I. Las raíces históricas del Rey Arturo
Una de las principales leyendas de la Europa medieval es la del Rey Aturo y sus caballeros de la tabla redonda. Una historia engrandecida y embellecida por la literatura caballeresca, que se encargó de idealizar a sus protagonistas y garantizarles un lugar en el imaginario colectivo de la cultura occidental. Pero, ¿quién era en realidad Arturo? ¿Cuál es la base histórica -si la hay- que sirvió de primera piedra para la elaboración posterior del ciclo artúrico y todas sus leyendas y mitos?
Cuando nos acercamos a leyendas tan antiguas y conocidas es inevitable hacernos esas preguntas, pues la curiosidad nos empuja a tratar de concer de la forma más aproximada y fidedigna posible nuestro pasado, pero cuando este se encuentra envuelto entre nubes de misterio en forma de leyendas cuyos orígenes se pierden en el tiempo, resulta muy difícil seguir su línea temporal y las posibles pistas que se hayan ido dejando para recordar la verdadera historia que las inspiró.
Respecto al mito artúrico, las investigaciones se han centrado en tratar de probar la existencia de su personaje central, el Rey Arturo, para intentar descubrir, de entre ese halo de heorismo y mitología, qué persona pudo haber llegado a inspirar tales historias. Y es que es Arturo la figura legendaria más próxima que tenemos a nosotros en el tiempo para tratar de descubrir sus posibles orígnes y comprender qué llevó a las gentes posteriores a mitificarlo.
- Historia Regum Britanniae
Arturo es una figura capital en los orígenes míticos de Gran Bretaña y su panteón heroico. Sus representaciones literarias dibujaron un monarca justo, honorable y valeroso en base a una leyenda sin claros fundamentos históricos más que los presentados por el clérigo Geoffrey de Monmouth en su libro Historia Regum Britanniae, escrito entre los años 1136 y 1139. El libro, dedicado a relatar la vida de diferentes reyes anglonormandos abarca desde los orígenes puramente mitológicos de Britania hasta los monarcas anglo-sajones del siglo VI de nuestra era. No obstante, la obra de este clérigo galés está considerada como pseudohistórica debido a las fantasiosas crónicas que en ella recoge.
Sirva como ejemplo de esto su intención, al más puro estilo de Virgilio en la Eneida, de dar a los monarcas britanos un pasado mítico usando la tradición griega y la Guerra de Troya. Si en la Eneida los descendientes del héroe troyano Eneas -huido de la ciudad justo antes de su destrucción- fundarían Roma; en Historia Regum Britanniae sería otro descendiente de Eneas, su bisnieto Bruto, quien, tras un largo periplo acabaría en Inglaterra fundando una ciudad que, con el tiempo, sería conocida como Londres.
Esa continua búsqueda de entroncar las grandes casas reales de la Europa medieval con la tradición greco-latina lastra muchas de las crónicas sobre sus orígenes pero, a su vez, permiten comprobar la reverencia con la que se observa la mitología griega y la legitimidad espiritual que da a estos el conectar con los grandes héroes mitológicos.
Como curiosidad, de entre los siguientes reyes que suceden a Bruto, encontramos la crónica del rey Lear; el relato de la cual realiza Geoffrey sirvió de inspiración, casi 300 años después, a un dramaturgo llamado William Shakespeare para escribir su obra titulada El Rey Lear.
Tras el recuento de la época de dominación romana de la isla, Geoffrey introduce una serie de profecías que pone en boca de un profeta llamado Merlín, quien resulta ser una amalgama de bardos, augures y jefes militares de la zona de la actual Gales. Pero no se extiende mucho más en su pasado sino que lo usa como medio para exponer brevemente los hechos narrados en siguientes capítulos y, a su vez, para hacer veladas alusiones a la actualidad del siglo XII, momento en el que Geoffrey escribe su Historia -como por ejemplo, la explicación de Merlín como el constructor de Stonehenge mediante el uso de sus habilidades mágicas-.
Las profecías van destinadas a anunciar la llegada de Arturo y su ascenso al trono. Para ello, explica la historia de su padre, Uther, quien llegó a reinar tras haber tenido que vengar la muerte de sus dos hermanos, a quienes les usurparon la corona en sendas ocasiones, y tras haber pacificado todo el país tras los ataques de los sajones. Su sucesor, Arturo, fue concebido entre el recién coronado rey y la mujer de la que se enamoró apasionadamente una noche, Igerna. Pero ella estaba casada así que Merlín, valiéndose de la magia, cambió la apariencia de Uther durante una noche para que este, haciéndose pasar por el marido de Igerna, pudiese entrar en su cámara del castillo de Tintagel para yacer con ella y así concebir al futuro rey.
De este modo nos presenta Geoffrey los orígenes de Arturo, a quien, contrariamente a otras fuentes anteriores, introduce directamente con una fastuosidad y relevancia inauditas. Y eso que cuando Geoffrey escribe su crónica sobre Arturo, este era ya un personaje conocido en la época, pero es él quien le dota de un relato unitario y coherente, con ecos heroicos, además de ampliar la información ya existente para lograr una mayor credibilidad. En el relato, Arturo pacifica el reino luchando y venciendo de forma aplastante a sajones, escotos y pictos en sucesivas batallas. Y con la necesidad de proteger la paz que había logrado para su reino, se embarca en expediciones igual de exitosas en Irlanda, Islandia, Noruega, Dinamarca y, finalmente, en la Galia, donde derrotará al tribuno Frolón, que gobernaba en nombre de un imaginario emperador romano, en combate singular disputado en el mismísimo París.
Tras esta gran victoria, Arturo vuelve para su gran coronación, pero desafortunadamente recibe la visita de unos enviados de Roma que le acusan de haber dejado de pagar tributos al emperador. Ante tal afrenta, el rey se ve obligado a partir hacia Roma en busca de justicia y guerra, dejando su reino en manos de su esposa Ginebra y su sobrino Mordred. Pero la campaña de Arturo contra el emperador romano acaba abruptamente al enterarse de que su sobrino ha usurpado su trono y ha yacido con su esposa. Ya de nuevo en Birtania, el monarca depuesto se da cuenta de que Mordred se ha aliado con sus antiguos enemigos los sajones para asegurarse el control del país. Pero Arturo, tras una serie de batallas, logra recuperar su tierra, aunque el traidor Mordred, antes de morir, consiguió herirle de muerte en la Batalla de Camlann. Para curarle de sus heridas es llevado a la isla de Avalon, dejando el trono en manos de su primo Constantino.
Sin Arturo, los sajones retornaron, pero las menciones a Arturo por parte de Geoffrey en su Historia terminan con su traslado a Avalon. Su relato está muy influenciado por el folklore tradicional pero es, a su vez, extremadamente idealizado, tanto que acaba sobrepasando lo inverosímil. A pesar de esto, su obra fue aceptada como histórica y se puede trazar su influencia en historiadores posteriores; además es encomiable tanto la intención del autor de dotar de veracidad histórica a relatos que hasta entonces formaban parte, en su mayoría, de canciones y leyendas populares, como la voluntad de proporcionar un contexto mayor a los datos y acontecimientos recopilados por fuentes historiográficas anteriores.
- Otras fuentes
La fuente histórica más antigua en citar a Arturo es la Historia Britonnum, un libro escrito entorno al año 833 de nuestra era y atribuido al monje galés Nennio, quien pretendía relatar la historia de los habitantes britanos de las islas desde los tiempos más tempranos. Pero este libro no es una fuente primaria, puesto que los hechos que relata respecto a Arturo ya se encontraban muy lejanos en el siglo IX. En cuanto a las fuentes del propio Nennio, se especula con que fuesen canciones o poemas y leyendas. De Arturo propiamente dicho, se explica que participó en doce batallas junto al rey de los Bretones y se le otorga el título de dux bellorum, que podría traducirse como “comandante de las guerras”. Interesante el paralelismo que se puede hacer entre Arturo y sus doce batallas con el héroe griego Heracles y sus doce trabajos. Esta conexión sería una posible pista del ya alto componente mítico de las fuentes de Nennio y del interés en equiparar a Arturo con los grandes héroes de la antigüedad clásica.
Otra fuente que nombra a Arturo -y a Mordred y Merlín- son los Annales Cambriae, una lista de crónicas galesas y latinas cuya versión más antigua conservada es una copia de un manuscrito del siglo X realizada en el siglo XII. En lo referente a Arturo, el manuscrito más antiguo conserva referencias a la Batalla de Badon Hill que enfrentó a bretones y anglo-sajones alrededor de la primera mitad del siglo VI d.C. (516 según los Annales) y en la que dice Arturo participó llevando un cruz cristiana a hombros durante tres días y tres noches. La siguiente batalla referenciada es la Batalla de Camlann, donde supuestamente se enfrentaron -y mataron- Arturo y Mordred y que data en el año 537, dato, como ya hemos expuesto previamente, recogido por Geoffrey de Monmouth en su Historia Regum Britanniae.
No obstante ciertos historiadores no otorgan validez a estos datos puesto que podrían haber sido modificados con posterioridad para adaptarse al incipiente desarrollo y popularidad del mito artúrico. Pero lo cierto es que disponemos de ellos y la validez que se les otorgue queda sujeta a la interpretación que cada uno quiera hacer de la historicidad del mito.
En el castillo de Tintagel, donde se supone vivió Igerna, madre de Arturo, se encontró, en una excavación arqueológica, una pieza de pizarra datada del siglo VI con la inscripción que reza: “PATERN[–] COLI AVI FICIT ARTOGNOU COL[I] FICIT“, que se traduciría como “Artognou desdendiente de Patern[us] Colus hizo [esto]“. El quid de la cuestión con esta inscripción es la onomástica, puesto que hay teorías que apuntan que “arth-“, un prefijo muy usado en los nombres propios celtas, a la larga iría derivando en Arthnou o Artnou, los cuales servirían como base bretona y galesa respectivamente, para el actual Arturo. Con lo cual, esta inscripción probaría que alguien llamado Arturo -o Artognou- habitó en ese castillo durante el siglo VI, coincidiendo con la información proporcionada por Geoffrey de Monmouth.
En esta misma dirección aparecen teorías (surgidas tras el estudio de diferentes inscripciones) que apuntan a que Arturo sería el epíteto de un miembro de la gens romana Artoria, de la cual se conoce que varios miembros ocuparon cargos importantes en el gobierno en los siglos I y II de nuestra era. De entre estos, el que ha captado la atención de diferentes investigadores es un oficial llamado Lucius Artorius Castus quien, siendo partícipe de la campaña de Judea del emperador Adriano entre los años 132 a 135 y habiendo comandado una flota en Miseno (Italia), logró ser nombrado prefecto de la VI legión situada en Eboracum, la actual York. Durante su estancia en Britania dirigió a su legión en una expedición a la región gala de la Armórica para someter una revuelta que se produjo a mediados del siglo II, algo que evoca ligeramente a las campañas galas de Arturo narradas por Geoffrey de Monmouth.
Una última tesis abandona directamente el nombre de Arturo, el cual se consideraría que pudo haber sido cambiado por cronistas o bardos con posterioridad, para equipararlo con un líder militar romano-bretón llamado Riothamus que vivió a lo largo del siglo V de nuestra era y que luchó en la Galia contra los visigodos tras la llamada del emperador romano Antemio. El historiador latino del siglo VI Jordanes, en una de sus obras lo llamó “rey de los bretones” y la última posición conocida de Riothamus es cerca del pueblo burgundio de Avallon, en la actual Borgoña (Francia).
La historicidad del rey Arturo se encuentra muy disputada y es asunto de estudio y debate en todos los departamentos de historia medieval de múltiples universidades, pero lo cierto es que aún a día de hoy sigue siendo todo un misterio. Es posible que jamás se llegue a saber con certeza quién fue el personaje que inspiró los mitos y leyendas artúricos, pero al tratar de buscar sus orígenes históricos, se puede comprobar que no hay una respuesta única y que el héroe literario es una amalgama de diferentes personajes que han ido confluyendo en uno solo en el folklore tradicional.
Aunque la verdadera relevancia del debate se basa no en el hecho de quien tiene razón o quien se aproxima más a la realidad histórica, sino en la necesidad que se crea el ser humano de bucear en las entrañas de sus propios mitos y leyendas con tal de demostrar su veracidad en lugar de abrazar su significado mítico y espiritual, puesto que la verdadera grandeza del rey Arturo no reside en su historicidad como personaje, sino en el corpus literario que se alzó entorno a su gigantesca figura mítica en los folklores galés, primero y bretón, después.
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4 Comments on "DE GALES A AVALON; EL REY ARTURO Y LA CONSTRUCCIÓN DE SU MITO (I)"
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Maravilloso, Shaka. Siempre me atrajo el mito artúrico y he leído algunas de sus leyendas así que me declaro seguidor de este serial desde el primer momento. Muy interesante el estudio sobre los posibles orígenes históricos del rey Arturo. Como dices, será muy difícil que algún día se aclaren.
Yo es que no se que otra cosa comentar más que chapeau. De todas formas, a mí personalmente de todo el mito artúrico la figura que más me interesa es Merlín.
Pongamos algo de música e imágenes para ambientar el artículo.
http://www.youtube.com/watch?v=y3cXcS49D64
shaka un crack
yo como perdi tambien he leido bastante sobre el ciclo arturico en sus diferentes vertientes. Tu explicacion es soberbia y poco mas se me ocurre decir
bueno si que espero con ganas la segunda parte
a mi como al amigo pollo el personaje que mas me fascina es merlin
Una pregunta interesante, más allá de las raíces históricas del mito arturico, sería buscar el motivo por el que este se desarrolla en el siglo XII. El articulo es excepcional, pero echo de menos un análisis más detallado del contexto histórico en el que Geoffrey escribe. Un monje gales glosando a sus señores normandos ensalzando la figura del un rey local que subyugo a los sajones. Demasiado goloso para no comentar algo más