Son casi las ocho de la mañana en Hawaii. El calendario marca que es 7 de diciembre del año 1941. Estados Unidos acaba de entrar de lleno en la Segunda Guerra Mundial tras el ataque japonés sobre su base naval en Pearl Harbor. Cientos de miles de hombres son movilizados y llamados a filas para combatir en Europa, África y el Pacífico. Entre estos hombres se encuentra parte de la plantilla de animadores que trabajan para los Walt Disney Animation Studios. Con este panorama, sumado a la mala situación económica del estudio ya desde el estreno de Pinocho allá por el invierno de 1940, la producción de largometrajes se cancela, centrando los esfuerzos del estudio en producir películas propagandísticas tanto para la población civil como para el ejército norteamericano.
Entre estas producciones para enaltecer el orgullo y los ánimos entre los americanos para hacer frente a los esfuerzos de la guerra, destaca un largometraje de una hora de duración dedicado a vender las teorías de un libro de un tal Mayor Alexander P. de Sebersky, titulado Victory through air power, en el cual se defendía el uso de la aviación para atacar al enemigo mediante bombas de largo alcance. El filme es una muestra de cómo, en tiempos de guerra, absolutamente todos los aspectos de la sociedad son teledirigidos para que la gente apoye al ejército y sus planes militares, sean cuales sean. Y sirve para cimentar, aún más, la estrecha colaboración de Walt Disney con el gobierno, como ya vimos en Saludos Amigos.
Para mantener la división del estudio dedicada a los filmes animados, Walt Disney ordenó la producción de una serie de películas ‘en pack’, que contenían varios cortos diferentes e independientes entre sí, de bajo presupuesto y fácil realización. La primera fue la mencionada Saludos Amigos y las cinco siguientes verían la luz en el período de 1944 a 1949. La quinta y última fue La leyenda de Sleepy Hollow y el Señor Sapo. Es considerado como el mejor de estos filmes hechos con retales. Además, recupera la tendencia de basar los largometrajes en cuentos o historias tradicionales, en este caso son los libros El viento en los sauces de Kenneth Grahame y La leyenda de Sleepy Hollow de Washington Irving. La película es muy justa, con una animación que baja el nivel de las grandes películas del estudio. Además, ambas historias están contadas atropellada y pobremente y, decididamente, la leyenda del jinete sin cabeza no es una historia adaptable al estilo inocentón y dulce de Disney. Aún así, marca el camino de la recuperación, justo al final de la década.
Antes de abandonar la década de los cuarenta, hay dos años que merecen mención especial. El primero es 1945. Ese año, Walt Disney entabló amistad con Salvador Dalí y le propuso realizar un corto animado en colaboración. Este se iba a titular Destino, y estaba basado en una historia del folklore tradicional mexicano, pero el proyecto murió tras solo tres meses de producción y solo se conservaron 15 segundos, a partir de los cuales un estudio francés, 58 años después, realizó un corto de algo más de 6 minutos de duración. Y, en 1946, nos encontramos una película muy menor pero que, al repasar la historia del estudio, llama alarmantemente la atención. La razón es simple: es considerado el filme más racista que Disney haya hecho jamás. Se titula Song of the South y combina imagen real con animación. En ella, un esclavo negro de una plantación llamado Uncle Remus cuenta historias populares a los hijos de otros esclavos y a los de los propietarios de estos. La película trata las relaciones entre maestro y esclavo como idílicas y presenta el ambiente en una plantación sureña como bucólico e ideal, con todos felices y asumiendo sus roles a la perfección, sin protestar y con una sonrisa en la cara. Es tal la controversia que envuelve a esta película que jamás se ha editado para vídeo doméstico en los Estados Unidos.
En 1950, el estudio se jugó su futuro a una carta. Esta carta era Cenicienta. La producción de la película había comenzado dos años antes y el coste aproximado fue de unos tres millones de dólares. Para la adaptación de este cuento popular, del cual se conocen variantes por casi todo el mundo, se basaron en la versión que el francés Charles Perrault escribió en 1697. El filme fue un enorme éxito en taquilla y permitió al estudio continuar con la producción de largometrajes durante toda la década. Las críticas lo pusieron por las nubes, indicando que era la mejor película de Disney desde Blancanieves y los siete enanitos. Recibió tres nominaciones a los Oscar (mejor canción, mejor banda sonora y mejor sonido) pero no ganó en ninguna de las categorías, a pesar de contar con una de las canciones más conocidas de Disney: Bibbidi-Bobbidi-Boo, interpretada por Verna Felton, voz del hada madrina.
Este cuento ya lo había adaptado Walt Disney con su anterior productora: Laugh-O-Gram, pero entonces era 1922 y la versión -en corto- era bastante primigenia a nivel de animación, la historia se contaba atropelladamente y, además, era muda y en blanco y negro. Ahora, por fin, se podía hacer una adaptación al nivel de las grandes producciones del estudio.
La película es una recuperación de la esencia de las grandes películas Disney de antes de la guerra. Es por eso que se la considera un nexo entre las producciones de los años dorados y las que estaban por venir en los años cincuenta. La animación es suave y la atmósfera dulce e inocente, salvo en inflatable tent las escenas con la madrastra de Cenicienta, una de las grandes villanas de la historia de Disney. Este es un personaje anclado en las tinieblas y el juego sucio para obtener los resultados que ella desea. Está coloreada con tonos oscuros que contrastan con la atmósfera general del filme y, en algunas escenas, sus ojos se tornan verdes para resaltar su maldad latente y provocar un sentimiento de repulsión por el personaje y sus acciones. Del lado de Cenicienta, encontramos a una serie de animales marca de la factoría que ayudan a la heroína a lo largo de la historia. En esta ocasión, el papel recae sobre los hombros de dos simpáticos ratones que, contrariamente a películas anteriores, hablan el mismo idioma que Cenicienta y, si bien ayudan a que la historia progrese, sus apariciones en ocasiones se hacen algo largas y, tal vez, hubiese sido mejor usar esa parte del metraje en desarrollar otros personajes como, por ejemplo, el príncipe, el cual queda apartado a mero comparsa. Pese a esto, la película es un exitoso retorno a los orígenes tras una década turbulenta y deja para el recuerdo unos maravillosos escenarios palaciegos (cuyos interiores parecen inspirados en los palacios del imperio austro-húngaro) que serán usados por Disney como emblema de la propia compañía y de sus parques de atracciones.
Con el futuro a medio plazo de la empresa solucionado gracias el éxito de Cenicienta, Walt Disney recuperó un proyecto que, en diferentes formas, le había acompañado desde sus inicios en los años veinte: una adaptación a la gran pantalla del cuento Las aventuras de Alicia en el país de las Maravillas. Ya en 1946 comenzó a preparar la adaptación del cuento del británico Lewis Carroll. Disney intentó preservar en las escenas reproducidas el espíritu del original casi en su máxima expresión, ya que consideraba que el verdadero humor estaba en la forma en que estaba escrito. No obstante, al estrenar la obra en 1951, esta fue recibida con críticas por parte de los conocedores de la obra original, pues la consideraron como una americanización y simplificación del cuento. Disney se defendió arguyendo que la película estaba hecha para familias y, sobretodo, niños, sin pretensión de contentar a críticos literarios.
En esta película ya podemos ver un cambio en la animación y los escenarios que marca una diferenciación, si bien no excesiva ni rompedora, con las películas más clásicas. En Alicia en el país de las Maravillas podemos observar como los escenarios se encuentran más uniformizados con el estilo de dibujo de los personajes, con lo cual estos ya no se notan tan superpuestos. Los colores de los seres animados son mucho más vivos y resaltan sobre la mayoría de los escenarios, que tienen tonalidades más oscuras, aunque este apartado se haya resaltado en exceso con las remasterizaciones posteriores y la alta definición. A nivel argumental, poco hay que decir, la historia es una sucesión de situaciones absurdas en las que Alicia se ve envuelta de una forma u otra. El hecho de que el material de origen fuese uno de los grandes exponentes de la literatura del sin-sentido no ayuda a que la película resulte atractiva para aquellos niños que son ajenos al original, lo cual, fuera de Inglaterra y Estados Unidos, es lo habitual. De hecho, la película sufre con revisionados y, si bien técnicamente mantiene el nivel, no es nada fácil acercarse a ella. Quizás sea porque el libro adaptado no era el adecuado para el marcado infantilismo y la inocencia marca de la casa de las producciones Disney y eso hace que el conjunto se resienta en exceso.
La siguiente película de la Disney era otro largo sueño del propio Walt, esta vez era la adaptación de la obra de J.M. Barrie, Peter Pan, o el niño que no quería crecer. Este sueño se remonta a 1935, cuando Walt Disney intentó comprar los derechos de la obra para que esta fuese el segundo largometraje animado del estudio. Pero no se llegó a un acuerdo con el orfanato al cual Barrie cedió los derechos de su obra hasta cuatro años más tarde y el proyecto se fue atrasando a lo largo de la década de los años cuarenta, hasta que, finalmente, en febrero de 1953 se pudo estrenar la adaptación. La película fue la última que distribuyó RKO Pictures puesto que a finales del mismo año, la Disney fundaría su propia distribuidora: Buena Vista Distribution.
Peter Pan es el sueño de todo niño hecho película: un mundo lejos de la ciudad, sin padres, sin tener que crecer y viviendo aventuras con piratas, sirenas, indios, hadas… Un mundo fantástico ideado por niños y para niños. Como tal, el filme pretende arrastrar al espectador de vuelta a la infancia y la despreocupación. Y a fe que lo consigue. Si bien se la ha criticado por no ser excesivamente fiel al texto de Barrie -crítica que se puede hacer con todas las películas de Disney inspiradas en libros-, no es óbice para que la película funcione de forma excelente por sí misma, valiéndose de una excesiva recaracterización del capitán Garfio que genera sobrada empatía con el espectador gracias a unos gags que, aunque un tanto repetitivos hacia el final, son un gran ejemplo de slapstick animado. Los personajes cumplen su papel perfectamente con Campanilla siendo la clave para que la historia avance.
Pero nos encontramos en los años cincuenta en Estados Unidos y, unos de los personajes de esta película son indios. Esto saca a relucir el racismo y la ignorancia que existía en la época por parte de la población blanca respecto a los nativos americanos. Su caracterización es la clásica de la época, los muestran hablando un inglés rudimentario, los definen como bárbaros, su canción hace referencias a su color de piel (What makes the red man red? -¿qué hace al hombre rojo, rojo?-) y a simplificaciones de gestos culturales como su saludo –¡haw!-. Y, por si fuera poco, declaran a Peter Pan, chico blanco, jefe de la tribu, otorgándole el tocado de plumas.
Algo más de dos años después del estreno de Peter Pan, en verano de 1955, vio la luz el siguiente largometraje del estudio: La dama y el vagabundo. Este es considerado como otro de los grandes clásicos de Disney, uno más de esta segunda gran época del estudio. La película se basa en una breve historia que Walt Disney leyó en la revista Cosmopolitan allá por los años 40. Aunque una española llamada María Lejárraga, que llegó a Estados Unidos a causa de la Guerra Civil, envió una serie de guiones a la Disney en 1947 que fueron rechazados. Aún así, tras el estreno de La dama y el vagabundo, afirmó que el guión del filme era un plagio de uno de los que ella había mandado a la compañía aunque habían cambiado al personaje principal, una gata, por una perrita. Pero el estudio nunca le dio la razón.
La película baja el nivel respecto a las anteriores y llega a aburrir durante largos tramos. La animación no es tan fluida y los personajes vuelven a no verse tan bien integrados en los escenarios como en Alicia o Peter Pan. El argumento es simple; muestra la clásica historia de amor con los elementos almibarados e inocentones de Disney aunque con sus momentos oscuros como el tramo que transcurre en la perrera o la lucha contra la rata en la habitación del bebé. A su vez, incluye una de las escenas más memorables de siempre del estudio: el beso de Lady y Tramp (Reina y Golfo en la versión española) mientras comen un plato de espaguetis con albóndigas mientras suena “bella notte“.
La película ha sido criticada por su mensaje altamente clasista, en el cual el confort y la felicidad solo se alcanzan al tener un hogar caliente y acogedor en la ciudad, mientras que los perros que malviven y no tienen recursos o familias, son llevados a la perrera a morir. Destacado el caso de los amigos de Golfo, el cual, al conseguir su hogar, se olvida de sus amigos capturados y su más que probable horrible destino.
El filme tampoco escapa a consideraciones de racismo, puesto que vuelve a presentar una vez más unos italoamericanos extremadamente estereotipados -ambos lucen un amplio bigote, sus nombres son Tony y Joe, hablan con un acento marcadísimo y cómico y son dueños de un restaurante-. Un perro mexicano aparece brevemente -en la perrera, cómo no- y nos dice con “humor” el largo nombre de su hermana, inspirado en los de los culebrones. Por último, hay que mencionar el detalle de la pareja de gatos que trae la tía que viene a cuidar del bebé: estos tienen rasgos y nombres asiáticos, se mueven al son de una canción de clara inspiración china y carecen de individualidad, compartiéndolo todo y moviéndose al unísono -¿comunismo?-. Amenazan con quedarse si la casa les gusta y destrozan el hogar de Reina: ¿exceso de lecturas o realmente son un mensaje entre líneas de la peligrosidad que Walt Disney y tantos otros veían en China?
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Tras La dama y el vagabundo, Disney tardó cuatro años en estrenar el siguiente largometraje, pero este es uno de los mayores logros animados de la compañía. Se trata de La bella durmiente. Estrenada en enero de 1959, era un retorno a los cuentos de hadas que tan bien se le habían dado al estudio en años anteriores. Pero no funcionó en taquilla como se esperaba y los críticos la recibieron sin gran entusiasmo. La película costó 6 millones de dólares, siendo la más cara del estudio hasta la fecha y provocó que la compañía no cerrase el curso con beneficios por primera vez en su historia. De todos modos, Disney logró que la película fuese reconocida con una nominación al Oscar a la mejor Banda Sonora, pero, por alguna razón, es una de las grandes olvidadas cuando se hace una lista de mejores largometrajes animados. Y, como veremos, de forma injusta.
Para la historia se inspiraron en la versión que Charles Perrault hizo del cuento más que en la versión recopilada por los hermanos Grimm. Y para la música y muchas escenas, la inspiración vino del ballet que Tchaikovsky compuso en 1889. La calidad musical de la cinta está fuera de toda duda y se podría decir que es de las mejores del estudio. Y no sólo esto, sino que la animación es de una clarísima inspiración medieval: los personajes son angulosos y finos -estilo que marcaría la animación de muchos futuros filmes del estudio-, y están coloreados con colores planos como si de miniaturas de un códice del siglo XII se tratasen. Los escenarios son de una belleza arrebatadora, también de inspiración medieval, y cada uno inflatable water slide parece una pintura. Buscan copiar el estilo y perspectiva de muchas pinturas pre-renacentistas y a fe que lo logran. No es una película tan experimental como fantasía pero sí que es una muestra de una búsqueda de nuevos estilos de animación y de mezclarla con otras artes y disciplinas como la música, la pintura e incluso la historia.
En cuanto a los personajes, destacan más los secundarios, sobretodo la gran villana de la película: Maléfica. Sus motivaciones no quedan claras pero lo que interesa en el cuento no es eso, sino sus acciones para ser una representación del mal en su más puro estadio; la película acaba creando a la que probablemente sea la villana más emblemática del estudio. Los dos personajes principales están al servicio de la historia, sin poder ser excesivamente desarrollados, pero cumplen su función arquetípica. Las tres hadas madrinas proporcionan también grandes escenas -cuando duermen a todo el reino- y son usadas como alivio cómico pero sin excederse. De hecho, este filme cuenta con la mejor apertura y la mejor escena final -la huida de la fortaleza del príncipe y la batalla con el dragón- que Disney haya hecho ¿jamás?.
En pocas palabras, pese a no ser tan apreciada en su tiempo, es posiblemente la obra más conceptual, adulta y gótica de toda la filmografía del estudio. Es casi como ver un fresco medieval en movimiento. Una auténtica joya a reivindicar.
Con esta obra maestra se acaba la década de los años cincuenta y el resurgir de la compañía tras el bache que supuso a todos los niveles la Segunda Guerra Mundial. La década siguiente es una de las menos prolíficas, con solo tres largometrajes estrenados, pero el nivel conseguido con las obras ya clásicas de la década anterior, se mantiene.
Pese a discusiones sobre la idoneidad de mantener la producción de largometrajes animados tras el coste que La bella durmiente supuso, finalmente la división se mantuvo por ser el buque insignia de la compañía. La primera película de la década de 1960 en ser estrenada fue 101 Dálmatas, en enero de 1961. La película está basada en un cuento infantil de idéntico título escrito por la británica Dodie Smith en 1956. Al leer el libro, Walt Disney se dio prisa por adquirir los derechos de la obra, lo cual no supuso complicación alguna, puesto que la autora estaba encantada con que Disney adaptase su novela. La película alcanzó la lista de las diez películas más rentables del año y fue una de las más populares de la década, recibiendo mayoritariamente críticas positivas.
101 Dálmatas es claramente hija de su tiempo, la animación, los colores, la música, el estilo de dibujo, etc. están claramente influenciados por la moda de los años sesenta. Esto se ve ya con los títulos de crédito, los más rompedores e innovadores que el estudio había hecho hasta entonces. El dibujo de los personajes es anguloso y estilizado, influenciado directamente por el estilo de La bella durmiente. Los escenarios están coloreados y dibujados con una falsa simpleza y las líneas parecen de lápiz. Se recrea Londres con un mimo y cuidado excepcional. El filme, a nivel artístico, es un paso adelante y a nivel argumental, se fundamenta en un thriller sin mucha complejidad, adaptado al público infantil pero hilado y contado de una forma excepcional en la que todo encaja como la maquinaria de un reloj de precisión.
Entre los personajes, destaca la elegante, desquiciada y malvada Cruella de Vil, otro gran ejemplo de villanas míticas de Disney. Del resto, destaca el perro Pongo, narrador de la historia y, a su vez, protagonista de la misma hasta que la película avanza al secuestro de sus cachorros y el sargento Tibbs, con unas escenas cómicas francamente buenas en su intento de liberar a los 99 cachorros de la mansión de Vil. De entre las escenas, la persecución final de Cruella de Vil a los perros en coche, es magnífica. Por todo esto es considerada, y no sin motivo, la mejor película de Disney de la década.
La siguiente llegaría a los cines dos años después, en 1963 y sería la última estrenada en vida de Walt Disney, quien estaba ya muy enfermo de cáncer de pulmón. La película fue The sword in the stone (Merlín el encantador en España) y está basada en el mito artúrico, una de las leyendas fundacionales de la literatura medieval europea. El acercamiento de Disney a este tótem de la cultura europea se realizó a través de la novela del mismo título que la película escrita por el autor inglés T.H. White. En esta obra, la primera de una serie de cuatro, se explica la infancia de Arturo mezclando elementos de historia, fantasía y comedia. Aún así, como siempre, la compañía sacó del libro las ideas clave para el argumento pero realizando sustanciales cambios en la historia. La película fue un gran éxito en taquilla y, como nota discordante, fue mejor recibida en Gran Bretaña que en Estados Unidos.
Se podría decir que el material primordial -el mito artúrico recopilado por Geoffrey de Monmouth, expandido en los épicos romances medievales (como Sir Gawain y el caballero Verde o Perceval, o el cuento del Grial de Chrétien de Troyes) y en su culminación literaria, La muerte de Arturo de Thomas Malory– se encuentra a kilómetros de distancia del estilo Disney, y aún así, la infantilización de Arturo en su niñez y del mago Merlín quedan bastante bien. Porque si algo había demostrado el estudio a lo largo de los estos años es que podía hacer casi cualquier historia accesible a los más pequeños. Esto no evita que se caiga en un claro y obvio reduccionismo y simplificación de la historia y que el exceso de humor del que en ocasiones hace gala la cinta, lastre el porte literario y la significación espiritual que comportan las figuras tanto de Merlín como del propio Arturo en el mito original.
Los estilos de animación y de dibujo son muy similares a los vistos en 101 Dálmatas. Los escenarios son, mayoritariamente bosques e interiores de castillos medievales pero sin llegar a la magnificencia vista en La bella durmiente. La película es una historia de aprendizaje y de saber crecer para el joven Arturo, dividida en diferentes lecciones impartidas por Merlín con mayor o menor fortuna. Es una nueva introducción narrativa tras los experimentos con el thriller de la anterior película o, incluso, la road-movie parcialmente vista en Alicia en el País de las Maravillas. Obviando el asunto del trasfondo mítico que lastra las interpretaciones del filme (hecho que volveremos a ver en los años noventa con Hércules), la película es muy entretenida, con gonfiabili escenas memorables como la de Merlín haciendo el equipaje o limpiando los platos y la de Arturo sacando Excalibur de la roca en frente del resto de caballeros, o con personajes tan divertidos como el búho Arquímedes o Merlín mismamente.
Cuatro años más tarde, se estrenaba la película que cerraría la década y una era en la compañía, pues Walt Disney falleció un año antes de su estreno, en 1966. El filme era la adaptación de la novela homónima de Rudyard Kipling El libro de la selva. Otra vez, la adaptación variaba en gran medida del material original pero aún así la película recibió muy buenas críticas, en parte debido a que se trataba del último largometraje que produjo Walt Disney. Pero si por algo destaca El libro de la selva es por tener, sin ninguna duda, una de las mejores bandas sonoras de las películas producidas por el estudio, incorporando, por fin, el jazz. La canción “the bare necessities” (‘lo más vital’, en la versión española) fue nominada al Oscar a mejor canción en la gala de 1968 y el presidente de la academia de aquel entonces, Gregory Peck, hizo una fuerte campaña para que la cinta fuese nominada a mejor película pero sus esfuerzos resultaron en vano y esta no fue finalmente nominada.
La película se construye en base a una historia muy simple, Mowgli, un huérfano criado en la selva, debe ser llevado a una aldea humana para salvarlo de Shere Khan, un tigre que quiere matarlo por el hecho de ser humano. Pero lo importante de la narrativa aquí no es la meta sino el camino, a través del cual, como Arturo en Merlín el encantador, Mowgli debe aprender a valerse por sí mismo y cómo afrontar la vida. Para ello cuenta con la ayuda de la racional y estricta pantera Bagheera y del despreocupado y alegre oso Baloo, cuyo carácter está claramente influenciado por las premisas del movimiento hippy de la época. De hecho, es un personaje bastante atípico en la filmografía de la compañía hasta entonces, puesto que sus enseñanzas al chico se basan en no hacer nada, vivir de lo que la naturaleza proporciona y divertirse disfrutando de las pequeñas cosas. Una filosofía bastante chocante para lo que Disney había promovido siempre. Pero no hay que olvidar que son los años sesenta y las ideas nuevas se van filtrando en todos los ámbitos de la sociedad.
Desafortunadamente, en esta película volvemos a encontrarnos con las acusaciones de racismo. Estas van dirigidas hacia un personaje en concreto que no aparece en el libro original y que es un añadido de la Disney: el rey Louie. Este personaje, brillante y divertido como pocos, tiene la particularidad que habla con un acento afroamericano muy marcado, mientras que el resto de animales de la selva hablan con un regio acento británico. Además, su canción “I wanna be like you” (‘quiero ser como tú’ en castellano) -una de las mejores del filme; se pretendía fuese interpretada por Louis Armstrong pero finalmente, los productores, para evitar consideraciones racistas, escogieron al italoamericano Louis Prima-, se puede leer entre líneas como una consideración de los negros como inferiores, puesto que el que la canta, lo hace con acento afroamericano y la letra dice que un mono desea convertirse en humano -blanco en este caso-. Se puede discutir si es o no racismo intencionado pero considerando que el autor del original escribió un poema titulado “The white man’s burden” (“La carga del hombre blanco”) sobre la misión civilizadora del hombre blanco, hay pocas esperanzas de que todo sea un malentendido.
Pese a esto, la película es uno de los clásicos de la compañía y, quizás, la cinta con mejor ritmo de todas las que ha producido Walt Disney Animation Studios hasta la fecha, lo cual no es poco.
Las muertes de Walt Disney y de su hermano Roy O. Disney, en 1966 y 1971 respectivamente, marcarán un claro bajón de la calidad de las películas producidas por el estudio y del cual la compañía no se recuperará hasta bien entrados los años ochenta, exactamente hasta 1989.
Leer la serie completa de UN VIAJE DE CINE A LA INFANCIA
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15 Comments on "UN VIAJE DE CINE A LA INFANCIA (II)"
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Gracias por las aclaraciones, es que me llamó la atención que compartieran un mismo título, pensé que se trataba de un error en la wiki. La verdad es que no parece coincidencia, tiene pinta de que se inspiraron en la traducción hispana para ponerle título al segundo largometraje, ¿no?
Parece confirmarse que hay dos nominados por la Academia Flagrante al autor revelación de año de la Gala de fin de año.
¡¡¡ Por fin, por fin !!! Me ha costado un huevo y parte del otro encontrar el tiempo necesario para leer la entrada completa con tranquilidad pero al fin lo conseguí. Con mucho retraso pero aquí tienes mi ovación por la pedazo entrada. Coincidimos en la mejor película de esta entrada. La Bella Durmiente es una auténtica maravilla, mucho más oscura que las precedentes y más artística. Además no la vi tan crío así que pude entenderla mejor. Todo muy bien sincronizado y puesto en escena. Eso sí, parece un pastel comparado con el cuento original que es mucho más… Read more »
[…] UN VIAJE DE CINE A LA INFANCIA (II) by Shaka […]
Soy apasionado a los cuentos de hadas, todo el tiempo desde niño me
han fascinado esto clase de cuentos creo que
tu trama sobre Golden Caster | UN VIAJE DE CINE A LA INFANCIA (II) by Shaka es magnifico ,te dejo mi
mail ermelindawatterston@gmail.com
Saludo desde belgica