Portada

¿Cuál es la frontera entre el éxito y el fracaso? ¿Porqué grandes canciones y extraordinarios discos quedan en el olvido, mientras otros similares triunfan? ¿Qué es lo que significa llegar demasiado pronto o demasiado tarde? ¿Porqué con frecuencia es tan difícil compartir podio con otros artistas parecidos? Quizás estas preguntas, que frecuentemente nos hacemos  respecto a artistas que no han llegado a obtener el reconocimiento que  pensábamos merecían, no tengan respuesta. No hay forma de explicar a veces el impacto, emocional o visceral, que una canción tiene en un público amplio, por qué conecta en determinado momento con una sensibilidad general, mientras que otras canciones, otros músicos, acercándose muchas veces a ese momento se quedan siempre en la orilla del éxito. Quizás ahí radique parte del misterio y la grandeza de la música.

Los norteamericanos Jayhawks son quizás uno de los ejemplos más relevantes de esas interrogantes. Pocos como ellos más relacionados con la mala suerte, las oportunidades perdidas y los contratiempos desgraciados. Dueños del dudoso  reconocimiento  de ser “la mejor toboggan gonflable banda desconocida del mundo”, esta misma definición hizo más daño que beneficio a la banda de Minnesota, porque por su culpa, entre otras cosas, ni siquiera entraron en la categoría, a veces tan estimada, de “grupo maldito”.

Y eso que fueron curtiéndose poco a poco, ganando peso y sustancia con múltiples actuaciones en directo. Sus dos líderes, Gary Louris y Marc Olson, no solo eran dos excelentes compositores, sino que además se compenetraban perfectamente; el sonido más pop y melódico de Louris, encajaba como un guante en las sonoridades más tradicionales de Olson. Por supuesto, esta conjunción fue un proceso de maduración. En sus dos primeros discos (The Jayhawks de 1.986 y Blue earth de 1989) predominaban las canciones de Olson, mientras que Louris se mantenía aún en un discreto segundo plano. No se puede negar que estos primeros discos eran eso, intentos primerizos, con buenas canciones, claro, pero no demasiado brillantes en su conjunto y regularmente producidos; parecía que faltaba algo. Asociados a un rock de tendencias clásicas y tradicionales (de Nashville Skyline de Dylan a Big Star) al igual que otros grupos ajenos a la moda imperante a finales de los 80 y comienzos de los 90 (el grunge), como los Smithereens, R.E.M. o Green on Day, no pasaban de ser un grupo prometedor pero algo plano.

Todo cambió, o pareció que iba a cambiar, cuando fueron contratados por Rick Rubin, creador del sello  American Records, que intentaba  revitalizar una música con raíces (fichó también a Johnny Cash). Eran los inicios de lo que después se llamaría Americana.  Encontraron un nuevo productor, George Drakoulis y, por último, Louris y Olson empezaron a colaborar, componiendo juntos. El resultado fue magnífico, Hollywood Town Hall (1.992) con  una portada que a mí me recuerda mucho a The Band, convenció al fin a la crítica, que se rindió convencida Sí, el disco era muy bueno, con grandes canciones (escuchad “Waiting for the sun” o “Martin,s song”) , aunque las ventas no acompañaron.

Pero habían encontrado el camino, y tres años después publicaban Tomorrow the green grass, posiblemente su obra maestra. Y entonces sucedió. Olson, decepcionado (“no entiendo como una canción como “Blue” no puede triunfar”, yo tampoco, me atrevo a añadir) y agobiado por los problemas de su mujer, aquejada de esclerosis múltiple, dejó el grupo. Louris continuó solo. Siguieron buenos discos (Smile de 2.000 o Rainy day music de 2004) pero la magia se había perdido. Hace un par de años  Olson y Louris volvieron a reunir  a los Jayhawks. Quizás ahora no sean la mejor banda desconocida del mundo, sino solo un grupo con un excelente repertorio, muchas tablas y una actitud honrada con su profesión. Y siguen ahí, que es lo principal.

Contraportada

Jeff Tweedy nunca ha sido un tipo simpático. Fijaos en las fotos de su grupo,Wilco, incluso las promocionales. Con frecuencia mira a la cámara con un gesto a medio camino entre la resignación, el aburrimiento o el hartazgo. No sé a qué se debe, si a su carácter orgulloso, a sus problemas médicos (padece migraña, algo realmente molesto), o a los analgésicos a los que ha sido adicto. Pero lo cierto es que su trayectoria musical está jalonada de múltiples encontronazos con compañeros y jefes: fundó el grupo pionero scivolo gonfiabile por excelencia del Americana, Uncle Tupelo, pero sus peleas con el otro líder, Jay Farrar, acabaron con el experimento; a continuación formó Wilco, banda que salvo Tweedy y  el bajista John Stirratt no ha tenido más miembros estables; una relación artística a priori tan peculiar como la formada junto al  cantautor británico Billy Bragg se saldó con un trabajo extraordinario de revitalización de Woody Guthrie (Mermaid Avenue, 1.998) pero acabó con la tranquilidad del paciente y solidario Billy; sus peleas con productores y sellos discográficos son de todos conocidas….

De cualquier forma algo de razón debemos conceder a Tweedy. No debe ser plato de buen gusto saberse competente en lo suyo,(magnífico compositor, responsable de un puñado de buenos discos) y que no te hagan caso: A.M (1.995), el doble Being there (1.996), Summerteeth (1.999), fueron bien recibidos por la crítica, bien es cierto que no unánimemente, y mal por el público. Que sí Son Volt, el grupo de Farrar, eran mejores (A.M), que si Being There era demasiado pretencioso, que si estaban empezado a repetirse (Summerteeth), que si eran excesivamente “eclécticos”….

El triunfo y el reconocimiento masivo llegaron cuando nadie lo esperaba con un trabajo que estuvo a punto de no publicarse, y que fue de discográfica en discográfica hasta finalmente ser editado casi de milagro. Hablo, por supuesto de Yankee, Hotel, Foxtrot (2002). Aquí sí, la crítica no ahorró en alabanzas y el disco vendió cerca de 700.000 copias. Quizás ayudó que Wilco al fin encontró canciones rotundas y a la vez accesibles (“Jesús, etc”, “Poor places”.”Kamera”..), o que sus diversas influencias, desde el pop clásico al country, o del clasicismo de The Band a la modernidad de Television, se ensamblaran adecuadamente, no lo sé, pero un fracaso anunciado se convirtió de repente en un éxito. Fuese lo que fuese, Wilco accedió por fin al estrellato: era la gran banda americana de comienzos del siglo XXI.

Sus siguientes obras, como la lírica Sky Blue Sky o la más clásica Wilco  confirmaron esta opinión, ratificada en 2011 con la publicación de The Whole love y el anuncio de disolución de R.E.M. El trono oficial de mejor grupo de rock americano quedaba libre y tenía sucesor.

Desde entonces, Wilco y Jeff Tweedy viven confortablemente, disfrutando de su posición, hacen giras por todo el mundo y trabajan con relajación. Y sí, hasta Jeff está más tranquilo después de haberse rehabilitado de sus adicciones y,quizás, porque se sabe querido y respetado. Ahora por fin, el líder de Wilco sonríe.

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