Despertarse a las 05:00 darse cuenta que hoy no tienes porqué madrugar es una grandísima alegría. Volver a mirar el reloj, con un ojo abierto entre las sábanas, que al rato ya marca las 10:00, te hace sonreír. Me incorporo despacio, apoyo los pies en el suelo y con total parsimonia me acerco a la cocina entre el crujir de la tarima y el silencioso caer de los copos tras la ventana. Dejo que se caliente la leche mientras atisbo a través del cristal, tratando de descubrir cuánto tiempo lleva nevando.
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