Aupa,
Aquella mujer era una adicta al café: de cafetería, casero, de cafetera italiana, de filtro, de máquina expendedora en vasito de plástico, expresso, americano… siempre que fuera sin azúcar, eso sí.
Aquel bar siempre desprendía un maravilloso olor a café, aunque no siempre de la misma variedad, y cada día, al pasar por delante, la mujer se paraba a disfrutar del aroma y se decía a si misma: “mañana entro”. Además, la música (ecléctica) que siempre sonaba en el local y los carteles de cine que colgaban en sus paredes le hacían parecer un lugar acogedor.
Cierto es que el bar pareciera que tuviese un cartel de “sólo para hombres” y ella se preguntaba si sería woman-friendly, por lo que durante un tiempo acarició la idea de cambiar de indumentaria por algo más masculino y recogerse el pelo y cubrirlo de alguna manera… idea que finalmente rechazó (“¡vamos mujer, a tu edad con tonterías no eh!”)
El día que por fin entró pareció que pasase desapercibida, algo con lo que se sentía cómoda, pero cuando se encontraba saboreando su segunda taza de café apareció el dueño del bar, un reconocido cafetólogo, y le preguntó su opinión por una variedad que la mujer apenas conocía… casi se atragantó de la impresión.
A ese primer día le siguieron otros. Normalmente ella se dedicaba a saborear su taza de café y escuchar atentamente las interesantes conversaciones que allí tenían lugar, limitándose a asentir cuando estaba de acuerdo, a expresar su agradecimiento por la recomendación de una variedad que no conocía, o participar en la conversación con un “pues a mi me encanta….”
Algunos de los habituales la saludaban cortésmente, otros respondieron a sus preguntas y alguno la arropó con mimos (cual Principito a su flor) en pos de la diversidad. La mujer agradecía la amabilidad de todos y, simplemente, se alegraba de pasar un rato allí.
Hasta que un día…
Entre los habituales se encontraba un tipo con pintas de pirata, (“¡éste seguro que frecuenta el Flagrants!”, pensó ella) al que le gustaba contar relatos. La mujer disfrutaba de ellos, pero un día uno de esos relatos le hizo ver que sus movimientos en el bar eran seguidos muy de cerca por el contador de historias… Ésto le hizo pensar y ser más consciente de su “diferencia”… (“¡Repámpanos! ¡Tendría que haberme cortado el pelo!”)
El contador de historias NO era un acosador… era buena gente, pero estaba fascinado por el símbolo chino que la mujer llevaba a modo de colgante. 😉
Autor: Liang // comentarios #272 // 15.01.2010 a las 04:06, #273 // 15.01.2010 a las 04:09 y #274 // 15.01.2010 a las 04:14 en el blog 13t
El 15 de enero de 2010 entendí por fin que haya gente que se enamora a través de internet.
😉