Take your guns, your knives, and your pangas, and throw them into the sea. […] This repression and the violence it creates cannot be ended if we fight and attack each other. (Nelson Mandela).
El 11 de febrero de 1990 salía Nelson Mandela de la prisión Victor Verster con los brazos al aire y agarrando la mano de su entonces esposa Winnie, en la que es una de las imágenes más míticas del final de siglo XX. La otra imagen es la caída del muro de Berlín hacía menos de un año. Y es que ambas fotografías estaban estrechamente relacionadas. La inexorable desintegración de la Unión Soviética llevó a los políticos y estadistas del régimen del apartheid a considerar la adecuación de la puesta en libertad del líder del ilegalizado Congreso Nacional Africano (ANC por sus siglas en inglés), un partido que con la caída de la URSS se quedaba sin su máximo valedor ideológico y logístico que les había puesto en contacto con las fuerzas militares cubanas que luchaban en Angola.
No es de extrañar que la jugada de la liberación de Mandela y la legalización de todos los partidos hasta entonces prohibidos, sea la última carta que la Sudáfrica racista pueda jugar para asegurarse su continuidad y aceptación en la comunidad internacional. La URSS ha perdido la guerra fría y el África austral, que fue uno de los mayores escenarios de las denominadas proxy wars puede quedar bajo control Sudafricano y occidental si estos juegan la partida como deben. Y lo que deben hacer es ceder a las presiones de liberar a Mandela y aceptar el juego democrático en su totalidad sabiendo que, si los otros se adhieren, todo cambiará para que nada cambie.
Por su parte, Nelson Mandela ha pasado 27 años de su vida en prisión. Primero en Robben Island, realizando trabajos forzados durante 18 años. Más tarde, en Pollsmoor, a donde fue trasladado con otros líderes del ANC, sus condiciones mejoraron. Durante su estancia recibió una oferta de liberación del entonces presidente de Sudáfrica, P.W. Botha a cambio de renunciar a la violencia, pues sus políticas extremadamente racistas, realizadas con el beneplácito de Margaret Thatcher y Ronald Reagan, estaban generando una espiral de violencia incontenible. Mandela, no obstante, rechazó la propuesta alegando que él no podía negociar nada si su partido se mantenía ilegalizado. Finalmente, debido a complicaciones en su salud, fue trasladado a la prisión mencionada antes, la Victor Verster, hasta que F.W. De Klerk, el último presidente del apartheid, le otorgó la libertad sin condiciones. Estas acciones levantaron una amplia polvareda entre los afrikáner más conservadores, sin embargo el Broederbond, una especie de think tank racista, dio su aprobación consciente de la necesidad de cambiar el sistema.
En la cárcel, Mandela tuvo tiempo de reflexionar y estudiar al “enemigo”. En los años 50, con sus grandes campañas de oposición al régimen, estaba claramente influenciado por los grandes pensadores marxistas, buscando no solo derrocar el apartheid sino también comenzar una revolución socialista que derrotaría al capitalismo. Si bien la doctrina de la no-violencia de Gandhi tuvo un gran impacto en él, llegó a reconocer que en la situación en la que se encontraban el ANC y la población negroafricana, la resistencia armada y la violencia eran un medio necesario. De hecho, en los años sesenta fue cofundador de un grupo armado que practicaba la guerra de guerrillas, claramente inspirado en el Che Guevara y sus métodos empleados en Cuba. Pero tras su juicio y posterior encarcelación, su ideario se fue renovando y fluctuó hacia posiciones más pacifistas, quizás influenciadas por la ideología de la reconciliación y el perdón pregonada por Desmond Tutu. Influido también por los últimos acontecimientos históricos, abandonar el marxismo era prácticamente su única opción puesto que ya no había una Unión Soviética capaz de apoyar su movimiento contra el gobierno del apartheid y, si continuaba la guerra por su lado, corría el riesgo de quedarse solo y sufrir una derrota que enterraría para siempre todo por lo que había luchado. Así que, el tono conciliador y el cambio a un discurso más demócrata y occidentalizado, se acabó imponiendo.
Mandela, al ganar las elecciones de 1994 de forma clara, aceptó un gobierno de coalición que logró calmar los ánimos bajando los índices de violencia en el país, los cuales eran elevadísimos. Este gobierno, junto con De Klerk y Buthelezi, líder del partido secesionista zulú Inkhata Freedom Party, propició una transición hacia la aprobación de una nueva Constitución no traumática y realmente apetecible para el exterior por la comunión conjunta de todas las fuerzas implicadas. Con la nueva constitución finalmente promulgada el 10 de diciembre de 1996, el ANC pasó a ser la fuerza política principal del país, con Mandela como presidente.
La consolidación de la “Nación Arcoiris” y la reconciliación nacional entre todos los ciudadanos de un nuevo estado moderno se convertían en un pilar fundamental para evitar una escalada de violencia que llevase a una guerra civil. Aún así, el asunto de las tierras expropiadas a la población negra, la desintegración de los bantustanes y la tensión que la nueva inmigración llegada de todo el continente para trabajar en la minería, la industria o la agricultura pueda generar son temas que aún están por resolver y que no son nada fáciles. A esto hay que añadir problemas de liderazgo dentro del ANC, corrupción a gran escala en diferentes esferas del gobierno y una cuestión racial que, si bien se intentó frenar con reconciliación, sigue latente y con el peligro de estallar a poco que las cosas se hagan mal.
Mandela logró contener todos los problemas de Sudáfrica y, bajo su aura mesiánica logró conjuntar a unos y a otros bajo una nueva bandera. Pero Sudáfrica sigue necesitando a Mandela. Y sin él, hay más interrogantes que puntos finales. Por eso su agonía ha sido alargada, porque ni siquiera el ANC y sus líderes actuales, con Zuma a la cabeza, saben qué hacer sin la sombra de Mandela para cubrirlos. Todo lo andado por Mandela, sin él, es un recuerdo que lleva a un comienzo y a un replanteamiento de las estrategias y los caminos a seguir.
Many years ago, I said that my long walk has not yet ended. As we stand here tonight, I gain great comfort in the knowledge that we are not alone on this journey. In taking on this challenge you have become part of us and so you are now all Africans. (Nelson Mandela).
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2 Comments on "NELSON MANDELA, EL CAMINO HACIA EL COMIENZO"
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Bring Back, Nelson Mandela!
Bring him back home to Soweto!
I want to see him walking down the streets of South Africa.
Tomorrow!
I want to see him walking hand in hand with Winne Mandela.
http://www.youtube.com/watch?v=opUEIVlG1BQ
Es lo que tiene el servilismo idealista de nuestros tiempos. No nos enseñan a ser librepensadores, ergo, necesitamos unos al líder y otros al gregario. Teniendo en cuenta como está África in hilo tempore, no nos queda más remedio que esperar.