El SÁBADO a las 23:00 h. se emitirá
el segundo monográfico de
“Ni hermosos ni malditos” en MRF
El norteamericano Warren Zevon es, en mi opinión, un perfecto ejemplo del tipo de artista que me gustaría incluir en una sección como esta dedicada a una categoría tan poco agradecida como la de los perdedores: gente que ha nacido en el sitio equivocado, o que han llegado demasiado tarde o puede que demasiado pronto, que han ocupado un espacio que posiblemente no interesaba a nadie o que quizás estaba ya muy lleno. Supervivientes, en suma, pero que siempre mantienen la dignidad, a pesar de ver pasar el éxito a su lado sin casi rozarlo. Pero son artistas que nunca dejan de intentarlo, a veces con acierto y a veces equivocándose, por lo que han pagado frecuentemente, incluso con su salud, pero que, finalmente, dejan una obra siempre coherente e interesante, lo que no es poco en tiempos tan confusos como los que vivimos.
Warren Zevon está asociado desde casi siempre a California, en concreto a Los Angeles, pero no nació al borde del Pacífico, sino a orillas de los Grandes Lagos, en la ventosa Chicago, claro que, por casualidad. Su padre, de origen ruso, era jugador profesional y se movía por todos los estados de USA en busca de dólares: Nevada, New Jersey -obvio- Arizona, California… Nacido en 1947, el joven Warren aprendió bien pronto el estiló de vida nómada de la familia, ciudades distintas, colegíos diferentes, amistades efímeras…desarraigo, en suma, y como muchos chavales encontró un buen antídoto contra la soledad, ¡la Música! Destacó tobogã inflavel pronto como pianista y parecía que aspiraba a virtuoso de la música clásica, pero él enseguida supo lo que quería ser: estrella del pop. Así que, con 16 añitos, le pide prestado a papá su viejo Corvette y se dirige a Nueva York ¿su objetivo? ser cantante de folk. Recordemos, en 1963 la Gran Manzana bullía de muúsicos profundos y contestatarios: Dylan, sí, pero además, Joan Baez, Tom Paxton, el Village… Mucha competencia para un jovencito y además, pronto surgen las malas vibraciones: Dylan revoluciona el patio enchufando su guitarra, las disensiones internas aparecen. Zevon se percata de que quizás ha llegado demasiado tarde ¿qué hacer? pues desandar el camino, de Este a Oeste, rumbo a California.
Breve paréntesis geográfico-cultural. En el mundillo musical estadounidense, Los Angeles no es precisamente una meca. Sin el prestigio moderno y renovador de Nueva York, la tradición de ciudades más pequeñas como Nashville, Memphis o Nueva Orleans, ni siquiera con el aroma clasicista de Chicago o el contracultural de San Francisco, L.A es una ciudad supeditada a otra gran industria, el cine, y en la que la música, salvo accidente, no es más que un aspecto supeditado al 7 Arte o una profesión para un retiro lujoso.
Zevon llega a una ciudad en la que un músico para ganarse la vida debe hacer de todo: jingles, músicas para series de tv, acompañar a otros, compositor de estrellas y estrellitas…. Poca cosa en realidad, pero que te da para vivir y seguir intentándolo, sobre todo después de ver que en la cerca Berkeley hay tanta competencia (es el inicio del hippismo) que no merece la pena batallar. Se dedica a componer con cierto éxito: los Turtles, los Everly Brothers, graban sus canciones y estas modestas alegrías le permiten grabar un primer disco. Estamos en 1969 y su ópera prima se titula Wanted dead or alive. ¿repercusión? ninguna (no será reeditada hasta 2006). Lo más positivo del intento es que conoce a un chaval llamado Jackson Browne que le pone en contacto con otros músicos que por entonces empiezan a asentarse en Laurel Canyon (ya sabeis, Crosby, Stills, Joni MItchell, Linda Ronstadt…).
Pero la cosa no avanza como él esperaba, quizás ha regresado demasiado pronto y en 1974, se harta, compra un par de billetes de avión y con su mujer se escapa a una Europa que vive la resaca del 68. París no le convence y recala al fin en España. la Costa Brava, en donde trabaja en chiringuitos. Pero las vacaciones finalizan. Desde Londres le llaman los hermanos Everly, “Eh tió, que nos hemos quedado sin pianista, ¿te vienes?. Vuelta a California… y la suerte al fin cambia. Su amiguete Browne se ha convertido en la estrella emergente de Asylum Records y le propone grabar un disco con su ayuda y la de unos cuantos conocidos, entre ellos la ascendente “Mellow mafia”, grupo de seión que inclute a Dany Krotchmar, Larry Wachtel, David Lindley… El disco se titula, claro, Warren Zevon y aunque no resulta precisamente un gran éxito, sí le da a conocer, incluso una Linda Ronstadt en pleno éxito graba tres canciones. Ojo, se le adscribe al grupo de Laurel Canyon pero Zevon no es el tipo de cantante melancólico y tierno tipo James Taylor o Jackson Browne, más bien su estilo se asemeja, más cínico quizás, a un Randy Newmann, que desgrana píldoras ácidas de realidad norteamericana: junkies solitarios (“Carmelita”), suicidas fracasados (“Poor, poor, pitiful me”), historias típicas de Hollywood (“The french inhaler”), todo ello en una amalgama de rock americano, con influencias country y folkies. La buena acogida crítica invita a dar un paso adelante.
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Y este paso llega con Excitable boy (1978), memorable colección de canciones que sí tiene buena repercusión comercial y gran respaldo crítico. Al humor y la ironía habituales le suma una producción más hecha, más rockera, en algún caso con clara influencia springsteeniana (“Tenders in the block”), en otras sureñas (“Veracruz”), country (ese piano casi western de “Excitable boy”) y además un hit con todas las de la ley, “Werewolves of London”, claro.
Disco completo, al fin Zevon se ha hecho con un hueco a su medida.
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Pero, pasa lo de casi siempre, cuando todo parece estar a punto, todo se derrumba: problemas conyugales y sobre todo, el alcohol que hace que los problemas se acumulen. Sigue publicando regularmente pero algo no funciona: su ironía no llega como antes, la música suena parecida, quizás demasiado, a otras…. Ni el apoyo del mismísimo Bruce Springsteen salva un buen disco como es Bad luck streak in dancing school ni el despistado Standed in the fire remonta el vuelo o el intento de cambio de The envoy (1982) llega a funcionar. El abismo se acerca.
Pero, en 1987 sucede el milagro. Una generación joven se acerca con devoción a personajes como Zevon y los miembros de R.E.M., rendidos admiradores, le ayudan a editar un nuevo disco, Sentimental hygiene, quizás su mejor obra desde Excitable boy. Potente y rockero, sin dejar de ser tierno en ocasiones y ácido como sólo Zevon sabe serlo, ayudado además por la guitarra y la armónica de Neil Young y de gente como Don Henley (e l Eagle), no obtiene grandes ventas pero sí reconocimiento generalizado. A continuación llega Transverse city (1989) dedicado al ciberpunk y la ciencia ficción y a castelo inflavel partir de entonces, la obra de Zevon se diversifica, alterna discos en estudio con otros en directo, trabaja regularmente para el show de David Letterman en donde sus sarcasmos son bien recibidos, compone bandas sonoras para diversas series televisivas… en fin parece que está instalado definitivamente ¿definitivamente? nunca le digas eso a un perdedor por naturaleza. En 2002 la desgracia llega con un nombre fatídico mesotelioma, es decir, cáncer. Zevon lo asume con resignación y entereza y sigue trabajando, entre la admiración general (sus comentarios al respecto pueden leerse en internet). En 2003, casi desahuciado, publica un nuevo disco, The wind, ojo, nada morboso, es un disco de Warren Zevon, ni más ni menos y en septiembre del mismo año fallece en Los Angeles
¿Después? La historia conocida: homenajes, reediciones, publicaciones de rarezas, de grandes éxitos y su figura poco a poco alejándose a zonas de clarooscuro. Sí, cierto, sigue siendo recordado por colegas y generaciones nuevas, pero para el público más masivo es casi un borroso recuerdo. Solo algunos pirados le recuerdan (le recordamos) y seguimos disfrutando con sus canciones. Con eso basta.
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4 Comments on "NI HERMOSOS NI MALDITOS, II. WARREN ZEVON, LA IRONÍA ES UNA BUENA DEFENSA"
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Yo descubrí a Zevon justo cuando se anunció su cancer. En Rockdelux o Mondosonoro (no recuerdo) le hicieron un reportaje cuando preparó The Wind que, después de Werevolves in London, fue lo primero que escuché de él.
El viernes no creo poder estar (la actualidad del Primavera Sound manda) pero le tengo muchas ganas pues es de esos músicos que siempre merece la pena escuchar, por lo poco que le he oído.
Gran artículo.
Redundo en lo que dice Free, gran artículo. Para mí, Warren Zevon (y dejando aparte el “werewolves in London”) es uno de esos grandes desconocidos de la música. Ya era hora de que alguien se acordara de todos aquellos que, sin haber llegado a la altura de los grandes, dejan un legado que merece la pena ser escuchado (no digamos ya si hablamos de estas jovenzuelas generaciones…).
No creo que llegue a estar disponible en noche de finde, pero… Podcast urgente, please!
Si free no tiene programa este domingo lo podemos emitir mañana.
Yo descubrí a Warren Zevon en un recopilatorio de versiones de canciones de Bruce Springsteen. El versionaba la cancion “Jeannie needs a shooter”, una buena versión, aunque carezca de la fuerza y oscuridad de la original. Luego adquirí el disco “The Wind”, donde hacían colaboraciones Tom Petty y Dwight Yoakam, artistas a los que sigo. Luego tampoco he seguido investigando sus discos.