No creo osado decir que en este mundo no hay ningún récord total y absolutamente imbatible: por difícil e improbable que parezca, ya se trate de correr los cien metros lisos o de comer perritos calientes en un minuto, tarde o temprano siempre aparecerá alguien capaz de mejorar la marca en cuestión. También en el fútbol. Pero, ciertamente, el récord de César Eduardo Pellegrín García es de los complicados de superar. Este uruguayo nacido en Montevideo el 5 de marzo de 1979 puede presumir de ser el único futbolista del planeta que ha participado en catorce partidos de Campeonatos del Mundo sub’20; es decir, dos ediciones completas jugando todos los partidos posibles de ambos torneos (en su caso, Malasia 1997 y Nigeria 1999), y además siempre como titular.
No es un récord fácil de batir: hay que ser lo suficientemente bueno (y precoz) como para conseguir participar en dos mundiales juveniles, hay que estar a caballo entre dos generaciones lo suficientemente buenas como para conseguir llegar a la final en ambos torneos (o al partido por el tercer y cuarto puesto) y, obviamente, hay que convencer al seleccionador de turno para saltar al campo en todos esos encuentros (que a veces es lo más difícil). Y aún así, suponiendo que alguien sea capaz de cumplir con todos estos requisitos, sólo conseguirá igualar al uruguayo. Hasta el momento Joao Pinto es el único que ha logrado algo similar: el recordado exjugador de Benfica y Sporting de Portugal ganó los títulos de 1989 y 1991 participando en todos los encuentros, pero en aquel entonces los Mundiales sub’20 los disputaban sólo dieciséis selecciones y de la fase de grupos se pasaba directamente a cuartos de final, por lo que el centrocampista portugués únicamente pudo jugar doce partidos.
Pero en 1997 la FIFA aumentó el número de participantes en los mundiales juveniles y Pellegrín se aprovechó de ello: desde entonces hay veinticuatro selecciones y se juega una ronda de octavos de final, gracias a la cual el uruguayo pudo superar el récord de Joao Pinto (a quien, imagino, le importará más tener esos dos títulos que haber perdido este curioso honor). Como no parece previsible que la FIFA decida en un futuro más o menos cercano volver a aumentar el número de partidos de los Mundiales sub’20, a día de hoy la única opción realista, dentro de lo improbable, de ver batida la marca de Pellegrín pasa porque surja un fenómeno de la naturaleza que comience a jugar mundiales juveniles a los 16 años (o antes) y pueda acudir al menos a tres citas, lo cual por sí solo ya sería un mérito nada desdeñable.
Y no hace tanto que surgió un fenómeno así, pero el bueno de Freddy Adu se quedó en trece apariciones en sus tres mundiales sub’20 con Estados Unidos (2003, 2005 y 2007). Adu podría haber igualado el récord de Pellegrín si el técnico Thomas Rongen le hubiera sacado en el primer partido de su selección en Emiratos Árabes 2003 (torneo al que Adu acudió con sólo catorce años y medio), y lo habría superado de haber jugado Estados Unidos alguna ronda más o de haber sido convocado para Egipto 2009, la cuarta cita sub’20 a la que, por edad, Adu podría haber acudido. Nada de eso ocurrió, lo que viene a confirmar la dificultad de la empresa. Otros jugadores también han empezado su carrera a edades lo suficientemente tempranas como para albergar opciones de batir a Pellegrín (el último prodigio es el australiano Daniel Da Silva, que jugó en Turquía 2013 con 16 años), pero el bajo nivel de sus selecciones no suele darles la oportunidad de disputar los partidos necesarios.
No parece, pues, sencillo que el récord de Pellegrín sea mejorado en un futuro próximo, pero seguramente tampoco tenga mayor trascendencia. Al fin y al cabo, esta es una de esas pequeñas grandes marcas sin demasiada importancia en el universo fútbol. Pero es curioso (o quizás no tanto) que el jugador que más partidos ha disputado en mundiales juveniles no nos suene, reconozcámoslo ya, absolutamente de nada. Su carrera profesional posterior ha sido poco menos que mediocre, como la de tantísimos otros que despuntaron en estos torneos, pero precisamente por eso la historia de César Eduardo Pellegrín simboliza a la perfección lo relativo e insignificante del estrellato juvenil: a los 18 o 20 años nadie es absolutamente nada, aunque lo parezca.
Además, tampoco es que entonces Pellegrín pareciera realmente algo. Se desempeñaba como lateral o volante izquierdo y a comienzos de 1997, rondando los 18 años, aparecía regularmente en el primer equipo de Danubio, el club de Montevideo en el que se formó. El suyo no era precisamente un caso excepcional en aquel país y Pellegrín, como tantos otros compatriotas, parecía responder más que aceptablemente al desafío de jugar con los mayores. Habitual en las selecciones sub’15 y sub’17 del país charrúa, fue convocado para disputar el Mundial sub’20 de Malasia 1997 y allí, con compañeros como Gustavo Munúa, Pablo García, Alejandro Lembo, Inti Podestá, Mario Regueiro, Nico Olivera o Marcelo Zalayeta, por citar sólo a los más conocidos por el aficionado español, alcanzó una histórica final (la primera de Uruguay en un Mundial sub’20) que perdería ante una poderosísima Argentina que contaba con Leo Franco, Placente, Scaloni, Cambiasso, Riquelme o Aimar, entre otros.
Pellegrín, por supuesto, jugó los siete partidos de Uruguay como titular. No fue uno de los más destacados, pero era un fijo en la selección subcampeona del mundo juvenil, procedía de un país netamente exportador de futbolistas y, por si fuera poco, tenía una abuela italiana que le permitiría adquirir rápidamente la condición de comunitario. El chaval era carne de traspaso y, como para entonces ya pertenecía a la agencia de Paco Casal, uno de los representantes sudamericanos más poderosos, dio casi inmediatamente el salto a Europa. Y no lo hizo por la puerta grande, sino por la más grande posible: la de la Juventus de Turín, probablemente el mejor equipo europeo del momento (aunque viniera de perder la Champions con el Borussia Dortmund). A pesar de tener menos de un año de experiencia en la Primera División uruguaya, a pesar de saber que le sería imposible jugar en la “Vecchia Signora”, cómo decir que no a aquella oportunidad. Así lo explicaba el propio jugador en una entrevista en 2010:
Cuando me fui sabía cómo eran las cosas. Uno de los integrantes del Grupo Casal, en una reunión que tuvimos, me lo explicó muy claro, me dijo que la Juventus apostaba a un juvenil (en ese momento yo tenía 18 años), que era a futuro, que no iba a jugar. Eso estaba clarísimo.
Pero aceptó, claro. De la mano de su compatriota Zalayeta, también de la agencia de Casal (como Paolo Montero o Daniel Fonseca, ya en la Juve), Pellegrín fue presentado en Turín en noviembre de 1997, aunque los jóvenes uruguayos no se incorporaron definitivamente al equipo hasta enero de 1998. Huelga decir que Zalayeta, goleador de Peñarol y de la selección sub’20, era el fichaje importante: por el módico precio de tres millardos de liras (un millón y medio de euros actuales) Pellegrín era el típico jugador de relleno, un simple extra colado por el representante en esas operaciones múltiples que tanto gustaban a Paco Casal. Nada más llegar Marcello Lippi le expuso claramente su situación: jugaría con el Primavera pero entrenaría y conviviría con el primer equipo esperando una oportunidad, sin presión pero también sin demasiadas expectativas. Pese a todo, en los primeros meses las cosas fueron razonablemente bien.
O, al menos, fueron tal y como se las habían prometido. En su primera media temporada en Italia Pellegrín no consiguió jugar con el primer equipo juventino, pero fue convocado a un par de partidos de liga (en un campeonato que acabaría en las vitrinas del club bianconero) y entrenaba a diario con jugadores como Del Piero, Zidane, Filippo Inzaghi, Edgar Davids, Paolo Montero, Deschamps, Conte, Peruzzi… Incluso llegó a formar parte de la expedición de veinte jugadores que en mayo de 1998 acudió a Amsterdam para disputar la final de la Champions League que se acabaría llevando el Real Madrid, aunque fue uno de los dos descartes de Lippi para el partido. Un auténtico máster en fútbol, pero sin prácticas (aunque sí bien remunerado). Los partidos con el Primavera no eran suficientes para hacerle progresar y al empezar la siguiente campaña la Juventus decidió ceder al joven uruguayo a la modesta Ternana, recién ascendida a la Serie B. El cuento de hadas comenzaba a resquebrajarse.
Lejos de la protección de Lippi y del clan uruguayo, así como de las comodidades y lujos deportivos de Turín, Pellegrín tampoco encontró hueco en un club que luchaba por la permanencia en la división de plata transalpina y se pasó un segundo año en blanco en el que sólo la selección le brindó alegrías: reenganchado a su generación, la de 1979, consiguió una nueva clasificación para un Mundial sub’20. Indiscutible en el lateral zurdo de un equipo que lideraban Diego Forlán, Ernesto Chevantón y Fabián Cannobio, Pellegrín logró disputar otros siete partidos como titular en Nigeria 1999 (él forzó el penalti con el que su selección eliminó a Brasil en cuartos de final), aunque esta vez Uruguay se tuvo que conformar con la cuarta plaza tras perder contra Japón en semifinales. Con los de Malasia sumaba ya catorce partidos en Mundiales sub’20 y Pellegrín batía el récord de Joao Pinto, asegurándose así un pequeño lugar en la historia del fútbol.
Pero, aunque con veinte años todavía tenía por delante mucho camino que recorrer, sus dos temporadas “perdidas” en Italia resultarán fatales. Llega el verano europeo de 1999 y, tras no entrar en el equipo uruguayo para la Copa América de ese año (un joven y extraño combinado en el que sí figuran otros muchos juveniles de las dos últimas y exitosas hornadas), Pellegrín regresa a casa a pasar las vacaciones, pensando en cómo será su retorno a la Juventus. Retorno que jamás se producirá. Aunque su contrato con la Juve era por cinco temporadas, él sólo había firmado dos años con el Grupo Casal y, casualidad o no, al cumplirse ese bienio el club italiano le deja libre sin dar más explicaciones. Aunque toda la operación desprende un tufillo raro, tampoco está de más recordar que ese verano de 1999 es el primero de Carlo Ancelotti en el banquillo turinés (había reemplazado a Lippi en febrero) y en él la Juventus acometió una importante renovación de plantilla. El caso es que, sin saber muy bien cómo, de la noche a la mañana Pellegrín se encuentra sin equipo. El irrechazable caramelo que le habían ofrecido dos años antes se ha convertido en un regalo envenenado.
Desde mi ida de Danubio, estuve dos años en Europa y después no sé, je… No sé si fueron los peores años, pero si vos te fijás en mi trayectoria, fue irme y después mi carrera comenzó a decaer, y el que lo ve de afuera dice: “eso fue lo peor que le pasó a ese muchacho”. Fueron pasando muchas cosas…
Muchas cosas que no siempre están bajo su control. Sin darle demasiadas explicaciones de lo que ocurre, la agencia de Paco Casal no consigue encontrarle acomodo en España, como pretendía, y el lateral izquierdo acaba firmando a última hora por Nacional de Montevideo, un equipo hecho que viene de ganar el título en 1998 y que en agosto de 1999 empieza a afrontar la recta final de la temporada uruguaya peleando de nuevo por reeditar el éxito. Fuera de forma, Pellegrín apenas tiene minutos (sólo participa en un partido en los tres meses que permanece en el club) y al llegar diciembre no le renuevan. Diez años después, Pellegrín tenía muy claro dónde radicó el problema, por qué no logró nunca destacar en el fútbol profesional.
Sin continuidad es muy difícil que uno pueda sostener la carrera que venía haciendo. Eso fue lo que pasó. Un jugador sin equipo o que va a un equipo en el que no tiene las chances… A mí me pasó cuando vine a Nacional (…). Fue mi primer año de vuelta en el país tras la experiencia en la Juventus, pero por más que vengas de afuera, si ya hay un equipo armado, salvo que seas un fenómeno, no vas a tener la posibilidad de jugar.
Aún así, lo peor está por venir. Confiando en una agencia que tiene otras cosas más importantes que hacer que relanzar la carrera de un veinteañero que en dos temporadas y pico sólo ha jugado un puñado de partidos oficiales con Uruguay, Pellegrín espera y espera, rechaza (según él) algún ofrecimiento por no traicionar al Grupo Casal y la única recompensa que obtiene por su fidelidad a una compañía con la que ya no tiene ningún contrato firmado es pasarse todo el año 2000 sin equipo. Es el fin de todos sus sueños de grandeza. Para la temporada 2001 consigue retornar a Danubio, contribuyendo a una de las épocas más gloriosas del club (ganará el trofeo Apertura de 2001 y el Clausura en 2002, aunque en ambas ocasiones terminan perdiendo la final global de la liga), pero al acabar la segunda temporada no renueva y comienza un largo peregrinaje que al menos le servirá para ganarse la vida, ya que no para progresar en su profesión.
Primero ficha por Central Español, otro modesto club de la capital uruguaya, y en 2004 pasa a Deportivo Maldonado, equipo que acaba descendiendo y casi desapareciendo tras esa temporada. En ninguno de los dos es pieza importante. Otra vez sin equipo, Pellegrín usa sus contactos y a través de un concuñado también futbolista acaba en la otra punta del mundo, en la pintoresca Rovaniemi (la capital de Laponia), donde firma por el Rovaniemen Palloseura (conocido como RoPS) de la primera división finesa. Aunque llega con sueldo de estrella para los estándares de la liga local, en el pueblo de Papá Noel Pellegrín tampoco juega demasiado y el equipo termina bajando de categoría. Regresa entonces a Uruguay pero, ya sea por su errática carrera o por los rumores maledicentes que le tachan de jugador conflictivo, Pellegrín nota cómo en su país se le cierran muchas puertas.
Acá es muy claro, si un equipo quiere contratar a un jugador, va y lo contrata. El tema son las referencias, las cosas que se puedan andar diciendo y todos sabemos que eso, acá y en todos lados, vale mucho. Las referencias son fundamentales y pueden definir una contratación (…). Me ha pasado en Uruguay y me ha pasado en el extranjero también, con personas que me han querido llevar a algún equipo, pero se decía: “Pellegrín es una persona conflictiva, no le puede hacer bien a un grupo”. Sé que esas cosas no son verdad, pero también sé que la gente que lo dijo influyó mucho para que uno no pudiera continuar su carrera como hubiese querido.
Tras unos meses otra vez en el paro, en 2007 juega una parte de la temporada con El Tanque Sisley y en febrero del año siguiente aprovecha una nueva ocasión para salir al extranjero. Su destino es el Herediano de Costa Rica, con el que apenas disputa cincuenta minutos de juego en media temporada. Quizás no se trate de un futbolista conflictivo, pero a mediados de 2008 parece evidente que como lateral (o volante) izquierdo Pellegrín hace años que dejó de ser un jugador mínimamente interesante. Aún así encuentra una nueva salida en Irán, en el Rah Ahan Sorinet de Teherán. Toda una aventura humana (y un shock cultural) que futbolísticamente tampoco resulta exitosa, pero a esas alturas las prioridades son otras.
Ahí te preguntás: “¿qué estoy haciendo acá?”. A veces, uno tiene que cerrar los ojos y decir: “este es el futuro de mi familia”. No tenés otra (…). De repente te toca ir a lugares a los que no les podés decir que no, porque si no tenés un equipo en tu país y te ofrecen algo de afuera que te sirve, te tenés que ir. No son lugares que tengan la trascendencia para que la gente diga: “mirá, ese jugador está en tal lado”. A veces uno se pierde, pero trata de seguir con el fútbol, que alguien hoy o mañana lo vea.
Pero en Irán, desde luego, lo ve poca gente. Al finalizar la temporada 2008/2009 vuelve a Uruguay para enrolarse de nuevo en el grupeto de jugadores sin equipo con el que entrenaba siempre que se quedaba en paro. La web Transfermarkt dice que Rampla Juniors le concedió una última oportunidad, pero a Pellegrín no le quedaba ya fútbol en sus botas, por mucho que entonces él considerara estar todavía en la mejor edad. Retirado oficialmente en 2010 a los 31 años (meses después de la entrevista de la que están extraídas sus palabras y cuya lectura íntegra recomiendo) el futbolista que más partidos ha jugado en Mundiales sub’20 se dedica hoy a la compraventa de automóviles.
En lo estrictamente futbolístico, creo que podría haber tenido algún otro tipo de suerte y haber sido mejor de lo que fui. En el otro tema, más allá de que el fútbol es lo que nos gusta pero a su vez lo tomamos como un trabajo, no me fue tan mal, pero tampoco me fue como me tendría que haber ido. En el tema fútbol fue en lo que más perdí.
En el fútbol César Eduardo Pellegrín perdió más de lo que ganó, pero aún así ganó alguna cosa aparte del récord de apariciones en Mundiales juveniles y esos campeonatos con Danubio. En el lejano diciembre de 1997, justo después de ser presentado por la Juventus, cuando todo parecía brillar en su vida profesional, fue convocado junto con otros subcampeones sub’20 (Zalayeta incluido) para participar en la Copa Confederaciones, celebrada en Arabia Saudí todavía bajo la denominación de Copa del Rey Fahd y en la que Uruguay acabó en cuarta posición. Allí, ante Sudáfrica, Pellegrín jugó su primer partido con la selección absoluta. Difícil predecir entonces que sería también el último, aunque al menos pudo debutar con la celeste. Uno de sus compañeros en Malasia’97, el lateral derecho Álvaro Fabián Perea, jugador de Peñarol que había marcado el gol de oro que metió a Uruguay en aquella final mundialista sub’20, no llegó a tener esa oportunidad: falleció en un accidente de tráfico tres meses después del campeonato juvenil. Siempre hay historias peores.
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5 Comments on "FÚTBOL Y “MENORES”: EL RÉCORD DE PELLEGRÍN"
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César Eduardo Pellegrín. Un ídolo.
Os dejo dos artículos más que “homenajean” al recordman sub20.
http://paquetazos.blogspot.com.es/2008/10/cesar-eduardo-pellegrin.html
http://tanque-shirley.blogspot.com.es/2010/12/cesar-eduardo-pellegrin.html
Magnífico artículo @snedecor y récord (de momento, hasta que la fifa vea que puede sacar más pasta y aumente el número de equipos, que todo llegará) imposible de superar y muy difícil de igualar. Ya que estamos con el tema “menores”, ¿qué opinión tienes sobre la sanción de la Fifa al Barcelona? ¿Se llevará a cabo o soltando pasta se soluciona el problema? Y en colación a esto, otra pregunta: el mundial lo organiza la Fifa, y los jugadores son de los clubes (o por lo menos les pagan su astronómico sueldo), ¿un club se puede negar a que un… Read more »
Por partes: Aunque la FIFA aumente el número de participantes en los Mundiales sub’20 no aumentará el ´número de partidos, que ya son los mismos que un Mundial absoluto. No sería lógico, lo normal sería pasar al mismo formato (32 selecciones y pasando a octavos de final los dos primeros de cada grupo; ahora van 24 y pasan algunos terceros). Así que para batir el récord de pellegrín habría que participar al menos en 3 Mundiales juveniles. Sobre lo del Barça hay mucho que desconozco, pero supongo que los recursos paralizarán la ejecución de la sanción. Me extrañaría mucho que… Read more »
Gracias. En lo primero, error de comprensión lectora mía, me pareció leerte que disputaban seis partidos por mundial, cuando obviamente, si el récord es de 14 partidos … blanco y en botella. En lo segundo, la sanción a la RFEF supongo que simplemente será económica, y la cuestión con el barcelona será que cuando recurran lo harán para que la medida quede paralizada cautelarmente y por lo tanto realizarán fichajes (Ter Stegen mismo) y una vez cerrados los fichajes y cuando la Fifa resuelva el recurso (¿estos tardan tanto como los juzgados españoles?), ¿no quedarán esos jugadores en un vacío… Read more »
Lo de los fichajes no lo tengo muy claro, pero la sanción lo que prohíbe es inscribir nuevos jugadores. Entiendo que pueden tener contrato con el Barça y ser cedidos a otro equipo, o se pueden renegociar los fichajes con los clubes de procedencia para que la incorporación se produzca en 2015 (no sé si ter Stegen llegaba libre, en ese caso sería más complicado y habría que buscar una cesión o un club puente que se aviniera a ficharlo sólo por un año). Sobre plazos y demás tampoco sé mucho, pero el recurso ante el TAS puede pedir la… Read more »