Piratas del Flagrant’s (ix). Permiso para subir a bordo, capitán?

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Nunca fui marinero dado a los cambios. Más vale mar conocido que océano por descubrir, que dicen en mi puerto. Y cuando te has hecho marino en un barco, te cuesta dejarlo. Por eso cuando otros más valientes o decididos que yo, mandados por el intrépido Capitán Flagrant, fueron bajando del antiguo barco pirata, me lo tuve que pensar.

La Golden Caster iba tomando cuerpo en los astilleros, gracias a los denodados esfuerzos de los mejores marineros que he conocido nunca; mientras la antaño poderosa nave 13t, maltratada por la subida indiscriminada de malos grumetes a bordo, y abandonada a su suerte por la indiferencia del viejo capitán (todo el día enviando mensajes de tuitre a diestro y siniestro, pasando del timón), sucia, ajada, empezaba a hacer aguas.

El lado bueno de ser un marinero poco aventurero es que te aferras a aquello en lo que crees. Y mientras ayudaba a poner algún clavo (pocos) en el nuevo y flamante galeón, me propuse mantener mis servicios en el viejo y destartalado barco que me había enseñado tanta mar. Y redoblé mis esfuerzos, creyendo que alguien debía dar ejemplo a los nuevos marineros, evitar las trifulcas a bordo, intentar que el ausente capitán retornara al timón, incluso echar por la borda a los insolentes.

Pero fue en vano. Las promesas de nuevas travesías y tesoros, reformas en el barco y aventuras gloriosas, eran incumplidas sistemáticamente. Recuerdo, porque mi memoria es más testaruda que mi voluntad, una de las últimas travesías: 4en18! vociferó entusiasmado el capitán, antes de recluirse en su camarote. El barco se llenó de partidarios de Barbarroja y Barbanegra, que no paraban de lanzarse improperios unos a otros.
Nadie recordaba el sabor de las buenas discusiones, acodados en la popa con una jarra de cerveza en una mano y un argumento astuto en la otra. Sólo se oían insultos, simpleces e ytumases. Y lo peor es que la travesía se prolongó días y días, para júbilo del capitán, que se regocijaba con las 10.000 millas recorridas. ¿pero 10.000 millas para ir a donde? “No importa, lo importante es que son muchas millas, lo retuitearé ahora mismo!”
Cuando propuse hacer una fiesta en la milla 10.000, queriendo demostrar a todos la estupidez que encierra un número que no tiene sentido alguno, no sólo no pillaron la ironía, sino que organizaron gustosos más fiestas cada vez que completábamos un número redondo de millas. Me removía incómodo en mi catre, sintiendo cada vez con más claridad que estaba en el barco equivocado.

Naufragio del 13t

Pero cada nueva travesía contenía la promesa de una ruta mejor…que nunca llegaba. El capitán hizo subir a bordo (nunca sabré si él lo pidió o se lo ordenaron) a un hombre de la inquisición. La idea no parecía descabellada, se trataba de acallar aquellos comentarios difamatorios o impropios de un galeón que se precie. Pero la realidad fue que permitía las mayores burradas y se cebaba castigando a inocentes.

El último día se dedicó a cerrarme la boca cada vez que hablaba, lo cual empezó a cansarme sobremanera. Y mi paciencia se agotaba como las últimas gotas de ron de la bodega. Hasta que llegó la puntilla: “Por orden de la santa inquisición, se prohíben las canciones, noticias, y todo tipo de historias a bordo.” “Las podréis escribir en un papelito, y leerlas desembarcando en algún puerto, pero a bordo nada.”

Se acabó. Ya nada de esta vieja chalupa me recordaba al flamante navío que yo conocí. Eché una mirada de complicidad a los pocos buenos marinos que quedaban (sí, todavía quedan unos cuantos), y enfilé la pasarela. No pensé en despedirme del capitán, estará demasiado ocupado, no le gusta que le molesten.

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Pero no fue un mal día, todo lo contrario. Porque un pirata sin barco es un pirata perdido, pero yo sé que otro galeón estaba esperando para zarpar en el extremo más lejano del puerto. Ahí dirigí mis pasos, esperanzado por las posibles nuevas aventuras, pero temeroso también de que el capitán me echara en cara tanto tiempo sin aparecer.

Al girar la esquina de la taberna, quedé sobrecogido: el Golden Caster flotaba imponente con los tres palos más altos que jamás hubiera yo visto, con afilado tajamar y brillante mascarón de proa, las velas recogidas pero listas para zarpar. El castillo de proa lleno de buenos corsarios, los mejores, charlando animadamente y preparándose para la travesía.

Posé tímidamente un pie en la pasarela, y lancé una solicitud, casi una súplica:

¿Permiso para subir a bordo, mi Capitán?

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23 Comments on "Piratas del Flagrant’s (ix). Permiso para subir a bordo, capitán?"

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Guest
13 years 5 months ago

Querido Aupa, me alegra saber que podré leerte por aquí.

De los cuatro mosqueteros que, en principio, me engancharon al blog de 13ct, ya sólo quedan apariciones esporádicas de algunos.
¡Ains! *suspiro nostálgico*

Lo de “mosqueteros” no sé si pega mucho, pero no se me ocurre ahora mismo ninguna otra cosa con cuatro componentes… a parte de los Beatles.

Guest
13 years 5 months ago

Ah, Flags!
A partir de hoy jueves ya vuelvo a trabajar en los dibujos. Ya he visto por ahí arriba una fecha, y no queda mucho.

Perdón por el off topic!

Guest
auparojillos
13 years 5 months ago

Mi querida Constance, digooo, Liang
Asumiendo que Flags sea Dartagnan, por aquello de ir de jefecillo y tal, 😉 , yo calculo que me toca ser Aramis, que era medio jesuita, buen espadachín, y astuto superviviente (como me autoadjudico personaje…).

Pues ya sabes, mi espada a tu servicio siempre. Y sí, ahora me verás más por estos lares. Una vez desenganchado del viejo (y caduco) blog, espero impaciente que la taberna de éste abra a todas horas… por aquí nos veremos.

Y seguiré admirando tus dibujos!

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