Boca arriba, boca abajo, de lado,… Todo lo ha probado; desde cantar desaforadamente, a bailar, a empaparse de conocimientos. Cualquier cosa con tal de quitar toda la energía al cerebro y que no pueda seguir con su juego infernal. Un juego que se inicia mucho tiempo atrás y en el que siempre saldrá perdiendo, por eso trata de no jugar. El juego consiste en esquivar el insomnio y de momento lleva las de perder.
La noche lleva mejores cartas. La brisa recorre las calles despejando al insomne y las linternas de la calle dan una calidez especial, no es tu hogar pero te sientes como en casa. Será que la civilización es compañía, y la compañía es todo lo que el ser humano necesita para ser feliz. Poco a poco las farolas se van muriendo y dejan a su paso una inmensa oscuridad.
La oscuridad acaba por enfrentarnos con nuestros recuerdos, o lo que es peor, con nuestro futuro. Los recuerdos suelen ser los momentos más dolorosos de la vida. Momentos que uno desearía olvidar, dejar atrás como las hojas que se pasan en el calendario. Dolores, peleas, compañeros y amigos que han ido desapareciendo de tú vida con los años reaparecen por un puñado de minutos, para luego esconderse en las profundidades de tú ser. Pocas noches de insomnio uno llega a vislumbrar lo positivo que ha pasado en la vida, pero eso supone observar lo que queda por vivir con la inquietud de lo desconocido. Eso te lleva a perder la partida.
Lo sabes y sin embargo caes en la observación nuevamente. Intentas que la mirada al futuro sea limpia, con esperanza, siendo objetivo. Y en breves segundos la esperanza se convierte en dudas. Dudas de si estás dando los pasos correctos, de si estás rodeado de personas de confianza, de si conseguirás responder ante las amistades. De si conseguirás no defraudar. Son dudas que arrasan con todo el equilibrio interior y dejan el alma desnuda, indefensa. Y acabas cayendo plácidamente en los brazos de la angustia y la depresión. La fría noche parece haber vuelto a ganar, la inquietud te ha vencido, nuevamente el insomnio acompaña tú soledad. El viento nocturno te arrulla cantando victoria y poco a poco acabas ganando la partida involuntariamente. El sueño vence al insomnio y tú pierdes mientras crees haber ganado, pero eso no lo sabes hasta la mañana siguiente.
Despiertas acurrucado en el balcón del hotel sabiendo que es el día que marca el resto de tú vida, que no has descansado, que no estás preparado. Luego todo pasa a cámara rápida. Llamada general, ducha, vestirse y presentarse corriendo al desayuno sin olvidar el maldito papel que autoriza la cita con la historia. Planificar la jornada hasta que toca el turno, repasar los conocimientos aprendidos, activar los músculos y desear suerte al resto de aspirantes al puesto en la historia. Contemplar la inmensidad del reto te lleva unos segundos. Luego enfocas la misión, se trata de aguantar. Aguantar el vapuleo constante de cuatro tíos a los que seguramente no volverás a ver en la vida, a los que al terminar tendrás que dar la mano como si no te doliese en el alma. Ves a gente con peor currículum relegarte en la carrera, pero puede ser peor. Con el paso de las vueltas ves que han separado algunos vagones, ya no sigues el ritmo que marca la locomotora. Sin embargo las piernas siguen acompasándose con los brazos en una danza sin sentido.
Pasan las vueltas. Curva, recta y más curva; cruzas la línea y vuelta a empezar. En la lejanía observas a la locomotora ahora ya sólo acompañada por cinco vagones, dentro de poco quizás menos. Tu pecho revienta, los brazos se entumecen y, cuando menos te lo esperas, la locomotora pasa por la derecha a toda velocidad. El fracaso es total, sólo te queda soportar las vueltas que te quedan con resignación. Aguantar una vez, y otra, mientras el cuerpo protesta por la tortura nocturna a la que lo has sometido.
En algunos momentos crees que no conseguirás llegar a la meta. La asfixia es total, el sudor se incrusta con sabor salado en los labios y el cuello se comienza a tensar. Todo ese esfuerzo es con la vaga esperanza de ver tú nombre en la lista y nadie te lo recompensará suficientemente. Y esa es la carrera del atleta. Y esa es la carrera de la vida. Sonríe por lo que te queda por delante.
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2 Comments on "¿JUEGAS?"
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Magnífico relato, como siempre lastrado.
Y yo que creia que intentabas ligar
Boca arriba, boca abajo, de lado,… Todo lo ha probado; desde cantar desaforadamente, a bailar, a empaparse de conocimientos.
Esta primera frase lleva a engaño