BALONCESTO: LOS OSCUROS AÑOS 90 (VI). LOS APÓSTOLES DEL BASKET CONTROL

zeljko-obradovic

Como ya he reiterado hasta la saciedad esta década significó el nacimiento y expansión del llamado basket control, también llamado basket tostón por los números detractores, entre los que me incluyo, de esta forma de entender el baloncesto. Este culto al físico, la defensa a ultranza y ataques al límite de la posesión que puso de moda el Limoges ha llegado a nuestros días como el principal estilo de juego que practica gran parte de los equipos de la élite europea. Esto no hubiera sido posible sin un grupo de entrenadores a los que les ha acompañado el éxito en su carrera profesional y que aún siguen siendo los grandes gurús de los banquillos europeos. El triunfo ha sido su mejor altavoz para difundir su credo. En este capítulo hablaremos de la trayectoria de este grupo de entrenadores, los apóstoles del basket control.

Maljkovic, el creador.

Bozidar Maljkovic se hizo un hueco en la historia del baloncesto como el creador de la mítica Jugoplastika de Split que apareció en Europa a finales de los 80. La mezcla perfecta de talento y esfuerzo, magia y disciplina, esplendor ofensivo e intensidad defensiva. Fue el descubridor de nombres míticos como los Kukoc, Radja, Perasovic, Tabak, Savic,… Hombres que llevaron a la Jugosplastika a dominar el baloncesto europeo. Cuesta creer que el padre de esta máquina del baloncesto pudiera crear una perversión como fue el Limoges de los años 90. Un equipo escaso de talento pero que llegó a lo más alto en 1993 tras proclamarse campeón de la Liga Europea contra todo pronóstico. Su estilo duro, muy físico, de juego lento y posesiones eternas fue una novedad en el Viejo Continente. Para muchos, una mala influencia para el futuro del baloncesto. Para un buen número de entrenadores, la panacea, la fórmula mágica que permitía convertir a cualquier equipo en un triunfador. Las sombras de la dureza y el aburrimiento se cernieron sobre el deporte de la canasta.

Fuente: planetacb.com

Boza Maljkovic continuó en el Limoges hasta 1995. La contundente derrota ante el Real Madrid en las semifinales de la Final Four de aquel año le hizo comprender que había llegado al límite de las posibilidades en el conjunto galo. Debía buscar un club con metas más ambiciosas para seguir aspirando a lo máximo así que aceptó la oferta que le hizo el multimillonario Panathinaikos para sentarse en su banquillo. Le habían rodeado de una plantilla estelar, de las más fuertes de Europa, coronada con el fichaje estelar de Dominique Wilkins. Un equipo para ganar y brillar. Para cumplir lo que le contestó a Petar Skansi cuando éste afirmó que el estilo del Limoges significaba la muerte del baloncesto: “Dame a Kukoc y ya verás como juego de otra manera. Me adapto a los jugadores que tengo”. Pero Boza estaba tan absorbido por el basket control que no salió de la espiral en la que había entrado. Aquel Panathinaikos era una de las máximas expresiones del basket control. Aburría hasta a las cabras y, lo que es peor, los resultados no acababan de acompañar. Sin embargo, a trancas y barrancas, fue sorteando obstáculos hasta llegar a la final de la Liga Europea de 1996, la tristemente famosa del tapón de Vrankovic a Montero. Maljkovic lograba su 4º título como campeón de Europa pero seguramente no puede sentirse muy orgullo de él. Y no era por el juego precisamente.

Maljkovic estuvo una temporada más en Atenas en la que el Panathinaikos pasó sin pena ni gloria y eclipsado por su vecino y eterno enemigo Olympiakos que se proclamó campeón de Europa. Boza volvió a Francia, al Racing Paris que en esos momentos se denominaba Paris Saint Germain. Pese a reencontrarse con algunos miembros de su guardia pretoriana en Limoges como Dacoury o Forte y contar con un interesante plantel no logró triunfar en su segunda aventura gala y abandonó el club a final de temporada para tomarse un año sabático. Regresó a los banquillos en 1999 para vivir en Málaga su segundo periplo por España tras su fracaso en el Barça a principios de los 90. Bajo sus órdenes Unicaja comenzaría a vivir su época más dorada, ya entrados en el siglo XXI.

Fuente: blogdebasket.com

Obradovic, el triunfador precoz.

Un año después de lograr el oro como integrante de la plantilla de aquella selección yugoslava que se proclamó campeona mundial en Argentina en 1990, a Zeljko Obradovic le ofrecieron la posibilidad de ocupar el puesto de entrenador de su equipo, el Partizan. Tras pensarlo detenidamente decidió colgar las zapatillas para afrontar este nuevo reto. Con sólo 31 años comenzaba la carrera del entrenador más laureado del baloncesto europeo. Evidentemente, nadie podía ni sospecharlo en aquellos momentos.

Fuente: zaidarena.wordpress.com

El triunfo le acompañó desde el principio. En aquella temporada 1991-92 de su debut el Partizan debía disputar sus partidos como local en la Liga Europea en terreno neutral debido a la terrible guerra que asolaba Yugoslavia. Encontró su nuevo hogar provisional en Fuenlabrada, localidad madrileña que se volcó con sus nuevos inquilinos y descubrió el baloncesto con las virtudes de los Djordjevic, Danilovic o Rebraca; unos jóvenes prometedores por aquel entonces. Fue tal la simbiosis entre el club y los fuenlabreños que se le llamó Partizan de Fuenlabrada. Incluso en sus enfrentamientos ante equipos españoles el equipo de Belgrado contaba con los favores de sus nuevos aficionados. El calor transmitido por el público asistente en el pabellón Fernando Martín fue muy importante para que el Partizan se clasificara para cuartos de final. La pancarta mostrada por los jugadores al final de la primera fase para agradecer a los fuenlabreños su apoyo sonaba a despedida. Nada más lejos de la realidad. Sorprendentemente se plantó en la Final Four, donde superó en semifinales al Olimpia Milán. Le esperaba en la final el Joventut que vivió una noche amarga, la de aquel triple de Djordjevic que completó una de las mayores sorpresas en la historia de la máxima competición continental. En su primera temporada como entrenador Zeljko Obradovic ya era campeón de Europa.

Huyendo de la guerra y las sanciones de la ONU sobre Serbia, Obradovic abandona el Partizan en 1993 para comenzar la aventura que escribiría su leyenda. Llegó a Badalona para hacerse cargo del Joventut al que había privado un año antes de la gloria europea. Obradovic llegaba con nuevas ideas, bien empapado en el recién nacido basket control que había adoptado como dogma irremplazable. El cambio respecto al juego más alegre y veloz empleado por Lolo Sainz fue duro, difícil. La Penya no lograba adaptarse al nuevo sistema. Tampoco ayudaban los castigos de cambio automático a cualquier jugador que cometiera un par de errores seguidos. Cayó en cuartos en Copa ante el Taugres, donde Manel Comas le devolvió aquel célebre tiempo muerto pedido a pocos segundos del final con el partido sentenciado. En Liga las cosas no marchaban bien, lejos del Real Madrid y el Barça. Parecía que el cambio no funcionaba, incluso algunos jugadores evidenciaban una cuesta abajo. Pero en la Liga Europea las cosas fueron muy diferentes. Eliminó contra todo pronóstico al Real Madrid en cuartos y se plantó en la Final Four de Tel-Aviv. Arrasó sin contemplaciones al Barça en semifinales por 79-65 tras una segunda parte sublime y se plantaba en su segunda final. Le esperaba un nuevo rico, el Olympiakos. Fue una final dura y farragosa como se podía esperar de dos entrenadores como Obradovic e Ioannidis, fieles al basket control. Tanteador bajo e igualado fue la tónica durante todo el encuentro. Los malos porcentajes de tiro en ambos equipos y los numerosos errores en el tiro libre de Paspalj llevaron el partido a un final de infarto, resuelto con el inolvidable triple de Corney Thompson. Ni los tiros libres, un 1+1 que volvió a errar Paspalj, y una posesión más de regalo por un mamoneo con el cronómetro evitaron que el Joventut lograra alcanzar la gloria europea. No importaba que fuera por un pírrico 59-57. Obradovic le había devuelto a los verdinegros lo que le había quitado dos años antes.

Fuente: compartirpasion.com

El título y pelear la eliminatoria de semifinales de la ACB al Barça hasta el quinto partido no fueron suficientes para que Obradovic continuara en Badalona. El técnico serbio decidió cambiar de aires para marcharse al Real Madrid. Ramón Mendoza le confió el equipo con el fin de lograr la ansiada octava Copa de Europa. Su llegada provocó el mismo efecto que en el Joventut. Pese a contar con la mejor pareja de pivots de Europa, Sabonis-Arlauckas, el equipo no funcionaba bien en las competiciones domésticas y la plantilla no lograba adaptarse al nuevo estilo de juego promulgado por Obradovic. Los malos resultados desembocaron en tristes incidentes entre algunos jugadores, los nervios estaban a flor de piel. Pero como ocurrió en el Joventut, Europa era otra historia. Llegó a la Final Four tras dejar en la cuneta a la Cibona en cuartos. En Zaragoza el equipo blanco fue imparable, arrasando a Limoges y Olympiakos sin contemplaciones. El Real Madrid se llevaba la Liga Europea, logrando su octava Copa de Europa. Era el tercer entorchado de Obradovic en la máxima competición europea. Sólo tenía 35 años y ya había hecho historia en el baloncesto continental. Todo un ganador precoz.

El resto de su periplo madridista no fue tan afortunado. La marcha de Sabonis dejó un hueco imposible de llenar. Desde entonces el Real Madrid aún busca un 5 dominador y de garantías. La reestructuración de la plantilla quedó a medias y le dejó a Obradovic un equipo corto de banquillo para la temporada 1995-96, en clara inferioridad con un Barça que le apeó en semifinales de Copa y Liga Europea. En cuartos de final de Liga se vio sorprendido por el Caja San Fernando y quedó fuera de la Liga Europea para la siguiente temporada. Para evitar otra temporada tan aciaga se reforzó el equipo a conciencia. La llegada de Bodiroga, Alberto Angulo, Orenga, Mikhailov y Alberto Herreros, que llegó tras un fichaje largo y controvertido, reforzaban hasta los dientes al equipo madridista. Obradovic logró un título europeo más, la Recopa (llamada Copa Saporta) de 1997 ante el Verona en una final que no pasará a la historia salvo por el gracioso que encendió una bengala al final del partido dentro de aquel perdido pabellón de Nicosia. La auténtica final se disputó en semifinales en una dura y tensa eliminatoria ante el Paris Saint Germain con una apreciable plantilla en la que figuraban Risacher, Struelens, JR Reid, Sciarra o Dacoury. Sin embargo en España volvió a toparse contra el Barça. Cayó en cuartos de Copa tras dos prórrogas ante los azulgranas en una de las mejores eliminatorias de la historia de la competición y que se resolvió con tres tiros libres fallados de Antúnez. La final de Liga fue mucho más dolorosa. Tras cuatro partidos igualadísimos todo se resolvía en el quinto y definitivo en el Palacio de los Deportes. Se recordaría por la explosión de un Roberto Dueñas imperial que atemorizó a todos los madridistas. Aquel 69-82 le daba el tercer título consecutivo a los azulgranas y rompía la tradición que rezaba que el campeón de la Liga Regular siempre se proclamaba campeón de la ACB. Desgraciadamente también se recordará por los lanzamientos de objetos al final del partido y el incidente provocado por Ochaíta, líder de los Ultras Sur, que fue placado por la policía cuando intentó entrar a la pista con un grifo en la mano. Afortunadamente energúmenos así están alejados del baloncesto hoy en día.

Fuente: losojosdeltigre.com

Los problemas económicos del club blanco y el ego de Lorenzo Sanz que chocó con el fuerte carácter de Obradovic impidieron la renovación del técnico. Zeljko Obradovic volvió a hacer las maletas para tomar rumbo a Treviso, a la Benneton. Allí pasó dos temporadas en las que volvió a engordar su palmarés con la Recopa de 1999 ante el Pamesa Valencia en Zaragoza. Al final de aquella temporada recibió una oferta irrechazable del multimillonario Panathinaikos, el equipo en el que ha forjado gran parte de su leyenda, Su dirección en el banquillo a una plantilla plagada de figuras añadió 5 Euroligas, amén del incontestable dominio del baloncesto griego, al palmarés más brillante de un entrenador europeo. Un palmarés que también se nutrió de títulos de selecciones. Fue nombrado seleccionador de la nueva Yugoslavia, formada ahora por Serbia y Montenegro, tras retirarse las sanciones de la ONU al finalizar la guerra en los Balcanes. Al mando de los Djordjevic, Danilovic, Bodiroga, Rebraca, Tomasevic, Savic, Beric y compañía logró dos oros europeos, otro mundial y una plata olímpica en Atlanta. Un coleccionista de títulos sin igual en el baloncesto europeo y que aún es considerado el gran maestro de los banquillos del continente.

Pesic, la germanización del estilo balcánico.

Aunque su primera etapa como entrenador discurrió en el Bosna Sarajevo, último equipo en el que formó parte como jugador y donde logró sus únicos títulos ya al final de su carrera, la trayectoria de Svetislav Pesic quedó unida durante muchos años a un país que lo acabó adoptando, Alemania. Hasta allí llegó en 1987 para hacerse cargo de la selección alemana, un combinado de segunda fila pese a que varios jugadores alemanes jugaban en la NBA. Las normas FIBA que impedía alinearlos por considerarlos profesionales debilitaban a la selección germana. Pesic comenzó un trabajo encaminado al largo plazo. Empezó a imprimir el carácter y competitividad propios de la antigua Yugoslavia. Su asimilación de la forma de vida alemana se haría notar en su estilo de trabajo. Adoptó la determinación alemana, su carácter concienzudo, su firme convicción en una labor metódica donde nada queda al azar. Unas características que le hicieron adoptar con toda naturalidad el nuevo estilo que imponía el basket control.

Fuente: reportajes.org

La abolición de la norma que impedía convocar a jugadores que hayan disputado la NBA en 1992 permitió a Pesic llamar a los Schrempf, Welp o Gnad para lograr la clasificación para los JJOO de Barcelona. Pese a no contar con Welp por lesión, Pesic logró una sorprendente clasificación olímpica para Alemania, dejando en la cuneta a selecciones prestigiosas como Italia o Grecia. En Barcelona, la selección alemana tuvo un papel digno al clasificarse para cuartos de final, con disgusto a España en el debut incluido, y acabando en 7ª posición. Un buen papel de cara al Eurobasket de 1993 que se celebraba en la propia Alemania. Una cita en la que perdía a Schrempf, que no volvería a jugar con la selección alemana, pero recuperaba a Welp. Alemania no contaba entre las favoritas y menos aún tras pasar a cuartos por los pelos, como 4ª de su grupo. Ahí llegó el inicio de la gesta germana. Recurriendo a su fortaleza física, fuerte defensa, ritmo lento de partido, al trío Welp-Harnisch-Koch y la ayuda esporádica de secundarios como Rodl, Gnad o Nurnberger fueron sorteando obstáculos de manera inesperada. Batió a España en la prórroga con un triple postrero de Welp. Superó a Grecia con otro sorprendente 76-73 y redondeó la faena derrotando en la final a la nueva y renovada Rusia por 71-70. Pesic había logrando una hazaña, que el baloncesto alemán llegara a lo más alto de Europa. El oro de Alemania significaba una sorpresa monumental. Pesic había llevado a su país de adopción a su primer y único triunfo en un Eurobasket. Continuaba el asombro por los efectos que producía el basket control. Cualquier equipo podía competir recurriendo a ese manual.

Tras aquel triunfo Pesic dejó la selección alemana. Ya no podía llegar más lejos después de conseguir aquel sorprendente oro. Se hizo con las riendas del Alba Berlín, equipo al que entrenaría el resto de la década de los 90. Situó al Alba en el mapa europeo. Le convirtió en campeón de la Copa Korac en 1995 ante el Stefanel Milán, equipo que se especializó en perder finales europeas, de un jovencísimo Bodiroga, y le arrebató el dominio en Alemania al Bayer Leverkusen durante la segunda mitad de la década. Los Sasha Obradovic, Alibegovic, Rodl, Okulaja o Femerling formaron parte de un equipo que se convirtió en un hueso duro de roer en competiciones europeas. Pesic continuó en el Alba Berlín hasta el año 2000. Con la entrada del nuevo siglo llegarían sus mayores éxitos. La selección yugoslava y el Barça puede dar fe de ello.

Fuente: sport1.de

Messina, el renacimiento italiano.

Ettore Messina comenzó a entrenar ya desde muy joven, haciéndose cargo de equipos juniors. Su primera gran oportunidad le llegó en 1989 cuando fue nombrado entrenador de la Virtus Bolonia, equipo del que era ayudante hasta entonces, con sólo 30 años. No tardó en empezar a cosechar éxitos. Ya en su primera temporada logró la Copa italiana y la Recopa, en la que derrotó al Real Madrid en la final. Convirtió al equipo boloñés en una alternativa seria al Olimpia Milán y la Benneton de Toni Kukoc, al que le arrebató el título de la Lega la temporada 1992-93 con  Danilovic como gran estrella de aquella Virtus Bolonia. Su juventud y fulgurante trayectoria llamaron la atención de la federación italiana que le ofreció el puesto de seleccionador italiano. Messina no lo dudó y aceptó el cargo.

Fuente: lasprovincias.es

Los inicios fueron desalentadores. Messina había llegado a una selección en declive que se había quedado fuera de los JJOO de Barcelona. La mezcla de jugadores al final de su carrera y otros aún verdes con la que contó en el Eurobasket de Alemania resultó un desastre. Italia realizó el peor Eurobasket que se le recuerda en muchos años, recibiendo dolorosas palizas de España o Rusia y acabando en 9ª posición. Un desastre que podía terminar con su proyecto nada más empezar. Sin embargo la Federación italiana mantuvo su confianza en Messina para que renovara la selección y devolviera a Italia a los puestos de honor del baloncesto europeo. Para el Eurobasket de 1995 mantuvo algunos veteranos como Magnifico, Gentile, Espósito o Rusconi pero poco a poco iba renovando el equipo. No consiguió clasificarle para los JJOO de Atlanta pero el 5º puesto logrado significaba un pequeño ascenso. Los dos años hasta el siguiente Europeo le sirvieron para renovar definitivamente la selección italiana y perfeccionar el estilo de juego, ya asentado en la intensa defensa y el basket control. Con la lección bien aprendida llegó al Eurobasket de Barcelona 1997. La renovada selección italiana volvió al gen competitivo que siempre tuvo y había perdido los últimos años. Aburría hasta a las cabras pero ganaba. Volvió de nuevo a las medallas y a una final europea, en la que caería contra Yugoslavia por 61-49 en una de las finales más aburridas y pobres que se recuerdan. No podía ser menos cuando el rival de Messina era Obradovic. Tal para cual.

Italia regresaba a la élite europea con aquella plata pero Messina no seguiría al frente del proyecto. Recibió una gran oferta de su antiguo equipo, la Virtus Bolonia, y abandonó el banquillo de la selección italiana. Llegaba a un equipo  plagado de figuras, construido a golpe de talonario. Por sus manos pasaron los Danilovic, Nesterovic, Rigaudeau, Abbio, Schonochini, Ginobili, Jaric, Andersen, Smodis,… Una gran plantilla repleta de talento aunque estuviera al servicio de un estilo tan poco atractivo como el basket control, donde prima mucho más el trabajo que el talento. Con Messina en el banquillo logró proclamarse dos veces campeón de Europa y otras dos subcampeón. Había devuelto al baloncesto italiano a lo más alto de Europa con una gran visión táctica y la primacía del esfuerzo y la intensidad sobre la calidad individual. Una trayectoria triunfal que duró hasta 2002 cuando Messina salió del equipo tras la caída en desgracia de la Virtus por el caso Bezirovic pero que no cerró el palmarés del técnico, que seguiría engordando con el cambio de siglo como comprobarían en Treviso y Moscú.

Fuente: sillonbol.com

Mientras, en España.

En la segunda mitad de la década la ACB fue dominada con puño de hierro por un equipo, el Barça. Su dominio comenzó en 1995 aunque la historia pudo ser diferente de haber entrado aquel famoso triple de Mike Ansley en el Ciudad Jardín en el cuarto partido de la final. Desde ese momento comenzó un dominio implacable que le llevó a ganar 4 títulos de Liga en 5 años. Sólo falló en la temporada 1997-98, una campaña en la que Aíto se tomó un año sabático y tanto Manel Comas como Joan Montes no supieron sacar jugo de la plantilla en una nefasta temporada. Fue la Liga en la que el TDK Manresa sorprendió a todo el mundo proclamándose campeón con Salva Maldonado en el banquillo y el inolvidable quinteto formado por Creus, Capdevila, Jones, Alston y Sallier. El regreso de Aíto devolvió al Barça a la senda del triunfo. A su receta de defensa, intensidad, velocidad y equilibrio entre el juego interior y exterior se le unió el acierto en los fichajes de extranjeros. Se acabaron los Peplowskis, Crowders o Fred Roberts. Llegaron jugadores como Middleton, Karnisovas, Godfread, Mustaf o Djordjevic que aportaron en gran medida al equipo. Sin embargo Aíto siguió chocándose con el muro europeo. La Liga Europea siguió resistiéndose. En 1996 vio como se la birlaban descaradamente en aquel robo en Paris ante el Panathinaikos. En 1997 volvió a toparse con los griegos, cayendo esta vez con todas las de la ley. El Barça no pudo frenar la exhibición de David Rivers, que ninguneó al mismísimo Djordjevic, y un joven Dueñas acabó emparedado ante dos pivots rocosos y expertos como Fassoulas y Tarlac. Europa seguía resistiéndose al entrenador madrileño aunque obtuvo la consolación con la Copa Korac de 1999 en la que en el partido de vuelta de la final remontó la renta de 18 puntos que llevaba el Estudiantes al Palau Blaugrana.

Fuente: blaugranas.com

En cambio la Copa del Rey se convirtió en la competición de las sorpresas, el refugio de los equipos que vivían a la sombra de los grandes para brillar por un dia. Baskonia (con las denominaciones de Taugres y Tau Cerámica), TDK Manresa, Joventut y Pamesa Valencia lograron abrir las vitrinas con este prestigioso título, dejando con un palmo de narices a los grandes en una competición que fue ganando atractivo y atención mediática con el paso de los años. Algunos de estos equipos también tuvieron su momento de gloria en Europa. Tras dos intentos fallidos ante Olimpia Ljubliana y Benneton Treviso los dos años anteriores, el Taugres ganaba la Recopa en 1996 en el Pabellón Araba al PAOK Salónica de Prelevic, Stojakovic y Rentzias por 88-81. Fue el merecido premio al gran trabajo de Manel Comas en Vitoria y una recompensa para los Nicola o Perasovic. En 1999 la oportunidad fue para el Pamesa Valencia en Zaragoza pero se topó ante la Benneton de Obradovic que fue muy superior durante gran parte del encuentro y aguantó la remontada final de los hombres de Miki Vukovic.

En cambio el Real Madrid no hizo más que dar tumbos tras la salida de Zeljko Obradovic del club blanco. Miguel Ángel Martín, un clásico en el banquillo del Estudiantes, tomó su relevo en el banquillo en la temporada 1997-98. El buen inicio de la temporada en la ACB fue un espejismo. Los problemas disciplinarios, en especial el enfrentamiento entre el técnico y Arlauckas, acabó pasando factura al equipo que quedó fuera de la Liga Europea y la Copa del Rey a las primeras de cambio. Estos resultados acabaron con la salida de Miguel Ángel Martín y los despidos de Arlauckas y Mike Smith por faltas disciplinarias muy graves. Volvió la tranquilidad con Tirso Lorente, un hombre de la casa, pero el equipo blanco cayó en semifinales de la ACB con el sorprendente TDK Manresa. Para colmo, los problemas económicos y falta de un proyecto ganador provocaron la marcha de Bodiroga al Panathinaikos a final de temporada. Se confió en un nombre del pasado, Clifford Luyk, para reflotar al equipo. La marcha fue muy buena durante gran parte de la temporada pero la falta de banquillo de garantías provocó una caída en picado en los meses decisivos. Recibió un duro correctivo de la Fortitudo Bolonia en cuartos de final de la Liga Europea, perdió un liderato de la Liga Regular que tenía a mano en la última jornada y en el Palau Blaugrana y cayó otra vez en semifinales, esta vez ante el Caja San Fernando de Javier Imbroda y un genial Andre Turner. Dos años en blanco para un equipo sin rumbo ni proyecto fijo y que estaba perdiendo protagonismo en España. Una angustiosa racha sin títulos que no se rompería hasta el 2000, con Sergio Scariolo en el banquillo, tras aquel inolvidable triunfo ante el Barça en el Palau Blaugrana en el quinto partido de la final.

Fuente: corazonblanco.com

Al final de la temporada 1998-99 la ACB firmó un contrato televisivo de cuatros años con Canal +. El suculento montante económico firmado lo entendió la ACB como el gran negocio desde su creación. Acabó siendo un pacto con el diablo. La emisión en un canal de pago convirtió la ACB en una competición clandestina de la que se despegaron los aficionados por su dificultad para seguirla. Estos años de baloncesto codificado fueron un duro golpe para la difusión del baloncesto, al que le costó mucho tiempo recuperarse de la herida. Esta circunstancia impidió a muchos aficionados seguir los primeros pasos de unos jugadores que formarían la generación que cambiaría el destino del baloncesto español.

Próximo capítulo: La travesía por el desierto.

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4 Comments on "BALONCESTO: LOS OSCUROS AÑOS 90 (VI). LOS APÓSTOLES DEL BASKET CONTROL"

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11 years 3 months ago

grandes articulos, un placer leerlos y recordar viejos tiempos!
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Enviado desde TheFlagrants App

nita
11 years 3 months ago

Se me ha ido un poco la idea de lo que iba a expresar, así que… sobre mi básica percepción, me voy a capuzar. Interesante conocer como transcurríó en las pistas de aquellos años, éste “método” (más conservador, con menos alicientes de cara al aficionado común, con partidos que causan letargo, en general… sin aportar nada bueno, quizá por esa sensación de ir “pasos atrás” en la evolución del juego…) aunque no se puede obviar el rédito que ya dió entonces este estilo a muchos equipos. De todas formas. No sé quien dijo que “el espectador lo perdona todo, menos… Read more »

Guest
george gervin
11 years 3 months ago

sabonis es el mejor

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