EMILIO (“EL BUITRE”) BUTRAGUEÑO

2011-12-11 madriz /

Este es el primer maldito jugón de esta sección nacido en España, porque en parte representa el cambio surgido en el fútbol español, de la furia española, al tiqui taka hubo una transición, y ella la representa EL BUITRE como nadie.

Los datos biográficos de Butragueño son de sobra conocidos por todos, pero no está de más recordar algunos datos.

Nació en Madrid el 22 de julio de 1963, en una familia muy madridista, que le hizo socio del Real Madrid el día siguiente a su nacimiento. Su padre poseía perfumerías por Madrid, yo recuerdo una cerca de la Gran Vía, y su infancia y adolescencia no fue precisamente dedicada al fútbol, sino más bien al baloncesto,  su otra gran pasión. Inicialmente y hasta los trece años no jugaba a fútbol y posteriormente se entrenaba en los regates con su pastor alemán llamado “Merry”.

El 13 de julio de 1980 formó inflatable water slide parte del equipo vencedor del “Torneo AS” por lo que su padre le llevó a realizar una prueba para ingresar en el Real Madrid en la que no fue admitido. Posteriormente realizó una prueba satisfactoria para el Atlético de Madrid, entrenando tres días con este equipo. Su padre se negaba a enviarlo al club rival y, hablando con directivos del Real Madrid, consiguió que le realizaran una segunda prueba.

Tres días después de realizar la prueba, el 15 de agosto, Butragueño ficha por el Real Madrid como aficionado y juega su primer partido con los blancos en San Lorenzo del Escorial, donde realiza, según muchos, “el mejor partido de su vida”.  Aquel encuentro fue memorable. No marcó ningún gol, pero provocó exclamaciones de admiración de todos, incluido Molowny, espectador de lujo. Ese día se iniciaba una carrera imparable. Ese año en Tercera lo alternó cumpliendo el servicio militar en el cuartel de Cuatro Vientos.

Castilla de la quinta del Buitre 83-84

La siguiente campaña milita en el Castilla a las órdenes de Amancio, con el que se proclama Campeón de Liga de Segunda División en la temporada 1983-84. Su nombre comienza a ser portada en los periódicos. Sus números goleadores son espectaculares y le colocan como “Pichichi” de la categoría, título que al final le arrebataría Julio Salinas. Hubiera batido al vasco, pero una llamada de Alfredo Di Stéfano, le lleva al primer equipo, con el que debuta un 5 de febrero de 1984, en Cádiz, ante el titular.

En ese partido el Madrid se fue con un 2-0 en contra al descanso. Entonces Alfredo Di Stéfano le dio la alternativa en el segundo tiempo. Y Butragueño respondió. Salió al terreno de juego con el número 14 como su ídolo, Cruyff, y revolucionó el partido, marcando dos goles y dando el pase del tercero.

Desde la temporada 83-84 jugó en el Real Madrid, equipo en el que permaneció doce temporadas y con el que consiguió cinco Ligas consecutivas (1986 a 1990), dos Copas del Rey, dos Supercopas y dos Copas de la UEFA (1985 y 86). En la Liga fue máximo goleador en la temporada 90-91. Como internacional disputó 69 partidos y llegó a marcar 26 goles.

Hubo una época en la que se llenaba todos los dias el Bernabéu para ver jugar a chicos de la casa, sin galácticos, hoy que arrasa el gran Barcelona con su fórmula de cantera, eso, lo tuvo el Real Madrid no hace tanto, quizá debamos mirar un momento a esta época y empezar de cero.

El Real Madrid de la Quinta del Buitre

LOGROS

Su mejor momento defendiendo a España llegó durante el campeonato del mundo de 1986. El 18 de junio, en el Estadio de la Corregidora de Querétaro, España se medía en octavos de final a la “dinamita roja”, la selección danesa, una de las favoritas del torneo y de la que formaban parte, entre otros, Lerby, Laudrup, Elkjaer, Larssen, y los hermanos Morten y Jesper Olsen. El resultado final fue de 5-1 y Butragueño marcó 4 de los 5 tantos.

Al día siguiente por las calles españoles y entre los pitos de los claxones se podía escuchar: “Oa oa oa el Buitre a la Moncloa”. Se cuenta que el inflatable water slide seleccionador de la albiceleste, Carlos Bilardo, que se alzaría con el certamen, tras ser eliminada España en cuartos de final por Bélgica, reunió a sus jugadores y les dijo: “Señores, han eliminado a España, no jugaremos contra Butragueño. Estamos en la final del Campeonato del Mundo”. También el portero de la selección danesa tuvo elogios para el Buitre: “Ha sido como si fuese Dios, estaba en todos los sitios. Bajaba como del cielo y nadie podía pararle. Ha sido su noche”. Ese dia de puso de moda celebrar los títulos y grandes partidos en cibeles, al grito de ¡¡oa oa oa el buitre a la moncloa!!

Una de las principales cualidades de Butragueño durante su carrera deportiva, fue su notable caballerosidad: nunca recibió una tarjeta roja, lo que lo consagró como un jugador único. Tal vez esa moderación ante sus rivales lo protegió de accidentes que lo tuvieran demasiado tiempo fuera de las canchas. “Puedo decir que tuve muy buena suerte, nunca me lesioné gravemente, sólo esguinces menores”, aseveró, además de contar que ésa siempre fue una de las principales preocupaciones de su madre.

“Cada vez que volvía de un partido, mi padre me preguntaba cuántos goles había hecho; mi madre en cambio me preguntaba si no me había caído”

En 1988 se hizo un juego para PC con su nombre que fue un auténtico exito de ventas , era para spectrum si mal no recuerdo.

Compartió muchos años habitacion con Gordillo,  y este debido a la pesadez de Butragueño,  antes de dormir le permitía que le hiciera 3 preguntas y asi le dejara en paz.

Metió un autentico golazo al Cádiz en Copa del Rey, en la época fue denominado el gol del siglo. Es este (con ópera, dedicado a flags):

video

El buitre, y este es sin duda su mayor logro,  dio nombre a una generación de futbolistas magnífica, todos canteranos del Madrid, que en muy poco tiempo tomaron las riendas del club y lograron cambiar la vision del fútbol español.

Hugo Sánchez y Emilio Butrageño con sus trofeos Pichichi.

Como homenaje reproduzco el artículo que Julio Cesar Iglesias escribió de ellos en EL PAIS y que dio nombre a esta generación irrepetible.

Castilla Club de Fútbol, esplendor en la hierba
AMANCIO Y LA “QUINTA DEL BUITRE”

Si el fútbol fuese una ciencia exacta, el éxito del Castilla sería sólo una igualdad matemática: con los de la jornada de ayer, quince puntos, cinco positivos, veinticinco goles a favor, once en contra. Si el fútbol fuese únicamente una ciencia, el éxito de Butragueño, delantero centro titular, sería un simple dato numérico: quince goles en once partidos. La serie goleadora de Butragueño, El Buitre, es una muestra de calidad personal y es también el resultado de una suma de esfuerzos. Detrás de El Buitre están el trabajo de un entrenador con imaginación, Amancio Amaro, míster AA y el ingenio colectivo de Míchel, Pardeza, Sanchís y Martín Vázquez. Una promoción a la que los hinchas comienzan a llamar La Quinta del Buitre.

Las primeras noticias sobre El Buitre datan de hace dos años y de un trofeo Santiago Bernabéu. Aquella era una tarde cubierta de estaño, estaño fundido, cuyas últimas luces llegaban, divididas, desde las azoteas de los edificios más próximos.

A las siete de aquel miércoles de cerveza y fundición, los cronistas comenzaban a deslumbrarse con cierto Taland, un holandés berrendo en surmoluqueño que llevaba el balón con ceremonia, como si fuese un pastel de cumpleaños. Una vez en el área, le enseñaba el pastel al defensa y en el último momento lo escondía con el donaire de un prestidigitador. Luego bajaba la cabeza como si quisiera recoger los aplausos en el hoyo del cogote.

Uno a cero gana el AZ al Real Madrid juvenil. Faltan quince minutos.
Pero en aquella tarde metálica los jugadores descubrirían un segundo fenómeno: para responder al holandés berrendo en surmoluqueño, Grande, el entrenador local, sacó a un extraño chico dotado de una tosca figura de repartidor. Tenía la espalda recta, las piernas robustas y cortas y los brazos largos y pendulares. Por si fuera poco, estaba rematado por una cabecita poliédrica cuyo punto de fuga era una nariz triangular. Como contrapartida, no tenía un pelo de tonto; alguien, seguramente, un aprendiz, le había rapado al cero. Aquel tipo se llamaba Emilio Butragueño.

Cuando recibió el balón, las cosas cambiaron radicalmente. Dio un toque para controlar, levantó la cabecita, vio un hueco entre los defensas y metió un pase que era medio gol. Unos minutos después se había confirmado como un virtuoso del juego corto, uno de esos seres nacidos para la picardía de los salones de palacio. En el último minuto empató el partido. “Ni un pelo de tonto”, reconocieron los escépticos.

Muchos meses más tarde, aquel tipo microcéfalo reaparecería en el Real Madrid de Tercera División, antes llamado amateur. El partido se jugaba en la Ciudad Deportiva. Había mucho público. En aquella fría mañana de estaño y limonada los chicos no lograban hacer un gol. A última hora llegaron al graderío dos desconocidos, seguramente dos locos. Eran bajitos, barbudos y medio incendiarios*, y venían hablando de Butragueño. Decían que era un hombre de cinco velocidades. Sabía jugar a la carrera y tenía la plusvalía de una quinta marcha.
Cuando faltaba un minuto, el Buitre recibió el balón. En el círculo central metió la primera, en la demarcación de medios volantes la segunda, en línea de media luna la tercera, y en la línea frontal la cuarta. Los dos desconocidos empezaron a gritar.
-¡La quinta, Buitre! ¡La quinta!

Fuera por prodigio o por casualidad, El Buitre dio un definitivo acelerón, se presentó ante el portero y disparó suavemente hacia la izquierda. Más que una jugada, aquel lance fue una conversación de El Buitre consigo mismo. Un monólogo que sólo podía terminar en gol.

Desde entonces El Buitre ha demostrado mil veces en el Castilla que la distancia más corta entre dos puntos no es la línea recta. Avanza en zigzag, o más exactamente en zigzag y plata, como el relámpago. Su picado en el área es un flash, una explosión de luz rápida y deslumbrante.

La quinta de “El Buitre”

Sin embargo, la ascensión de El Buitre ha sido un fenómeno asociativo; su juego y sus goles han sido posibles gracias a la rara coincidencia de una emoción popular, de un gusto de la hinchada por la fantasía, y de una quinta de extremos fulgurantes y mediocampistas finos y geométricos. Los goles de El Buitre son cosa de Fuenteovejuna. De todos a una.

Todo empezó un jueves, a quinientos metros del casino de Montecarlo. Se disputaba la final del torneo juvenil Príncipe de Mónaco de selecciones nacionales, un campeonato de Europa oficioso. Había participado la selección española, y uno de sus jugadores, Miguel González, Míchel, era designado mejor futbolista del año. Se rumorea que en la entrega de premios a la princesa Carolina se le cayó la pamela en presencia del joven interior izquierda, y que a Philip Junot se le empezó a caer Carolina. Tal episodio es, sin duda, un bulo con el que los cronistas quisieron reflejar su deslumbramiento ante los pases de Míchel al espacio libre, ante su imaginativo juego de estudiante. “La imaginación, al poder”,inflatable slide dijeron los rezagados del Mayo francés; “La imaginación, al Castilla”, dijeron los aficionados madridistas que pretendían tomar por sorpresa los cuarteles de invierno de la vieja guardia. Pasaron el tiempo y los partidos. Hoy, con veinte años, Míchel, capitán y líder del equipo, ensaya algunas viejas suertes olvidadas en los desvanes del Mundial de México; Junot se está quedando calvo, y la princesa Carolina deja caer su pamela ante Guillermo Vilas y Roberto Rosellini.

A la sombra de Míchel comenzó a crecer Miguel Pardeza en los valles planos del estadio santiago Bernabéu. Había venido de algún lugar de Huelva. Tenía la sagacidad de los linces de Doñana y, sobre todo, su misma rapidez. Para Pardeza, el gol es, antes que una jugada, un presentimiento. Tiene, como su compañero El Buitre, un pálpito especial que le permite situarse en le punto exacto, justo un segundo antes de que el balón haya llegado hasta allí. Luego toca, amaga, vibra y se esfuma entre los defensas como un muñequito electrónico. A la vista de su baja estatura, de su juego entre cósmico y tercermundista, los aficionados sospechan que no es únicamente una modesta versión de Maradona y una versión superior de Pato Yáñez; podía ser muy bien una mutación de Amancio y Johnstone; tal vez un ordenador japonés de bolsillo. Hasta ahora ningún defensa ha logrado tomarle el programa, y en Segunda División comienza a rumorearse que, de noche, todos los gatos son Pardeza.

Meridiano de “Greengoal”

Detrás de él, más bien hacia el centro, se mueve Lolo Sanchís. Seguramente nació por primera vez cuando su padre le hizo un gol agónico a Suiza en el Mundial de Londres. Aquel Sanchís de tupé, barro y medias caídas se alzó del suelo gritando gol y soñando con una perpetuidad llamada Lolo.

Hoy Lolo tiene dieciocho años, una especie de ceja única, como de Polifemo, y es un niño terrible. Si estás en el equipo contrario, te persigue, te quita el balón, te pasa por encima, se escapa y mata al portero de un disparo a bocajarro. Es muy malo, muy peligroso y muy positivo, y lleva una crónica negra escrita en la frente. Si no se regenera pronto, podría convertirse en uno de los mejores medios-matraca de Europa, borra la memoria de Nobby Stiles y Bobby Moore, y aburrir a Sócrates, Falcâo, Antognoni y otros sabios de Grecia en el Mundial de 1986. Si Dino Zoff decide volver, peor para él. Porque dicen los augures que el próximo grito de la hinchada será “¡Mata, Sanchís!”.

Los cambios de juego hacia la izquierda suelen comenzar en Martín Vázquez. Como su amigo y protector Ricardo Gallego, aprendió en un colegio de frailes. Es, sin duda, la nueva frontera del fútbol. Tiene el ascetismo seco y disciplinado de los trapenses y el misticismo barroco de los carmelitas. Vive sin vivir en él; es decir, se desvive. Pero lo hace jugando al primer toque, o conduciendo con prudencia el balón, o persiguiendo al enemigo con la tenacidad de los peregrinos. Tiene la disciplina de Overath, la paciencia de Gárate, la solidez de Gerson y la fantasía mediterránea de don manuel Velázquez Villaverde, duque de la Menta. Hay una línea imaginaria, un meridiano de Greengoal, que une Wembley con Maracaná a través de Chamartín y del Camp Nou. Pasa por Rafael Martín Vázquez.

De repente, Martín Vázquez, la próxima gran figura de la fiesta, centra con la parte exterior del pie, controla Míchel, toca, ¡top!, hacia la derecha, recibe Pardeza, quiebra, pasa hacia el punto de penalti, llega Butragueño, desvía hacia la izquierda, Gol, goool. Gol de El Buitre. Catorce goles en diez partidos.

Hace mucho tiempo Alfredo Di Stéfano tenía hilo directo con el Olimpo. Hoy debe tenerlo con las brujas de Macbeth y con el espíritu de Maquiavelo, como lo tuvo cuando volvió a River Plate. Allí, Beto Alonso estaba indispuesto; Fillol quería irse; Pasarella pensaba en Italia, y Tarantini, en su mujer, la vedette Pata Villanueva. Don Alfredo llamó a la última promoción de juveniles del club, a la quinta de Clausen y Vieta. Y ganó el campeonato.

Si los augures no se equivocan, ahora tiene diez minutos, acaso dos o tres partidos de Liga, para movilizar a la quinta de El Buitre. Para llamar a la imaginación, a la disciplina y a la calidad.

Tal vez así no logre ganar el campeonato, pero algunos hinchas recordarán el espíritu aventurero de Old Trafford y dirán: “El viejo don Alfredo ha vuelto a ser Di Stéfano”.

UN QUINTETO DE 94 AÑOS

Emilio Butragueño. Delantero centro. Nacido en Madrid. Veinte años. 1,68 metros de estatura. 65 kilos de peso. Seleccionado Sub-21.

Miguel González, Míchel. Madrid. Interior de ataque. Veinte años, 1,83 metros, 75 kilos. Una vez campeón juvenil de España. Veinticinco veces internacional juvenil. Dos veces internacional Sub-21. Mejor jugador del torneo Juvenil de Mónaco.

Manuel Sanchís. Medio defensivo. Madrid. Dieciocho años, 1,79 metros, 74 kilos.

Miguel Pardeza. Extremo. Huelva. Dieciocho años, 1,67 metros, 63 kilos. Dos veces campeón de España juvenil. Dieciséis veces internacional juvenil.

Rafael Martín Vázquez. Interior de ataque. Madrid. Dieciocho años, 1,80 metros, 74 kilos. Campeón de España juvenil. Campeón de España infantil. Mejor jugador del Campeonato Mundial Infantil de Argentina.

Para los jóvenes, que mira que creo que los hay pocos por aquí, dejo un vídeo del gran Emilio Butragueño, el buitre del área.

video

Leave a Reply

11 Comments on "EMILIO (“EL BUITRE”) BUTRAGUEÑO"

Notify of

Guest
14 years 5 months ago

Butragueño es un grande sin duda. Con él sucede lo mismo que con Xavi o con Iniesta. Coinciden en las alabanzas hasta sus grandes rivales y enemigos irreconciliables. los mismos que deseaban que el Madrid perdiese a toda costa, contra quien sea, se quedaban perplejos ante su maravilloso regate. Fue un jugador único y ante su actuación, como bien han apuntado por aqui, sólo se respiraba el respetuoso silencio ante algo extraordinario. Hay pocos jugadores, muy pocos, que merezcan un video con un aria de ópera. Éste es uno de ellos. Cuando veo el vídeo del gol contra el Cadiz,… Read more »

wpDiscuz