí lo haría Akinfeev en los penaltis lanzados por Koke e Iago Aspas. España quedaba apeada de forma triste ante un rival mediocre. La peor despedida para Iniesta. El esperpento no podía tener otro final. Un nuevo fracaso tras el final de los años de vino y rosas. Larga y pesada la travesía por el desierto tras el final de la generación de oro.
España desaprovechó una gran oportunidad y dejó a otros equipos sacar partido de un camino cómodo. Croacia e Inglaterra no dejaron pasar la ocasión de labrarse una trayectoria histórica en este Mundial. La brillantez de los croatas en la primera fase dio paso al sufrimiento en las eliminatorias. Necesitó los penaltis para dejar en la cuneta a Dinamarca y Rusia. Inglaterra hizo lo propio ante Colombia en octavos y echó mano de su eficacia a balón parado para superar a Suecia en cuartos de final. Se cumplían las previsiones y Croacia e Inglaterra llegaban a semifinales. Un histórico puesto en la final en juego. Una falta anotada por Trippier a los cinco minutos adelantaba a los pross. El sistema de cinco defensas de Southgate dificultaba la producción de juego de los centrocampistas croatas. Modric y Rakitic daban sensación de cansancio y Croacia apenas creaba ocasiones. Hasta que Perisic revolucionó el partido. Extremo irregular, su gris campeonato dio un giro en la segunda mitad de la semifinal. Enganchó un remate en el minuto 68 que igualó el choque. El propio Perisic dispuso de otra oportunidad que repelió el palo. Tras el gol Croacia fue otra. Dominó aunque no tuvo inconveniente en firmar unas nuevas tablas. Tercera prórroga consecutiva pero no acusó el desgaste. Esta vez no llegó al drama de los penaltis. Mandzukic le ganó la espalda a la defensa y remató en el segundo palo el gol del triunfo. Un tanto para la historia. Croacia alcanzaba por primera vez la final de un Mundial. La revelación estaba a un paso de la gloria.
El otro lado del cuadro reunía a todos los grandes candidatos al título. Guerra atroz de enorme desgaste. La primera en caer fue Argentina. Llegó a adelantarse al inicio de la segunda mitad, remontando el gol inicial de penalti de Griezmann, pero llegó más por accidente que juego. Francia ni se inmutó. Un soberbio disparo lejano de Pavard igualó el encuentro y dio comienzo al recital de Mbappé. Hizo lo que quiso con todos los espacios que encontró. Destrozó a la defensa argentina por velocidad. Anotó dos goles que decantaron el partido. El advenimiento del futuro dominador del fútbol mundial. El postrero gol de Agüero sólo valió para dejar el marcador definitivo en 4-3. Argentina se marchaba por la puerta de atrás. Messi contemplaba cómo se marchaba la última oportunidad de conseguir el Mundial y borrar la comparación con Maradona en su particular relación de amor-odio con el aficionado argentino. Más cómodo fue apear a Uruguay, privada de Cavani tras su lesión con Portugal. El balón parado bastó para marcar las diferencias. El potencial ofensivo uruguayo acabó estrellándose en el poderoso entramado defensivo galo. Bélgica, por otro lado, continuó enganchando a los aficionados. Sus partidos se convertían en festivales ofensivos. Japón le puso contra las cuerdas con dos goles al inicio de la segunda parte. Roberto Martínez reaccionó apostando por la altura y el físico para aprovechar la corta estatura de los japoneses. En las alturas los belgas dominaron. Vertonghen y Fellaini igualaron de cabeza el encuentro. El último cuarto de hora se convirtió en un intercambio de ocasiones sin concesiones. Courtois y Kawashima se emplearon a fondo para mantener la igualada. La nobleza y su ambición pasó factura a Japón. Bélgica armó una contra mortífera y selló la clasificación en la última jugada del partido. Oda al fútbol ofensivo que permitió a Bélgica probarse con el pentacampeón, Brasil. La velocidad y movimientos de Hazard, Lukaku y De Bruyne desarmaron el sistema brasileño durante una hora de juego. 2-0 que se antojó incluso corto. Brasil no reaccionó hasta que la falta de fuerzas encerró atrás a los belgas. Renato recortó distancias a quince minutos del final con un duro disparo desde la frontal. Le esperaba a Bélgica un asedio terrible. Courtois acabó convertido en héroe. Desbarató cada ocasión de la canarinha para sellar el pase a semifinales. Allí encontraría el muro, en la fortaleza física de Francia. Ni una ocasión tuvo para salir en velocidad. Un cabezazo de Umtiti al inicio de la segunda mitad bastó para acabar con los sueños de Bélgica. La cruda prosa francesa imponía su relato.
Francia y Croacia se citaban en la final. El músculo y la disciplina contra el talento e improvisación. El camino hacia la gloria de Croacia estaba lleno de infortunios. Mandzukic desvió con la cabeza hacia su portería y marcó el primer gol en propia meta en una final del Mundial. No amilanó a los croatas, que se lanzaron con decisión hacia la portería francesa. Perisic completó una jugada vertiginosa para igualar el marcador. Croacia estaba ante la oportunidad de alcanzar el éxito y no vacilaría. Llevó el peso del partido hasta que el VAR entró en escena para señalar penalti por mano en el área croata. Griezmann adelantaba nuevamente a Francia y la final ya se disputaría cómo quiso Deschamps. Francia destrozó el partido al contraataque en la segunda mitad. Pogba y Mbappé convirtieron el sueño croata en pesadilla aunque Croacia nunca dejó de competir. Un fallo de Lloris puso el 4-2 pero la renta francesa no se vio inquietada. Francia se desquitaba de la depepción sufrida en la Eurocopa de casa dos años antes y lograba su segundo Mundial. Pasaba a dominar el fútbol mundial con armas parecidas a su anterior entorchado. Disciplina, vigor físico, seriedad defensiva. No dispone de la magia de Zidane pero sí el virtuosismo en todas las facetas ofensivas de Mbappé, el elegido. Su alcance e influencia llegan más lejos que en el caso de Griezmann por mucho que algunos quisieran vender.
Con el triunfo de Francia llegan nuevos aires al fútbol mundial. Otro concepto del juego marca la pauta de este deporte. La convivencia de estilos diversos para llegar al triunfo y el buen juego es posible. La disciplina y vigor físico de Francia, el toque y la improvisación de Croacia, la verticalidad y velocidad de Bélgica e Inglaterra. España abría una etapa diferente tras el Mundial. Luis Rubiales nombró nuevo seleccionador a Luis Enrique. Su palmarés y la progresiva desarticulación del centro del campo en su etapa en el Barça le convirtieron en el candidato idóneo para el presidente de la Federación. Buscó sumarse a los nuevos aires llegados al fútbol. La recién creada Liga de Naciones sería el banco de pruebas. La victoria trabajada en Wembley y el aplastante 6-0 en Elche a Croacia levantaron momentáneamente los ánimos. Había motivo para el optimismo pero los ánimos no tardaron en bajar. En cuanto ingleses y croatas recuperaron el tono tras el Mundial afloraron todos los defectos estructurales. La debilidad defensiva derivó en un grotesco festival de errores ante Inglaterra en el Benito Villamarín. No hubo forma de levantar el 0-3 al descanso. El pase a la Final Four dependía del triunfo en Croacia. Nuevos fallos en defensa y la nula seguridad de De Gea bajo palos volvieron a llevar al desastre. Derrota por 3-2 in extremis y la clasificación pendiente de un empate en Wembley entre Inglaterra y Croacia. Hasta los últimos minutos hubo esa posibilidad. Un gol de Kane acabó con la cuenta de la lechera y clasificó a Inglaterra a la final a cuatro junto a Portugal, Holanda y Suiza. Definitivamente, nuevos tiempos para el fútbol europeo. Nueva decepción y a pensar en la clasificación para la Eurocopa en un grupo sin rivales de gran nombre pero que esconde un peligro sordo.
El Mundial puso un sonoro final a una temporada de grandes emociones a nivel de clubes. La Champions League se convertía en el único recurso para el campeón de Europa, el Real Madrid. Descabalgado del título de Liga desde septiembre, ni siquiera vislumbraba en la lejanía la imparable marcha del invicto Barça. En Copa, apeado en cuartos de final por el modesto Leganés. Incluso no estaba clara la clasificación entre los cuatro primeros en febrero. El aura y las capacidades de Zidane empezaban a estar en discusión. Ni las dos Champions conseguidas ni el doblete de la temporada anterior servían de parapeto en una temporada decepcionante. El destino de la campaña estaba en juego en la eliminatoria de octavos de final ante el PSG y llegaba en condiciones precarias de juego y confianza. Para muchos aficionados y periodistas la duda no estaba en quién pasaría sino si la eliminatoria llegaría viva siquiera al Parque de los Príncipes ante la extraordinaria pegada de los Neymar, Mbappé y Cavani. Se aventuraba un final de temporada muy largo para el Real Madrid, sin alicientes durante dos meses. El gol de Rabiot que adelantaba al PSG en el Santiago Bernabeu reforzó a los agoreros pero no tumbó al equipo blanco. Un penalti a Kroos permitió a Cristiano Ronaldo empatar de penalti antes del descanso. La segunda mitad llevó a un encuentro abierto, un tiro al aire que podía caer para cualquier lado. En el intercambio de golpes, el Real Madrid se mueve mejor que nadie. La suerte le acompañó en los últimos diez minutos. Un disparo extraño de Cristiano Ronaldo adelantó a los madridistas. Un remate afortunado de Marcelo puso el 3-1 definitivo. Una renta suculenta aunque restaba mucho trabajo en París. El PSG se quejó amargamente del arbitraje. Creó un relato que supuso música para los oídos del antimadridismo más recalcitrante. Se escribían las primeras líneas de la loa al disparate. No se quedaron ahí los jerarcas del PSG. En pos de la remontada, dieron carta blanca a las fechorías de los grupos ultras. Nunca antes se usó una estrategia de tal ignominia desde las altas instancias de un club. Serenata nocturna, bengalas por doquier en el estadio. Todo valía. En un ambiente tan crispado el Real Madrid esperaba una salida en tromba del PSG en la vuelta. La frialdad y falta de dinamismo sorprendió a todos. No sufrió el equipo blanco en toda la primera mitad. Un gol de Cristiano Ronaldo al inicio de la segunda parte reventó la eliminatoria. La posterior expulsión de Verratti fue la puntilla. El 1-2 final supuso un puñetazo en la mesa. El campeón seguía vivo. Fue la sentencia para Unai Emery. Tocado por la remontada del Barça la temporada anterior, las críticas a sus decisiones en esta eliminatoria adornaron sus cantado cese a final de campaña.
Los equipos españoles avanzaban con seguridad a cuartos de final. El Barça se deshizo con más pegada que fútbol del Chelsea. En la ida le permitió empatar un partido que mereció perder. En el Camp Nou, anotó sus dos primeras ocasiones. Los tiros que se convertían en goles azulgranas acababan en el poste o desviados por Ter Stegen en el bando londinense. No tuvo menos ocasiones pero la contundencia del Barça y dos errores de Courtois sellaron un exagerado 3-0. El Sevilla lograba una machada tras dejar en la cuneta al Manchester United. El 1-2 en Old Trafford, con doblete de Ben Yedder, entró en la historia del club hispalense. No podría hacer lo propio con el Bayern en cuartos pero el equipo sevillista lograba su mejor participación en la máxima competición continental. La ida dejaba a los dos colosos del fútbol español con pie y medio en semifinales. El Barça venció 4-1 a la Roma en un partido muy extraño. Dos goles en propia meta, otros dos errores garrafales de la defensa romanista, numerosas ocasiones de la Roma que dejaron en pañales a la zaga azulgrana. Pero ni el gol de Dzeko dejaba un resquicio a la sorpresa. El Real Madrid afrontaba una exigente visita a Turín. Entre Isco y Cristiano cocinaron el primer gol a los dos minutos. La Juve contó con ocasiones sobradas para igualar pero topó con Keylor Navas y un soberbio golpe de magia y genialidad. No hablo de un gol. Se trata de El Gol. Carvajal entra en el área por la derecha y centra al punto de penalti. Hasta allí se dirige Cristiano Ronaldo. Su única opción es rematar de chilena. Un escorzo perfecto en estética y ejecución ante el que nada puede hacer un perplejo Buffon. Una deliciosa maravilla, el gol que tanto tiempo llevaba buscando el astro luso. El veredicto del Juventus Stadium fue unánime. Atronadora ovación para obsequiar la belleza del tanto. Un gesto grabado en la memoria de Cristiano. Entonces nadie sospechaba cuánto. El Gol noqueó a la Vecchia Signora. Dybala era expulsado y Marcelo ponía la guinda tras hacer la pared con Cristiano Ronaldo y driblar a Buffon. 0-3 que suponía un golpe de autoridad incontestable. La eliminatoria parecía cerrada. Incluso Ramos forzó la amarilla pensando en duelos posteriores. Barça y Real Madrid ya daban por sentada la clasificación. Menudo error.
Un tempranero gol de Dzeko sacudió el estado nervioso del Barça. Los azulgranas empequeñecieron, recibiendo ocasiones con demasiada frecuencia. Ni rastro de los delanteros. El 1-0 era un mal menor. Se esperaba la reacción pero no llegaba. Sorprendentemente, el Barça sólo buscaba quitarse el balón de encima y alejar a un rival agresivo y vertical. Un penalti anotado por De Rossi puso al Barça al borde de un ataque de nervios. El equipo estaba bloqueado y Valverde ni se atrevía a tomar decisiones ni hacer una sustitución. La Roma se lo creyó. A Ter Stegen no le faltó trabajo pero no pudo hacerlo todo. Un despiste de Semedo dejó solo a Manolas que marcó a placer de cabeza el 3-0. El drama estaba escrito. En los últimos diez minutos ni tuvo una oportunidad ante un rival bien armado atrás. Se consumaba el desastre en el Olímpico de Roma. Caía ante el rival deseado en el sorteo. El título de Liga sentenciado y la presencia en la final de Copa pasaban a un segundo plano. Sensación de absoluto fracaso tras el bochorno. Con la eliminatoria contra la Juventus encarrilada, un nuevo título europeo del Real Madrid producía escalofríos.
Pero al equipo blanco le esperaba una buena dosis de sufrimiento en el Santiago Bernabeu. El gol de Mandzukic en la primera jugada provocó una sorprendente zozobra. No llegaba en demasía la Juve pero el ambiente se volvió extraño. Otro tanto de Mandzukic de parecida factura, de puro delantero centro en el segundo palo, antes del descanso instaló el miedo en la afición madridista. Derivó en pánico cuando Keylor Navas falló al intentar despejar un tiro de Matuidi a la hora de juego. De forma insólita la eliminatoria quedaba igualada. La Juve dio por bueno lo conseguido y se echó atrás. No quiso hurgar en los nervios e inseguridad rivales y buscó descaradamente la prórroga. El Madrid se recompuso y dispuso de ocasiones en los últimos minutos pero el tiempo extra parecía inevitable. Pero si en la ida llegó El Gol, en la vuelta se produjo la jugada más comentada de esta edición de la Champions League. Minuto 93, balón al área de la Juventus. Lucas Vázquez porfía con Benatia, al que gana la posición. El extremo madridista cae al césped y Çakir señala penalti. Todos los jugadores de la Juventus rodean fuera de sí al árbitro turco. Buffon le dedica tantos insultos que acaba expulsado. Ni la atronadora ovación recibida del Bernabeu le proporciona un mínimo consuelo a la leyenda italiana. Se tardan más de cinco minutos en lanzar la pena máxima. No se descentró Cristiano Ronaldo, que anotaba desde el punto de penalti el tanto que clasificaba al Real Madrid. Corrieron ríos de tinta sobre esa jugada. Se discutió tanto si era penalti como la idoneidad de señalarlo en el minuto 93. Buffon continuó con los improperios en la zona mixta. Se tituló incluso el mayor escándalo de la historia del fútbol. Una jugada dudosa que admite el debate. División de opiniones en el colectivo arbitral para juzgarla. Supuso material de sobra para el antimadridismo militante. La oda al disparate ya contaba con varios capítulos.
El Bayern Munich sería el rival del Real Madrid en semifinales. Una nueva reedición de la gran rivalidad europea. Dos equipos veteranos, quizá demasiado. La ida, en Munich, escenario de infinidad de pesadillas del madridismo en un pasado no tan lejano. Partido en calma tensa hasta que Kimmich aprovecha uno de los habituales agujeros que deja Marcelo por su banda y bate a Keylor Navas, que tampoco está afortunado. Del Real Madrid apenas había noticias en ataque pero bastó una simple llegada para igualar al filo del descanso. Marcelo enganchó un disparo desde fuera del área que se coló raso junto al palo izquierdo de Ulreich. No se atisbaba una clara ocasión ni de lejos pero de la nada llegó el empate. La segunda parte fue de dominio absoluto del Bayern. Ribery creó innumerables problemas a la defensa del Madrid. Imparable, el veterano extremo francés se convirtió en un dolor de muelas perenne. Sólo faltó el gol. Keylor Navas hizo gala de su fortaleza mental. Dejó atrás su error en el primer gol del partido y sacó todos los disparos del Bayern. La falta de efectividad local contrastó con la pegada madridista. Rafinha perdió el balón en medio campo y quedó un enorme espacio para dos galgos como Lucas Vázquez y Marco Asensio. El balear batió a Ulreich en el mano a mano para poner el 1-2 definitivo. No lo mereció por juego pero el Madrid lograba su tercera victoria consecutiva en el Allianz Arena. Ver para creer. Pero el triunfo no ahorró sufrimientos en la vuelta. Kimmich, completamente solo, abrió el marcador a los dos minutos. Pronto llegaban los nervios pero quedaron aplacados por Benzema. Igualó a los diez minutos cabeceando a placer en el segundo palo un centro desde la banda izquierda. Nada más empezar la segunda parte, Ulreich se hizo un lío con el balón y se lo entregó a Benzema, que marca el 2-1 a puerta vacía. Error garrafal del sustituto de Neuer. El oportunismo de Benzema, siempre en el centro de la crítica, decantaba la eliminatoria aunque a los madridistas les quedaba mucho por sufrir. James, en su regreso al Bernabeu, volvía igualar el marcador. Los últimos 25 minutos pusieron a prueba el corazón del madridismo pero su equipo resistió el asedio. Heynckes y sus jugadores no podían creer que acabaran apeados jugando claramente mejor que el campeón de Europa pero les faltó la pegada. El Real Madrid alcanzaba otra final de Champions. La tercera consecutiva, cuatro en los últimos cinco años. Con poca brillantez pero una capacidad de supervivencia singular e irresistible.
El rival sería el Liverpool, la sensación del torneo por su velocidad y el impacto generado por la gran temporada de Salah, la estrella emergente de la temporada. Endeble atrás pero descaradamente vertical. Sello inconfundible de Jurgen Klopp. Los galgos del Liverpool destrozaron en cuartos de final al Manchester City, dominador absoluto de la Premier League. Salah hizo añicos a la Roma en Anfield pero la debilidad defensiva estuvo a punto de costarle un disgusto al Liverpool en la vuelta. Sufrió lo indecible pero regresaba a una final de Champions. Uno de los pocos equipos que pudo arrebatarle un título al Real Madrid en el partido decisivo de la vieja Copa de Europa. No padece el trauma que asola a tantos rivales de los madridistas, que palidecen ante la cifra de doce títulos en quince finales. En Kiev se ponía a prueba la infalibilidad del Real Madrid. Éxito o fracaso, la temporada no tendría otra lectura tras este partido. El Liverpool salió ambicioso, recluyendo al Madrid en su propio campo. No generaba ocasiones claras pero la sensación de peligro era permanente hasta que llegó la jugada que cambió el partido. Salah y Sergio Ramos se enredan en la disputa por un balón y ambos caen al suelo. Salah lo hizo de mala manera y se dañó el hombro. La gran estrella del Liverpool abandonó el partido entre lágrimas. Otra jugada que proporcionó días y días de discusiones. Ramos fue acusado de lesionar a propósito al egipcio, un referente para los aficionados de la Premier League y en el mundo árabe. El central sería objeto de amenazas intolerables y un evidente descrédito aludiendo incluso a argumentos de Judo. La oda al disparate ya era todo un incunable. Salah no fue el único lesionado. Carvajal cayó lesionado minutos después, como le ocurrió dos años antes en Milán. Pero es indiscutible que el Liverpool salió perdiendo. Su ataque gira sobre Salah. Sin él perdió filo de forma considerable. El Real Madrid se recompuso y pasó a dominar el encuentro aunque apenas hubo grandes ocasiones en la primera mitad. La segunda acrecentaría la secuencia de accidentes. Casi siempre el protagonista fue el mismo: Karius.
El guardameta alemán se haría tristemente célebre en esta final. Su pésima actuación comenzó en el minuto 51. Karius trata de sacar en corto con la mano. Benzema apenas suponía una molestia pero extiende ligeramente la pierna por si acaso. El balón acaba golpeando en ella y se introduce mansamente dentro de la portería. La mayor pifia de un portero en una final de Copa de Europa. Un duro golpe pero el Liverpool se repuso rápido. Lovren cabecea una falta botada desde la izquierda y Mané gana la partida a la defensa para fusilar a Keylor Navas. Apenas cuatro minutos tardó en restañar el daño. Vuelta a empezar. Zidane realizó un movimiento decisivo. Dio entrada a Bale por Isco. Tardó sólo dos minutos el galés en inscribirse en el concurso de imitadores de Cristiano Ronaldo. Su chilena no fue tan estética como la de su compañero pero sí igual de efectiva. Karius nada pudo hacer para evitar uno de los tantos más bellos de una final de Champions pero sí tuvo la culpa del segundo gol de Bale. Un disparo lejano, potente pero centrado. Karius deja blandas las manos e introduce el balón en su portería. El colofón a una noche terrible que le dejaría marcado toda su carrera deportiva. El Liverpool ya no podría levantarse. Mané estuvo a punto de igualar tras el 2-1 pero no tenía ni tiempo ni energía para superar el tercer tanto. No superó los daños del fuego amigo y se convirtió en una nueva víctima del Real Madrid. 27 años después la afrenta del Parque de los Principes quedaba saldada. Tres títulos consecutivos. Un logro que nos lleva a la época gloriosa del Ajax de Cruyff y el Bayern de Beckenbauer en los años 70. Equipos de leyenda que tenían nuevo acompañante en el Olimpo.
Sin embargo la euforia por el triunfo sólo duró unos minutos. Cristiano Ronaldo sorprendió a todos hablando en pasado de su etapa en el Real Madrid. Bale reclamó más minutos y continuidad ante los micrófonos de la prensa internacional. La magia desapareció de golpe. En el mismo terreno de juego del Olímpico de Kiev se inició la tormenta. Zidane, gran conocedor del vestuario, no quiso asistir a la progresiva degradación detectada y renunció por sorpresa al cargo el 31 de mayo. Los problemas con la directiva y la sensación de falta de reconocimiento llevaron a Cristiano Ronaldo a aceptar la oferta de la Juventus. En dos meses desaparecían del club el técnico y la estrella. Se cerraba una etapa y lo que llegaba no generó ilusión. Pocos refuerzos y ausencia de un gran nombre que paliara la marcha de Cristiano. En Lopetegui nunca se creyó. La derrota en la Supercopa de Europa en la prórroga con el Atlético acrecentó el pesimismo. El prometedor mes de septiembre, con el triunfo contra la Roma con un juego espectacular como punto culminante, pronto quedó olvidado. Falta de gol, fragilidad defensiva y un nivel de juego menguante sumieron al Real Madrid en una grave crisis de resultado. La humillante derrota por 5-1 ante el Barça, que no contó con Messi por lesión, le costó el puesto a Lopetegui. Ante las dificultades para cumplir con las exigencias de Antonio Conte el club repitió la estrategia empleada con Zidane y puso en el cargo a Solari, entrenador del Castilla. Otro ex-jugador con amplia trayectoria en el club pero sin el aura y trascendencia de Zidane. El juego incluso empeoró pero la mejoría en la pegada y buenas dosis de fortuna reflotaron al Madrid en la clasificación y cerraron el pase a octavos de Champions. La consecución de un nuevo Mundial de clubes sirvió de pequeño bálsamo. Kashima Antlers y Al Ain están lejos del nivel competitivo del fútbol europeo pero el título aleja la oscura sombra de Mourinho, anhelado por parte de la prensa y nostálgicos de su convulsa etapa anterior en el Real Madrid.
La evolución del fútbol femenino español hacia la élite dio otro paso importante en 2018. La selección cerró plácidamente su clasificación para el Mundial de Francia 2019 con un pleno de victorias. Alemania, China y Sudáfrica serán los rivales en la primera fase. Pero los grandes logros llegaron en las categorías inferiores. Los títulos en el Mundial sub-17 y los Europeos sub-17 y sub-19 y el subcampeonato en el Mundial sub-20 sitúan a España como una de las selecciones de futuro y resaltan el gran trabajo realizado en el fútbol base desde hace años. Nombres como Patri Guijarro, Aitana Bonmatí, Lucía García, Claudia Pina, Cata Coll o Eva Navarro no tardarán en tomar relevancia en el fútbol español. La primavera del fútbol femenino español, sin embargo, avanza más lentamente a nivel de clubes. Pese a los evidentes progresos en organización y relevancia aún existe una diferencia sustancial con la élite. Atlético, campeón de Liga por segunda temporada consecutiva, y Barça, campeón de Copa, los dos grandes dominadores en España, aún no pueden hacer frente al férreo dominio franco-alemán en el fútbol europeo. El Olympique Lyon logró su quinto título de la Champions femenina, tercero consecutivo. El gran tirano del fútbol femenino europeo arrolló en la prórroga al Wolfsburgo. Tras el 0-0 en el tiempo reglamentario, remontó el gol de Permille Harder con una avalancha de juego. 4-1 que refuerza su incuestionable dominio. El gran nivel de figuras como Amandine Henry, Ada Hederberg y Eugénie Le Sommer le mantienen en lo más alto del Viejo Continente. El referente está en Lyon.
Mejor equipo de fútbol 2018
- Francia (56%, 5 Votes)
- Real Madrid (22%, 2 Votes)
- Olympique Lyon femenino (22%, 2 Votes)
- Barça (0%, 0 Votes)
Total Voters: 9
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