Hola, amigos:
Ya he comentado mi malestar acerca del resultado de las elecciones y por qué, así que podreis adivinar que hoy no ha sido un buen día precisamente. No ha ayudado nada encontrarme una retención en mi cuenta bancaria, un sellito de un coche que ya ni siquiera existe y está dado oportunamente de baja, cosa que al Ayuntamiento le debe importar un carajo.
Así que mi humor está de perros, y solo me apetece de hablar de un invento terrible, un instrumento de matar a sangre fría, que quizá solo podría justificar su existencia en caso de que diera cobijo al trasero de los tertulianos de Sálvame. Hablo de la silla eléctrica, terrible solución final que casi todo el mundo sabe para lo que sirve y cómo funciona, pero del que casi nadie conoce su intrahistoria, que fue un negocio ruinoso para su promotor/inventor y es la clave para que hoy disfrutemos de la electricidad tal como lo hacemos.
Acompañadme, que la historia es sorprendente, comenzando por el nombre del inventor de la macabra silla: Thomas Alva Edison.
A finales del siglo XIX, Edison se autodenominó, con tanto ingenio como desvergüenza, inventor de la bombilla incandescente eléctrica. En realidad lo que hizo fue comprar la patente a Matthew Evans y Henry Woodward, que a su vez se la habían comprado al verdadero inventor, Warren de la Rue.
Lo que hizo Edison fue perfeccionar el material con el que se hacían para aumentar su duración. Puso las bases para iluminar nuestro planeta y fundó la empresa General Electric financiado por el banquero JP Morgan. Los generadores que diseñó producían un tipo de electricidad llamada corriente continua, que quiere decir que fluye siempre en el mismo sentido.
Su gran competidor era George Westinghouse, que era bastante peor inventor pero tenía un genio a sus órdenes llamado Nikola Tesla, el descubridor de la corriente alterna, que quiere decir que cuando fluye cambia de sentido cada cierto tiempo.
Aquí los amigos se peleaban por todo. Edison defendia la corriente continua, de baja tensión, conducida por cables bajo tierra. Westinghouse la corriente alterna insuflaveis descubierta por Tesla, de alta tensión, conducida por cables por el aire. La discusión tenía un trasfondo de enorme importancia, porque estaba en juego nada menos que la concesión del tendido y suministro eléctrico de todos los estados que componían EEUU, un dineral.
Y de momento ganaba Westinghouse, porque el sistema desarrollado por Tesla permitía a la corriente llegar mucho más lejos que el de Edison y sus generadores eran más potentes y más baratos.
Aquí tenemos a Westinghouse:
Y a Nikola Tesla (gran hombre, genio incomprendido, que merece por sí solo un post):
En 1881 el dentista Albert Southwick estaba caminando por una calle en la ciudad de Buffalo, al norte del estado de Nueva York, cuando vio a un obrero tocar las terminales de un generador eléctrico y quedar carbonizado en cuestión de segundos. Sorprendido por la rapidez del desenlace, el dentista pensó inmediatamente que la víctima no había sufrido nada. Al día siguiente le comentó el episodio a un amigo, el senador David McMillan, que a su vez le relató la anécdota al gobernador de Nueva York, David B. Hill, justo cuando el amiguete le daba vueltas a la idea de sustituir la horca por otro método más compasivo como forma de ejecución. Hill pidió entonces a la Legislatura que tomara en cuenta la electricidad para reemplazar a la horca y se decidiera lo más rápidamente posible.
Y rápidamente se tomó en consideración… para ser un organismo burocrático. Cuatro años después se formó una comisión en el Congreso para discutir la cuestión.
Mientras tanto, el avispado Edison hizo investigaciones acerca del suceso del obrero carbonizado, y descubrió que el generador que había tocado el desgraciado era de corriente alterna, de los usados por la firma Westinghouse. Mejor aún: el obrero trabajaba para Westinghouse, así que Edison y sus asociados comenzaron a propalar que la corriente de su contrincante era muy peligrosa y nadie debía permitir que un elemento de semejante poder destructivo fuese de uso urbano y doméstico. Obviamente, la electricidad que debía llegar a las casas de los estadounidenses era la suya. Más cara, sí, pero segura.
Puso en marcha una gigantesca campaña nacional al mando de Harold P. Brown, inventor, electricista, ingeniero y un gran charlatán, que trabajaba en el equipo de A.E. Kenelly, jefe de investigadores del laboratorio que Edison tenía en Menlo Park, Nueva Jersey. El amigo Brown preparó un aparato en forma de pequeña silla, lo patentó y se dedicó a ir de ciudad en ciudad haciendo la siguiente demostración: amarraba a esa pequeña silla a un gato y le aplicaba la corriente alterna de Westinghouse hasta dejarlo frito.
Con el paso del tiempo, Brown achicharró liebres, caballos, vacas y hasta un orangután en la ciudad de Albany. Thomas Edison avaló todos esos experimentos y se atrevió a hacer personalmente algunos otros. En una ocasión fotografió y filmó la electrocución que él mismo llevó a cabo de una elefanta de circo llamada Topsy.
El macabro vídeo podeis verlo aquí:
video
Edison y Brown proyectaron la película allá donde les llevaba su caravana, apoyando unas conclusiones muy claras: la corriente de Westinghouse mataba; la de él hacía un poco de daño pero era inofensiva. En 1888, el gobernador de Nueva York firmó el decreto que establecía la silla eléctrica como método legal de ejecución de criminales y se eligió la corriente alterna.
Westinghouse estaba indignado y se negó a prestar sus aparatos para matar delincuentes. No quería que su sistema quedara asociado con la muerte y comenzó a dar gonfiabili discursos donde apelaba a la conciencia de los ciudadanos, que siempre acababan con la frase “es una ejecución inhumana y antinatural, equivalente a quemar vivo”. Pero no pudo hacer nada porque el gobierno compró tres generadores Westinghouse a través de intermediarios, que fueron adaptados a una silla por el mata-animales Brown bajo la supervisión directa de Edison.
La primera ejecución en la silla fue la de un tal Ernest Chapeleau, un francés nacionalizado estadounidense, en la prisión de Sing Sing en Nueva York. No se sabe muy bien lo que pasó porque no hubo apenas testigos, pero debió producirse un fallo bastante grave porque Chapeleau salió de la sala con quemaduras de tercer grado pero vivo.
Westinghouse y sus abogados estuvieron muy espabilados y le salvaron la vida agarrándose a un resquicio legal. La sentencia decía “será ejecutado en la silla eléctrica”, sin especificar “ejecutado hasta morir en la silla eléctrica”. Chapeleau se libró por los pelos (chamuscados, eso sí) aunque rápidamente se modificó el texto de las sentencias para las ejecuciones siguientes.
William Kemmler fue el segundo. Era un verdulero de origen alemán de 40 años, sentenciado por matar a hachazos a su amante-novia, la pobre Matilda Tille Ziegler, por celos. Kemmler apeló alegando que la electrocución en la silla era inconstitucional por tratarse de un método cruel e inusual, casualmente el mismo argumento utilizado posteriormente en 1972 por la Corte de los Estados Unidos para abolir la pena de muerte, al menos por un tiempo. El propio Westinghouse presentó los argumentos de Kemmler, pero Edison y su lacayo Brown quisieron ser testigos del Estado para desmentir que se tratase de una pena cruel. La Corte quiso estar a la altura de los avances tecnológicos y rechazó la apelación.
A Kemmler se le informó de que sería ejecutado a las 06:00 del 06 de Agosto de 1890, y en esta ocasión en mitad de un circo mediático, con multitud de testigos. La foto es algo posterior, de 1900, aunque exactamente con la misma dispsición que tuvo la ejecución del alemán.
El día señalado, cuando las lámparas del panel de control se iluminaron, indicando que habían alcanzado 700 voltios, un tal Edwin Davis accionó el interruptor que permitió a la corriente fluir hacia la silla. La electricidad corrió por el cuerpo de William Kemmler durante 17 segundos en los que se convulsionó contra las correas y su rostro se volvió rojo brillante. Uno de los presentes llegó a decir, exaltado:
“¡Vivimos en una mejor civilización a partir de este día!”.
Su diatriba quedó ahogada por el grito del médico que fue a examinar al verdulero, al comprobar que el desafortunado reo seguía vivo.
Los funcionarios dieron apresuradamente la orden de conectar de nuevo la corriente. El generador estaba apagado y pasó algún tiempo hasta alcanzar el voltaje otra vez. Mientras tanto, Kemmler gimió y luchó para tomar aire ante los horrorizados testigos. Cuándo el generador alcanzó 1.030 voltios la corriente se conectó otra vez a la silla, y esta vez se mantuvo algo más de un minuto, hasta que comenzó a salir humo de la cabeza de Kemmler. Había un tremendo olor a carne quemada y pudo oirse un curioso sonido crujiente cuando la corriente fue retirada.
El preso estaba muerto.
La cobertura periodística fue desde lo sobrio hasta lo sensacionalista y algunos periódicos llegaron a decir que habían salido llamas de Kemmler, como podeís ver en la ilustración de la época.
Algunos de los testigos se preocuparon por lo que vieron y opinaron en contra este método de ejecución armando un revuelo público considerable, que no fue suficiente para mover a los legisladores a revocar la ley de electrocución. Westinghouse comentó después: “Lo hubieran podido hacer mejor con un hacha”, más molesto que nunca porque la opinión pública empezaba a decir que los electrocutados eran en realidad “Westinghauseados”. El único que parecía feliz era Edison, que se veía tiunfador.
Pero no fue así en absoluto.
La industria americana valoró que los generadores de corriente de Westinghouse habían dado en pocos minutos 700 Watios, y tras un breve descanso llegaron hasta 1.030 W,jumping castle potencias que los de Edison ni siquiera soñaban con alcanzar, sugiriendo adoptar la corriente alterna para sus fábricas. Para garantizar la seguridad de los hogares americanos bastaba poner un limitador de potencia que encima era muy barato, lo que hoy conocemos como “magnetotérmicos” y nuestras abuelas llamaban “los plomos”. El resto del mundo se hizo eco y hoy la corriente continua es sólo un trocito de historia.
Y debo decir que me alegro.
Sin lugar a dudas, Thomas Edison fue un gran inventor y un genio, pero también un hijoputa de mucho cuidado.
Besos a tod@s
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6 Comments on "LA SILLA ELÉCTRICA,"
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Greatmike, estuve a punto de poner en portada el fotomontaje “Que descanse en paz” del mítico Josep Renau.
?et=yBZ7hTVX%2CxzXzl7Gq%2CreiA&nmid=22878152
http://emociones.multiply.com/photos/album/11#
pero al final la portada del artículo le corresponde a Warhol que con una capita de pintura convierte en arte el macabro invento.
Como decía en el reverso oscuro: Parece que Edison tuvo buenos publicistas, porque la imagen que ha conseguido dejar para la posteridad es bastante mejor de lo que debería.
Muchas gracias, Mike!
Flags, intuyo que la hora de desfase ha vuelto de nuevo.
Probando: son las 01:45
Pues un mito que se me acaba de caer. Bueno, tampoco es que llegase a la categoría de mito, pero de tenerle como “brillante” inventor de la bombilla incandescente a saber la historia completa va un buen trecho. Estas cosas deberían ser puestas en conocimiento de la gente más a menudo, y así no iríamos por la vida como tertulianos de Sálvame.
Los que se seguirán riendo igualmente serán los componentes de nuestro adorado grupo, AC/DC…
Pues en mi reloj son las 1:54. Pon el tuyo a hora, aupa.
El puto amo siempre fue Tesla, croata de nacimiento, aunque considerado serbio por etnia. De hecho el aeropuerto de Belgrado lleva su nombre. Fue un genio que, con la publicidad adecuada (como dice Aupa), alcanzaría niveles casi newtonianos. Los que hayáis estudiado algo de Física lo sabréis.
Ah, por cierto, en el mundo de la invención y de la investigación científica hay cada ladrón y desalmado que asusta. Buscad también cómo Tesla luchó con Marconi en lo referente a la invención de la radio.
Sabéis que la corriente alterna cambia alrededor de 50 veces por segundo de dirección?….no lo sabíais?…pos cuando hablamos de Herzios es justamente lo que indica esa alternancia.
P.d. qué repelente me estoy volviendo copón ;-P