La creación
En el principio no había nada. De esa nada absoluta que todo lo cubría surgieron a la vez Ranginui, el padre cielo, y Papatuanuku, la madre tierra. En una unión perpetua engendraron decenas hijos, todos ellos varones, pero incapaces de conocer la luz, pues la vastedad de sus conjuntados padres impedía a los rayos del sol alcanzar la Tierra.
Tumatauenga, el más fiero de la descendencia, propone la destrucción de sus progenitores. Tane Mahuta, en desacuerdo, aboga por la separación forzosa, dejando a Ranginui sobre sus cabezas y a Papatuanuku bajo sus pies. Todos los hijos estuvieron de acuerdo, salvo Tawhirimatea.
Tras varios infructuosos intentos de separarlos, fue Tane Mahuta quien lo consiguió, aguantando a Ranginui sobre sus hombros y empujando a Papatuanuku bajo sus pies. Tanto lloró Ranginui que sus lágrimas, acumuladas sobre la tierra, dieron lugar a los mares y océanos. Tawhirimatea, descontento con las acciones de sus hermanos que desoyeron su desacuerdo, huyó a los cielos junto a su padre y se dedicó a sembrar vientos y tempestades sobre los reinos de sus hermanos. Atacó primero a Tane Mahuta, arrancando sus árboles de raíz. Luego, a Tangaroa, le condenó a soportar en el mar, su dominio, olas tan altas como montañas hay en tierra. Los siguientes en su venganza fueron Rongomatane y Haumia-tikitiki, quienes huyeron a esconderse bajo su madre Papatuanuku, ocasionando así que aquello que ellos dominaban, el cultivo de plantas y las plantas salvajes respectivamente, se originasen bajo tierra. Tumatauenga aguantó los envites de su enfurecido hermano. Por su resistencia y tenazidad, Tawhirimatea condenó a sus descendientes, la humanidad, a enfrentarse a huracanes y tormentas constantemente, tanto en el mar como en la tierra.
Cuando las fuerzas se equilibraron y cesó la ira de Tawhirimatea en los cielos, los hermanos se dieron cuenta que les faltaba algo: el elemento femenino. Incapaces de encontrarlo, Tane Mahuta consultó a su madre, quien se apiadó de él y le guió hacia una zona llamada Kura-waka. Allí, los hermanos encontraron el elemento y le dieron forma, creando a la mujer. Tane Mahuta le insufló el aliento de vida. Y así nació Hine-hauone, con quien tuvo una hija, Hine-titama, con quien también engendraría descendencia. Hine-titama, al descubrir este hecho por boca de su mismo padre, horrorizada y avergonzada, huyó del mundo de la luz para adentrarse en las sombras bajo el nuevo nombre de Hine-nui-te-po y allí crear el inframundo, esperando las almas de los hombres y mujeres mortales, quienes no conocerían tal desdicha hasta la llegada de Maui.
El héroe
La descendencia de Tumatauenga creció y se multiplicó por todos los rincones de la Tierra. De entre todos ellos, Taranga, que tomó a Ira-Whaki como esposo. Juntos engendraron cinco hijos: Maui-mua, Maui-taha, Maui-pae, Maui-roto y el más joven de todos ellos, Maui-tikitiki-a-Taranga, pero que nació de forma tan prematura que su fragilidad le impedía sobrevivir. Advirtiendo esto, Taranga tomó un mechón de su cabello (dando significado al nombre del recién nacido) para envolver al feto y lo arrojó al mar. Tangaroa, el dios de los mares, al sentir al aún sin desarrollar infante en su regazo, se conmovió y decidió cuidarlo y educarlo hasta que se hiciese adulto.
Tangaroa habló a Maui de su origen y este sintió el impulso de volver con los suyos, a quienes encontró una noche reunidos alrededor de una hoguera cantando y bailando. Sin decir nada, se unió a ellos y, como Taranga tenía la costumbre de contar a sus hijos antes de ir a dormir, en esta ocasión contó hasta cinco en lugar de cuatro. La sorpresa se tornó alegría cuando Maui se reveló a sí mismo y su madre no dudó un instante en aceptarlo de nuevo. Sus hermanos, no obstante, sentían que Maui-tikitiki recibía más amor que ellos y le tenían envidia. Pero este siempre los incluía y terminó ganándose su confianza.
Una tarde, preparando la cena, el Sol se puso rápidamente y Maui, enfurecido por este hecho clamó a los cielos que él mismo atraparía el Sol y le enseñaría a viajar correctamente por la bóveda celeste. Sus hermanos trataron de aleccionarle y rebajarle su ego, haciéndole ver la imposibilidad de tal hecho. Pero Maui-tikitki, confiado en el poder que tenía su nueva arma, el hechizado maxilar inferior de su abuela sacerdotisa Murirangawhenua, se dispuso a emprender un viaje en busca del Sol.
Salieron hacia el este, por donde cada nuevo día salía el Sol. Durante el día se escondían tras árboles y arbustos y viajaban de noche. Al decimosegundo día de viaje, se encontraron los hermanos frente a un acantilado donde se retiraba el Sol durante la noche a descansar. Allí, con cuerdas y lazos, le pararon una trampa justo antes del amanecer.
Atrapado, el Sol vio como Maui se abalanzaba sobre él blandiendo el maxilar hechizado. Golpe tras golpe, el Sol aguantó la brutal paliza mientras trataba de liberarse de los nudos, pero los golpes mágicos que le propinaba Maui eran demasiado y acabó cediendo a las peticiones de su agresor: “a partir de este día viajarás despacio por el cielo y la duración de nuestras jornadas nunca jamás será dictada por tí”.
Desde ese día el Sol fue despacio y la estirpe de Tumatauenga tuvo más tiempo para pescar, navegar, recolectar comida y hacer sus tareas bajo la luz del Sol.
Y así fue como Maui frenó al Sol.
Un día, pescando en familia, los hermanos se dieron cuenta que Maui-tikitki estaba en la canoa con ellos, algo que no le permitían porque consideraban que siempre les dejaba sin peces que pescar cuando iba con ellos. Y es que la noche anterior, Maui se había escondido en la canoa y no reveló su presencia hasta bien entrada la mañana, cuando la canoa ya se encontraba mar adentro y sus hermanos tuvieron que aceptar su presencia aquella jornada.
Allí, en medio del océano, Maui, usando el maxilar de su abuela como anzuelo y sangre de su nariz como cebo pescó algo enorme. Era una captura tan pesada que requería una fuerza sobrehumana para dominarla y sacarla a la superficie. Pero agarrando su arma convertida en herramienta de pesca con descomunal firmeza logró que su presa emergiera. Para el asombro de todos sus hermanos, la pieza era enorme, más allá de cualquier descripción. Temiendo que una captura de tal tamaño pudiese desatar la cólera de los dioses, Maui fue a buscar un sacerdote, pero sus hermanos, desoyendo todo consejo, saltaron sobre el pez y comenzaron a machacarlo para marcar sus dominios. Retorciéndose de dolor y agonizando, el desmesurado pez comenzó a romperse en montañas, acantilados y valles, dando lugar a lo que hoy día es la escarpada isla norte de Nueza Zelanda o Te Ika a Maui (el pez de Maui). Eso no fue todo, ya que la isla sur se conformó a partir de la canoa de Maui y sus hermanos.
De no haber sido por la avaricia de sus hermanos, las gentes que vinieron de la mítica tierra de Hawaiki a poblar esa nueva tierra rescatada de las profundidades por Maui, podrían haberse movido por toda la isla sin ningún impedimento natural.
Y así fue como Maui pescó el pez más grande jamás pescado.
Tras estas y otras grandes hazañas como recuperar el fuego para la humanidad, Maui se siente preparado para conquistar la mayor de todas ellas: la inmortalidad. Para ello debería ir a los dominios de la diosa durmiente Hine-nui-te-po. A pesar de su confianza, su padre le advierte de su posible fracaso, pues teme que su hijo no sea capaz de vencer a la diosa de la muerte ya que Maui-tikitki no fue bautizado correctamente tras su nacimiento.
Habiendo convencido a su padre de la victoria, Maui emprendió el viaje hacia el inframundo, esta vez acompañado por las más pequeñas aves de los bosques, que le guiaron hasta la entrada misma, donde Hine-nui-te-po yacía con las piernas abiertas. El plan de Maui consistía en entrar entre las piernas de la diosa y, mientras ella seguía dormida y el entorno en completo silencio, cruzar su cuerpo y salir por su boca, ganándose así la inmortalidad. Pero una pequeña ave no pudo aguantar y emitió un sonido justo cuando Maui acababa de entrar en el cuerpo de la diosa. Esta despertó, cerró sus piernas y Maui-tikitki murió. Falló el héroe en su última tarea y se convirtió en el primer ser humano en morir. De no haber fracasado, jamás los humanos hubiesen conocido la muerte.
Y así fue como Maui encontró la muerte.
El aventurero
Kupe vivía en la mítica tierra de Hawaiki. Allí se dedicaba a pescar con su buen amigo Hoturapa pero, en secreto, Kupe deseaba a su mujer, Kuramarotini. Para conseguirla, urdió un plan: mientras estuviesen en alta mar, Kupe pediría a su primo que le ayudase a desenredar una cuerda de pescar y, justo cuando Hoturapa estuviese en el agua tratando de deshacer el nudo, le cortaría la cuerda y huiría hacia la costa, donde explicaría una historia falsa sobre un ahogamiento.
Kupe llevó a cabo su plan con éxito, pero la familia de Hoturapa nunca acabó de creer la historia. Así que temiendo por una más que posible venganza, raptó a Kuramarotini y se hizo a la mar sin intención de retornar a Hawaiki. Tras días y días navegando, sin ver nada más que los vastos dominios de Tangaroa, Kupe avistó tierra. Una vasta extensión cubierta bajo un manto de nubes blancas a la que dio el nombre de Aotearoa, la tierra de la gran nube blanca. La misma isla que Maui-tikitki había pescado de las profundidades del océano.
Mientras Kupe exploraba las costas que rodeaban la isla, molestó a un pulpo gigante que descansaba en una gruta. Contrariamente a la creencia popular, no fue Kupe quien tuvo miedo, sino el pulpo al ver una canoa con seres humanos. Ante tal extraña visión, su reacción fue huir pero Kupe, marinero avezado, le siguió, descubriendo la geografía de aquella isla durante la persecución. Cuando la canoa se puso a la altura de la gigante bestia de nombre Te Wheke-a-Muturangi, esta se defendió envolviéndola en sus tentáculos con intención de tragarla entera. Kupe, en un momento de gran lucidez, lazó al mar un cubo que confundió a la bestia. Pensándose que era un marinero que caía, Te Wheke liberó a la canoa de sus tentáculos y buscó atacar al cubo, cuando se quiso dar cuenta de la treta, Kupe ya estaba sobre su cabeza blandiendo una azuela.
Muerto el pulpo, Kupe inspeccionó esa ignota tierra, pero no se quedó. Volvió a Hawaiki sin temor alguno a represalias e instigó a sus habitantes a migrar a esa isla cubierta bajo la gran nube blanca. Pero él no retornó jamás.
Y así fue como Kupe mató a la bestia Te Wheke y descubrió Aotearoa.
Fuentes:
- Cowan, James (ed) y Sir Maui Pomare: Legends of the Maori, Volume II. Maori-Polynesian Historical Traditions, Folk-lore and stories of old New Zealand. digital en: http://nzetc.victoria.ac.nz/tm/scholarly/tei-pom02lege.html
- http://www.deeknow.com/notes/maori/maui.html
- http://www.maori.info/maori_history.htm
- http://history-nz.org/maori9.html
- https://en.wikipedia.org/wiki/M%C4%81ui_(M%C4%81ori_mythology)
- https://en.wikipedia.org/wiki/Kupe
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2 Comments on "DE MAUI, KUPE Y EL ORIGEN DE NUEVA ZELANDA"
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Tremendas leyendas se gastan por Nueva Zelanda. Se comprende que sea de mis países favoritos. Gracias por publicarlo Shakattack.
Hostia puta…