La trágica desaparición de Drazen Petrovic dejaba un hueco muy difícil de llenar en el baloncesto europeo. El croata era un jugador irrepetible, aún más si cabe con el rumbo que iba a tomar el baloncesto europeo en cuanto a concepción del juego. Sin embargo su lugar en el trono en Europa no tardó en ser ocupado por otro jugador dominante que marcó la primera mitad de la década de los 90 en el viejo continente. Llegaba la era de Arvydas Sabonis, el zar lituano. Su importancia no sólo se encuadra en su abrumador dominio de las zonas mientras estuvo en activo. Marcó el camino a seguir a futuros pivots ya que estamos hablando de un jugador muy diferente a los hombres altos de su época. Un auténtico adelantado a su época que diseñó el prototipo de pivot moderno, el perfil de jugador que vemos en los pivots más importantes en la actualidad. Un jugador inmenso del que jamás mechanical bull for sale pudimos conocer sus límites debido a los problemas físicos pero cuya versión mermada bastaba para convertirle en el jugador dominante en Europa. En este capítulo estudiaremos detenidamente su trayectoria e impacto en el baloncesto continental. Con ustedes, Arvydas Sabonis.
La gran joya del baloncesto soviético.
La URSS dio un gran cantidad de nombres inolvidables al baloncesto europeo. El baloncesto soviético era una factoría inagotable de talento y portento físico que le convertía en cada gran campeonato en Europa en el rival a batir, Yugoslavia aparte. Sin embargo, a principios de los 80 comenzó a pulir el mayor diamante en bruto que había descubierto. No, esta vez no salía de Moscú, de las entrañas del todopoderoso CSKA Moscú sino del Zalgiris Kaunas, de una Lituania que jamás había encontrado su lugar en aquella URSS. Un gigantón que pronto no iba a dejar indiferente a nadie. Se trataba de Arvydas Sabonis.
Fuente: realgm.com
Pronto, sin cumplir siquiera la mayoría de edad, comenzó a mostrar sus poderes al mundo del baloncesto. Gigantes ya habían salido muchos de la URSS, como el inolvidable Vladimir Tkachenko que sembraba el pánico por Europa en aquellos años. Pero Sabonis era diferente. No sólo apabullaba a los pivots rivales con sus inacabables 2’20 de altura sino que disponía de unas fundamentos más propios de jugadores que ocupaban puestos de alero e incluso base. Además su altura no le impedía correr el contraataque con una gran soltura y superar a sus defensores por velocidad. Su impacto fue tal que con sólo 17 añitos formó parte de la selección soviética que se proclamó campeona del mundo en Cali en 1982. Sólo fue el comienzo de una carrera meteórica. Alrededor de su enorme figura comenzó a crecer un equipo sin fuste en aquella URSS, el Zalgiris Kaunas que se convertiría en un símbolo de la díscola Lituania. Lideró una generación triunfal de la que formaban parte sus inseparables Marciulionis, Homicius y Kurtinaitis, pilares básicos en aquella selección soviética de los años 80. Cambió completamente el orden del baloncesto en la URSS, arrebatándole el dominio al CSKA, el equipo del ejército. Tres títulos consecutivos a mediados de los 80, el último tras ganar los dos últimos partidos decisivos en Moscú ante unas gradas plagadas de militares y con todo dispuesto para celebrar el título, fueron el botín que hinchó de orgullo a todo lituano. Pudo llegar la gloria europea en 1986 pero ahí se cruzó Drazen Petrovic y su Cibona que les sacó de sus casillas. Sabonis acabó expulsado tras arrearle un puñetazo en la cara a Nakic. Además de un enorme talento al gigante lituano le sobraban malas pulgas.
Evidentemente no tardó en llamar la atención de todo el mundo del baloncesto, NBA incluida. Atlanta Hawks ya le seleccionó en 1985 en el puesto 77 del draft pero al no haber cumplido aún los 21 años la NBA echó por tierra su elección. Ya con la edad reglamentaría, serían los Portland Trail Blazers quien se llevaron el gato al agua año siguiente tras elegirle en el puesto 24, en primera ronda. En USA ya le esperaban con los brazos abiertos aunque no podía residir fuera de la URSS hasta cumplir los 28 años. Sin embargo ese no sería el mayor problema que tuvo que afrontar para una futura aventura americana. A finales de 1986 sufrió una rotura en el tendón de Aquiles que marcaría su carrera. Le originó problemas de movilidad que al forzar afectaron seriamente a sus rodillas. La carrera más prometedora del baloncesto soviético estaba en peligro. Pero las graves lesiones no impidieron que Sabonis saliera adelante. Casi recién reaparecido tras una larguísima recuperación, Sabonis fue clave en el oro olímpico logrado por la URSS en Seul en 1988. En la retina de los aficionados queda como un mermado Sabonis hundió en la miseria en semifinales al mismísimo David Robinson. Pero esto no pareció suficiente para despejar las dudas sobre su estado físico cuando se le permitió abandonar la URSS en 1989 tras quedar derogada la ley que se lo impedía. Su participación en Seul en contra de los deseos de los Blazers despertó las iras del equipo de Portland que desestimó incorporarle jumpers for sale a la plantilla. Ningún grande europeo se atrevió a contratarle. Pesaba más el miedo a una recaída que la confianza en su enorme talento. Así que el zar lituano emprendió su primera aventura lejos de casa en un destino insospechado, Valladolid.
Fuente: 15min.lt
El gigante llega a España.
El Forum Filatélico sorprendió en aquel verano de 1989 con el sonado fichaje de Arvydas Sabonis. El equipo de Valladolid no era ni mucho menos un equipo con aspiraciones en la ACB sino más bien un simple comparsa en la competición nacional pero dio un auténtico golpe de efecto haciéndose con los servicios del pivot lituano, que llegaba acompañado de Homicius. Sorprende que un jugador de su palmarés y dimensión llegara a la ciudad pucelana pero la falta de confianza de los equipos importantes en Europa en su estado físico propició aquella contratación. Su fichaje cambió el sino del Forum porque en Valladolid se vivieron los años dorados del equipo con Sabonis como líder indiscutible.
No tardó el pivot en dejar muestras de su poder de intimidación y poderío bajo el aro. Se trataba de un jugador al 40% de sus posibilidades pero lo que le quedaba era suficiente para convertirle en un jugador dominante. Era un jugador más lento, mucho más pesado, pero no había perdido ni un ápice de agresividad. Su larga figura obligaba a sus rivales a rectificar los tiros en el último instante para no llevarse un soberano tapón. Pero Sabonis era mucho más que fuerza en la zona. Sus fundamentos abarcaban muchas facetas del juego. Su privilegiada visión de juego, que envidiaría cualquier base de primer nivel, le permitía combinar con sus compañeros libres de marca que aprovechaban los intensos marcajes sobre el pivot. Era el socio ideal para jugar en la zona. A ello se le sumaba una muñeca prodigiosa que le permitía lanzar con acierto lejos del aro e, incluso, anotar triples. Una cualidad inédita en un hombre alto a la que no estaban acostumbrados los pivots de la época y que convertía a Sabonis en un jugador único e imparable. Era un jugador que había llegado del futuro.
Fuente: jotdown.es
La directiva le acompañó con una plantilla interesante. En las tres temporada que pasó allí contó con la ayuda en diversas campañas de los Homicius, Schlegel, Bento, Silvano Bustos, Fede Ramiro, Espinosa… Incluso se sacó de su retiro al mítico Corbalán para nutrirle de balones durante una temporada. El Forum pasaría de ser uno más a convertirse en un animador de la ACB. Jugar contra el equipo pucelano dejó de ser un chollo para convertirse en un marrón incómodo para los equipos grandes. Las visitas al Pabellón Pisuerga se plagaron de tropiezos de los históricos del baloncesto español. La figura de Sabonis causaba pesadillas entre sus rivales en la víspera de cada encuentro ante el Forum. Se convirtió en un habitual en los playoffs, donde llegaría a cuartos de final en las tres temporadas que disfrutó del juego del pivot lituano. Pudo incluso llegar más allá en la temporada 1990-91 tras asaltar el Palau Sant Jordi en el primer encuentro de cuartos ante el Barça pero los azulgranas lograron la machada a la que se vieron obligados de ganar los dos siguientes, con triunfo incluido en el Pisuerga.
Sin embargo en Valladolid eran conscientes que no podían contar eternamente con Sabonis. Pese a su crecimiento las cotas del equipo eran limitadas y no disponía de medios para romperlas. El Forum era demasiado pequeño para la ambición desmedida de su estrella que ansiaba volver a lograr títulos, en especial la gloria europea que aún le quedaba pendiente. No quedaba otro remedio que salir en busca de ella. Necesitaba un equipo más grande al que liderar, con expectativas mucho mayores. Un equipo que buscara una gran figura para regresar a la senda del triunfo. No estaba muy lejos ese equipo que cumplía al dedillo todos sus deseos, sólo a unos 200 kilómetros. Ese equipo era el Real Madrid.
Fuente: diariodeavisos.com
El coloso blanco empieza a despertar.
El Real Madrid iniciaba la campaña 1991-92 en una situación calamitosa para su brillante historia. Se había quedado fuera de la nueva Liga Europea y estaba viendo cómo no sólo seguía por detrás del Barça sino que equipos como Joventut o Estudiantes le quitaban protagonismo en España. El equipo blanco volvió a confiar el mando de la nave a George Karl, que vivía su segunda etapa como entrenador madridista. Contrató a dos extranjeros muy veteranos y curtidos en la ACB como Ricky Brown y Mark Simpson, que superaban ampliamente la treintena, le arrebató a su vecino colegial a Antúnez y endureció el código interno de disciplina para evitar más casos como el de Stanley Roberts la pasada campaña. Sin embargo el equipo seguía sin transmitir autoridad, aún en proceso de adaptación a los métodos de Karl. Pese a que se observaba el declive del Barça no se le veía al equipo blanco en condiciones de competir con el Joventut, vigente campeón, y que iba a sufrir para imponerse a otros nuevos ilustres como Estudiantes, Taugrés, Cai Zaragoza o Elosúa León, gran revelación de la temporada. Antes de llegar a mitad de temporada abandonaba el barco inesperadamente George Karl. Había recibido una propuesta irrechazable de los Seattle Supersonics y el Real Madrid le abrió las puertas. El infortunio seguía golpeando al equipo blanco.
Fuente: descargasbasket.blogspot.com
Su lugar lo ocupó Clifford Luyk, mítico ex-jugador, ayudante de Lolo Sainz y que había empezado la temporada entrenando al Júver Murcia, donde apenas duró 40 días en el cargo. Luyk logró cambiar la dinámica del equipo y transmitió ese estilo con el que tanto se identifica el madridismo: velocidad, agresividad y no rendirse nunca. Los ojos del tigre, como lo denominaba Luyk y que dio nombre a una peña madridista muy numerosa en los años 90 pero reducida en la actualidad. No le dio la recuperación para llevarse la Copa del Rey, en la que cayó en cuartos a manos del Estudiantes, futuro campeón, con un triple de Juan Aísa, canterano del Real Madrid para más señas. En Europa, sin embargo, se volvía de nuevo a una final por quinto año consecutivo. En la final de la Recopa, en Nantes, le esperaba el PAOK Salónica que defendía título. La prmera parte fue un paseo para los madridistas, que dominaron a placer y llegaron a ponerse 16 arriba, pero se atascaron con la zona impuesta por los griegos en la segunda y comenzaron a sufrir. Un triple de Prelevic, que fue una pesadilla toda la segunda mitad, de casi 8 metros empató el partido a 63 en el último minuto. Ramón Trecet afirmaba en la retransmisión que a los jugadores blancos les quemaba el balón y se temía lo peor cuando Mark Simpson, del que no se fiaba en momentos calientes, se disponía a lanzar un 1+1 tras el triple del serbo-griego. Erró y el rebote fue para Fassoulas, que se atrevió a un pase en largo para jugar un último ataque. Propició la recordada pirula de Ricky Brown, que incerceptó el balón casi en su cara y le quedó tiempo para anotar la canasta del triunfo que le daba su 3ª Recopa al Real Madrid.
Fue una inyección importante de moral a una afición alicaída. El equipo creció para ir alcanzando su mejor nivel cuando llegaban a los playoffs. Se quitó del medio al Granollers en octavos por 2-0. Acabó con sus fantasmas dejando en la cuneta en cuartos a un Barça crepuscular con el mismo balance. Estuvo contra las cuerdas ante el Taugres tras ir 1-2 abajo en la eliminatoria y obligado a ganar el cuarto en el Pabellón Araba, donde salvó la situación inflatable water slide con un partidazo de Mark Simpson (27 puntos al descanso y 40 al final del partido) para rematar en el quinto pese a la exhibición en la primera parte de Joe Arlauckas. El Real Madrid regresaba a la final, donde esperaba el Joventut. Golpearon primero los blancos en Badalona pero la Penya se repuso con mucha autoridad en los dos siguientes. El Madrid logró forzar el quinto partido pero le costó caro al perder a Antonio Martín tras una desafortunada jugada en la que le cayó encima con toda su humanidad el bueno de Corney Thompson. Sin su pivot titular los blancos poco pudieron hacer en el Olímpico de Badalona ante un Joventut superior que repetía título. Era el 6º año sin título de Liga, una barbaridad, pero la temporada dejó un buen sabor de boca porque el equipo volvía a ser competitivo.
Fuente: forum.rojadirecta.es
No obstante la sección necesitaba un golpe de efecto para revitalizarla. El equipo no despertaba el entusiasmo de antaño, hacía falta un reclamo para despertar al madridismo. Ramón Mendoza encontró el remedio en Valladolid. Tras caer eliminado el Forum, el presidente blanco comenzó a negociar el traspaso de Arvydas Sabonis, la gran esperanza para que el Real Madrid volviera a ser el equipo de referencia en Europa. La aprobación del 3º extranjero en la ACB permitia hacerle un hueco en la plantilla sin abrir la puerta a Ricky Brown o Simpson, renovados tras su gran temporada. Una gran cantidad de millones, se habló de más de 200 millones de pesetas, fue el precio a pagar para que Sabonis cambiara Valladolid por Madrid. El gigante lituano llegaba al Real Madrid para cambiar el rumbo del baloncesto europeo.
Sabonis devuelve la supremacía al Real Madrid.
Antes de incorporarse a la disciplina del Real Madrid, Sabonis debía disputar los JJOO de Barcelona 92. Además de la importancia que tiene de por sí una cita olímpica se trataba de una cuestión de honor y patriotismo debido a que era la primera competición internacional después de la II Guerra Mundial que disputaba la recién independizada Lituania tras la desintegración de la URSS. Sabonis volvía a reencontrarse con sus viejos compañeros del Zalgiris; los Jovaisha, Marciulionis, Homicius y Kurtinaitis. Una selección de gran quinteto inicial y nulo banquillo. Sabonis fue clave para que Lituania lograra un bronce con sabor a venganza ya que la selección báltica lo logró en el partido por el 3º puesto contra lo que se llamó el Equipo Unificado, aquel combinado de antiguas repúblicas soviéticas que fue el último vestigio de la URSS en un gran campeonato.
Fuente: allsports-tv.com
El Real Madrid recibió al zar lituano con los brazos abiertos. Fue la única incorporación que hizo el equipo madridista porque las otras dos caras nuevas fueron Lasa e Isma Santos, dos canteranos blancos que adquirieron buena cuota de protagonismo desde esa misma temporada. En especial Santos que se fue ganando pronto su fama como uno de los mejores defensores de Europa. Pero el equipo estaba pensado por y para Sabonis que desde el primer momento se convirtió en el faro sobre el que giraba el juego del Real Madrid. Su efecto fue devastador desde el primer momento sobre los rivales. El Madrid se convirtió desde el primer momento en el equipo a batir, en el dominador de la ACB en esa temporada 1992-93. La intimidación que producía sobre sus rivales provocó que pocos conjuntos pudieran competir en un partido ante los blancos. En la Liga Europea el efecto no fue menor. El Real Madrid pasó como el caballo de Atila durante la primera fase aunque delante estuviera la Benetton de Toni Kukoc, que se llevó un palizón histórico en un Palacio de los Deportes a rebosar. Tampoco fue rival la Virtus Bolonia en cuartos, apalizada en ambos encuentros. El Real Madrid llegaba a la Final Four de Atenas como gran candidato al título pero aquel infausto encuentro de semifinales ante el Limoges, del que hablé en el capítulo anterior, truncó las esperanzas de recuperar el trono europeo 13 años después. Aún habría que esperar.
Sin embargo en las competiciones domésticas el Real Madrid no dejó pasar la oportunidad. Volvió a ganar un título nacional tras imponerse en la Copa del Rey al Joventut por 74-71 tras remontarle un partido que llevó encarrilado la Penya durante muchos minutos gracias a Sabonis y a la impresionante aparición desde el banquillo de Chechu Biriukov. En la Liga terminó la fase regular en primer lugar, lo que le daba la ventaja campo en todas las eliminatorias. Dejó en la cuneta al Valvi Girona por 2-0 en octavos, a un Elosúa León que siempre solía crearle problemas por el mismo resultado en cuartos. Esperaba el derbi madrileño ante el Estudiantes en semifinales. Cada uno se impuso en los partidos de casa y el Madrid pasaba a la final por 3-2. Mismo guion ante el Joventut. Dos victorias para el Madrid en los dos primeros partidos, dos cómodos para el Joventut en los siguientes y triunfo en el definitivo para los blancos en el quinto y decisivo encuentro en el Palacio de los Deportes y en el que debió volver a remontar una diferencia comprometedora. Una tónica que se convirtió en tópico en el aficionado al baloncesto, la de que el título siempre es para el campeón de la Liga Regular en el quinto partido para generar mas expectación. El Madrid reconquistaba el cetro nacional tras seis años desposeído del mismo. Un título para despedir a Fernando Romay, que abandonaba el club, y agradecer los servicios prestados a Ricky Brown y Mark Simpson, que dejaba el baloncesto. Pero sobre todo se recordará por un Sabonis que devolvía el brillo y los triunfos al Real Madrid.
Fuente: marca.com
Para la temporada 1993-94 el club blanco debía buscar nuevos extranjeros que acompañaran a Sabonis. Como refuerzo en el juego interior fichó a un ilustre en la ACB, Arlauckas. Junto al zar lituano formaron la mejor pareja interior de Europa, posiblemente la mejor de la historia del Real Madrid. Sabas tiró de su influencia para que el tercer extranjero fuera su viejo amigo Rimas Kurtinaitis, un letal tirador ya en los últimos años de su carrera y que no le dio mal resultado a los blancos. El ascenso al primer equipo de Romero para tapar la baja de Romay y el inesperado y entonces chocante fichaje de García Coll cerraron la plantilla. Un equipo reforzado para continuar el dominio en España y ampliarlo a Europa. Sin embargo comenzó dubitativo en la Liga Europea, con 3 derrotas en los 4 primeros encuentros, aunque se rehizo para acabar segundo de grupo pese al famoso atraco sufrido en el Palacio de la paz y la amistad ante Olympiakos, donde las canastas valían hasta dos segundos fuera de tiempo. La cruel revancha que se cobró el Madrid ante el Limoges, al que humilló por 80-38 en el Palacio de los Deportes, fue lo más destacado de la primera fase del equipo blanco. En la ACB, en cambio, dominaba sin problema alguno y una superioridad incuestionable. La pareja Sabonis-Arlauckas hacía estragos y se mostraba imparable.
Dos derrotas pusieron las dudas en la temporada del Real Madrid. La primera en semifinales de Copa del Rey ante un Barça que partía con clara y aparente inferioridad. Los madridistas no revalidaban el título y veían como el Barça lo lograba en una dura y tosca final ante el Taugres donde fueron expulsados dos jugadores del equipo vitoriano y otro culé (aprendimos por qué a Bannister le apodaban el animal) para enfado mayúsculo del recientemente fallecido Manel Comas. La otra fue un palo doloroso. El Joventut le eliminó en cuartos de la Liga Europea tras machacarle en Badalona y jugar con su sistema nervioso en el Palacio de los Deportes. Un espaldarazo para la Penya que culminaría en el título europeo logrado en Tel-Aviv a las órdenes de Obradovic y que le resarcía del que se le escapó dos años antes en Estambul ante el Partizan entrenado por el propio entrenador verdinegro. Esta eliminación provocó ciertas críticas y que circularan distintos rumores como los que publicaba la revista Gigantes. Que si el equipo estaba desunido, que si existía una mafia en el vestuario, que si Sabonis mandaba demasiado, que si los jugadores y la directiva no confiaban en Clifford Luyk. Se había destapado la caja de los truenos pero quedaba todavía la Liga para cerrarla.
Fuente: grantland.com
En la ACB el Real Madrid terminó sobrado como campeón de la Liga Regular. Su autoridad había sido incuestionable. Sólo sufrió 4 derrotas y ni siquiera preocupaba la lesión de Antonio Martín en el intrascendente último encuentro y que le dejaba fuera del resto de la temporada y del Mundial de Toronto. Dejó en la cuneta al Breogán en octavos como si fuera un trámite. Le costó algo más con el TDK Manresa, revelación de la temporada, que forzó el tercer encuentro pero el equipo manresano no tuvo nada que hacer en los partidos en el Palacio de los Deportes. Deshizo el tópico de los playoffs concediéndole sólo un 4º partido al Estudiantes y esperó tranquilamente a que se resolviera la otra eliminatoria. Su rival fue el Barça. El equipo azulgrana fue la viva imagen de la impotencia en aquella final. Sus americanos (Fred Roberts, Massenburg y Crowder) no resultaban decisivos cuando se enfrentaban al equipo blanco. Pero lo peor es lo pequeños que hacia parecer a los jugadores de Aíto el gran Arvydas Sabonis. El gigante lituano le comió la moral a todos los azulgranas, incapaces de superarle. La exhibición del lituano fue tal que hasta se permitió batir el record de rebotes en un partido de playoff en el último encuentro. Tres victorias sencillas de los blancos que fueron demasiado para el público presente en el Palau Sant Jordi, que sólo reaccionó lanzando objetos a la pista al final del partido. Como dijo Pedro Bathe en ese tercer partido, el Madrid había sido muy superior y no hay más castañas. Como titulaba Gigantes, era la misma diferencia que la de los equipos de futbol pero al revés. El equipo blanco revalidaba el título en la ACB y cualquier tipo de rumor había quedado apagado. Salvo que no se confiaba en que Luyk era el hombre apropiado para volver a dominar Europa.
La cuenta pendiente saldada.
Clifford Luyk fue sustituido y nombrado nuevo manager, puesto que en la epoca servía para darle una patada hacia arriba al entrenador. Su puesto lo ocupó Zeljko Obradovic, doble campeón de Europa como entrenador con apenas 34 años. La plantilla era idéntica a la de la temporada anterior, sin ningún cambio. Sin embargo el cambio de entrenador afectó a la plantilla y al juego del equipo. Pasar del juego alegre y veloz que disfrutaban con Luyk al ataque estático y defensa a ultranza de Obradovic y los castigos del nuevo entrenador a un par de errores seguidos convirtieron el cambio en traumático. Los resultados se resintieron y llegaban muchas más derrotas de la cuenta. Al equipo le costaba entrar en los puestos de cabeza y no se notaba mejoría a lo largo de los meses. El público se aburría como una ostra y dejó de acudir al Palacio de los Deportes. Todo tuvo efecto incluso en el sistema nervioso de los jugadores, que por momentos se mostraron desquiciados. La bochornosa tangana provocada por un puñetazo de Sabonis a Bryson ante el Coren Orense y que contó con un lamentable golpe de un espectador a Hood. La sanción a Sabonis por acordarse del todo el árbol genealógico de los árbitros al final de las semifinales de Copa ante el Taugrés, campeón a la postre. El “¡A que te mato a hostias!” de Antúnez a Biriukov en un partido que se escapaba en León. Para colmo, comenzaban a llegar los rumores del interés de Portland por contar con Sabonis la siguiente temporada. El lituano acababa contrato y la situación económica del club no permitía ofrecerle una gran renovación. Le costó mucho al equipo enderezar el rumbo hasta acabar 4º a trancas y barrancas, muy lejos de un Barça no muy brillante pero mucho más sólido esa campaña.
Fuente: skyscrapercity.com
Pero las miradas estaban puestas desde el principio en Europa, el gran objetivo y para el que se había contratado a Obradovic. La trayectoria tampoco fue del todo regular pero logró acabar la primera fase como 2º de grupo. Pudo incluso ser primero pero se le escapó el duelo por esa plaza ante Panathinaikos en el Palacio de los Deportes en los últimos segundos. El cruce de cuartos era con la Cibona. Parecía incluso más benigno que de haber quedado primero, donde se hubiera cruzado con la poderosa Virtus Bolonia de Danilovic. Sufrió en el primer partido en Zagreb pero se llevó el gato al agua en los últimos minutos. En Madrid y tras una larga fiesta prepartido que llenó el Palacio de los Deportes, los blancos rompieron el partido en la segunda mitad y sellaban su pase a la Final Four. Cita muy especial esta vez por dos motivos. Se disputaba en Zaragoza y ello favorecía una gran presencia de seguidores blancos en la grada. La otra razón es que era la última oportunidad para Sabonis de lograr un título de campeón de Europa. Ya había decidido cruzar el Atlántico la siguiente temporada para jugar en la NBA, en los Blazers. Pero antes tenía una cuenta pendiente que debía ser saldada. Y cuando a Sabonis se le metía algo en la cabeza podía empezar a echarse a temblar quien estuviera enfrente.
En las semifinales esperaba el Limoges. Era como revivir la misma pesadilla sufrida dos años antes en Atenas. El equipo francés contaba con prácticamente toda la columna vertebral del dueño de aquella Final Four. Esta vez el final fue muy diferente. Fue un partido que se jugó a puro estilo Limoges, el que puso de moda el equipo francés tras su triunfo dos años antes. Pero Obradovic sabía muy bien cómo desenvolverse en ese tipo de partido. Santos y García Coll anularon a Michael Young con su pegajoso marcaje. Sabonis, en cambio, se mostró intratable. Le dejó claro a los jugadores del equipo francés que esta vez no se iba a marchar sin el título bajo el brazo. Con la ayuda de Arlauckas el lituano dejó vista para sentencia el choque a mediados de la segunda parte cuando la diferencia se marchó a los 18 puntos. Nada pudo hacer el Limoges, desarmado y que sólo pudo recortar algo la diferencia con los triples contra tabla de Abbas Sy. 62-49 que devolvía al Real Madrid a una final 10 años después, tras aquella perdida ante la Cibona de Drazen Petrovic. El rival sería el Olympiakos que se deshizo del Panathinaikos en el duelo heleno.
Fuente: sillonbol.com
El Pabellón Príncipe Felipe estaba a rebosar aquel 13 de Abril, Jueves Santo. 4000 madridistas se habían desplazado a Zaragoza para dar aliento al equipo blanco. Contaban con la complicidad de los aficionados del Panathinaikos, que les apoyarían para impedir que su odiado rival de El Pireo se convirtiera en el primer equipo griego en proclamarse campeón de Europa. Incluso enseñaron a los madridistas a insultar al Olympiakos en griego, mis primas pueden dar fe de ello. La primera canasta del partido fue una señal de cómo transcurriría esa final. El balón le llegaba a la línea de 3 a Sabonis, que no se lo pensó a la hora de lanzar. El triple entró limpio. Comenzaba la algarabía en la grada madridista. En ese mismo momento tuve la sensación que la final no se le podía escapar al Real Madrid. Sabonis no admitía otra posibilidad que no fuera la victoria. El Olympiakos fue a remolque desde el comienzo. Su estrella, Eddie Johnson, que le tobogã inflavel había hecho un destrozo monumental al Panathinaikos en semifinales no era capaz de recibir un balón ante el duro marcaje de Santos y García Coll. El equipo griego comenzaba a bloquearse y cuando intentaba levantar la cabeza se la pisaba Sabonis sin contemplaciones. Era su día y nadie lo iba a impedir. Ni siquiera las faltas personales. En apenas 20 minutos anotó 23 puntos, una losa demasiado pesada. Y cuando no estaba Sabonis allí aparecía Arlauckas para rematar. La superioridad blanca fue incontestable. Un mate de Cargol que finalizaba el último contraataque del partido ponía el 73-61 definitivo que le daba la 8ª Copa de Europa al Real Madrid. La euforia entre los madridistas era incontrolable. El Madrid volvía a dominar Europa. Pero si alguien disfrutaba como nadie este triunfo ése era Sabonis. Había logrado el último título que le faltaba por ganar en Europa, su último objetivo. Ya no le quedaba nada más por hacer en el Viejo Continente.
El zar rumbo a la NBA.
Pese a la euforia desbordada por el título europeo la temporada no había terminado. Quedaba la ACB, donde el Madrid debía llegar a semifinales para poder defender su condición de campeón de Europa. Le costó bastante eliminar al Amway Zaragoza, denominación entonces del mítico Cai, en cuartos. El equipo maño forzó el 3º encuentro y puso en muchos apuros en el decisivo a los blancos hasta que el equipo se calmó en la segunda mitad con Lasa y Antúnez al mismo tiempo en pista. En semifinales esperaba el Barça. Pese a sufrir una humillante e histórica derrota por 94-65 en el primer partido el equipo blanco logró forzar el quinto partido donde el Barça fue inmensamente superior en el Palau Blaugrana. Los azulgranas acabarían reconquistando el título en aquella mítica final ante Unicaja conocida por el triple que no quiso entrar de Ansley en el cuarto partido y que hubiera proclamado campeón al equipo malagueño. Ese partido en Barcelona sería el último de Sabonis en España.
Fuente: columbian.com
Tras acabar la temporada Sabonis anunció en rueda de prensa, acompañado por Ramón Mendoza, que dejaba el Real Madrid para poner rumbo a los Portland Trail Blazers. Aún se recuerda por la escena en la que Mendoza se subió a una silla para abrazar al gigante lituano y por el susto que se llevó el entonces presidente blanco al escuchar “puede que sea mi destino” de la boca de Sabonis tras recordarle el triste destino que sufrieron sus antecesores en el equipo blanco que marcharon a Portland, Fernando Martín y Drazen Petrovic. Afortunadamente, Sabonis aún está entre nosotros. Y los aficionados estadounidenses pudieron disfrutar del juego del pivot más influyente que ha salido del baloncesto europeo. Sus limitaciones físicas no le permitían ser el jugador de referencia en un equipo pero, desde luego, todo el mundo en la NBA supo valorar las lecciones de clase y fundamento del pivot lituano. Un jugador indispensable en aquel Portland de finales de los años 90. A todos nos quedará la duda de a donde hubiera llegado de no haber sufrido todas esas lesiones que condicionaron su carrera. No tengo dudas que entre los pivots más grandes de la NBA hubieran tenido que hacer un enorme hueco a un gigante llegado de Lituania que podría haber resistido la comparación a cualquiera de los presentes en lo más alto del panteón de estrellas de la liga más poderosa del mundo.
Antes de embarcarse en la aventura americana disputó el Eurobasket de Atenas en 1995. Capitaneó a la selección lituana a la medalla de plata, obtenida tras caer en una de las finales más polémicas de la historia del baloncesto. Sabonis lideró un plante en el que Lituania estuvo a punto de abandonar la pista como protesta al nefasto arbitraje que estaba beneficiando descaradamente a Yugoslavia. Fue sólo uno más de los hechos que nos llenaron de vergüenza en aquellos años y estuvieron a punto de acabar con la credibilidad del baloncesto en Europa.
Fuente: youtube.com
Próximo capítulo: Los años de la infamia.
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4 Comments on "BALONCESTO: LOS OSCUROS AÑOS 90 (IV). LA ERA SABONIS"
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Espectacular perdi … un disfrute el relato.
Que bueno era Sabas, y que pequeños hacía parecer a cualquiera que osara discutirle cualquier aspecto del juego.
Fe de erratas … Marciulonis no jugó en Kaunas, sino en el Statiba Vilnius. La columna de Zalguiris eran Sabonis, Iovaisha, Chomicius y Kurtinaitis … y el barbudo Tchivilis. Todos éllos perdieron la final de la Recopa del 85 contra el Barça de Manolo Flores en Grenoble.
Pensaba que Marciulonis tb jugó en el Zalgiris. Muchas gracias por corregirme, dark. Me alegro mucho que te haya gustado y gracias de nuevo por seguirlo.
“Afortunadamente, Sabonis aún está entre nosotros”.
Doblemente afortunada, gracias a ello su hija también.
En aquella época los casos de Ralph Sampson o Manute Bol hacían pensar que lo de Sabonis era irrecuperable. Solo así se explica que se pasara tres años en el Valladolid fuera de la Copa de Europa cuando le quedaban 10 años de carrera. A raiz de ahí el Barça intentó fichar a Muresan y al final encontró a Dueñas, pero claro, no era lo mismo.
Sabonis era como Fred Astaire.