Portada
Empezaré con una obviedad: los cantautores norteamericanos del siglo XXI no son como los de los años 70 del siglo pasado.Si algo les distingue es quizás su heterogeneidad. Unos siguen fieles a un folk más tradicional, otros se reclaman seguidores del country alternativo y sus variantes (el americana), estos se muestran más inclinados al pop, aquellos al rock o a la experimentación y algunos…. algunos como Sufjan Stevens son decididamente inclasificables
Stevens (Detroit, 1.975) es un músico muy brillante, experto en el banjo, que además toca otra docena de instrumentos. Como buen autodidacta es bastante ecléctico en sus gustos, y este eclecticismo es posiblemente su mejor definición musical. En su primer disco, A sun come (1.998) rendía homenaje a distintas músicas étnicas del mundo, desde el folk de su país a la música celta o marroquí; en el segundo (Enjoy your rabbit, 2.001) sorprendió con un una obra de pop electrónico, para hacer después con Michigan (2.003) un trabajo más variado, más cercano a un pop brillante y barroco y en 2.004 se descolgó con una estupenda muestra de folk contemporáneo en Seven swans. Todos estos discos tienen además una larguísima duración, algo cada vez más habitual en la era de los compactos, y es que la abundancia, o la desmesura, según se mire, es otra característica fundamental de Sufjan Stevens.
Por todo ello no es de extrañar que como artista atípico, ecléctico y desmesurado que es, Stevens se atreviera a intentar retratar la vida, lugares y personajes de su país en 50 discos dedicados a todos los estados de la Unión. Él lo ha negado después, pero conociéndole esta propuesta no suena extraña. Sea como sea, pareció que se ponía a ello. Comenzó con un disco notable, ya citado, dedicado a su estado natal, Michigan, y continuó la experiencia con Illinois (2.005) para mí su obra maestra.
Illinois (para ser precisos, Come on feel the Illinoise) refleja todos los excesos habituales de Stevens: duración -cerca de 75 minutos-, abundancia de canciones (¡24!, y casi todas -también- con larguísimos títulos), estilos variados.;pero si en Michigan todo parecía ya encajar bien en Illinois el ensamblaje de algo tan heterogéneo funciona a la perfección,gracias tanto a una estupenda producción como a la sensible voz de Sufjan que unifica todo con precisión y gusto: canciones delicadamente folk como “Casimir Pulasky Day” o “John Wayne Gacy jr.”(dedicada a un asesino en serie) se funden armoniosamente con piezas de pop brillante (“Chicago”) o rarezas barrocas como la extraordinaria “The Predatory wasp of the palisades…” con los instrumentos de viento punteando la melodía y las voces. Illinois, lo digo ya, es un disco extraordinario y, sin duda, uno de los más importantes de la década.
Tras Illinois, Sufjan Stevens publicó una larga,claro está,secuela con extras y descartes (The Avalanche, 2.006); se embarcó en proyectos de discos navideños (hasta el momento dos, su cristianismo militante es harto conocido), otro disco de pop electrónico (The Age of Adz, 2.010) y un EP inclasificable de sesenta minutos de duración (All deligthed people, 2010) , aparte de dedicarse también a música para películas y cine en general (compuso la bana sonora del primer corto de Natalie Portman).
Como se puede ver,Sufjan Stevens no para y ha apostado definitivamente por el camino de la exuberancia y la sorpresa constante, y aunque a veces sus excesos puedan conmigo, siempre me tendrá a su disposición para intentar impresionarme
Contraportada
Iron and Wine (seudónimo de Sam Beam, 1.974) grabó su primer disco en.el sótano de su casa. No podía ser de otra manera. No, no penséis en un arriesgado proyecto experimental o en una obsesiva búsqueda de sonidos incontaminados. Sencillamente, Beam, por aquel entonces (2.002) era un oscuro profesor universitario en Florida del que casi nadie conocía sus aficiones musicales. Se impuso la necesidad.
El sello Sub Pop se interesó por él y distribuyó el trabajo (The creek drank the cradle se llama). Hubo suerte. Los críticos se deshicieron en elogios: Iron and Wine aseguraban, era un buen continuador de Elliot Smith, un Nick Drake del siglo XXI, autor de hermosas canciones nostálgicas,con una sugerente y cálida voz.
Afortunadamente, sobre todo para él, Iron and Wine ha demostrado después que si musicalmente puede estar quizás a la altura de sus ilustres predecesores citados, su trayectoria profesional y vital, al menos hasta el momento, es otra cosa. Para sorpresa, quizás, de muchos, Beam ha demostrado una confianza y una seguridad en su carrera más que notable. Paso a paso, sin prisas, ha ido construyendo una trayectoria muy sólida. Cada nuevo disco suyo ha supuesto un avance comercial por delante del anterior; sus colaboraciones, especialmente con Caléxico (un disco algo decepcionante y un single) han estado siempre bien escogidas y además, y esto es más importante de lo que parece, ha tenido suerte; varios de sus temas han aparecido como fondos musicales de series televisivas de éxito (Anatomía de Grey, House) o en películas taquilleras (¡Crepúsculo! Todavía debe estar recogiendo beneficios de su B.S.O.), lo que ha ayudado a la difusión de sus canciones…
Todos sus discos hasta la fecha (5 si no recuerdo mal) son interesantes, aunque yo prefiero el segundo Our endless number days, (2.004). Ya su portada nos proporciona pistas: una ilustración naif de Beam recostado sobre la hierba con los ojos cerrados…aspecto de artista relajado que evoca lejanamente a un moderno Walt Whitman. En este álbum, Iron and Wine utiliza ya varios instrumentos, que,habitual en él, los va introduciendo sin prisas, como probando con ellos. Podemos comprobar esto en canciones como “Passing afternoon”, en la que después de un comienzo acústico solo con guitarra, el piano se va imponiendo lentamente.Las canciones se suceden con placidez, sin estridencias, la voz de Beam va desgranando pequeñas historias, con el apoyo permanente de una guitarra que sentimos muy próxima, (casi podemos oír los movimientos de los dedos sobre el mástil) y, así, como de la nada brotan preciosas canciones (“Cinder and Smoke”, Love and some verses”, el bonito homenaje a Simon and Garfunkel que es “Each coming night”, Dream fever”…).
En los últimos años, Beam se ha centrado más en su carrera musical (ignoro si ha dejado la docencia), vive en las cercanías de la capital del country alternativo -Austin-, prepara a conciencia sus vídeoclips, no en vano era profesor de cine y actúa en directo con regularidad, acompañado de una banda variable de músicos (de Lambchop, Wilco.., ya dije que escogía bien a los amigos). Iron and Wine, seudónimo de Sam Beam, sabe hacer bonitas canciones para tardes otoñales, y es, lo comentaba al principio, un tipo inteligente que sabe muy bien lo que quiere. No debería extrañarnos, su historia empezó en un sótano.
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4 Comments on "PORTADA Y CONTRAPORTADA: SUFJAN STEVENS/IRON AND WINE"
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Mi voto para Iron & Wine. Su último disco me parece el mejor disco del año pasado, ha madurado estupendamente, ganando profundidad y complejidad, tanto en composición como en arreglos, pero sin resultar cargante y manteniendo el sonido de habitación recogida que tanto me gusta.
Sufjan Stevens me gustan, pero me agotan. Discos demasiado largos (alguien dijo que la duración ideal eran 45 minutos) y canciones-río que no termino de captar. Illionise me encanta e incluso el ep All delighted people me parece recomendable, pero no lo termino de captar.
Mi voto va para el señor Stevens, por dos motivos esenciales: parece mucho más experimentador, prolífico (esto es ya de por sí un valor incalculable en el mundo musical hoy día, donde hemos pasado de los artistas setenteros que te sacaban más de un disco por año a los “versioneadores” actuales) e inquieto que Beam y, seguramente por ello, su sonido se me presenta más variado y sorprendente, mientras que Iron & Wine me ha sonado mucho más lineal. Cosa que, reconozcámoslo, me cuesta con la música folk tan relajada y tranquila (yo soy algo más movido).
He votado por Iron & Wine. El motivo… Sufjan me cansa, no sé el porque, pero soy incapaz de estar un buen rato escuchandolo (y menos un disco entero, con esta duración) mientras que Mr. Beam me parece sobrio y relajante… no es mi música de cabecera, pero por lo menos se me deja escuchar más fácilmente.
Comentaba en el post que el disco de Iron and Wine con Calexico era decepcionante, y matizando un poco, diré que no está mal, no es un mal disco, pero se espera más de unión de tipos tan interesantes como estos. El disco se llama “In the rains ” y la mejor canción del mismo, posiblemente, sea esta, “Dead man,s will”, una preciosidad
http://www.youtube.com/watch?v=3Jd2cdU4fA4