Este pasado martes, Andrés Iniesta se retiraba con molestias en la Nueva Condomina tras media hora sencillamente magistral. Unos minutos después, Fernando Torres reaparecía con gol después de una complicada lesión. No sé por qué, pero mi mente volvió al mes de octubre de 2008, a una lluviosa noche en Bruselas, cuando el ariete se rompió al cuarto de hora del duelo ante Bélgica y, sólo unos minutos después, Iniesta se vistió de genio para empatar un complicado partido con un gol antológico. Tal vez se trate de uno de esos círculos flagrantianos, pensé, que esta vez encierra a dos de los mayores talentos actuales de nuestro fútbol. Pero hice un poco más de memoria y me encontré no con un círculo, sino con toda una historia que creo que merece ser contada, y que arranca un 22 de abril de 2001 en Durham, Inglaterra, capital del condado homónimo, una pequeña ciudad de unos cuarenta mil habitantes situada giochi gonfiabili a apenas treinta kilómetros al sur de Newcastle. Podría haber empezado antes, sí, pero entonces tal vez no sería la misma historia. Porque esta es una historia de encuentros y desencuentros entre dos chavales de la misma quinta cuyas carreras van paralelas y directas al estrellato, pero que, por esos caprichos del destino, con una camiseta roja de por medio no han coincidido tanto como ahora nos podría parecer.
Estábamos en Durham, decía. La ciudad es una de las sedes del decimonoveno Campeonato de Europa de Selecciones en categoría sub’16, y en el humilde New Ferens Park los pocos curiosos que se han acercado a ver el debut de España contra Rumanía enseguida son conscientes de que están presenciando la eclosión de dos genios. Uno es un pequeño centrocampista de aspecto enfermizo al que nadie parece ser capaz de arrebatarle el balón; el otro, un espigado y pecoso delantero capaz de realizar maniobras inverosímiles reservadas sólo a los verdaderos elegidos. Hablamos, por supuesto, de Andrés Iniesta y Fernando Torres. Ambos han nacido en 1984, ambos han destacado desde categoría alevín y ambos son estandartes de las canteras de dos grandes clubes del fútbol español. Y, sin embargo, es la primera vez que coinciden en un partido oficial en el mismo bando. El año anterior, y por culpa de una grave lesión de rodilla, Fernando Torres se había perdido la fase clasificatoria de este campeonato, en la que Iniesta destacó por encima de sus compañeros. Un par de meses antes de la cita inglesa, fue el manchego quien se perdió el exitoso debut internacional del atlético en el prestigioso Torneo del Algarve. Ahora por fin disfrutan juntos de su amigo común, el balón, pero no será por mucho tiempo.
Dos goleadas ante Rumanía y Bélgica dejan el pase a cuartos casi sentenciado. De los ocho goles marcados en esos dos partidos, Torres firma tres, mientras Iniesta se dedica a repartir asistencias y a dejar destellos de su innata clase. Ante Alemania está en juego el primer puesto del grupo, y los teutones saben perfectamente a quién deben parar. Andrés es cosido a faltas y acaba retirándose en la segunda parte, lesionado. No volverá a jugar en el torneo. Sus compañeros se conjuran para dedicarle el triunfo, no en ese partido, que se acaban llevando los germanos por 2-0, sino en el campeonato, y Torres se encargará de ello. En cuartos de final, en su primer partido en un estadio Premier, el Stadium of Light de Sunderland, marca el gol hispano ante Italia, a la que se derrota por penaltis (sí, como esa vez).
Siguiente parada, Middlesbrough, y doblete del de Fuenlabrada para superar a Croacia. Fernando le va cogiendo el gusto a la hierba británica, un pasto que con los años convertirá en su coto privado de caza. De vuelta a Sunderland, Francia es el último obstáculo antes del título, y a cuatro minutos para el final Torres provoca y transforma un penalti que celebra con una camiseta de apoyo al compañero caído. Va por ti, Andrés. Misión cumplida.
Pocas semanas después, el mejor jugador de aquel campeonato hace su debut con la primera plantilla rojiblanca. Con el equipo purgando sus penas en el infierno de la Segunda División, la aparición de ese crío imberbe supone un hálito de esperanza para una afición que anda necesitada de símbolos a los que agarrarse. Y el Niño responde desde el primer día, marcando su primer gol en Albacete, la tierra de su amigo blaugrana. Vuelven a verse en septiembre, en el Mundial sub’17, pero Trinidad y Tobago no está en su álbum de mejores recuerdos. España cae en primera fase tras una sonrojante derrota contra Burkina Faso, y ni uno ni otro alcanzan el nivel esperado. Comienza una nueva temporada y, mientras Fernando se curte en la dura Segunda, Andrés progresa en juveniles sin prisa pero sin pausa. Un año después del campeonato en el que les vimos juntos por primera vez, estos aprendices de estrella vuelven a coincidir en el combinado nacional. En la vieja Condomina de Murcia (toma círculo), España golea a Macedonia por cuatro a cero con doblete del atacante colchonero, que debutaba en la selección juvenil, y se clasifica para el Europeo sub’19, a celebrar en julio en tierras noruegas. Allí, con la colaboración de Reyes, otro genio que perdió la magia y ahora parece querer revivir tiempos mejores, demostrarán que su sociedad es infalible.
Iniesta golpea el primer día, ante la República Checa. Después es Torres el que se estrena ante Noruega, cogiendo una carrerilla que no parará hasta la final. Sus dos tantos a Eslovaquia en el último partido de la primera fase nos dan el acceso al partido por el título. Allí espera un enemigo con el que, pese a la juventud de nuestros protagonistas, ya existen cuentas pendientes: Alemania. La Alemania que les derrotó el año pasado, la Alemania que cazó a Iniesta. Está claro quiénes van a ser los encargados de ejecutar la venganza. Diez minutos de la segunda parte, cero a cero en el marcador, y surge el chispazo. Típico pase al hueco de Andrés y típico gol de Fernando, con algo de suspense, muy suyo.
http://www.fernando9torres.com/index.php?s=multimedia&t=videos&id=575&pagina=90
Torres continua así con su bendita costumbre de marcar el gol decisivo en todas las finales europeas e inicia otra aún más interesante todavía: la de marcar el gol decisivo en todas las finales europeas contra Alemania.
Se despiden con una nueva cita marcada en el calendario. “Nos vemos en marzo de 2003, en Emiratos Árabes; el Mundial sub’20 nos espera”. No lo saben, pero desde ese momento sus carreras se separan. Porque como en las grandes historias de amor (y esta, en cierta manera, también lo es), la guerra se interpone en su camino. La invasión de Irak pospone la cita mundialista hasta el mes de noviembre, y para entonces la nave de Torres ya vuela en otra órbita, la de la selección absoluta. Solo en el Golfo Pérsico, Iniesta decide que la hora de su despegue ha llegado, y se aprovecha del que probablemente haya sido el equipo juvenil más rocoso de nuestra historia reciente para brillar con luz propia.
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Su faro nos guía hasta una agónica final que perdemos contra Brasil por la mínima, con un gol de córner casi en el último minuto, después de aguantar con diez jugadores desde la segunda jugada del encuentro. Tal vez si Fernando hubiera estado allí…
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Pero Torres, todavía un niño entre hombres, está empezando a conocer la dureza del mundo de los mayores. Patadas, críticas y abucheos rodean estos años de su vida, forjando su carácter.scivolo gonfiabile Mientras tanto, en Barcelona, Iniesta va quemando etapas de una manera más acorde a la evolución lógica de un futbolista, a pesar de que él no es uno más. Filial, primer equipo, selección sub’21, siempre con humildad, siempre destacando. El verano de 2004 se suma a la larga lista de fracasos de la selección absoluta, de la que Fernando pasa a ser pieza clave tras el fiasco de Portugal. Su socio no llegará a ella hasta el Mundial de 2006, aunque su presencia es testimonial y sólo disputa el último partido de la fase de grupos ante Arabia. Pero ya nadie le moverá de ahí, y los círculos comienzan a cerrarse. Suyo es el gol que marca el punto de inflexión de la Roja de Luis, aquella volea espectacular que silencia el Teatro de los Sueños que es Old Trafford, en Manchester, Inglaterra, el país que les vio nacer como pareja y al que Torres se trasladará unos meses después para dar el salto que su carrera necesitaba.
Y llega la Eurocopa, y aquí no me extenderé, porque sólo hay que decir que, aunque ninguno de ellos había brillado excesivamente durante el torneo, bastó con ver a Alemania en la final para saber que aparecerían. Otro solitario gol de Torres, como en 2001, como en 2002, y otro torneo continental que caía en el saco, como en 2001, como en 2002. Después vino lo de Bélgica, más tarde la lesión de Iniesta que le privó de acudir a la Copa Confederaciones (tal vez si Andrés hubiera estado allí…), y hace tres días lo de Murcia. El Mundial está aquí y puede que tardemos un par de partidos en verlos juntos sobre el campo, pero, cuando lo hagamos, podremos estar seguros de una cosa: tocará disfrutar. No saben hacer otra cosa.
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14 Comments on "INIESTA Y TORRES, LA PAREJA INTERMITENTE"
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Hombre, Xavi estaría bien, pero lo cierto es que su trayectoria menos conocida es tan limpia y clara como su juego, y además creo que después de lo de hoy necesitamos algo más potente, que nos haga creer en el Destino (para bien). ¿Qué tal una del llamado plan B?
Respecto a lo de hoy, he estado haciendo cábalas y todo apunta a un triple empate en cabeza, por lo que vamos a necesitar mucha más puntería de la demostrada hoy. Tengo un mal palpito
Nojavino: la clave, como tu insinuas, es el ganar por el mayor número de goles posibles a Honduras, y, por supuesto, ganar los dos partidos. Yo no tengo mal palpito, sigo convencido que España pasará, pero sigo pensando que esto es un Mundial y que aquí no vale con tocar mil veces el balón. Hay que tener ese instinto, ese “no sé qué” que tienen, por ejemplo, los italianos (4mundiales), o los alemanes, o los propios argentinos (para mí es la ´mí es la selección más peligrosa). Hay que salir a morder desde el minuto 1. Y a España le… Read more »
Por cierto, creo que nadie lo ha comentado: en el partido de España de ayer Torres apareció en el minuto 15 de la segunda parte, e Inista se retiró en el 30 de la segunda parte lesionado.
O sea, que sólo pudieron jugar juntos 15 minutos: pues esos fueron, con diferencia, los mejores 15 minutos de la selección.