2017 quedará grabado a fuego en la memoria de todo el madridismo como el año más laureado en toda la historia del Real Madrid. Un logro que no es asunto baladí en uno de los grandes clubes del fútbol mundial, en cuya historia protagoniza no pocos capítulos destacados. Si alguien echa un vistazo a cómo termina el año le parecerá impensable que se hubiera podido desarrollar de esta manera pero lo cierto es que los grandes momentos de 2017, los que marcan quién levanta los grandes títulos, han dibujado siempre la misma escena. A Sergio Ramos, capitán del Real Madrid, levantando el trofeo. Una imagen de continuo éxito aunque estemos en una vorágine que pueda conducir a un final súbito y abrupto.
El Real Madrid comenzaba el año imbatido, sin conocer la derrota en competición alguna en cinco meses de temporada. El juego distaba de ser fiable y preciosista, había recurrido a grandes dosis de fortuna y Cristiano Ronaldo no se encontraba en un estado óptimo de acierto y forma pero nadie conseguía que hincara la rodilla. La estrella de Zidane, iluminada por su perenne tranquilidad y una sonrisa imborrable, guiaba al madridismo a un estado de confort y euforia. Todo le salía bien al francés pese a sus evidentes deficiencias tácticas y de lectura de los encuentros. Dominaba la Liga con comodidad mientras presenciaba en la distancia los problemas de su eterno rival, inmerso en el irreversible final de etapa de Luis Enrique en el banquillo. Cada vez estaba más cuestionado el entrenador azulgrana, enfrentado con la prensa y ofreciendo síntomas de agotamiento y hastío. Se le achacaba la falta de control de los partidos y la escasa confianza en los suplentes aunque no faltaban críticas para la política de refuerzos de la dirección deportiva. Todo se reducía al talento y la pegada de su descomunal delantera, al inagotable repertorio mágico de Messi. Al otro lado del espejo, un aura mística rodeaba a Zizou que tenía encandilado al madridismo. Incluso los hombres del banquillo rendían a un nivel sobresaliente cuando se requería su concurso en el terreno de juego. La estrella de uno de los mitos del equipo blanco lucía más fuerte que nunca.
Fuente: ceroacero.es
Una noche en Sevilla despertó al equipo blanco de su plácido sueño. Derrota en el descuento en un partido que tenía bajo control. Otros partidos los había ganado rayando lo imposible, cubierto de un manto de innegable suerte, pero fue a caer cuando no lo merecía pese al discutible planteamiento de Zidane de emplear tres centrales. La derrota en el Sánchez Pizjuán supuso un golpe moral. Siempre que se pierde una larga imbatibilidad quedan secuelas. Pérdida de confianza y una racha de lesiones que pasaron factura. El Celta le sorprendió en el Santiago Bernabeu para apearle de los cuartos de final de Copa. En Mestalla desperdició la oportunidad de sumar en el partido aplazado por la disputa del Mundial de clubes. Pese al mar de fondo el Barça tomaba la cabeza de la clasificación aunque el Madrid aún tuviera el comodín del partido en Balaídos, aplazado por las adversas condiciones metereológicas y el mal estado del estadio vigués en medio de una controversia que convirtió en foco mediático a Abel Caballero, alcalde de Vigo. La trayectoria de los azulgranas en la Copa también ayudó a calmar el entorno. Dejó en la cuneta a rivales incómodos como Athletic y Real Sociedad y superó en unas semifinales tensas y vibrantes al Atlético, resistiendo el asedio y el bombardeo de los colchoneros en el Camp Nou. En el Real Madrid llegaban las primeras críticas. Que si los tres de arriba no ayudan al equipo, que si concedía demasiadas ocasiones al rival, que si el equipo sale muy relajado a los partidos,… Estuvo cerca de un momento de seria zozobra. Salió indemne de manera casi inaudita. En cinco minutos igualó con diez jugadores ante Las Palmas un 1-3 en contra. En Villarreal fue capaz de levantar dos goles en contra en la segunda parte para llevarse un partido con polémica, avivada por Fernando Roig cuando convirtió una anécdota en una acusación velada de soborno sin prueba alguna. Su salida de tono quedó en agua de borrajas, nadie le pidió cuentas. En el fútbol español nunca pasa nada. Pese a tambalearse el equipo blanco llegaba de una pieza al reanudarse la Champions League mediado febrero.
Fuente: sportskeeda.com
El rival de los madridistas era el Nápoles, un equipo mediano que encerraba un peligro sordo por su abundante capacidad ofensiva y movilidad. Apenas tardó cinco minutos en demostrarlo en el Bernabeu cuando Insigne sorprendió desde lejos a un descolocado Keylor Navas. El mejor encuentro de la temporada de Benzema bastó para sofocar la insurrección. 3-1 tranquilizador aunque esperara una caldera ardiente en San Paolo. El primer tiempo del partido de vuelta fue un suplicio para los hombres de Zidane, superados por la verticalidad y velocidad de los atacantes del Nápoles. Hamsik anotó el 1-0 con el que se llegó al descanso aunque él y sus compañeros disfrutaron de ocasiones suficientes para dar la vuelta a la eliminatoria. El incendio lo sofocó el bombero por excelencia. Dos cabezazos de Ramos en sendos corners tumbaron en la lona al equipo partenopeo. Ya no hubo réplica. Víctima de los goles oportunos del capitán y el poderoso juego aéreo del Madrid. Sin embargo el gran protagonismo se lo llevó la eliminatoria estrella de los cuartos de final, el Barça-Paris Saint Germain. Una eliminatoria que pasará a la historia. Una época parecía cerrarse en el Parque de los Príncipes. El Barça fue desarbolado, desarmado, arrollado por un rival más vigoroso, más físico, más veloz. El 4-0 final no era menos que el fiel reflejo de lo acontecido en el terreno de juego. Nadie atendió a las leves llamadas a la milagrosa remontada, nadie confiaba en ella. Incluso la UEFA le concedió cero posibilidades al Barça en su página web. Sin embargo los azulgranas no tardaron en darse cuenta que estaban enfrente de un rival en estado de histeria. El planteamiento timorato y miedoso de Emery atenazó a un portero inseguro y una defensa al borde de un ataque de nervios. Los fallos garrafales de Trapp y sus zagueros alimentaron la fe en el milagro. El marcador reflejaba 3-0 con 40 minutos por jugarse. La quimera se estaba convirtiendo en real. Un zapatazo de Cavani puso el 3-1 que parecía poner el punto y final. Nadie esperaba una gesta en apenas media hora y el desgaste acumulado. Más aún cuando pasaba el tiempo sin que ocurriera nada. Los últimos diez minutos pasarán al imaginario colectivo para siempre. Neymar marcó el cuarto gol en una falta escorada. Aytekin, el colegiado del encuentro, se convirtió en un triste invitado. Obvió un penalti clamoroso de Mascherano a Di María que significaba su expulsión y convirtió en pena máxima una alevosa simulación de Luis Suárez. Neymar transformó el penalti y convirtió el Camp Nou en un horno abrasador para un PSG al que se le hacía interminable el descuento. Ni siquiera tuvo templanza para perder tiempo. Un centro a la desesperada lo remató Sergi Roberto, que llegó desde atrás para convertirse en héroe. El 6-1 desató la locura en el templo azulgrana. La gran hazaña estaba cumplida. El estado de euforia del barcelonismo alcanzaba cotas incalculables. Con esta sobredosis de moral se le podía considerar capaz de cualquier cosa, incluso un nuevo triple. Pero la resaca fue amarga y dolorosa. Cuatro días después caía 2-1 en Riazor y cedía el liderato liguero al Real Madrid. Esa derrota y otra posterior en La Rosaleda le arrebataron al Barça muchas de sus opciones al título.
Fuente: barcablaugranes.com
Los cuartos de final depararon al Barça otro duro enfrentamiento. La Juventus, el orden y la solidez por excelencia. Todos coincidían que los azulgranas no se podían permitir otro desastre en Turín, que a la Juve no le ocurriría lo mismo que al PSG. Pero el naufragio se repitió. La fragilidad defensiva fue un regalo para Dybala, una de las jóvenes figuras emergentes del fútbol mundial. A diferencia de París, el Barça sí disfrutó de ocasiones pero Buffon estuvo soberbio. De todas formas la superioridad bianconera fue incontestable. 3-0 que obligaba a otro esfuerzo heroico. El precedente de octavos dio argumentos para apelar a la remontada pero a la Juve le sobraba oficio y experiencia. Apenas concedió ocasiones en el Camp Nou. Insulso 0-0, la situación siempre estuvo bajo control del conjunto italiano que pasó con todo merecimiento. La otra eliminatoria de campanillas enfrentaba a Real Madrid y Bayern, todo un clásico en competiciones europeas. La primera mitad en Munich premió el mejor trabajo del Bayern. Vidal marcó a la salida de un corner y tuvo un penalti para poner franca la eliminatoria pero mandó la pena máxima a las nubes. Perdonó la vida a un Madrid que no dio cuartel en la segunda mitad. Un gol tempranero de Cristiano Ronaldo cambió el encuentro que pasó a manos del equipo de Zidane. La expulsión por doble amarilla de Javi Martínez condenó al Bayern que ya sólo podía dedicarse a resistir. Neuer lo sostuvo hasta que no pudo desviar el remate de Cristiano Ronaldo que supuso el 1-2 definitivo. Incluso el marcador pudo ser más abultado, el dominio blanco fue incontestable en los segundos 45 minutos. El Bayern tenía una misión muy complicada por delante pero su orgullo le llevó a buscar el dominio en el Santiago Bernabeu. Un Madrid muy precavido esperó atrás. Le costó media hora librarse del acoso rival aunque en la segunda mitad se repitió el guion. Esta vez sí encontró recompensa el Bayern. Lewandowski, ausente en la ida, anotaba el penalti que dejaba al Bayern a un gol de la clasificación. Nervios en el Bernabeu que no se desvanecieron hasta que Cristiano Ronaldo enganchó un cabezazo ajustado al palo que empataba el encuentro a un cuarto de hora del final. Un alivio que duró poco. Ramos trató de despejar en la siguiente jugada hacia su portería y anotó el 1-2 mal que le pese. Una gran eliminatoria se decidiría en la prórroga. Lástima que estuviera marcada por las decisiones de Viktor Kassai. Perdonó la segunda amarilla a Casemiro pero no así a Arturo Vidal, merecedor de la expulsión mucho antes pero que se fue a vestuarios cuando menos argumentos había para ello. En inferioridad comenzó el penar del Bayern. Cristiano Ronaldo igualó a dos al filo del descanso pese a rematar en clara posición de fuera de juego. Kassai y el juez de línea lo obviaron por completo. Aunque un gol le clasificaba el Bayern ya no se encontraba con fuerzas, ni físicas ni mentales. Con espacios, el Madrid le remató al contraataque. Marcelo cedió el balón a Cristiano para que marcara el 3-2 a placer. Estaba ligeramente adelantado pero la mala colocación del asistente le impidió apreciarlo. Marco Asensio puso la guinda anotando el 4-2 definitivo. Convertido en el jugador número 12, ya atraía la atención del fútbol europeo. Un directivo del Bayern afirmó que quien consiguió ficharle por 3’5 millones de euros era un auténtico genio. En Bayern recibía un castigo muy duro para lo ofrecido en la eliminatoria. Los cinco goles de Cristiano Ronaldo le convertían en el gran protagonista, con permiso del desafortunado arbitraje de Kassai que indignó a todos los niveles al conjunto alemán.
Fuente: sportskeeda.com
Abril se presentaba como el mes clave para decidir la Liga. El Real Madrid marchaba líder firme y sólido. Zidane realizó una política de rotaciones extremas que le funcionó a la perfección y le permitió mantener fresco y motivado a todo el equipo. Se debatió si jugaba mejor el equipo A o el equipo B. Un lujo que le otorgaba una plantilla con 18 titulares potenciales. Quizá la más amplia y poderosa de la historia del club blanco. Llegaba el Clásico del Bernabeu con el Madrid tres puntos por encima y un partido menos. Incluso el empate le servía para dar la puntilla a su eterno rival. El 1-0 marcado por Casemiro premiaba el dominio del Real Madrid, superior a un Barça que se mostraba frágil en defensa y el centro del campo. Sin embargo bastó la primera aparición de Messi para igualar el choque. No le hacía falta más al astro argentino. La segunda mitad estuvo más equilibrada, pendiente de cualquier detalle para dictar sentencia. El Madrid se chocó con Ter Stegen, inconmensurable bajo palos. Un trallazo directo a la escuadra de Rakitic desde fuera del área supuso un jarro de agua fría para el madridismo, amplificado por una nueva expulsión de Sergio Ramos. Pero el Barça no era capaz de controlar el partido ni con un hombre más y el Madrid tiró de fe y orgullo para buscar el empate. Lo logró James Rodríguez tras rematar a bocajarro un centro desde la izquierda. El empate favorecía claramente al equipo blanco pero no se cerró atrás buscando conservar un resultado muy valioso. Presionó hasta el último minuto. Ahí estuvo su perdición. No logró robar el balón en un saque de banda del Barça en campo propio. Marcelo no frenó en falta a Sergi Roberto que encontró un enorme espacio para conducir el balón. La jugada acabó en un pase raso desde la banda derecha que remató Messi desde el borde del área con un disparo seco ajustado al palo. Un gol que atravesó el corazón del madridismo como un puñal afilado. La imagen de Messi enseñando su camiseta al fondo norte del Bernabeu quedará para la historia de los Clásicos. 2-3 que ampliaba la trayectoria triunfal de los azulgranas en terreno enemigo en la última década y daba emoción a la Liga. El Barça ya no falló más en las jornadas restantes. El Madrid no podía permitirse un tropiezo más pero eso no fue obstáculo para que Zidane continuara con su política de rotaciones. Pese al susto que dio en casa el Valencia, resuelto con un gol de Marcelo en los últimos minutos, el Real Madrid no cedía en el pulso que sostenía por el título liguero.
Fuente: eurosport.com
Antes de la resolución de la Liga se disputaban las semifinales de la Champions League. Un derbi madrileño, otro capítulo más de los apasionantes e inolvidables duelos de los últimos años en la máxima competición europea. El Atlético había disfrutado de un caminar plácido ante rivales inferiores. Bayer Leverkusen y Leicester, verdugo en octavos del Sevilla que cayó en picado desde entonces, no supusieron un problema para los rojiblancos que volvían a confiar en alcanzar la gloria europea que se la había negado en los últimos años. Pero la ida en el Bernabeu fue un golpe duro de realidad. Sin intensidad, sin agresividad, sin alma. El Atlético fue destrozado sin piedad por un rival muy superior que le derrotó en todos los terrenos, en cada lucha particular. Cristiano Ronaldo vivió unos de sus días de mayor gloria en la Champions. Tres goles del luso para un 3-0 rotundo. Pero la atención se enfocó en un detalle más nimio, una pancarta en el fondo sur que hacía chanza de las finales de Lisboa y Milán, dolorosos recuerdos para los atléticos. Una pancarta con mala baba pero sin ofensas, insultos ni alusiones violentas. Políticamente incorrecta pero dentro de la sana rivalidad. Se convirtió en un ultraje imperdonable para los atléticos. En las redes sociales se lanzaron campañas de reafirmación y autobombo con lemas y conclusiones que rozaban lo insólito. Poco menos que el atlético era una raza especial, superior moralmente al madridista. La pantomima de los valores a escena. No se reparó en medios para encender la hoguera para la vuelta. Lamentablemente fue un reclamo irresistible para los más salvajes. Las horas previas convirtieron los alrededores del Vicente Calderón en un ensayo de batalla campal. Incidentes que no tuvieron ni de lejos la repercusión de la famosa pancarta. Tiempos extraños, en los que una pancarta irreverente es más indigna e imperdonable que los actos de violencia. Afortunadamente dentro del estadio nada se salió de la normalidad y de un ambiente caliente pero cabal. No se podía empañar la fiesta en el último encuentro europeo en el Vicente Calderón. Los atléticos no se movían ni un ápice del célebre lema “Nunca dejes de creer” de su gurú, Simeone. El inicio del partido, con su equipo extramotivado y pasado de vueltas, los dejó en éxtasis. Saúl adelantaba al Atleti rematando un córner en el primer palo. Griezmann llevaba la locura a las gradas transformando un penalti cometido sobre Torres. Mal lanzado pero Keylor Navas no consiguió despejarlo. En apenas un cuarto de hora el Atlético había realizado buena parte del trabajo. A Simeone le bastó y cometió el mismo pecado de las finales europeas contra el Madrid. Echó el equipo atrás, le valía este resultado al descanso. Dejó que el Madrid se recompusiera y marcara el ritmo del partido. Con el control del balón el equipo blanco recuperó la compostura. Empezó a merodear el área rojiblanca, sin excesivo peligro pero con dominio incontestable. No perdió la calma, era consciente que un solo gol enfriaría el partido. Llegó de forma brillante, asombrosa. Benzema firmó una jugada para el recuerdo. En apenas un palmo de terreno, en una maniobra de funambulista, se deshizo de tres rivales en la línea de fondo. Pase hacia atrás para Kroos que remató duro. Oblak desvió a duras penas pero el balón le cayó en el área pequeña a Isco, libre de marca. El malagueño marcó a placer el 2-1 que decidía la eliminatoria. Volver a empezar en la segunda mitad era demasiado duro para el Atlético. Ya no tenía capacidad para más milagros. El Madrid gestionó bien la segunda parte para clasificarse para la final. El reto de repetir título dos años seguidos estaba a solo un paso.
Fuente: diariocritico.com
La tercera semana de mayo bajaba el telón de la Liga. El Madrid debía lograr cuatro puntos en los dos últimos partidos para lograr un título que se le resiste desde 2012. En Balaídos disputaba el encuentro aplazado que le ponía al día en la clasificación. Zidane aparcó las rotaciones y tiró del equipo de gala. El Celta no se jugaba nada pero motivación no le faltó. No fue suficiente para frenar al Madrid en un partido tenso y en el que no faltó el protagonismo arbitral. 1-4 para un Madrid práctico, serio y contundente de cara a portería. Le bastaba un empate en La Rosaleda para conseguir el título. En el banquillo del Málaga, Míchel, un mito del madridismo. Los absurdos argumentos de dejadez para facilitar el trabajo al Real Madrid en primera plana. Como ocurrió en el pasado con Valdano en las Ligas de Tenerife. Apenas necesitó un minuto el Madrid para espantar fantasmas. Balón en profundidad a Cristiano Ronaldo que batió a Kameni en el mano a mano. Pese al empeño de un Málaga muy honesto y profesional el Madrid no perdió la calma, esperando su oportunidad para dar el golpe de gracia. Benzema recogió un balón suelto en el área a la hora de juego para marcar el 0-2. El tramo final fue una dulce fiesta para el equipo blanco que recuperaba el título de Liga cinco años después. El logro deseado, el primer paso para alcanzar un doblete que no se produce desde 1958. Entre medias se disputaba la final de Copa, la despedida al Vicente Calderón. El Barça salvaba los muebles al lograr su tercer título copero consecutivo. El 3-1 al sorprendente Alavés impedía un año en blanco y dulcificaba la marcha de Luis Enrique pero no satisfacía a la afición azulgrana que dio pocas muestras de celebración. La perspectiva de un doblete Champions-Liga de su eterno rival le aterrorizaba. Sólo la Juve, su verdugo en cuartos de final, podía evitar tamaña pesadilla. Un equipo pétreo con una defensa férrea. Sólo había encajado tres goles en toda la competición. Había apeado en semifinales al sorprendente Mónaco, un equipo joven y descarado en el que despuntaba Mbappe, un chaval de 18 años que ya causaba sensación. La última esperanza del barcelonismo, y por ende del antimadridismo. Circulaban los argumentos que se merecía una Copa de Europa, en especial Buffon, y que al Madrid ya le tocaba perder una final. Como si atendiera a esas razones un deporte cuyas leyes escapan a toda lógica y poco proclive a la justicia poética.
Fuente: neogol.com
En Cardiff se reeditaba la final de 1998. El eterno perdedor de finales europeas contra la mística del gran dominador de la vieja Copa de Europa. La Juventus salió decidida a dominar por las bravas. Presión agresiva y empuje para controlar el encuentro. Keylor Navas intervino de forma notable para despejar un duro disparo de Pjanic. Sin embargo el Madrid sacó el martillo a la primera ocasión que dispuso. Cristiano Ronaldo se sacó un disparo desde la frontal del área que se coló junto al palo derecho de Buffon. Máxima contundencia y pegada pero la respuesta de la Juventus no pudo ser más espectacular. Mandzukic controló de espaldas en el área, realizó un escorzo y marcó de chilena un gol para enmarcar. Impensable en un delantero tosco y peleón como el croata. La fortuna parecía acompañar a la Juventus pero el 1-1 al descanso fue lo más cerca que estuvo del triunfo. La segunda parte fue radicalmente diferente. El Madrid encerró en su propio campo a un rival incapaz de dar más de tres pases seguidos. Las ocasiones empezaron a llegar con frecuencia. Este ejercicio de resistencia se antojaba inútil ante un rival tan poderoso. Era cuestión de tiempo que llegara el gol. Casemiro enganchó un disparo lejano a la hora de juego. Khedira desvió el balón, fuera del alcance de Buffon. Gol de fortuna pero consecuencia de simple y pura lógica. El Madrid olía la sangre y no estaba dispuesto a que la Vecchia Signora se levantara. Tres minutos después, Modric centraba tras una jugada veloz y al primer toque por la banda derecha. Cristiano Ronaldo se coló entre Bonucci y Barzagli para rematar a bocajarro y anotar el 1-3. Un tanto definitivo, la Juventus no contaba con recursos en el banquillo para afrontar una remontada semejante. Menos aún tras la expulsión de Cuadrado, que salió muy acelerado al campo y vio la segunda amarilla tras un número teatral de Ramos. El control del Real Madrid era absoluto, inapelable. Marco Asensio puso la guinda aprovechando un balón suelto en el área en el descuento. La Juventus había encajado más goles en la final que en todos los encuentros previos. Así las gastaba el campeón que echaba abajo una barrera histórica. El Real Madrid se convertía en el primer equipo en revalidar título con el formato de Liga de Campeones. No podía ser otro, el equipo más laureado y que ya sumaba 12 títulos en el palmarés. Tercera Champions en cuatro años. No había duda, el Real Madrid marcaba el paso en Europa.
Fuente: tuexperto.com
La ola de éxitos encumbró a Zidane a los altares. Nadie en el club había ganado tanto en tan poco tiempo. Se le atribuyó buena parte de la gloria, gestada con una poderosa plantilla de 18 potenciales titulares. El verano era el momento para gestionar el éxito. No importó cambiar por jóvenes a algunos de los valiosos suplentes como Morata, James o Pepe. Los títulos de agosto avalaban la política del club. La Supercopa de Europa se convertía en el tercer título del año tras batir con solvencia por 2-1 al Manchester United. El cénit lo alcanzó días después en la Supercopa de España. Lección de dominio y superioridad contra el Barça, envuelto en las dudas y un ambiente turbio por la falta de fichajes y la marcha de Neymar al PSG. En el Camp Nou ejerció control, velocidad y pegada para vencer 1-3 pese al canallesco arbitraje de De Burgos Bengoetxea. La superioridad en la vuelta resultó abrumadora. 2-0 al descanso que se antojó incluso corto. Incluso Piqué no tuvo reparo en admitir que por primera vez se sentía arrollado por el Madrid. El camino estaba libre para la hegemonía blanca incontestable pero la temporada 2017-18 ha traído un desplome repentino e inesperado. En septiembre fue la falta de gol. Después, bajón de forma de jugadores capitales. Falta de autocrítica en todo momento. Acabó derivando todo en mal juego, por mucho que el Mundial de clubes redondeara un año de ensueño con el quinto título. El 0-3 recibido en el reciente Clásico le sitúa a 14 puntos de un Barça invicto que ha cambiado las tornas en apenas cuatro meses. Valverde ha conseguido armar un equipo sólido que responde en partidos de todos los registros. No tiene la brillantez de antaño pero está perfectamente trabajado. Tiene el título de Liga prácticamente sentenciado en Navidades y puede pensar en los demás objetivos con toda tranquilidad. Ha traspasado todas las urgencias al eterno rival, desalojado a la fuerza del paraíso.
Fuente: neogol.com
La selección española completó un trabajo bien hecho rematando la clasificación para el Mundial de Rusia. En septiembre disputaba el duelo crucial de la fase de clasificación contra Italia. En el Bernabeu, España firmó el mejor partido desde que Lopetegui está al mando. Sin un 9, con una legión de mediapuntas, en un recital magistral de Isco bordó el fútbol para desarbolar a una selección italiana irreconocible y mediocre. 3-0 que significó un punto de inflexión para ambos equipos. España encargó los billetes para Rusia mientras Italia se vio abocada a una repesca que acabó en drama. Una Suecia menor apeó a los italianos que no fueron capaces de marcar un solo gol en 180 minutos. Un capítulo negro en la historia del fútbol italiano. La brillante trayectoria de Lopetegui hasta el momento ha conseguido que los aficionados recobren la confianza en las posibilidades de la selección, de nuevo en la baraja de favoritos si no lo impiden las maquinaciones de Villar tras su caída. Su presunta implicación en los casos de corrupción que asolaron este año a la Federación forzaron su inhabilitación y salida de la presidencia. No está dispuesto a abandonar el poder y busca el manto protector de la FIFA, aunque suponga poner en cuestión la participación de España en el Mundial. Una posibilidad que se antoja remota, en todo caso. El sorteo, que le encuadró con Portugal, Irán y Marruecos, propicia un camino plácido hasta cuartos de final. A partir de entonces, veremos. Tiempo de pelear con las Brasil, Argentina, Francia y, sobre todo, Alemania. Los germanos, los campeones del mundo, son el gran referente en la actualidad. Acudieron a la Copa Confederaciones con un equipo B, lleno de jugadores poco habituales y la columna vertebral de la selección sub-21 que debía disputar el Europeo. Con mucha solvencia se proclamó campeón en ambos torneos. En la Copa Confederaciones batió 1-0 a Chile, ausente en el próximo Mundial. En el Europeo sub-21 hizo lo propio con la España de Saúl, Asensio, Ceballos y compañía pese a jugar con otro equipo B. El fondo de armario del fútbol alemán es enorme, el gran ejemplo a seguir en la actualidad. Presente y futuro para dominar el fútbol mundial los próximos años.
Fuente: lanaciondigital.com
En el fútbol femenino, 2017 fue año de Eurocopa. Ángel Vilda apostó por la juventud y tomó decisiones controvertidas como dejar fuera de la lista a delanteras veteranas, incluida Vero Boquete, el gran referente del fútbol femenino español los últimos años. El debut dio motivos para el optimismo pese a que Portugal era un rival inferior. Las jugadoras españolas controlaron el partido con rotundidad, tocando con velocidad y generando muchas ocasiones. Vicky Losada abrió la lata tras una buena combinación al primer toque. Amanda Sampedro remató un centro al área al filo del descanso para anotar el 2-0 definitivo. Brillante debut antes de enfrentarse a Inglaterra en el duelo por la primera plaza. No pudo empezar peor el partido. Saque de banda en largo y Kirby anotaba a los dos minutos. Inglaterra pudo plantear el partido que le interesaba, atrás y al contraataque. España realizó un ejercicio estéril de control de balón. Tocar y tocar sin filo, sin ninguna profundidad, sin crear ocasiones. Pan con pan, bocadillo de nada. Inglaterra sólo tuvo que esperar su momento para sentenciar. Contraataque finalizado por Taylor a cinco minutos del final. 0-2 que dejaba a España sin posibilidades de ser primera de grupo. Aún debía cerrar la clasificación en el último partido, ante Escocia. Quedaron al descubierto los problemas de gol de la selección española. No faltaron ocasiones pero la ausencia de puntería fue desesperante. Escocia sólo necesitó un malentendido de la defensa española para marcar el 0-1. No fue España capaz de levantar el gol. La derrota de Portugal le daba el pase a España a cuartos de final pero sin brillo ni honor. El cruce le enfrentaba con Austria, una de las revelaciones de la Eurocopa. Un equipo con poderío físico, defensivo y muy disciplinado. Salvo Prohaska, hija del mítico jugador austriaco, un bloque escaso de brillantez técnica. Ángel Vilda realizó cuatro cambios para dinamizar el equipo. Cambió a las laterales, muy flojas durante la primera fase, y buscó la velocidad arriba con Mari Paz y Bárbara Latorre. Sin embargo se convirtió el partido en otra oda a la impotencia, a la falta de profundidad. No hubo posibilidad de desarmar el entramado defensivo de Austria, colocada perfectamente. El partido se vio abocado a los penaltis. El fallo de Meseguer mandó a casa a España que no fue capaz de marcar en 347 minutos. Una participación decepcionante. El cambio del viejo dinosaurio anticuado y paternalista por el joven de métodos modernos y más profesional no sirvió para conseguir un mejor resultado, el salto de calidad esperado del fútbol femenino en España. Una oportunidad perdida puesto que las grandes potencias europeas tradicionales (Alemania, Francia, Noruega) descarrilaron en tierras holandesas. Tiempos de cambio, de nuevo orden europeo. Holanda, con un juego técnico, alegre, veloz, vertical, se proclamó campeón con autoridad y todo merecimiento. Juventud y talento para convertirse en una seria alternativa de poder. España afronta la fase de clasificación para el Mundial 2019. De momento va por buen camino. Lidera su grupo, con revancha incluida ante las austriacas a las que batió por 4-0. La Liga española da pasos lentamente hacia la profesionalización. El Atlético arrebató el trono al Barça, proclamándose campeón de Liga por primera vez. La pugna entre ambos marca la lucha por el poder del fútbol femenino en España. Aún separa distancia de los clubes franceses y alemanes, los grandes dominadores en Europa. La final de la Champions femenina tuvo puro sabor francés. Olympique Lyon y PSG tuvieron que acudir a los penaltis para decidir el título. El penalti fallado por Kiedrzynek le permitió a las primeras repetir como campeonas de Europa. El fútbol femenino de clubes sigue hablando francés.
Fuente: puntopenalti.com
Mejor equipo de fútbol 2017
- Real Madrid (57%, 4 Votes)
- Selección Holanda femenina (29%, 2 Votes)
- Olympique Lyon femenino (14%, 1 Votes)
- Selección Alemania masculina (0%, 0 Votes)
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