En primer lugar, tranquilidad, por favor.
No se trata de un artículo del estilo de Reyes del porno, sino de un curioso período de la historia que abarca unos 30 años, desde 904 hasta 935, en los que el gobierno de la silla de San Pedro estuvo de facto en manos de dos mujeres de reputación no dudosa, sino muy segura. Hablamos de la dama Teodora y su hija Marotzia, que determinaron el destino de 7 Papas, nada menos.
Y el término pornocracia, que algunos de vosotros tomareis por un invento de este vuestro crápula servidor, lo acuñó el cardenal e historiador César Baronio en el siglo XVI; tan explícitamente putas debieron parecerle la madre, la hija y la época histórica.
Teodora ya fue calificada como “cierta ramera sin vergüenza” en el Antapodosis, crónica de la época escrita por un tal Liutprando de Cremona. Esta mujer era esposa del que mandaba de hecho en Roma, Teofilacto. Poderosas razones de alcoba le permitieron hacerse con el control de su marido, que suponía controlar el 50% del poder de la ciudad. La otra mitad estaba en manos del Papa, y alentada en la multitud de antecedentes que acumulaban los altos cargos eclesiásticos en lo que respecta a la permeabilidad de los votos de castidad, intentó seducir al Santo Padre.
No tuvo suerte, así que para lograr su objetivo ayudó a su amante a tomar el cargo de Papa con el nombre de Sergio III, deponiendo y asesinando al anterior pontífice, Cristóbal. Además hizo que lo declarasen Antipapa, extendiéndolo a los tres anteriores pontífices, razón por la que no encontramos el menor rastro de ellos en las listas oficiales del Vaticano.
Tras la muerte de Sergio III nombró a dedo a otro de sus acompañantes de cama, Anastasio III, que nada más ser elegido intentó librarse del yugo de Teodora. Lo acabó pagando muy caro, ya que nuestra amiga lo mandó asesinar y lo reemplazó por un nuevo amigo, Landon.
Nuestra dama debía ser un encanto para tener tantas amistades, o cómo diría un filósofo de Tele5, “era la reostia en la cama“, donde el el uso del término “reostia” se justifica ante tanta vestimenta pre-papal, casi un salvoconducto a la silla de San Pedro a poco que se tengan buenas virtudes amatorias. El problema es que la vestimenta adecuada era en puridad la falta absoluta de ella, y ningun amante supo apreciar la fina ironía de que en el fondo todos estaban en pelotas ante nuestra dama cuando accedían a la Silla.
Este amiguete no fue la excepción y sólo duró seis meses, ya que tuvo la ocurrencia de pensar que el Papa no era infalible y lo que es peor, decirlo. Así que Teodora lo mandó al cielo y pontificó a otro de sus amantes, Juan X, un humilde clérigo cuando le había conocido, que además se llevaba muy mal con la hija de su patrona, Marotzia.
Esta chica no era un angelito precisamente. Había comenzado su carrera siendo apenas una niña, reemplazando a su madre como amante de Sergio III, del que tuvo un hijo. Luego fue casada por su madre con el famoso guerrero Alberico (famoso en su época, claro), del que tuvo otro.
Aquí debemos hacer un inciso porque las fuentes enmudecen durante unos años y desaparecen de las crónicas la dama Teodora y su marido, como por ensalmo. Cuando abren el pico, nos encontramos con Marotzia al mando.
Nada indica que Teodora estuviera enferma ni realizase tareas proclives a los accidentes, así que es probable que viendo el carácter que luego demostró la niña, se encargara de facilitar el acceso al otro mundo de sus progenitores, quedando como la persona mas poderosa de Roma… aparte del Papa Juan X.
Éste, olfateando el peligro, se apresuró a pactar la protección del conde Hugo de Provenza a cambio de hacerle Rey de Italia. Al mismo tiempo, Marotzia ofreció su mano y el título de Rey al hermanastro de Hugo, Guy. Aunque ambos contendientes usaban falda (Juan por imperativo, era parte de su uniforme), la de Marotzia resultó bastante más acogedora, persuasiva y completa para Guy de lo que la del Papa resultó para Hugo. Los hermanos se pusieron de parte de nuestra amiga y cayeron sobre Roma.
Guy acabó coronado y el pobre Juan X acabó confinado en una mazmorra en Sant’Angelo, donde moriría al poco tiempo por causas naturales, ya que es natural morir cuando te cortan el cuello.
Durante los seis meses que el pobre Juan consiguió mantenerse vivo en la cárcel el papado fue ocupado de forma interina por Leon VI, hombre que estaba fuera del círculo de influencia de Marotzia, así que sólo tardó 15 días en morir asesinado tras el fallecimiento del papa encarcelado. En una maniobra de la que su madre hubiera estado más que orgullosa, la Silla de San Sedro fue ocupada por un antiguo amante de Marotzia, Esteban VI.
Este fiel perrillo se rebeló en el momento que Marotzia decidió que el próximo Papa sería su hijo mayor, el que tuvo con Sergio III. Para sorpresa de todo el mundo supo plantarle cara y sobrevivir todo un año, sembrando la discordia entre Guy, Hugo y Marotzia.
Así que nuestra amiga elaboró un plan que al mismísimo Maquiavelo le hubiera parecido sublime.
Tomó a su cuñado Hugo como amante y lo convenció de que era el hombre adecuado para ser elegido Emperador de Occidente. Para despejar el camino debían desembarazarse de Guy, el Rey de Roma, pero también del resto de hermanos y hermanastros de Hugo. El plan consistía en asesinar a su marido, cegar a uno de los hermanos y declarar bastardo al otro. Entonces podrían casarse y gobernar el mundo.
“Ese cielito lindo que tenía entre las piernas“, ayudado por la notable y desmedida ambición de Hugo, debía ser extraordinariamente persuasivo porque el amiguete aceptó, a pesar de los probados riesgos que conllevaba establecer según qué relaciones con nuestra dama.
A principios de 935 murió asesinado el Papa Esteban VI y seis meses mas tarde su sucesor, un joven de 21 años llamado Juan XI, hijo de Marotzia, casaba a su propia madre con su amante Hugo, regicidas y asesinos de marido y hermano, respectivamente.
Pero aquí acabó la paciencia de la ciudad, definitivamente harta de tanta perversión. Estalló una enorme revuelta popular azuzada por el otro hijo de Marotzia, Alberico, que se sentía postergado por su madre. Hugo salió de estampida de Roma y tanto Marotzia como el Papa Juan fueron confinados de por vida en Sant’Angelo. Vida corta porque fallecieron en la cárcel del castillo poco tiempo después, siguiendo la tradición familiar.
La línea pontificia fue continuada por Alberico situando en el papado al monje benedictino León VII, que consciente de la necesidad de dar un nuevo rumbo al papado, inició una renovación eclesial.
Renovación que no fue demasiado profunda. Posiblemente porque el Papa falleció al poco de iniciarla, seguramente porque lo hizo en la cama mientras consumaba el acto sexual, con una cortesana de dudosa moral pero reconocido prestigio.
Esta es la crónica de la Pornocracia, una curiosa época histórica con pocas conclusiones positivas que obtener de su análisis, aunque al menos la jerarquía católica llevaba al extremo lo de “Amaos los unos a los otros” dejando en paz lo de “Dejad que los niños se acerquen a mí“…
Besos a tod@s
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5 Comments on "LA PORNOCRACIA"
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Joder lo acabo de leer justo antes de entrar a clase… ¡che spetaccolo! (que dirían los italianos xD).
Increible historia… y no porque no parezca cierta.
P.D.: ¿Qué le ha pasado a esto que me lo han cambiado?
P.D. 2: ¡Maldita British Telecom! (los que ayer noche estuvieron en la taberna deducirán con estas palabras el por qué de nuestra repentina huida…).
Enorme como siempre Greatmike.
Me encantan estas historias y el grabado es brutal.
Los hombres somos seres simples… es ponerse una tía delante y hacemos lo que nos mande con tal de mojar el churro. Genial historia Por cierto, buscando cosas de Transnistria (de la que hablamos en el cuaderno de bitácora) recordé una serie de entradas en un blog de cuirosidades fronterizas que seguro que son del gusto de Greatmike: http://fronterasblog.wordpress.com/tag/baarle/ Son varias entradas sobre un pueblo en la frontera belgo-holandesa. Bueno, más que en la frontera, en las fronteras. O entre las fronteras. O un cacho en un sitio, otro en otro y otro no sabemos dónde porque justo ahí es… Read more »
La virgen!
Marco Simoncelli R.I.P.
Vaya semana de mierda que llevamos los seguidores de los deportes de motor…