Como último episodio de este serial viajaremos a la localidad más pequeña que ha albergado un equipo en la Liga ACB. Nos trasladamos a la patria chica de nuestro querido txiringo boss, Lliria, que disfrutó de su lugar en la élite del baloncesto español a comienzos de los años 90. No todo el baloncesto en Valencia ha girado siempre entorno a Valencia Basket. Lliria ha sido foco de un baloncesto más modesto, con un alto predicamento en las categorías inferiores, pero que tuvo su momento en la máxima categoría. En este capítulo final reviviremos los pasos de un equipo modesto en una población entregada al baloncesto que pudo disfrutar de la competición al más alto nivel aunque ese paso por la Liga ACB estuvo a punto de arrebatarle la vida. Para que las nuevas generaciones comprueben que el baloncesto más exigente es posible en un pueblo de Valencia.
Y el baloncesto llegó a Lliria.
Nos trasladamos al año 1945, en plena posguerra. Por entonces Jose María Jordán realizaba en Madrid el servicio militar. Su estancia en la capital no sólo le sirvió para cumplir con la obligatoria formación militar. Allí descubrió un nuevo deporte que comenzaba a calar entre los jóvenes, en especial en Madrid y Barcelona. El baloncesto llegaba a la vida de Jordán para quedarse por siempre. A su regreso a Lliria decidió introducir el baloncesto entre los jóvenes de la localidad valenciana y plantar la semilla del deporte de la canasta en el Camp del Turia. Había nacido el Club Bàsquet Lliria. Apenas tardó un año en disputar sus primeros partidos oficiales. La llegada de Miguel Palacios, otro enfermo del baloncesto que encontró su afición en el servicio militar, consolidó la fiebre por el baloncesto en Lliria. Entre ambos pusieron los sólidos cimientos de un apoyo que no dejó de crecer en la localidad valenciana. No faltaban aficionados en los partidos que se disputaban en la pista de la Piscina Municipal, cancha que sustituyó a la de los terrenos de la Cultural que albergó los primeros encuentros de la historia del club. Los niños no fueron ajenos al nuevo fenómeno y heredaron una pasión por el baloncesto que no dejaba de crecer. Las bandas de música ya tenían con qué compartir la tradición y seña de identidad de Lliria.
La llegada de la sexta flota estadounidense en 1958 supuso un hito trascendental en la historia del Club Bàsquet Lliria. Por aquellos años la relación entre el baloncesto de Estados Unidos y la Armada era muy estrecha. No en vano las primeras selecciones estadounidense estaban formadas por miembros de la Armada, que por entonces ya parecían extraterrestres para los jugadores españoles, poco acostumbrados a enfrentarse a la altura y envergadura física de los miembros del ejercito estadounidense. Lliria no fue una excepción aunque la intimidadora complexión física de los jugadores de la sexta flota no fue lo único que deslumbró a la afición edetana. Los balones de goma, sin las costuras presentes en los utilizados en España, los chandals y la equipación que usaban supusieron una revolución en el concepto de baloncesto. Lliria había tomado contacto con la primera línea del baloncesto. Los dos partidos amistosos que disputaron los militares americanos en Lliria cambiaron la concepción de este deporte en la localidad. Los balones y equipaciones empleados se quedaron en Lliria pero el impacto de aquella visita no se quedó en simple material. El contacto con los conceptos y prácticas más vanguardistas del baloncesto de los años 50 calarían hondo y modernizarían el club hasta su consolidación definitiva. La identificación de la población con el club fue total, formando un vínculo irrompible y de apoyo incondicional. El Club Bàsquet Lliria adoptaría el amarillo y negro como colores de la vestimenta. Había encontrado su identidad.
Fuente: falso9sports.com
En 1972, CB Lliria lograba en Almería el ascenso a la Segunda división, la tercera categoría del baloncesto español. Por primera vez el club edetano disputaría una competición a nivel nacional. Seguía dando pasos firmes en su evolución y no le costó asentarse en la nueva categoría pero no fue hasta la llegada al banquillo de Isma Cantó cuando se produjo un salto de calidad en el club. Cantó fue una de las figuras más importantes y trascendentales en la historia del CB Lliria. Sus sistemas de juego y metodología supusieron toda una revolución. Implantó en el equipo un estilo veloz y agresivo, donde la técnica individual estaba por encima de todo, que formó parte de la personalidad del CB Lliria. Nadie la encarnó mejor que Lluis Andés, un carismático base que contagiaba su entusiasmo a compañeros y afición y se convirtió en el indiscutible líder del vestuario hasta 1986, año de su retirada, aunque nunca perdió su vinculación con el club y siempre apareció cuando había que echar una mano en lo que buenamente podía. En 1975 llegaba el primer extranjero a Lliria, el estadounidense David Warren, pieza muy importante en el nuevo hito del club edetano, el ascenso a Primera B. Al final de la temporada 1975-76, CB Lliria alcanzaba la segunda categoría del baloncesto español, la antesala a la élite. Sin embargo le costó asentarse entre los equipos que aspiraban a entrar en el grupo más selecto de este deporte en España. Se convirtió en un equipo ascensor que alternaba la Primera B con la Segunda división durante casi una década. CB Lliria había entrado en la llamada época de transición. Hasta mediados de los años 80 no encontró su lugar para consolidarse sólidamente en la Primera B pero nunca perdió el apoyo de una afición entregada que no le dio la espalda ni en los difíciles momentos de indefinición.
La llegada a la Liga ACB.
El viejo pabellón de la Piscina se había quedado pequeño para una afición entusiasta e incondicional que reclamaba una cancha que pudiera dar cabida a todos los aficionados que ya ni encontraban sitio en las gradas. El 22 de septiembre de 1985 se inauguró el pabellón Pla de l’Arc, con capacidad para 1.800 espectadores, como nuevo hogar del CB Lliria. La nueva cancha supuso un nuevo punto de inflexión en la historia del club. No serían pocas las hazañas vividas en este pequeño pabellón. El equipo se asentó en la Primera B, había dejado al fin su papel de equipo ascensor. Encontró un patrocinador, Choleck, que le proporcionó estabilidad económica para moverse con comodidad por la segunda categoría del baloncesto español aunque siempre con el objetivo de la permanencia en el horizonte. Su prolífica cantera sacaba jugadores como Quique Andreu, pivot fajador que se labró una larga carrera en la Liga ACB y fue internacional en 80 ocasiones, que fue parte importante en esta etapa del club. También llegaron extranjeros que dejaron huella en Lliria. Vernon Smith fue un pivot de dos metros pelados con gran capacidad para cerrar el rebote y una buena mano que formó una pareja muy efectiva con el incipiente Andreu. Agua de mayo para superar las carencias físicas de los veteranos Ángel Rodilla y Goyo Carrillo, que apenas llegaban a 1’90. Smith tuvo un final trágico, asesinado a balazos en 2002 en presencia de su esposa por un tipo que le confundió con otro con el que mantuvo una fuerte discusión esa misma noche. Dan Palombizio ofreció auténticos recitales anotadores en los dos años que estuvo en Lliria. Un alero fuerte, reboteador y con una facilidad pasmosa para anotar de tres. Tan conocido por su dotes de anotador como por su afición a la juerga y la vida nocturna. Vernon Smith y Dan Palombizio fueron la punta de lanza de un equipo que practicaba un baloncesto veloz y divertido, más preocupado por anotar que por el trabajo defensivo. Sin embargo la acusada veteranía de la plantilla y la excesiva dependencia hacia los dos jugadores estadounidenses acabaron desembocando en un nuevo descenso a Segunda división en 1988. Isma Cantó abandonó el banquillo edetano tras 14 años como entrenador. Los estadounidenses dejaron el club, al igual que Andreu que inició su carrera en la ACB en las filas de CAI Zaragoza. Había que empezar de nuevo.
Fuente: levante-emv.com
Un año después, CB Lliria recuperaba su lugar en la Primera B de la mano de Lluis Andés, que regresaba a su equipo de toda la vida para hacerse cargo del banquillo. No tardó en rearmarse para asentarse de nuevo en la categoría. Llegaban hombres con alguna experiencia en la Liga ACB como Joan Morales, Chus Bueno, Paco Aurioles o Paco Jiménez. La cantera seguía produciendo frutos y subían al primer equipo jugadores como Carlos García, Miguel Ángel Navarro y, en especial, Nacho Rodilla que se convertiría en el futuro en santo y seña de Pamesa Valencia y uno de los mejores bases españoles de finales de los años 90 y buena parte de la primera década del siglo XXI. Salva Guardia también fue otro producto de las categorías inferiores de Lliria aunque el pivot acabó captado por CAI Zaragoza para formar parte de su equipo junior. Sin embargo los apuros regresaron en su regreso a Primera B y la lucha por la permanencia continuó siendo la tónica de CB Lliria. La marcha de Andés por motivos personales iniciada la temporada 1990-91 supuso un golpe emocional pero cambió la marcha del equipo de forma inimaginable en aquellos momentos. Pepe Morato, presidente del club, contrató a un joven entrenador de Santa Coloma como sustituto de toda una institución como Lluis Andés. Ese técnico era Andreu Casadevall y significó un revulsivo total en un equipo que ocupaba puestos de descenso. La reacción fue inmediata y fulminante. No sólo abandonó los puestos de descenso sino que consiguió alcanzar los playoffs de ascenso, todo un éxito para el CB Lliria. No había muchas esperanzas en lograr la machada pero en ilusión nadie iba a superar a su entregada afición. La euforia se instaló en Lliria tras dejar por el camino al Cajamadrid, uno de los ilustres que siempre contaba como candidato al ascenso. Ya sólo quedaba un escollo en el camino, el Prohaci Mallorca, otro de los eternos aspirantes a lograr una plaza en la Liga ACB. El factor campo era favorable al equipo mallorquín pero no significó un obstáculo. CB Lliria se impuso a domicilio y contra pronóstico en los dos partidos disputados en Palma de Mallorca. La afición edetana recibió como héroes a sus jugadores. Sólo quedaba un paso para alcanzar la gloria. No se hablaba de otra cosa en Lliria, que vivía en las vísperas del partido por y para la cita con la historia. El 25 de mayo de 1991 quedó grabado a fuego en la localidad del Camp del Turia. Un Pla de l’Arc abarrotado desde dos horas antes de comenzar el partido llevó en volandas a su equipo que no quiso dejar pasar una ocasión así. El 92-84 final significaba el ascenso y desató el delirio en Lliria. Como dijo Andreu Casadevall, esa noche no durmió nadie en una localidad que, por entonces, no llegaba siquiera a los 15.000 habitantes.
El sueño transformado en pesadilla.
La población con menor número de habitantes que albergaba un equipo en la ACB ya estaba instalado en la élite del baloncesto español pero pronto descubrió CB Lliria, que adoptó la denominación de Ferrys por su nuevo patrocinador, la parte oscura de la máxima categoría. Las exigencias de la ACB con los equipos ascendidos supusieron un enorme esfuerzo para el club. Al cuantioso canon económico se sumó la obligatoriedad de contar con una cancha con aforo mínimo de 5.000 espectadores, algo que no cumplía ni de lejos el Pla de l’Arc. Hubo que emprender una ambiciosa reforma para ampliar la capacidad del pabellón pero hasta que la cancha estuvo lista el equipo tuvo que disputar sus partidos en la Fonteta, en Valencia. No le importaba el exilio a su incondicional afición que aún trataba de asimilar lo que estaba viviendo. CB Lliria mantuvo a buena parte de la plantilla que logró el ascenso, reforzada por los pivots estadounidenses Lorenzo Charles (cortado y sustituido por Kevin Holmes) y Wayne Sappleton y los veteranos Quique Ruiz Paz y Manuel Piña. El estreno, el 14 de septiembre de 1991 en el exilio forzado de la Fuente de San Luis, deparó un duelo ante uno de los grandes del baloncesto español, el Barça. Cayó por 62-77 aunque era un resultado que entraba en el guion, como también lo estaba que tocaría sufrir para mantener la categoría en una competición asimétrica y enferma de gigantismo. 24 equipos eran demasiados para lo que podía soportar la Liga ACB. Le costó coger el aire a la nueva categoría. Las derrotas estrepitosas se sucedieron durante los primeros meses de competición. La primera victoria no llegó hasta la sexta jornada, contra Gran Canaria (69-60), la única en los primeros diez partidos. Pese a alguna victoria de mérito, como en el derbi valenciano ante Pamesa, el balance de 11-23 le llevó a la vigésima plaza y a buscar la permanencia en el playoff de descenso. Lo consiguió en la primera ronda tras arrollar en el quinto partido a Gran Canaria (86-60) en un abarrotado Pla de l’Arc gracias al poderío de los pivots estadounidenses y el acierto exterior de Chus Bueno y Paco Jiménez. Un enorme alivio aunque supusiera alargar la temporada con el insulso play-out con el que “obsequiaba” la ACB a los eliminados en primera ronda de los playoffs por el título y los supervivientes de la primera ronda del playoff de descenso. El 16º puesto final no era mal estreno pero las dificultades no habían hecho más que comenzar.
Fuente: penyanachorodilla.blogspot.com
Los apuros económicos derivados de las condiciones para formar parte de la Liga ACB se agravaron en la temporada 1992-93. La aprobación del tercer extranjero supuso otro gasto más para la maltrecha tesorería de CB Lliria. Además siempre existió en el club la sensación que la ACB no veía con buenos ojos un equipo de pueblo en su competición. La reducción a 22 equipos le dio aún menor margen de maniobra al equipo para lograr la permanencia. Fichó a dos extranjeros con experiencia en la Liga ACB, Scott Roth y Bingenheimer, junto al nacionalizado Howard Hood pero el baile de jugadores foráneos en el equipo fue constante toda la temporada. Ninguno lograba asentarse. Los cambios de extranjero aumentaron las tensiones económicas que llevaban al límite al club. Los problemas deportivos no eran menores. No fueron pocos los partidos que se escaparon por un margen estrecho aunque hubo momentos para el recuerdo. El 27 de diciembre de 1992 vencía al Barça en el Pla de l’Arc por 96-89, seguramente el triunfo más sonado de CB Lliria en toda su historia. Un recital antológico de Jordi Soler, exjugador azulgrana, propició la gesta. Con anterioridad había recibido en Lliria al Real Madrid. El único encuentro que disputó el CB Lliria con el equipo blanco en la Liga ACB terminó en un completo naufragio (53-93), arrollado por el poderío del Madrid de Sabonis que se proclamaría campeón de Liga. El vigésimo puesto en la Liga Regular le condenó al club edetano a jugarse la permanencia con el CB Cáceres a cinco partidos. Estuvo con el agua al cuello pero un error de Jordi Freixanet en un 1+1 le daba la oportunidad de conseguir la salvación en casa en el partido decisivo. Ni por esas. Una horrenda segunda mitad se llevó por delante las opciones de permanencia. Pritchard y Enrique Fernández condenaron a CB Lliria a un descenso que sacó lo peor de la afición local. Los jugadores de CB Cáceres tuvieron que abandonar la pista a la carrera en medio de una lluvia de objetos. Triste final para la etapa de CB Lliria en la Liga ACB pero los despachos trajeron un disgusto mayor. Los problemas económicos eran tan graves que impedían al club inscribirse en Primera B por lo que el descenso era doble. Lliria pasaba de la ACB a las catacumbas. El sueño había terminado en una horrible pesadilla.
Fuente: bujacocesto.blogspot.com
Nunca se recuperó del golpe el equipo edetano, alejado desde ese momento del baloncesto de élite. CB Lliria vagó desde entonces entre la Liga EBA y las categorías regionales del baloncesto valenciano. Los problemas financieros nunca desaparecieron, agravados incluso por la crisis económica que azotó a España desde 2007 y que pusieron en serio riesgo la supervivencia del club. Afortunadamente los peores momentos han pasado y el baloncesto sigue muy vivo en Lliria. La localidad sigue siendo uno de los puntales de la cantera valenciana. Los grandes referentes en el pasado no han dado la espalda al club y ahora son los encargados de sacarlo adelante. Nacho Rodilla no ha olvidado sus orígenes y forma parte del plan de formación de un equipo establecido en la Liga EBA, presente para mantener viva la llama de una localidad fiel al baloncesto aunque la época dorada se haya perdido en el tiempo.
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