Es algo inherente al aficionado, ya sea de cine, fútbol, baloncesto o incluso la literatura, hacer listas de lo mejor y lo peor. Tratar de dirimir por banal curiosidad aquello que le parece excelente de aquello que tacha de mediocre o irrelevante. Y este tan generalizado afán de categorizar es lo que lleva a organizar premios para tratar de apoyar las teorías elaboradas sobre qué es bueno y qué merece la pena ser recordado para siempre. No obstante, los gustos y las fobias son algo tan personal e intransferible que, cuando te eriges en juez, no puedes hacer otra cosa sino generar polémica y discusiones sobre lo acertado o fallido de tus decisiones. Por muchas votaciones y recuentos que se hagan, nunca llueve a gusto de todos, y en el cine en particular la mayoría de este tipo de decisiones generan desacuerdos, deudas e injusticias históricas con aquellos a los que no se premió por una u otra razón.
Y es en este punto donde los celebradísimos premios Oscar irrumpen con su tremendo brillo dorado para recordar cómo un premio puede significarlo todo o puede no significar absolutamente nada, en especial cuando se intenta usar para calificar el arte, si es que convenimos en considerar el cine mayormente comercial en arte. Siempre se cuentan los premios Oscar recibidos por tal o cual película para justificar la decisión de verla porque “si ha ganado tantos Oscar es que debe ser buena” o para defender su inclusión en el panteón cinematográfico. Pero, en hacer esto, obviamos los tejemanejes que se mueven entre bastidores, la cantidad de dinero que los productores pagan para promocionar a sus películas candidatas por encima de otras y el gusto tan definido que los votantes de la Academia de cine norteamericana tienen y que les hace decidirse regularmente por un tipo de películas en favor de otras.
Esto conlleva que la mayoría de las veces el premio sea consecuencia de muchos elementos diferentes completamente ajenos a la calidad del producto presentado a concurso. Aunque, claro, en algunas ocasiones todo converge para lograr unanimidad. Pero esto es más bien la excepción que confirma la norma.
El Oscar a Mejor Película es el más codiciado y buscado entre los productores y creadores, pues es el más coral debido al reconocimiento que otorga al largometraje en sí por encima de las individualidades. Y es precisamente esta categoría la que sirve para mostrar por qué, pese a todas las injusticias causadas por la necesidad de premiar en base a criterios más o menos aleatorios y personales, se puede encontrar una tendencia que ayuda a ver el tipo de cine que marca cada década. Esto es, a nivel de calidad, las premiadas pueden estar más o menos discutidas, pero es indudable que, con los años, muchas de ellas han acabado representando la forma mayoritaria de hacer cine de los grandes estudios.
Obviamente no se puede sino criticar el continuo menosprecio que en estos premios se ha hecho y se hace a géneros como la comedia, la ciencia ficción, la animación y la acción, los cuales son considerados como menores y, desde luego nunca o casi nunca merecedores a una nominación. Menos aún a la estatuilla a Mejor Película; la cual suele colmar habitualmente a géneros considerados adultos y serios como el drama, la épica histórica o las hagiografías de personajes relevantes, sobretodo aquellos de la historia anglosajona.
De este modo iniciamos un repaso a las más destacas películas ganadoras del Oscar a la Mejor Película por década (dejando de un lado las décadas de 1920 y 2010 por estar incompletas). En un intento banal y generalizador de volver a hacer una gradación, escogeremos una película ganadora del gran premio que se pueda considerar como la más representativa del tipo de cine que se hacía en Hollywood en cada década. Reconociendo que el cine es un mundo de sensaciones y gustos intransferibles, todas las menciones aquí recogidas están sujetas a una opinión personal del autor y no pretenden pontificar sino servir como guía.
1930s: Lo Que el Viento se Llevó
1930, la época de la Gran Depresión comienza pronto a marcar tendencia en el interés por las grandes épicas familiares e históricas, como vehículo a una realidad diferente e idealizada con premiadas como Cimarrón (1931, Ruggles), Cabalgata (1933, Lloyd), Rebelión a Bordo (Lloyd, 1935). Incluso un drama biográfico como La Vida de Émile Zola (1937, Dieterle) o una cinta bélica en la primera ganadora de Mejor Película de la década: Sin Novedad en el Frente (1930, Milestone). Pero la quintaesencia de la épica histórica rodada en la década de los treinta y que marcaría el cine hollywoodiense a fuego hasta los años 60 se estrenó justamente en el último año, 1939. La película, Lo que el Viento se Llevó (1939, Fleming), basada en la novela homónima de Margaret Mitchell, sigue la vida de la dama sureña Scarlett O’Hara (Vivien Leigh) a lo largo de finales del siglo XIX y la influencia que sus amores y hechos históricos como la Guerra Civil Americana (1861-1865) tienen en su vida. Dirigida por Victor Fleming y producida por David O’Selznick, fue en su momento la producción más cara de la historia, costando algo más de 4 millones de dólares (recordemos, en plena Depresión) y cosechó 10 premios Oscar en la gala celebrada en 1940. Su victoria marca tendencia en el gusto de la academia por los grandilocuentes y espectaculares dramas históricos que se centran en la evolución vital de un personaje y su confluencia con algún acontecimiento histórico respecto al que nada puede hacer y que acaba marcando su vida.
La película, pese a su indiscutible aura de mito cuasi fundacional de la Era Dorada de Hollywood (que duró hasta los primeros años sesenta) no ha envejecido del todo bien, dejando un regusto a moral caduco, elevando a mito a un personaje tan caprichoso como volátil como Scarlett y representando temas tan espinosos como la esclavitud de una forma inocente -incluso bucólica-, perpetuando el rol del esclavo negro como inquebrantablemente leal, simple y sin ningún atisbo de personalidad compleja. Y, a su vez, resulta en alivio cómico, sobretodo en el personaje de Mammy (Hattie McDaniel) cuya representación es aún más descarada si escuchamos la versión doblada al castellano.
A Rhett (Clark Gable) le importa un carajo lo que vaya a hacer Scarlett (Vivien Leigh), pero ella encuentra la esperanza en el mañana.
Grandes películas de la década que se quedaron sin la estatuilla: El Mago de Oz (1939, Fleming), Blancanieves y los Siete Enanitos (1937, Cottrell y Hand), King Kong (1933, Cooper y Schoedsack), Tiempos Modernos (1936, Chaplin) y La Diligencia (1939, Ford), El Doctor Frankenstein (1931, Whale), Scarface El Terror del Hampa (1932, Hawks), Una Noche en la Ópera (1935, Wood), El Enemigo Público (1931, Wellman)
1940s: Casablanca
La década siguiente viene en su totalidad marcada por la Segunda Guerra mundial (1939-1945), que afectó a todas las esferas de la sociedad, incluido el cine que fue usado como método de propaganda durante el conflicto. Muchas de las películas premiadas durante estos años tocaban directamente la guerra como tema central, pero evitando todas ellas mostrar el campo de batalla para centrarse en la retaguardia o el retorno a casa de los soldados como bien hizo Los Mejores Años de Nuestra Vida (1946, Wyler). Siguiendo la tónica de la década anterior, con Qué Verde Era mi Valle (1941, Ford), se premia a un drama que sigue las vivencias de una familia en el siglo XIX, en esta ocasión, a una familia de mineros galeses cuyos miembros viven los cambios en su forma de vida de forma diferente. El primer largometraje premiado, sin embargo, pertenece a un género pocas veces reconocido: el suspense. Rodado por el inmortal Alfred Hitchcock, quien, a pesar de ver reconocido su trabajo con el premio a Rebecca (1940), jamás se llevó la estatuilla a mejor director. Pero la película que resalta la década de 1940 fue Casablanca, considerada como una de las mejores obras de la historia del cine, dirigida por Michael Curtiz en 1942, y basada en una obra teatral que nunca se llegó a estrenar, cuenta la historia del dueño de un bar de la ciudad marroquí de Casablanca donde se reúnen aquellos que huyen del nazismo. Allí, el protagonista, Rick (Humphrey Bogart), debe dar cobijo al marido de su ex-amante (Ingrid Bergman), entrando en conflicto con su propia felicidad o su moral idealista. No es tanto la trama sino los diálogos, la música y la ambientación lo que lograron hacer de Casablanca una obra inmortal.
Rick (Humphrey Bogart) sabe como despedirse con estilo.
Grandes películas de la década que se quedaron sin la estatuilla: Ciudadano Kane (1941, Welles), Qué Bello es Vivir (1946, Capra), El Gran Dictador (1940, Chaplin), El Halcón Maltés (1941, Huston), Pinocho (1940, Ferguson y Hee), Las Uvas de la Ira (1940, Ford), El Ladrón de Biciletas (1948, De Sica), El Tesoro de Sierra Madre (1948, Huston), Roma, Ciudad Abierta (1945, Rossellini).
1950s: Ben Hur
La década de 1950 vuelve a premiar los grandes dramas históricos en la línea de Lo Que el Viento se Llevó, pero la Segunda Guerra Mundial desaparece gradualmente del palmarés salvo por la presencia de De Aquí a la Eternidad (1953, Zinnemann), un drama romántico en el cual las vidas de cuyos protagonistas se verán alteradas por el ataque Japonés a la base aérea de Pearl Harbor en 1941. La película sirvió para rescatar la carrera actoral de Frank Sinatra y convertirlo en una estrella, adecuadamente, desde entonces hasta la eternidad. Aunque el círculo se cerraría en 1972 cuando otra película premiada en la misma categoría hiciese una alegoría a la forma en que Sinatra logró el papel de Angelo Maggio, el cual le reportó el Oscar a Mejor Actor Secundario. Tomando el fin de la guerra como tema de partida. la película Un Americano en París (1951, Minnelli) retrata la vida y los amores de un soldado norteamericano que decide quedarse a vivir en Francia tras el conflicto en forma musical. Una forma de reconocer la forma de hacer cine de Gene Kelly, protagonista de la película y gran estrella de los musicales de Hollywood desde hacía ya una década. Los años cincuenta en Hollywood, no obstante, estuvieron marcados por la Caza de Brujas llevada a cabo por el Senador McCarthy para buscar y acabar con todas aquellas personalidades del mundo del espectáculo que tuviesen o hubiesen tenido vínculos con el Partido Comunista; y la gala de los Oscar no fue ajena a todo esto. De hecho, la película de 1954 de Elia Kazan, La Ley del Silencio, pese a ser una película perfectamente rodada e interpretada recolectó ocho premios Oscar debido a que su director colaboró abiertamente con el Comité de Actividades Anti-Americanas y usó esta película como justificación a sus actos.
Pese a todo, la película que marca la década, de nuevo en consonancia con las líneas maestras marcadas por Lo Que el Viento Se Llevó, fue Ben Hur, el clásico de cine Bíblico de 1959 y que, veinte años más tarde, batió el récord de estatuillas que tenía el largometraje de Fleming con 10, ganando una más para un total de 11. La película, dirigida por William Wyler, representa la culminación del cine megalómano y grandilocuente de su director, representando una historia de las que desde Hollywood llaman larger than life. En ella se sigue la vida de un judío de Palestina llamado Judah Ben Hur (Charlton Heston) desde su caída en desgracia por un incidente con un amigo que hizo carrera en el ejército romano, Messala (Stephen Boyd) y su lucha por limpiar su honor y el de su familia paralelamente a la vida de Jesucristo. La película representó en su día el pináculo del cine made in Hollywood: una costosísima producción diseñada para arrasar en las taquillas de medio mundo contando un drama histórico con personajes que buscan defender su honor, aderezado todo con una moralina un tanto reaccionaria para contentar tanto al lobby judío de las majors de Hollywood como a los valores tradicionales y cristianos de la sociedad americana.
Terry Malloy (Marlon Brando) echa en cara a su hermano Charley (Rod Steiger) haberle vendido al sindicato: "yo podía haber sido alguien..."
Grandes películas de la década que se quedaron sin la estatuilla: Doce Hombres Sin Piedad (1957, Lumet), Cantando Bajo la Lluvia (1952, Donen y Kelly), Los Siete Samuráis (1954, Kurosawa), La Ventana Indiscreta (1954, Hitchcock), Con Faldas y a lo Loco (1959, Wilder), La Bella Durmiente (1959, Geronimi), El Séptimo Sello (1957, Bergman), Senderos de Gloria (1957, Kubrick), Rebelde sin Causa (1955, Ray), Gigante (1956, Stevens), La Noche del Cazador (1955, Laughton).
1960s: Lawrence de Arabia
Los años sesenta tomaron el testigo directo de la década precedente y amplificaron el interés por los musicales, premiando a 4 de ellos con el Oscar a Mejor Película. El más destacado de todos, quizás, sea West Side Story (1961, Wise y Robbins), que ganó diez estatuillas y llegó al público de todo el mundo con su alegato en contra de la violencia entre bandas y el racismo revisionando el clásico de William Shakespeare de Romeo y Julieta. El año justamente anterior ganó una comedia, rompiendo la tónica habitual. En este caso una de las inmortales obras de Billy Wilder, El Apartamento (1960). El director ya había ganado anteriormente con obras del género dramático y noir, pero esta representaba por fin el reconocimiento a su vis tragicómica.
Justo nueve años después, la Academia reconoció con el galardón de Mejor Película a una obra realmente rompedora y arriesgada para la época, Cowboy de Medianoche (1969, Schlesinger). La presencia de una película oscura y sórdida retratando el mundo de la noche, la prostitución masculina e incluso las relaciones homosexuales era un aviso de la revolución que estaba a punto de llegar a Hollywood en la década siguiente de la mando de un grupo de jóvenes directores dispuestos a romper con esa visión tradicionalista y edulcorada del cine. Pero antes de eso, la Academia reconoció la película que marca los años 60 y el cine de aventuras en general: Lawrence de Arabia (1962, Lean) Su victoria sigue la línea marcada por Puente Sobre el Río Kwai (1958) -también de David Lean- de grandes películas épicas e históricas destinadas a recuperar el orgullo británico tras los duros tiempos de la posguerra. Hollywood se rendía al clasicismo del cine británico y al saber hacer de David Lean por dos veces en menos de cinco años. En Lawrence de Arabia sigue las aventuras de T.E. Lawrence (Peter O’Toole) en Arabia durante los años de la Primera Guerra Mundial (1914-1918). La película adolece de un excesivo metraje y escenas innecesariamente alargadas, chocando con el sentido que la épica de aventuras tiene en la actualidad. Pero en su época fue todo un logro cinematográfico que ha conseguido hacerse un hueco en la historia del cine por mérito propio, por mucho que, con el paso del tiempo, la excesiva loa a lo británico de la que siempre adoleció Lean acabe lastrando el mensaje moral y político de la película.
Tony (Richard Beymer) canta "María" en West Side Story.
Grandes películas de la década que se quedaron sin la estatuilla: 2001: Una Odisea del Espacio (1968, Kubrick), El Bueno, el Feo, el Malo (1966, Leone), Psicosis (1960, Hitchcock), Matar a un Ruiseñor (1962, Mulligan), Hasta que Llegó su Hora (1968, Leone), ¿Teléfono Rojo? Volamos Hacia Moscú (1964, Kubrick), El Planeta de los Simios (1968, Schaffner), El Libro de la Selva (1967, Reitherman), Espartaco (1960, Kubrick), La Dolce Vita (1960, Fellini), Grupo Salvaje (1969, Peckinpah).
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12 Comments on "¡SOY EL REY DEL MUNDO! LOS OSCAR A MEJOR PELÍCULA MÁS DESTACADOS (I)"
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Impresionante entrada, Shaka. Una delicia comentar contigo ganadoras de Oscars que han marcado tanto la historia del Cine. Da para recordar, como cierta noche que dieron las tantas comentando las cagadas de premios en la pasada década y los años 80. Estoy deseando que salga la próxima entrega. Lo que el viento se llevó no me parece que haya envejecido mal ni mucho menos. Es todo un clásico digno de devoción por mi parte. Coincido con los demás en su visión de la película y que no los sureños no son maltratados precisamente, de hecho Victor Fleming pinta peor al… Read more »
Ciudadano Kane es una película demasiado transgresora como para ser reconocida en un cine que en aquel momento (a diferencia de la actualidad, donde prima la pose progresista entre los actores) imperaba el conservadurismo. Eso, unido a la campaña publicitaria en contra, puesto que no en vano atacaba a un gran grupo de comunicación (como si en los años 90 alguien hubiera hecho una película anti-Prisa) la abocaba a un difícil recorrido. No se trata de una película sencilla. La primera vez que la vi cuando era adolescente me resultó aburrida: la temática, el blanco y negro y la sensación… Read more »