UN VIAJE DE CINE A LA INFANCIA (I)

Mickey Mouse - Fantasia

Hoy día, cuando se piensa en los cuentos e historias que le contaron a  uno cuando era niño, la mayoría de estas memorias tienen un nexo cinematográfico común. Todos volvemos la vista atrás, a nuestra infancia, y nos encontramos recuerdos de decenas de películas animadas contándonos un cuento -tradicional o no-. ¿Pero cuál es la historia de esas películas? ¿Qué hay detrás de ellas? En esta serie de artículos propongo un recorrido nostálgico a través del tiempo para repasar la historia de los largometrajes animados de la factoría Disney, incluyendo los más aclamados o algunos un tanto olvidados, desde el principio hasta los más actuales.

La importancia e influencia que las películas Disney han tenido y tienen en el imaginario popular infantil es evidente. Han llegado a modificar cuentos recopilados del folklore de tal forma y con tal maestría que los niños -y quizás los adultos- ya no reconozcan el cuento original como canónico y se inclinen por la versión Disney, habitualmente mucho más almibarada e inocente, por deseo expreso de Walt Disney.  No obstante, este hecho que puede ser criticado por algunos, es aceptable, puesto que la tradición oral es lo suficientemente divergente y maleable para adaptarse a diferentes y sustanciales cambios en la forma y el contenido mientras que las ideas y personajes principales se mantengan. Claro que, llegados a este punto, en nuestra sociedad, nos enfrentamos al problema de convertir la tradición oral en tradición escrita, con lo que pierde maleabilidad y gana rigidez en contenido y forma, convirtiendo todo aquello que se aleja de la copia original en apócrifo. Es por eso que tenemos críticas a Disney por “alejarse del texto original” o críticas a otras versiones animadas o escritas por “ser muy diferentes a la versión de la propia Disney”. Y, en el fondo, no dejan de ser versiones inflatable water slide de unas historias tradicionales de ciertos lugares del mundo, contadas de forma diferente, con algunos cambios sustanciales pero manteniendo unos motivos que los hacen ser versiones de esa historia primigenia que todos conocemos de una u otra manera.

Pero volviendo a Disney, lo que le dio fama mundial a la compañía y a su creador, fue la innovación en el arte del dibujo animado. Un dibujo artesanal, en 2D que, tristemente está en vías de desaparición por la gran aceptación de público y profesionales de la animación 3D. La cual es igual de impresionante pero que, por alguna razón, ha sobrepasado y hecho olvidar casi de forma completa a la animación más, digamos, tradicional. Tanto es así, que en marzo de este 2013, la compañía Disney afirmaba que entre sus muchas filiales no hay absolutamente ninguna con un proyecto de una película de animación tradicional prevista a corto, medio o largo plazo. Esta se centra más en proyectos para la televisión. El largometraje pasa a ser, definitivamente, territorio del 3D. ¿A qué viene la insistencia con las dos dimensiones entonces? Pues simplemente -y no es poco- a que es el sello distintivo de la compañía. Si Disney es lo que es hoy día, en su origen, se lo debe todo a este tipo de animación y al amplísimo legado artístico que ha proporcionado al mundo a lo largo de siete décadas de largometrajes.

Y todo este legado comienza en el año 1937. O, mejor dicho, 3 años antes, a principios de 1934, cuando Walt Disney, con su propia productora Walt Disney Productions -creada a inicios de la década merced a su éxito con la creación del ratón Mickey y series de dibujos animados para la televisión como las Silly Symphonies-, decide embarcarse en la creación de la primera película animada en inglés y rodada en Technicolor. Este proyecto se conocería durante los años de producción como “Disney’s folly” (la locura de Disney), por la clara dificultad de acometer el proyecto de un largometraje enteramente animado. Con este movimiento, Walt Disney pretendía ganar aún más prestigio para su estudio y aumentar los ingresos. El cuento escogido para la adaptación sería un clásico recopilado por los hermanos Grimm: Blancanieves y los Siete Enanitos.

La producción de la película le costó a Walt Disney la nada desdeñable cifra de 1.4 millones de dólares de la época. De hecho, la producción de la película se tuvo que parar debido a que el estudio se quedó sin presupuesto. Entonces, Disney, tuvo que llamar a varias puertas y mostrar partes del filme para que le prestasen el dinero para terminarlo. Finalmente, el 21 de diciembre de 1937 se pudo hacer la premiere de la película completa en un cine de Los Ángeles, donde fue recibida con una sonora ovación y excelentes críticas e incluso alabanzas personales y agradecimientos por parte de medios tan importantes como las revistas Time, Variety o el rotativo The New York Times. La distribución corrió a cargo de RKO Radio Pictures, que ya había colaborado con la compañía con anterioridad y fue el mayor éxito cinematográfico de 1938 y, a su vez, la película más taquillera de la historia. Al menos hasta que el año siguiente se estrenó “Lo que el viento se llevó“.

La película, remasterizaciones mediante, ha resistido el paso del tiempo francamente bien. Y, como es el caso en muchas de las películas Disney, el material es inmortal, puesto que siempre habrá una nueva generación de niños que tenga que acercarse a este cuento por primera vez, y ponerles el blu-ray de Blancanieves y los Siete Enanitos es la forma más fácil, ya que el contar cuentos o leerlos, está en desuso en nuestra sociedad. Con lo cual es una película que no envejece. Obviamente el estilo musical es muy clásico, pero tiene canciones como la de los enanitos en la mina, que todavía se tararean hoy día. Además, Blancanieves resulta ser la primera de las tan reconocidas “princesas Disney” y en la película encontramos elementos que, si bien no son ajenos al estilo Disney, sí que marcan tendencia para todos los largometrajes siguientes: los animales con gestualidad y emociones humanas, sin llegar a ser antropomorfos, y su habilidad para comunicarse y ser entendidos con la protagonista de la película; la duración del filme (pocos largometrajes de la Disney superan la hora y media de duración, y este no es una excepción -1h:23m-); la atmósfera melosa, inocentona y edulcorada que marca tendencia en la factoría y que aún así, no empacha y permite disfrutar de la película. Y es que era obsesión de Walt Disney de llegar a la mayoría de público posible, de niños a adultos. Técnicamente, es una maravilla y es que hay que tener en cuenta que la película ¡es de 1937! De hecho, en la ceremonia de los Oscar de 1938 fue nominada a mejor banda sonora (ese premio se lo llevó “One hundred men and a girl“) y le otorgaron un galardón especial por logros técnicos y artísticos.

Walt Disney y Shirley Temple posan con el Oscar especial concedido al primero por Blancanieves y los siete enanitos.

 En cuanto a aspectos negativos, algunos gags, sobre todo con las charlotadas de los enanitos, están alargados innecesariamente y pueden llegar a hacerse un tanto repetitivos y llegar a cansar en su segunda mitad, cuando relata la interacción de Blancanieves en la casa de los enanos con estos. Pero considerando que es la primera y todo lo que aporta cinematográficamente al lenguaje Disney que vendrá a continuación, esos puntos se pueden considerar pecata minuta, más teniendo en cuenta que hacia el final, cuando la historia vuelve a avanzar, la película recupera interés.

Tras Blancanieves, se inaugura una época dorada para el estudio, que encadenaría grandes y ya legendarias películas, una tras otra hasta que Estados Unidos entra de lleno en la Segunda Guerra Mundial, un conflicto que también afectó a la compañía, con un bajón de calidad de sus filmes, del cual no se recuperaría hasta la década siguiente.

Pero volvamos a 1938. Walt Disney, con el abrumador éxito de Blancanieves aún en la retina, está ya pensando en el próximo proyecto, el cual, tras la recomendación de un colaborador, será la adaptación de la novela infantil Le avventure di Pinocchio, del autor italiano Carlo Collodi. Así que a finales del mismo año, comenzó la producción y animación del que sería el segundo largometraje del estudio: Pinocho. Esta vez, con una diferencia argumental sustancial: el material de base es una novela con un argumento más rígido y menos dado a la improvisación que un cuento tradicional. Aún así, el estudio es capaz de introducir su gonfiabili per bambini sencillez narrativa en temas tan adultos como el aprender a crecer y a diferenciar el bien del mal. También encontramos el lenguaje cinematográfico habitual de Disney, es decir, la atmósfera almibarada y dulce, personajes inocentones…; todo ello combinado con una gran banda sonora que le valió el Oscar. De hecho, en la ceremonia de 1940, donde fueron nominados y premiados clásicos eternos como Rebecca de Hitchcock, Las uvas de la ira de John Ford o El gran dictador de Charles Chaplin, Pinocho se hizo con la ya mencionada estatuilla de mejor banda sonora y la de mejor canción por “When you wish upon a star“, que pasaría ser uno de los emblemas de la compañía desde entonces y hasta hoy.

La película, estrenada a principios de 1940, es claramente moralizante al dejar bien delimitadas las acciones buenas de las malas y cómo este aprendizaje le sirve a Pinocho para crecer y pasar de ser un niño de madera a una “persona de verdad”. El ejemplo de la isla donde todos los niños pueden hacer lo que quieran (fumar, beber, etc.) es una escena bastante chocante para un niño, lo que provoca que su rechazo a tales comportamientos sea aún mayor, sobre todo al descubrir que con ese comportamiento los niños son convertidos en burros y mandados a trabajar a las minas de sal o a circos. En una extraña asociación según la cual solo los niños estúpidos y echados a perder trabajan en tales labores. Pero los mensajes criticables no acaban aquí, puesto que el personaje del titiritero Sr. Stromboli tiene apariencia física de gitano, combinado con el estereotipo del judío avaricioso y habla en un marcadísimo acento italiano -bueno, incluso llega a hablar en un indistinguible italiano-, gesticulando de forma excesiva en cada aparición -gestos que se ven exagerados con el estilo clásico de animación de Disney que vemos en el filme-. Estas críticas racistas van a ser prácticamente una constante en las obras venideras de la Disney, ya sea porque realmente son imposibles de negar o por conspiración de críticos obsesionados.

Pese a todo, la película es excelente. No se hace pesada en ningún momento, mantiene el interés del espectador, tanto adulto como infantil, los temas que trata los hace cercanos y palpables y es capaz de dejar boquiabierto con escenas como la del travelling por el pueblo de Pinocho cuando este y todos los demás niños acuden a la llamada de la escuela a primera hora de la mañana o todas en las que aparece la ballena “Monstro“. Es, sin paliativos, una obra maestra de la animación.

A finales del mismo año, Disney lanza su tercer largometraje. Uno que ya había estado en proyecto desde 1936, cuando Walt Disney consideraba que su legendario personaje de Mickey Mouse necesitaba un empujón de popularidad. La película es Fantasia, una obra completamente diferente a todo lo que la compañía había hecho hasta entonces y haría después. Es una conjunción perfecta entre música y animación, una pieza artesanal de pura experimentación artística con las posibilidades de la animación. Es una rareza en la producción habitual de la factoría Disney (la intentaron emular en 1999 con el fallido estreno de Fantasia 2000). Es tan rara que se dice que el propio Walt la realizó para acallar varias voces que le criticaban que sacrificase la experimentación artística en pos del marketing y la posibilidad de llegar a cuanto más público, mejor.

Este largometraje, el más largo hasta entonces (de algo más de dos horas de duración), se compone de diferentes cortos de animación, sin relación alguna entre sí, pero que avanzan, sin diálogos, al son de las diferentes canciones interpretadas por la Orquesta de Philadelphia conducida por Leopold Stokowski. La intención de Disney con esta película era la de crear un espectáculo enorme, llegando incluso a inventar un nuevo sistema de sonido para reproducir la música de la orquesta con la mayor fidelidad posible en los cines; fue el llamado Fantasound. La película se vendió a determinados cines como si de un gran musical de Broadway se tratase, subiendo exageradamente el precio de las entradas y controlando aforos. Debido al tipo de producto, a los elevadísimos costes de producción y la imposibilidad de llevarlo al mercado europeo por la guerra, Fantasia no pudo dar beneficios a la compañía.

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Obviamente, tratándose de la compañía que se trata, este filme tampoco es ajeno a las acusaciones de racismo, en este caso bien fundamentadas, puesto que en la escena con la música de la sinfonía número 6, Op. 68 “Pastoral” de Beethoven, aparecen una serie de centauros hembra y macho. A las hembras, en la versión original se las veía ser retocadas por una centauro hembra, mucho más pequeña, de color negro y rasgos africanos exagerados. Esta escena ha sido eliminada de posteriores versiones, dejando claro que, con el paso del tiempo, la propia compañía se dio cuenta del racismo que esas imágenes transmitían.

La sirvienta de color ayuda a su señora a arreglarse para la cita.

Asuntos raciales a parte, Fantasia es un logro excepcional por la novedad que supuso. Aún así, es una película de difícil acceso, sobre todo para el público infantil, pues requiere una atención y una paciencia para disfrutar de las escenas en consonancia con la maravillosa música que pocos niños están dispuestos a prestar.

Casi un año después, viene la siguiente gran película de animación infantil: Dumbo. El estudio se encontraba en una frágil situación económica, pues sus dos filmes anteriores, Pinocho y Fantasia, habían fracasado en taquilla debido a la guerra en Europa. Por tanto, urgía encontrar una forma de conseguir beneficios y, al presentarse la oportunidad de adaptar la historia escrita por Helen Aberson,  Disney planeó hacer un corto sobre el mismo, pero al ir desarrollándolo, decidieron que era mejor hacer un largometraje sobre el mismo, a pesar de ser uno de los más cortos, pues apenas sobrepasa la hora de duración.

La película, pese a ser un clásico de la compañía, no aguanta un revisionado. La historia centrada en el pequeño elefante es bastante dura por el hecho de reflejar la marginación y los abusos que este sufre por parte de los suyos. Aunque el tema es serio, no está llevado con la ligereza y sutileza que una película Disney requeriría. Se hace pesada aún siendo una película de una hora y ni tan solo la experimentación inflatable park con el surrealismo en la escena de la borrachera de Dumbo salva la película. Eso sí, como viene siendo habitual, logran que los personajes transmitan verdaderas emociones con sus gestos y expresiones y dotan a los animales de características plenamente humanas sin necesidad de que sean antropomorfos.  Tampoco podemos pasar por alto los personajes que, irónicamente, han convertido a Dumbo en un clásico de los primeros años de los largometrajes Disney: los cuervos. Un grupo de “simpáticos” cuervos que aparecen hacia el final de la cinta para dar un último empujón a la carrera circense del pequeño elefante y a su valedor, el ratón Timothy (el personaje más logrado de la cinta). Pero si son conocidos no es por su aparición si no por su representación: a saber, son un grupo de cuervos vestidos más bien toscamente y que hablan con un marcadísimo acento afroamericano sin ningún reparo (en la versión en español, hablan en acento cubano, colaborando en los estereotipos raciales) y se ríen abiertamente del elefantito, aunque al final, el ratón les reprende diciéndoles que no son lo suficientemente buenos para Dumbo y éstos, conmovidos,  le enseñan a volar.

Durante la producción de la película tuvo lugar la famosa huelga de animadores en el seno de la compañía. Las desavenencias databan de la producción de Blancanieves y los siete enanitos, pues Walt Disney les había exprimido en exceso, incluso a nivel salarial, rebajándoselo para que trabajasen con más ahínco con la promesa de cobrar mejor en la próxima película. Además, debido a los fracasos en taquilla, por causa de la guerra, de Pinocho y Fantasia, Walt Disney no pudo ofrecerles los bonus prometidos, lo que elevó aún más el descontento. Un animador, Art Babbitt se erigió en el líder del sindicato y acabó abandonando la empresa después que Walt lo tachase de “bolchevique”. La huelga acabó cuando Walt Disney, aconsejado por Nelson Rockefeller, que entonces era jefe de la oficina de asuntos latinoamericanos, inició un tour de buena voluntad por América latina. Y aprovechando la ausencia del gran jefe, un mediador estatal puso fin a la huelga. De esa gira, salió la película Saludos Amigos en 1942, que sirvió como pago político a Rockefeller por su ayuda prestada.

Unos meses antes del estreno de Saludos Amigos, Disney estrenó otra de las que sería una de las grandes películas del estudio: Bambi; basada en la novela homónima del austríaco Felix Salten. Siendo esta la primera película íntegramente protagonizada por animales (en Dumbo aún había personajes humanos), los animadores estaban obsesionados con captar y representar con el máximo detalle posible el movimiento de estos en la pantalla y para los escenarios, buscaron inspiración en los bosques de la costa este americana.

La película se centra en mostrarnos la vida del cervatillo Bambi desde su nacimiento. En una atmósfera completamente bucólica, la película nos relata las experiencias vitales y el aprendizaje del protagonista. Primero acompañado por su madre y sus amigos y luego por sí mismo, su padre y, finalmente, su pareja. El punto más conocido de esta película es, obviamente, el fallecimiento de la madre, el cual es considerado como uno de los mayores traumas que una película pueda causar en un niño. Ahora bien, la madre muere fuera de escena y nos enteramos de su destino por las reacciones y expresiones de Bambi y su padre, lo cual vuelve a indicar la maestría de estas primeras películas de Disney para moverse entre el sentimentalismo, el melodrama y el infantilismo, aderezado con expresiones faciales realizadas con suma exquisitez. Como curiosidad, el villano de la película es una presencia que existe e interactúa con los personajes pero nunca es mostrada: el hombre. Se podría interpretar como una crítica a la intervención de este en la vida salvaje y la naturaleza, pero esto queda sujeto a la voluntad del espectador, puesto que la intención habitual de las películas de Disney es moralizar sobre actitudes y decisiones. Además, en otros largometrajes, se muestran escenas de caza y crueldad animal (como por ejemplo en Saludos Amigos y el corto de Goofy como gaucho de las pampas argentinas).

Con Bambi terminan las grandes películas del estudio en los años 40, pues las dificultades y estrecheces económicas que ya sufría debido a la Segunda Guerra Mundial, le harían entrar en un bache creativo del que no saldría hasta la década siguiente.

Leer la serie completa de UN VIAJE DE CINE A LA INFANCIA

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12 Comments on "UN VIAJE DE CINE A LA INFANCIA (I)"

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10 years 11 months ago

La he leido un poco tarde, pero me ha emocionado esta entrada. Como es díficil comentar algo que no hayáis dicho ya, optaré por contar mi impresión personal. Nunca he podido volver a ver Bambi desde que la vi en cine con aproximadamente cuatro años, la escena de la madre es tremenda y me pongo a llorar sólo con recordarla (sí, soy una nenaza, qué le voy a hacer). Por lo demas me acuerdo del conejo, Tambor, un crack. Blancanieves para mi son dos escenas, los enanos volviendo de la mina (la posiblemente canción más pegadiza de todos los tiempos)… Read more »

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