No creo ser sospechoso respecto a la bendición que suponen para un aficionado a los deportes como yo los Juegos Olímpicos. Mis más tempranos recuerdos relacionados con el deporte (y su retransmisión televisiva) están ligados a unos JJOO. Posteriormente, mi afición al espectáculo deportivo, en general, se vio refrendada por los distintos Juegos vistos en televisión: Munich, Montreal, y después Moscú, Los Angeles… forman parte de mi educación (no sé si también sentimental) deportiva y televisiva. Por aquella época de mi vida, final de la infancia, inicio de la adolescencia, recuerdo haber coleccionado unos fascículos sobre el deporte (todos los deportes) y su historia. Me vienen a la memoria las figuras de los 70, que allí salían con profusión: Mark Spitz, Shane Gould, John Walker, Alberto Juantorena… pero también los clásicos: Paavo Nurmi, Johny Weismuller, Emil Zatopek,, Abebe Bikila,, el pula pula inflavel de “los pies descalzos” (casi una figura de la Iliada) los holandeses Fanny Blankers-Koen o Antjon Geesing, el judoka que hizo llorar a Japón. el indio Jim Thorpe y la gran injusticia cometida con él…
Recuerdo también mis repasos al medallero: la pelea de los americanos con los soviéticos, el progresivo y deslumbrante ascenso de un pequeño país como era la República Democrática Alemana (ay, Marita Koch, Roland Matthes…) y de todos los países de “detrás del telón de acero”, aunque más tarde sabríamos porqué. Me veo asimismo haciendo comparaciones entre países y continentes. fijándome en los que me caían más simpáticos: Brasil, Dinamarca, Suecia, Holanda, Polonia…, enfadarme o resignarme con la presencia desoladora española, siempre en la cola de todo, aunque quizás esto tuviera el beneficioso efecto de ahorrarme demasiadas muestras de patriotismo desaforado y fijarme más en los competidores de otros países. En fin, como veis, los JJOO eran para mí un espectáculo siempre renovado y fascinante que, además, al ser cada 4 años tenía la ventaja de esperar su llegada con expectación y encima no defraudaba ni aburría: ¡casi todos los deportes todo el día durante dos semanas! Casi no podía pedir más.
Pero había algo de los Juegos que no me gustaba nada: al principio, de una manera intuitiva, posteriormente, esta sensación se reforzó con la llegada de la consciencia política y, si queréis, histórica. Me refiero, claro está, a la inevitable Ceremonia de Inauguración (y la de Clausura también). Nunca las soporté, y de hecho sigo sin hacerlo, hasta el punto de que no las suelo ver, como mucho, un breve resumen. Sí, sé que son espectaculares; sí sé que hay mucho esfuerzo y trabajo detrás de ellas, pero, no están hechas para mí, me parecen solemnemente aburridas y pretenciosas, desproporcionadamente largas, insufribles, en suma. Y sí, es verdad, lo que yo quiero es que la competición empiece cuanto antes y me dejen de tonterías. Pero además, para alguien como yo, educado en las insoportables “demostraciones sindicales” de la Dictadura franquista estas ceremonias me parecen cargadas de un maloliente tufo a totalitarismo (fascista o stalinista, me da igual): masas uniformizadas y aborregadas mostrando “lo mejor de un país”, que normalmente coincide con una rancia mezcolanza de virtudes y demostraciones folklóricas (la cacareada diversidad interna), recuerdos de glorias históricas pasadas, casi siempre asociados a prácticas imperialistas o sometimiento de otros, y demostraciones, siempre masivas de miles de personas, bailando, moviéndose juntas, creando necios dibujitos animados sobre el césped de un estupendo estadio, siguiendo la estela que lamentablamente se inició en Berlin en 1.936, y que tan bien reflejó una cineasta de tanto talento desperdiciado como Leni Riefensthal. En resumen, es un tipo de espectáculo por el que no pagaría ni un euro. Algunos diréis: pero tiene momentos impactantes. Cierto, Rebollo y su arco en Barcelona, Li Ning recorriendo el techo del estadio en Pekín…, pero eso son sólo momentos dentro de una fatigosa y tediosa representación. Y lo peor es que esto no acaba aquí, después viene el tedioso e interminable desfile de los países y deportistas, los discursos reiterativos y aburridísimos sobre el espíritu olímpico y lo grande que es ser joven, el ridículo empaque de la inauguración oficial y la llegada de una antorcha que desearías se apagara de repente, al igual que cuando se enciende el pebetero….
Alguién objetará: “bueno, pero es verdad que la ceremonia ha cambiado mucho con los años” pero yo creo que no, sustituir gimnastas homogeneizados por un espectáculo de luz y sonido no cambia la sustancia del acto, ni siquiera la aparición estelar de gente entendida como transgresora y moderna, tipo, Els Comediants o El Circo del Sol varía un centímetro mi opinión, al contrario me hace considerar todo este tinglado más vacío y pretencioso. De hecho, si os fijais bien, a quien le gusta más este tipo de actos es precisamente a personas (pienso en familiares míos y conocidos) a las que el deporte no les gusta nada o casi nada. Sólo he visto algo relacionado con inauguraciones y clausuras que realmente me mereciera la pena: ver a los Manolos rumbeando a los Beatles (“amigos para siempre whit my lover with to me) mientras los deportistas empezaban a desmelenarse castelo inflavel por las pistas, como si estuvieran en una discoteca del Raval barcelonés. Único momento verdaderamente espontáneo y divertido de un espectáculo plomizo y eterno.
En fin, si alguno de vosotros me preguntarais mañana algo parecido a “¿qué te pareció la ceremonia?” o el más concreto “¿viste cómo llevaba la bandera Gasol?”, ya sabéis cuál sería posiblemente mi respuesta; algo parecido a “No, por favor, me estaba preparando para el inicio de la competición hoy empieza el tiro y la natación”
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2 Comments on "POMPORRUTAS IMPERIALES"
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A mi las ceremonias de inauguración no me interesan como aficionado al deporte, sino como homo sapiens siempre curioso por la diversidad cultural del planeta. No hay mejor ejemplo de expresión de conciencia étnica (y por tanto muy valioso para estudiar como se ve un pueblo a si mismo, o mejor, como quiere verse) que una ceremonia de inauguración. De hecho siempre lo he visto como un dialogo entre el país al que pertenece la ciudad organizadora y el resto de la comunidad internacional. Y luego en el desfile uno puede fijarse en si las naciones, según la definición dada… Read more »
Leo tu articulo del blog esperando el tren en Barcelona. Enhorabuena, que bien escribes, puñetero! De todas formas eso que dices de la familia sobre que nos gustan las ceremonias y no los deportes, como me doy por aludida, hay que matizarlo, algunos deportes sí que nos gustan por lo menos a mi, pero también me gusta un rato de ceremonia, recuerdo la de Barcelona 92, que fue una puesta en escena impresionante y mucho más moderna de lo que se había visto hasta entonces. El desfile de atletas, eso sí, es larguíiiiiiiiiisimo y pesadíiiiiiiisimo, casi eran mejor los antiguos… Read more »