PORTADA
Las buenas expectativas son siempre muy traicioneras. Con frecuencia representan una presión añadida – al profesional, al deportista, al artista…- que no todos saben (sabemos) gestionar. Se espera mucho de ti y tu tienes que responder a esa exigencia. En el mundo de la música pop hay un dicho bastante extendido que afirma que no hay nada más difícil que hacer un buen segundo disco después de un gran primero, o que confirmar el estrellato después de un éxito considerable no es tarea sencilla. Ya se sabe, es más complicado permanecer que llegar. Muchos son los artistas que han recibido, en situaciones parecidas a las expuestas, críticas feroces, primero, indiferencia después y castigados con el olvido finalmente, tras un éxito enorme.
No es el caso, evidentemente, de Bruce Springsteen, pero bien pudo serlo. El rockero de New Jersey empezó su carrera con dos discos excelentes aunque irregulares (Greetings for Ashbury Park N.J.-1.972- y The Wild, the innocent and the E street shuffle -1.973), que no tuvieron demasiado éxito pero que le granjearon la estima y aprecio de muchos críticos que veían en él un (otro más) nuevo Dylan: canciones largas y profundas, letras con alusiones constantes al reverso tenebroso del sueño americano, referencias musicales que oscilaban entre el folk, el soul más incandescente, o el pop más brillante -Roy Orbison, Phil Spector- de la época high school. En suma, un diamante aún por pulir, la gran esperanza del rock americano.
Tuvo que ser precisamente un crítico musical metido a productor, Jon Landau, el que supiera encontrar el momento y el estilo definido para Springsteen. Este llegó en 1.975 con Born to run. Las irregularidades y excesos anteriores fueron eliminados y el sonido, proporcionado por una extraordinaria banda de acompañamiento, la E Street Band, se volvió compacto, rotundo, sutil en ocasiones y siempre eficaz. Por supuesto, las canciones acompañaban, y qué canciones: “Thunder Road”, Backstreets” o “Born to run” contaban de manera magistral una pequeña historia americana, chico encuentra chica, chico pierde a chica en una ciudad violenta y absorbente y finalizaba, como en West Side Story, con una épica pelea callejera (“Jungleland”). Una obra maestra respaldada por la crítica y el público. El Boss ya era una estrella, portada de Time incluida.
Era el momento de confirmarlo con otro disco exuberante, pero entonces, todo se paró; problemas contractuales con su anterior productor, Mike Appel, dejaron al músico sin poder grabar durante casi tres años. Parecía que su momento había pasado; pero entonces emergió un Springsteen distinto, más maduro. Darkness in the edge of town es otra obra maestra, sin la alegría ni la confianza del anterior, más desengañado, más descarnado, pero intenso y pasional como nunca. Semejando a un Al Pacino despeinado en la habitación de un mugriento motel, Springsteen nos mira receloso desde la portada y canciones como “Racing in the street”, “Promise land” , “Street of fire” o un single casi perfecto como “Prove all night” nos muestran a un artista en plenitud de facultades.
Después vendría un historia conocida y mil veces repetida: la brillantez agotadora y efectista de The River, el estrellato absoluto con el seguro pero insustancial, para mí, Born in the USA, y una carrera cada vez más profesional y previsible. Brillante pero escasamente emocionante (con una notable excepción, Nebraska, aparte de alguna canción suelta, que siempre las hay). Reconozco que este Springsteen de éxito masivo no me interesa demasiado pero todavía sigo rendido, al igual que cuando era adolescente, con el misterio que esconde una noche en el límite de la ciudad
CONTRAPORTADA
En 1.974 un grupo, The New York Dolls, intentaron remover el adocenado ambiente musical neoyorquino. Pertrechados con kilos de maquillaje y vestidos baratos, y arropados con una actitud a medio camino entre la chulería macarra y la provocación glam, las muñecas de Nueva York no consiguieron su propósito, pero dejaron la semilla. Solo un año después varios cantantes y grupos coincidieron en un tugurio del Bowery, en el sur de Manhattan, el CBGB (Country Blue-Grass Blues) y las aguas musicales de la desembocadura del Hudson empezaron por fin a agitarse: Television, Dead Boys, Robert Gordon, Blondie, Suicide, Talking Heads, Pattie Smith, Mink de Ville, Los Ramones… nombres que respondían a inclinaciones y gustos musicales dispares e incluso contradictorios, en los que sonidos californianos convivían con actitudes protopunk, tendencias experimentales y tecnológicas con revivalismo rockero, e influencias de Lou Reed o el rock urbano.
Pronto los cazatalentos se fijaron en estas promesas y los más accesibles o potencialmente rentables fueron fichados con rapidez ( Blondie por Chrysalis, Patti Smith por Arista. Televison con Elektra…) otros serían contratados por un sello hasta entonces marginal, Sire (Ramones, Talking Heads, Suicide, Dead Boys…). Mink de Ville, adscritos a la primera hornada, firmaron con Capitol y con este sello publicaron su primer disco, Cabretta (1.977).
Mink de Ville era el nombre de un grupo liderado por Willy de Ville, un músico criado en la Gran Manzana, pero que había pasado por muchos sitios (Inglaterra, San Francisco…) en los que había absorbido como una esponja distintos estilos. Ataviado como un Georges Chakiris rockero, enamorado de las distintas músicas y mezclas étnicas neoyorquinas, De Ville las asimiló en una música que tenía de todo, pero que se basaba principalmente en las raíces rockeras norteamericanas. Cabretta es una auténtica obra maestra desde la primera canción, la casi springsteeniana “Venus of Avenue D” hasta ese single arrebatado lleno de aires latinos (“Spanish Stroll”), o la maravillosa balada”Mixed Up, Shook Up Girl”, y las convincentes reivindicaciones de la música de los 50 que son la spectoriana “Little girl” o “Cadillac walk” (compuesta por otro personaje peculiar, Moon Martin).
Cabretta generó grandes expectativas; De Ville y su aspecto arrogante se convirtieron en una figura de moda en Nueva York. Su siguiente disco, en cambio, representó un pinchazo. Return to Magenta sería un disco extraordinario si no existiera Cabretta. Una estructura demasiado similar al anterior (canción de Moon Martin y tema de aires latinos incluidos) le perjudicó. Era algo ya oído. Injusto sí, pero así es el show bussines. De Ville, enfadado, disolvió el grupo y se exilió a Francia, en donde le adoraban.Se empapó del cabaret parisino, trabajó con el gran Doc Pomus y publicó dos excelentes discos. El cuarto, Coup de grace, sorprendentemente, tuvo repercusión en USA (incluía una extraordinaria canción de otro gran maldito, Eddie Hinton) y nuestro artista regresó. Se instaló en Nueva Orleans y siguió buceando en las músicas tradicionales norteamericanas (el cajun, el tex-mex…), tuvo algún éxito, otra vez con los aires latinos (“Demasiado corazón”), pero el que pudo ser una gran estrella se había convertido a su pesar en un músico de culto, minoritario. Amargado, lo hacía saber a quien le rodease, como muy bien padeció Elvis Costello, que aguantó con paciencia sus caprichos en una gira desgraciada que pasó por España. Finalmente, cuando ya había aprendido que es mejor ignorar las expectativas que otros depositan en ti y ser tu mismo; cuando ya se había resignado a ser nada menos que Willy de Ville un cáncer fulminante se lo llevó en 2009. Orgulloso corazón, gran tipo.
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4 Comments on "PORTADA Y CONTRAPORTADA: BRUCE SPRINGSTEEN/MINK DE VILLE"
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Mi voto ha ido para Springsteen. El Darkness on the edge of town es un discazo de principio a fin, que te hace vibrar, emocionar, y pasas del salto a la lágrima en décimas de segundo. Pero el gran secreto de Springsteen no son sus albumes, esplendidos en algunos casos (Darkness, born to run, Magic), irregulares en otros, incluso malos en algunos casos (el Human touch o el Devil & dust). El gran secreto son sus increibles conciertos, en que se destila rocknroll a raudales y energia en cada poro de la piel. Un ejemplo, siguiendo la estela del Darkness… Read more »
Ya lo ha dicho el Pollo (también el Pana esta tarde): para mí es una elección clarísima, aunque no debería de serlo. Pero hay que joderse. 😛
Un momento… Acabo de darme cuenta que he deshecho un empate al votar…
Tal y como denotan los comentarios anteriores:la sombra de Springsteen es demasiado alargada.
A Willy de Wille lo descubrí ya en solitario y ,la verdad es que,tampoco profundicé demasiado en su discografia,más allá de la singularidad del personaje.
Defensor de causas perdidas. El único voto de Willy de Ville.
Obviamente el boss es el puto boss, pero ese cover de De ville del Hey Joe me basta para votarlo.
Snob y veleta que es uno.